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Soberbia

Drama A finales del siglo XIX, la mansión Amberson es la más fastuosa de Indianápolis. Cuando su dueña, la bellísima Isabel, es humillada públicamente, aunque de forma involuntaria por su pretendiente Eugene Morgan, lo abandona y se casa con el torpe Wilbur Minafer. Su único hijo, el consentido George, crece lleno de arrogancia y prepotencia. Años más tarde, Eugene regresa a la ciudad con su hija Lucy, y George se enamora de ella. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 56
Críticas ordenadas por utilidad
6 de septiembre de 2011
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y con esto queda todo dicho.

¿No?

Bueno, me explico. No soy muy amigo de intentar achacar mi decepción respecto a una película a factores externos, no me gusta decir que tal o cual obra está sobrevalorada por el importantísimo nombre que la firma, pero con "El cuarto mandamiento" no tengo más remedio que recurrir a esa estupidez porque sus cualidades se me escapan. Está a años-luz de la calidad de "Sed de mal" y "Ciudadano Kane", que me encantan y me hacen entrar en comunión con el autor desde el primer momento.

Y la cuestión es que leo las críticas esperando dar con algún motivo por el que está tan bien considerada y me encuentro con alabanzas hacia la profunda disyuntiva que representa el argumento, a la belleza de la historia, es decir, me encuentro con mis expectativas y no con el resultado. Que yo entiendo, creo que perfectamente, lo que quiere decir la historia, lo que pretende transmitir y los recursos que utiliza para ello, pero no me lo transmite. Me parece una película muy fría, insulsa, carente de la emoción esperada, que intenta sacar adelante sin excesiva elocuencia una trama que luce bastante poco.

Admito que tal vez el motivo de este distanciamiento de la obra se pueda justificar en el retrato de la sociedad aristócrata que de por sí es frívolo y anquilosado, pero el hecho de que los diálogos parezcan tan "escritos para la ocasión", tan ocurrentes y grandilocuentes, y que las situaciones en general tengan ese tono de artificialidad teatral (lo de la tía Fanny no tiene nombre), no deja de ser un problema serio para apreciar el drama de esta historia.

Y aparte los problemas de base. Tenemos una historia nada atractiva sobre un joven aristócrata que representa todos los defectos que un niño malcriado de su clase puede acaparar, y desde el primer momento esperas que la historia le lleve a redimirse en algún momento, no puedes pensar de otra forma. Hay un conflicto algo resultón entre tradición y modernidad, pero vamos, que está bastante diluido, reducido a la anécdota. En general, esa premisa del niño malo que merece un buen tirón de orejas es la película. Y ya digo, que a mí en principio no me fascina la idea. Pero eso no significa que no se pueda contar de una manera que lo haga especial o como mínimo interesante. Y Welles lo intenta, ya lo creo, y logra sacar algo de provecho pero no lo suficiente para crear algo memorable.

Por otro lado, el despliegue técnico del que suele hacer gala Welles aquí no me convence. Es como si fuera consciente de que la trama no es gran cosa e intentara salvar el pellejo por ese lado; no se funden bien los dos recursos, y eso es un problema en la medida en que se usa para reforzar unas emociones que no obtengo a través de lo que se cuenta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ghibliano
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10 de diciembre de 2006
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película a la que se cortaron unos 40 minutos finales. La verdad es que el tramo final de la película discurre demasiado deprisa. Eso se nota y le resta brillantez.
Es una película de Welles y como tal hija de un magnífico cineasta, maestro de los enclaves de cámara y de la fotografía, hombre de cine y para el cine. No obstante, no resiste una comparación seria con Ciudadano Kane, al menos en su versión desgraciadamente mutilada.
Destacable la interpretación de Cotten. Anne Baxter y Dolores Costello, bien. Mención especial para Agnes Moorehead, sublime especialmente en la parte final del film.
En resumen, un buen retrato de una adinerada pero decadente sociedad, mutilada igual que el final, por la tijera de un desarrollismo industrial incipiente.
Un buen guión para Welles pero con una mala productora.
FATHER CAPRIO
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14 de mayo de 2014
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque Orson Welles la repudió porque no respetaron su montaje, y sobre todo despreciaba el tercio final del film, que fue montado al dictado de la RKO, la obra no resulta nada desdeñable, en mi opinión. Al parecer, el “delito” fue perpetrado durante la ausencia del genio que se había desplazado a Brasil para realizar un documental para el gobierno: “It´s All True”. El montaje de Welles duraba 131 minutos de los 88 que fue el resultado final, pero debemos opinar de lo que fue y no de lo que pudo haber sido puesto que no lo conocemos. Una película deslumbrante y hermosa pese a la manipulación de la productora, muy alejada de la tentación del exceso, la desmesura epatante y habitual en Welles, ante el que siempre me he rendido incondicionalmente.

“The magnificent Ambersons”, título que prefiero al español, basada en la novela del poco conocido Booth Tarkington que, al parecer era amigo del padre de Orson Welles, por lo que parecía maravillosa. Aunque la película podría describirse como: la decadencia de una estirpe y el film de una época, Welles consigue articular y exponer la poética “wellesiana” en una bellísima historia de amor entre Eugene e Isabel, un amor que se pretende recuperar al mismo tiempo que se extingue una forma de vida. Eugene Morgan (Joseph Cotten), hombre emprendedor que fabrica automóviles, una clara metáfora del progreso que representa frente al pasado que encarna su amada y melancólica Isabel Amberson (Dollores Costello), y su detestable, altanero hijo George (Tim Holt), que se aferra a un pasado sin aceptar que los tiempos cambian irremediablemente.

Pero además del estupendo plantel de actores del Mercury Theatre de Welles, hay otros protagonistas, la fastuosa mansión de los Ambersons como símbolo del paso del tiempo, esa escalera majestuosa como testigo de la decadencia que recuerda a escaleras de Wyler y de Ophüls en sus maravillosos melodramas. Donde la cámara del excelente operador Stanley Cortez, movida con suntuosidad siempre oblicua, espejo de los personajes, suplanta los ojos febriles del espectador. La composición de los planos con escenas memorables (la escena del baile, la carta que escribe Eugene) ilustradas por la música de Bernard Herrmann, la bellísima Lucy (Ann Baxter) hija del emprendedor, de la que se enamora el holgazán y presuntuoso George, enajenado en un mundo que se desintegra.

Una obra tan compacta que permite, con el paso del tiempo, olvidar su virtuosismo y retener de ella lo esencial. Los personajes se asemejan al universo de Marcel Proust en recuperar el tiempo perdido, parecen empeñados en vivir la desdicha y la tristeza, a través de espejismos de felicidad, pues son muy pocos los momentos felices y en el fondo de ellos domina la tensión. En un film evocador donde la singular voz en “off” de Orson Welles (versión original) nos describe con sus palabras de introducción a un mundo y un contexto concreto, el de una época en que una clase opulenta, dominante e improductiva vagaba en la autocomplacencia, irrumpiría la modernidad con inventos como el automóvil, la industrialización, el aeroplano e incluso el cine que revolucionarían el inminente siglo XX.
Antonio Morales
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12 de septiembre de 2010
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Welles fue un artista versátil.
No toda su obra tiene por qué entusiarmar.
Considero que sus primeras películas junto al fenomenal Joseph Cotten, genial, inolvidable, un fuera serie y todo lo que se diga de él es poco, fueron extraordinarias. A pesar de sus éxitos iniciales tuvo que emigrar a Europa. Con El cuarto mandamiento y El extranjero, al parecer, no obtuvo el éxito deseado que se le había exigido y fue puesto de patitas en la calle por la productora.
Así las gastaban.
Lo que parece injusto del todo es que la Academia no premiara nunca el trabajo de estos dos grandes del cine: Welles y Cotten. ¿Se les atragantaban?

En un coloquio en una cadena de tv local, profesionales y entusiastas del cine alabaron esta película.
La estupenda narración de Welles, las imágenes, la dirección de los personajes destacando la labor de Agnes Moorehead (terminaría de madre de Embrujada en la serie de televisión), la historia y los créditos al final nombrando uno por uno el cuerpo técnico y artístico de los participantes en la película, con la imagen de los actores, es en general una estupenda labor.
Por último, dice: "Yo hice el guión y dirigí la película. Mi nombre es Orson Welles".
Está claro que le sobraba personalidad. Un genio.
floïd blue
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5 de enero de 2010
28 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Niño rico mal criado arruina la felicidad de su madre para arruinarse a continuación. En el camino el automóvil y el progreso hacen frente a la vieja aristocracia terrateniente. Como el Gatopardo. Ahora, tostonazo maestro. Ambición formal y prodigio técnico al servicio del empalago barroco. No veo más allá. A propósito, cuesta creer que las grandes fortunas Americanas que surgieron en los años en que parece discurrir la peli, se debieran a personajes en que parecen todos gilipollas. Ni de coña. Lo mejor, las ganas que te entran de repartir unas cuantas leches al niñito de las pelotas.
Babaloche
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