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Baraka

Baraka
1992 Estados Unidos
Documental
8.1
11,477
Documental Aclamado documental sobre la naturaleza del planeta Tierra. Rodada en 24 países diferentes, trata de captar la esencia de la naturaleza y la cultura de la humanidad y sus costumbres, al tiempo que señala las formas en las que el ser humano se relaciona con su medio ambiente. La aparente fragilidad de la vida humana es contrastada con la grandeza de sus obras, subrayándose la desigual relación entre hombre y naturaleza. Baraka no tiene ... [+]
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Críticas 51
Críticas ordenadas por utilidad
28 de febrero de 2009
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ví por primera vez y me gustó. Sus imágenes perfectas, su hipnótica músca; era como ver a esa chica de caderas bonitas.
La ví por segunda vez y me enamoró. Sus imágenes, que además de perfectas, te dicen cosas, te susurran sin pronunciar una palabra. Que te embaucan, que se te graban a fuego.
Su música, la segunda narradora, esta te susurra lo que las imágenes no han podido, esta vez con un idioma distinto, un idioma de sentimientos, no de palabras.
Su narración. Sutil, casi invisible, pero ahí al fin y al cabo. Ese mensaje de amor, miedo y esperanza. Ese nuevo amanecer.
Su gente. Te miran y te preguntan ¿Por qué? Y tú no puedes mirar a otro lado. Ni 1000 anuncios de 1000 ONG distintas podrían decirte lo que esos rostros en silencio te dicen. Una mirada de incomprensión en un mundo incomprendible.
Su historia. Sus construcciones, con demasiadas historias a sus espaldas. Imágenes de tiempos mejores, peores, iguales.
Sus paisajes. El mensaje de nuestro planeta, la belleza que a veces sólo puede mostrarte una cámara. Su inmensidad, tan grande como su belleza.
Baraka. Porque es el documental que me consiguió enamorar.
nudrick
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6 de agosto de 2007
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
En ocasiones hay películas que al verlas parece como si las imágenes traspasaran la pantalla y te contagiaran de algo especial, como si al acabar te quedaras impregnado de algo invisible. Personalmente esto me ocurre con Baraka, palabra proveniente de la lengua Sufí (comunidad religiosa islámica) que, precisamente, significa algo así como bendición o esencia de vida.
Intentando ser lo mas objetivo posible, Baraka seria un documento visual sobre la vida en nuestro planeta, intentando reflejar la interacción existente entre el hombre y el mundo que le rodea, siguiendo la línea de las “nuevas” tendencias documentalistas en las que se elimina la presencia del narrador y se da más importancia a las imágenes y la música.
Pero qué decir de una película que en sus 96 minutos de duración no se pronuncia ni una palabra entendible por el espectador y en la que aparentemente no existe un hilo de unión entre la numerosa cantidad de imágenes que se suceden. Pues que en este hecho es donde reside su principal atractivo. Cada imagen de Baraka, brillantemente fotografiada por el propio director, posee una fuerza casi hipnotizadora que no necesita ser subrayada por ningún comentario, haciendo del dicho “una imagen vale más que mil palabras” un arte. Heredando de las tradiciones narrativas audiovisuales de las primeras décadas del siglo XX esa pureza de la imagen capturada “in fraganti”, como en época de los Lumière y completando así un giro de 360º en el que las nuevas tendencias del documental se asemejan con las de sus iniciadores. Valiéndose únicamente como apoyo de la partitura de Michael Stears, que la compuso mezclando gran variedad de instrumentos de diferentes regiones de la Tierra, consiguiendo un total hermanamiento entre imagen y música.
Analizando con un mayor detenimiento cada una de las imágenes de Baraka podríamos diferenciarlas temáticamente a partir de algunos aspectos que retrata. La religión, la guerra, el genocidio, la pobreza, la destrucción del medio ambiente y los últimos paraísos de la Tierra son algunos de ellos. Captando perfectamente lo bueno y malo del ser humano, su aparente fragilidad en comparación con la magnitud de sus obras y como telón de fondo la espiritualidad de la Humanidad como principal diferencia del resto de especies. Todo esto reflejado de manera que sea el propio espectador el que saque su propia conclusión de todo lo visto.
A pesar de que la película date del 92, podemos comprobar que las cosas no solo siguen igual, sino que en algunos casos han empeorado, convirtiéndose en un documental que te hace pensar, que al verlo se sufre y se disfruta y que sobre todo no te deja indiferente.
Para terminar me quedo con una frase del director, que expresa perfectamente el espíritu de Baraka: “Somos unos invitados a este planeta y él, no ha hecho lista alguna para que todo y todos tengamos cabida en él”.
Cinestres
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27 de febrero de 2007
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un regalo para los sentidos y el espíritu. Un retrato fiel, una ventana al mundo, a la naturaleza en su sentido más amplio, incisivo y sobre todo de una belleza sublime,mística. El miedo inconsciente a perder un solo fotograma te impide parpadear. Imprescindible.
enotrolugar
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10 de junio de 2008
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ron Fricke se lanzó con su equipo a filmar uno de los documentales más audaces y hermosos sobre nuestro planeta que he tenido el placer de contemplar.
Su cámara se transmuta en un elemento más del paisaje a través de cuyos ojos subjetivos se nos abre una puerta inmensa hacia la explosión de milagros que es este pedazo de materia que se desplaza por el universo en su eterna órbita.
La mano de la Naturaleza y la mano del hombre se combinan a la perfección en este poema de imágenes y música celestial, dando lugar a una composición donde los prodigios naturales y los artificiales se descubren en toda su incalculable dignidad; donde la variedad de pueblos, culturas, etnias, creencias, costumbres y tradiciones crean un collage embriagador e hipnótico; donde las lacras y dolores humanos duelen como llagas abiertas; donde el juego del sol, de la luna y de las estrellas da lugar a la danza envolvente del cosmos; donde las nubes se desplazan en su viaje perpetuo como un océano de algodón blanco; donde la música se eleva como un canto emitido por el espíritu del cielo y de la tierra.
Tan pequeños que somos, tan insignificantes en el devenir cósmico, y sin embargo osando desafiar las fronteras del abismo.
Ron Fricke enfoca a la perfección esa grandeza intangible, así como los lastres y las amenazas de este planeta al que llamamos hogar. Y lo hace con los efectos adecuados para cada contexto: a tiempo real para las cosas sencillas y cotidianas, ralentizaciones que inyectan mayor espectacularidad a algunas impresionantes escenas de la naturaleza y también a rituales ancestrales humanos, así como un mayor impacto a las duras condiciones de vida de mucha gente y a la belleza de los primeros planos donde las miradas absorben al espectador. También aceleraciones que transmiten el paso del tiempo y los cambios constantes en los paisajes, así como el estrés de la rápida vida en las ciudades.
Todo rodado con cambios de ritmos, de escenarios, de sonidos y de música en sabia combinación y sincronización, dando la sensación en ocasiones de que existe una mano invisible que dota a los movimientos de todas las cosas de una coreografía singular, como si todo lo que ocurre aquí abajo sirviese para el deleite de unas divinidades que observaran desde arriba el espectáculo de la Tierra. Como si en el caos aparente y heterogéneo reinase en el fondo una especie de latido común que estableciese una conexión global.
La Tierra, un milagro en sí misma, el Planeta Azul que no es más que uno entre unos cuantos atraídos por la gravedad solar, una mota diminuta que baila en el silencio y el vacío interestelar destinada algún día a extinguirse como todo en este Universo.
Y, al mismo tiempo, eterna porque ha engendrado unas formas de vida que le han ofrecido su lugar en una eternidad soñada.
Vivoleyendo
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1 de agosto de 2010
50 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, los paisajes son fascinantes y el principio te hace creer que vas a disfrutar de un increíble poema visual. Pero después de 15 minutos, la música comienza a hacerse molesta y después insorportable. Y encima tiene pretensiones de transmitir toda la espiritualidad del mundo, cuando sólo responde a una moda causada porque yuppies y gentes estresadas varias se ven faltos de sentido en la vida y, en lugar de perder el tiempo buscando su propio camino, prefieren consumir productos descafeinados y fáciles de digerir que les hagan creer que están viviendo un momento auténtico de conexión con el mundo y la trascendencia.

A mí lo que me despierta es unas ganas terribles de caer en la terrenalidad más baja y sucia y de gritar: si esto es la espiritualidad prefiero revolcarme en el fango y vivir como un animal!

Las imágenes preciosas, aunque muchas de ellas llevan una buena carga de tópicos: los africanos saltando, los budistas rezando (¿por qué salen tanto? Creo que por consonancia con esta moda de la religiosidad étnica desinfectada para el consumidor occidental tan aficionada al budismo)...

Pero bueno, se disfrutaría mucho más si en lugar de esa repetitiva e insulsa banda sonora hubieran tenido buen gusto con la selección musical, o si, simplemente, hubieran dejado los sonidos del ambiente.

Para mí, irritante. Pero para ver después de una sesión de acupuntura o aromaterapia, mientras uno/una se toma una bebida ligth y unas bayas de goji, es perfecta; y luego puedes comentarla en tu clase de yoga y quedas como el/la más sensible del grupo.
resquicios
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