Noche de verano

Ópera prima de Jorge Grau, en la que, un poco tediosamente, se ve la influencia en su cine de directores italianos como Rossellini, Fellini y Antonioni. Hay varios guiños explícitos.
Lo de poner al principio a Paco Rabal es por ser más conocido, pero de los tres hombres -Rabal, Volonté y Orsini- es este último el que lleva el peso de la película y su historia es la principal.
Tiene interés histórico para ver la Barcelona de los principios de los sesenta y cómo eran las fiestas populares -la verbena de San Juan-, mucho más ingenuas en la forma que como se ha dado después.
Dicen que fue censurada y en la reposición que se puede ver ahora resulta demasiado larga y a la vez paradójicamente no bien trabada. Tampoco se entiende qué se censuró porque no hay desnudos -como luego hizo en La trastienda- ni crítica política ni nada.
Ni es comedia ni es drama. Se ha dicho que es una especie de La dolce vita a la española pero ya quisiera, aunque La dolce vita tampoco es de lo mejor de Fellini, si se la compara, por ejemplo, con I vitelloni o con La strada.

Primer título en solitario de Grau. Con influencia especialmente del cine italiano ("La dolce vita", "La noche") es la crónica de la relación de varias parejas en el tiempo que va de dos noches de San Juan, en Barcelona.
Película muy dinámica e interesantísima, todavía hoy fresca y notable, muestra la apatía y opresión de unos seres continuamente insatisfechos consigo mismo, con un horizonte lúdico y material en su mente.

No debía ser fácil en 1962 exponer que en muchas ocasiones los noviazgos y los matrimonios no funcionan. Jorge Grau lo hace inteligentemente en esta coproducción entre España e Italia que adopta los postulados del Nuevo Cine Español, introductor de realismo y complejidad en las películas, y sigue a tres parejas a lo largo del año que media entre dos noches de San Juan, reflejando el vacío que subyace bajo la frivolidad y las apariencias de felicidad. Por parte española, actúan Francisco Rabal y Margarita Lozano (reunidos tras Viridiana) y por la italiana, los entonces bisoños Umberto Orsini, Gian Maria Volonté y Rosalba Nelbi. Una película a reivindicar.

Salvando las distancias nos encontramos ante un ejercicio de Nouvelle Vague a la española. Pienso que esta película no se merece menos de un siete sobre todo por su frescura y descaro a la hora de presentarnos escenas de la vida urbana. El ritmo es correcto y el planteamiento resulta entretenido con alguna secuencia de corte experimental como aquella de la travesía en calesa, por ejemplo. El plantel también es correcto lo que pasa es que el perfil de los personajes es muy deudor de la vida bohemia de los sesenta y me resulta muy difícil identificarme con cualquiera de ellos. Yo pertenezco a otra generación y a mí la revolución hippy me pilla muy lejos. Esto es como levantarse después de una gran resaca y no acordarse del camino de vuelta a casa. Lo que me hace valorar esta película positivamente es que no desmerece en nada a cualquier título de la nouvelle vague y esto ya es mucho. Podría haberse caído en el ridículo más pretencioso pero no ha sido así, esta historia la podría firmar un Truffaut, por poner un claro ejemplo. Tiene la misma calidad que el cine francés de los 60 en cuanto al estilo y en cuanto a lo que se nos cuenta. Aún así me siguen pareciendo frívolos aquellos valores, los de la llamada Década Dorada, pero ya digo que yo pertenezco a otra generación y a mí esto me pilla muy lejos.

Los diálogos son espontáneos y algo frívolos como corresponde a una época de desinhibición y destape, los actores trabajan bien sin llegar a brillar en ningún momento. A veces se roza la españolada pero pienso que no se cae en lo hortera lo cual hubiera sido comprensible. En este sentido la película es una digna hija de su tiempo. Un documento fílmico con el valor añadido de su alto contenido intelectual.