The Mark of the Whistler

Cuando W. Castle se hace cargo de un relato de C. Woolrich cabe esperar que el producto final tendrá una calidad innegable.
Y el largometraje no defrauda las expectativas.
Se trata de una de esas películas inesperadas en las que el espectador queda atrapado por la intensidad de la trama pero, sobre todo, por la capacidad del guión -G. Bricker- para proporcionar vigor y vehemencia a la historia.
Dinámica, coherente y de intriga sólida.
Una notable tensión psicológica se respira durante toda la proyección, y ésta es cuestión más meritoria en la medida en que se desarrolla en un contexto de austeridad de recursos.
El ritmo de la acción se ajusta a la intención de obra y el carisma de R. Dix aporta en todo momento el temple interpretativo requerido.

En casi una hora, se nos presenta esta intrigante historia, bien narrada y actuada, por la que sentí verdadera curiosidad por saber qué pasaría. Carece de desperdicio, no hay escenas superfluas, la historia se narra de una manera fluida. Satisface ver pequeñas obras que entretienen, aunque no sean de las mejores. Me gustó la actuación de Richard Dix, sin exageraciones, convincente. Pero realmente ese silbido anuncia algo siniestro, mortal, difícil de olvidar, junto con esa sombra misteriosa: ese es el toque llamativo de esta serie The Whistler, el silbido es su marca. De vez en cuando, las películas de serie B tienen sus triunfos, y algunas veces, creo yo, han superado a las de las grandes productoras.

Lo peor: el presupuesto y que todo pende de un hilo en cuanto al verosímil, en todo momento se está por venir abajo.
Lo mejor: La historia clásica de un impostor y los típicos clichés de este tipo de anécdota, pero también con otras que le dan una vuelta de tuerca ingeniosas.
Buen ritmo, el suficiente encanto, Lee es un anti héroe que no termina de caer mal. La historia podría ser más trágica/oscura, se contiene y eso también la vuelve original para lo que solían ser los noir.