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Francisco, juglar de Dios

Drama Diversos episodios de la vida de San Francisco de Asís. Francisco entendió la pobreza en un sentido estrictamente evangélico; él no tenía absolutamente nada. Amaba por encima de todo la creación de Dios, de ahí su amor a la naturaleza. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
21 de febrero de 2009
45 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta película, Francisco explica al hermano León en qué consiste la felicidad perfecta. Para mí, la felicidad perfecta se parece mucho a ver esta película de Rossellini, mi favorita entre todas las suyas. También siento una enorme felicidad con las críticas del Hermano Lobo (Lupo en el siglo, digo en FilmAffinity), a quien dedico especialmente estas líneas.

Lo religioso se ha mostrado en el cine de muchas maneras, pero en pocas de una forma tan natural y plena como en esta hermosa película, en la que al modo de los devocionarios o de los libros de santos se ilustra con estampitas varios episodios de la vida de san Francisco de Asís. En ellos la vivencia religiosa está dominada por los valores de la humildad, el servicio, la dulzura y la alegría. Sin embargo hay algo triste detrás de una película tan exultante como ésta, y es que Rossellini parece mostrarnos un ideal, pero no un modelo. O, dicho en otras palabras, la crónica de la vida de san Francisco es también el relato de una pérdida, de una forma de vivir la religión que parece imposible hoy en día.

¿Cómo entienden a Dios Francesco y sus hermanos? Sólo lo podremos saber por su comportamiento, no por sus declaraciones, porque para ellos el ejemplo es la única doctrina y su experiencia de lo divino es ante todo vital, no intelectual. Son hombres que se sienten llenos de Dios y viven ajenos a toda angustia o duda existencial: para ellos lo sagrado es algo cotidiano y palpable y eso les permite una entrega ilimitada. En su comportamiento hay algo (mucho) de atolondramiento e idealismo adolescentes: se sienten impelidos a dar testimonio y a actuar, y su forma de hacerlo es ser extremadamente generosos con los demás. Así, si en otras películas Dios es presentado a menudo como una ausencia y una tortura personal, alguien a quien se reclaman responsabilidades por el dolor y los males del mundo, aquí es un gozo y una presencia continua, una forma de plenitud. No hay oraciones en silencio, sino cantos en comunidad: la capilla de Santa María de los Ángeles es un lugar tumultuoso con aires de fiesta infantil. Lo espiritual no es sinónimo de estatismo sino de todo lo contrario: Dios está en el mundo, en el trabajo, en el juego, en el amor por los demás. Francesco y sus hermanos no le buscan dentro de sí porque advierten su presencia por todas partes y salen al mundo para dar testimonio de ello. Cada hermano está encendido por lo divino como una llama que necesita prender su fuego en los demás.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Macarrones
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23 de febrero de 2009
26 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) En una línea espiritualista que también dio “El milagro” y “Juana de Arco”, Rossellini filmó una personal hagiografía de san Francisco de Asís, organizada en episodios enlazados, cada uno una historieta del santo y su fraternidad.

2) Francesco era de familia rica, pero las visiones lo llevaron a quitarse la ropa ante su padre en la plaza de Asís, renunciar a la carrera de próspero comerciante y dedicarse a la vida religiosa, radicalmente concebida; no al ocio pasivo sino a la práctica del despojamiento extremo y la fusión con el espíritu. Se deshizo de cuanto estorbara su comunión con el universo. Vagaba mendigando, en compañía de seguidores que le imitaban, atraídos por la bondad y la felicidad que irradiaba. A la cofradía errante recomendaba desprenderse de todos los bienes y abrazar una pobreza absoluta y liberadora.
En tiempos medievales en que poder y beligerancia estaban a la orden del día, esta exigente norma chocó a la jerarquía. La llamada a un alegre vagabundeo en panteísta disfrute directo de la concreta vida diaria, de espaldas al furor cruzado y al afán de riquezas, implicaba un serio desafío a las altas esferas.

3) En ingenuas estampas beatas, Rossellini presenta a monjes que cantan y corretean por barrizales, alegres como niños, empapadas sus ropas de arpillera por un aguacero en tromba que celebran como una alegría más. Se refugian en cabañas de piedras y palos compartidas con bestias, mendigan comida en sus escudillas. Vemos la propensión de Junípero a obedecer al pie de la letra y regalar la ropa que lleva puesta, las inocentes tonterías de Juan el Simple, el breve reencuentro con una santa Clara majestuosa.
Un episodio sumamente duro: a la luz del plenilunio un leproso, marcado por una campanilla, pasa cubierto con una máscara que sujeta sus trozos de carne y Francesco, con llanto desolado, lo abraza en silencio, un cencerro al fondo. Y el del tirano Nicolás, divertido: Junípero intenta convertir en su campamento al ogro, que no quiere escucharle y ordena a la guardia de trogloditas mantearlo como a pelele.
Francisco proclama la perfecta alegría cuando envía a los cofrades por pueblos y ciudades a predicar la paz. Los hace girar hasta encontrar su dirección en el mundo. “Adiós al hermano árbol. ¡Esparcíos y llevad la paz con vosotros!”.

4) Rossellini se centra en la vida comunitaria de los Hermanos Menores y en lo organizativo, pintando al santo como un líder un tanto rígido (la fórmula “Te ordeno por santa obediencia que…” se repite hasta el exceso) y, aunque fotografía con maravilloso brillo los escenarios, apenas muestra la riqueza del íntimo misticismo, los éxtasis, las prolongadas estancias en el bosque, dulcemente disuelto en la meditación, ocasiones en que animales y pájaros se le juntaban por simpatía.

5) Con más de 60 años, esta película precursora que influyó en Pasolini sigue siendo la mejor aproximación cinematográfica a la figura del revolucionario santo de Umbria.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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25 de marzo de 2013
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La elección por parte del nuevo Papa del nombre de Francisco en honor al santo de Asís ofrece una buena excusa para la siempre oportuna revisión de esta película, sin duda la más hermosa y atinada aproximación cinematográfica al ideal franciscano.

Rodada entre "Stromboli" y "Europa 51" se sitúa, pues, en el período que personalmente considero más fecundo en logros artísticos de la carrera de Rossellini. Como sucede con todo el ciclo con la Bergman, después de tantos años la película conserva intacta su plena modernidad, a partir en este caso de una estructura fragmentaria —una selección de estampas que adaptan libremente las "Florecillas"—que, al contrario de lo que cabría esperar en cualquier biopic al uso, obvia la figura de un protagonista y un conflicto central. La decisión de convertir a Francisco en un personaje más, sin "privilegiarlo" respecto a sus hermanos, se revela absolutamente coherente con el espíritu fraternal y humilde de la orden.

En ese mismo sentido, el hecho que gran parte del reparto lo constituyan auténticos frailes garantiza la transmisión de una emoción "vivida", neutralizando de paso la tentación paródica que fácilmente podría haberse dado en otras circunstancias ante tal opción de vida. Paradójicamente, una de las escasas aportaciones profesionales, la de Aldo Frabrizi encarnando al tirano Nicolaio, para mi gusto produce en su exagerada sobreactuación la única salida de tono al buscar una comicidad demasiado impostada.

En el resto de la película, en cambio, sí transita una desarmadora alegría vital, y conceptos tales como inocencia o ingenuidad —que en este mundo nuestro parece que solo sirvan ya para ridiculizar a la persona que los recibe— recuperan su auténtica dignidad. No quisiera pasar por alto el episodio del encuentro nocturno de Francisco con el leproso, uno de los momentos más intensamente conmovedores de toda la obra rosselliniana.

Ya sé que lo que diré ahora no tiene nada de objetivo ni científico, pero lo que me hechiza de Rossellini, sobre todo en esa época y de una manera pocas veces conseguida por otros directores (pienso por ejemplo en Pasolini y "El evangelio según San Mateo") es que experimento frecuentemente la sensación que el cine se esté inventando de repente, como si esas imágenes fuesen las primeras registradas nunca por una cámara. Aquí, por ejemplo, el momento inicial con los frailes caminando bajo la lluvia, o más tarde correteando por los campos o esperando la llegada de la hermana Clara, generan con su deslumbrante inmediatez la ilusión de una ausencia de intermediarios entre el espectador y lo que ocurre en la pantalla.

Pero lo más subyugante en esta ocasión es la total y absoluta adecuación entre esta pureza en la mirada y la esencialidad temática del film. Si no hubo nadie mejor que Visconti para sumergirnos en la decadencia aristocrática, otro tanto ocurre con Rossellini y "Francisco, juglar de Dios". Dicho de otra manera, nos lo creeríamos si nos aseguraran que el director de la película era también un fraile franciscano. Se produce así un fascinante juego de espejos entre lo mostrado y la película misma, convertida por ello en uno de los más radicales y genuinos ejemplos de cine eminentemente espiritual.
Quim Casals
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7 de septiembre de 2010
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Importante filme de fenomenología religiosa, historia, antropología social, humorismo e incluso análisis psiquiátrico.

Esta filmación de Roberto Rossellini se basa en once capítulos de la vida del santo cristiano católico e italiano, Francisco de Asís (1182-1226), extraídos de la composición escrita “Las Florecillas” y de la “Vida de fray Junípero”, quién fue compañero de Francisco de Asís y uno de sus primeros seguidores o “locos espirituales”, de los más parecidos al propio santo en su forma humilde e iluminada de comportarse.

Como curiosidad hay que decir que los actores salvo Aldo Frabrizi, el que interpreta al tirano Nicolaio, y Arabella Lemaitre, la que hace de Clara, eran todos religiosos de profesión.

En verdad se trata de un película que trasluce como pocas lo que fue la “locura” de Francisco y los seguidores que se hicieron pobres y “locos” a su vera; de aquella especie de “hippie-ismo” de los siglos XII-XIII o movimiento que se dio en diversos lugares de Europa durante la Edad Media, tal vez como reacción pacifista y anarcolibertaria frente a los paradigmas vivenciales que sólo destacaban por hacer de los hombres “lobos contra el resto de los hombres”. Ante tal hartura de cuadriculado existencial, hubo grupos como el de Francisco que atrevida, poética y locamente se pusieron a vivir sus vidas a “la buena de Dios”, es decir, de forma libertaria, impredecible, vagabunda; optando por el modelo de vida simplísima sin cargas, como don nadies, sin temor al sufrimiento ni a encontrarse prontamente con la muerte.

Hay que ser algo barbarazo para aburrirse o no sentir algo, ya una sonrisa ya una carcajada ante los comportamientos de fray Junípero o fray Juan: por ejemplo cuando fray Junípero va y le corta la pata a un cerdo vivo con la que hacer una sopa para un hermano enfermo (síntoma bastante evidente de que este tal Junípero estaba como una chota por más santo que luego resultase); e igualmente gracioso es el viejo fray Juan, quien después de dar vueltas junto a los demás frailes, al estilo de los derviches giradores, en lugar de elegir rumbo a una ciudad cualquiera para predicar, prefiere astutamente ir tras de un pinzón que había visto por allí cerca encima de una mata (sin duda el viejo tenía poco de tonto, pues sabía que quedarse allí mismo predicando a los pájaros era mucho menos complicado y trabajoso que ir a cualquier población a recibir penurias y rechazos.

En fin Rossellini, con mucha agudeza irónica, nos cuenta que hombres, algunos con notorios signos de estar “idos o ser desequilibrados mentales”, otros de ser unos listillos de los que les gusta vivir trabajando poco y comiendo de la sopa boba, amén de otros con fuerte convicción evangélica, poética y revolucionario-religiosa, acabaron siendo mitificados, sobredimensionados, elevados a los altares y santificados.

Sin lugar a dudas, estamos ante una sobresaliente película, en blanco y negro, del género religioso-cristiano.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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11 de diciembre de 2009
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Encontrarán más espíritu franciscano en las críticas que me anteceden que en ésta. En la película lo hay, pero es tan etéreo que hay que adivinarlo. Y naturalmente hay que estar informado de San Francisco de Asís, porque sino uno va más perdido que Adán buscando su partida de nacimiento.

Tal vez Rossellini se impregnó tanto de la pobreza franciscana que hizo una película muy pobre. No sólo de presupuesto, que es encomiable. Sino que ha cogido once estampitas de las "Florecillas de San Francisco", ha parado a algunos lugareños que pasaban por ahí, les ha hecho de su capa un sayo y se han puesto a cotorrear actuando pobremente.

En fin, como introducción a la vida franciscana es pasable. Hay un par de episodios interesantes, el del leproso y el del tirano. Pero como película más que pobre es floja. Ni vemos al juglar ni su alegre y constante agradecimiento. Si quieren impregnarse del espíritu franciscano mejor leer una buena biografía. Como la de Chesterton, naturalmente. Aunque para comprender realmente ese espíritu más que ver una película o leer un libro, hay que vivirlo. No creo que hoy en día sea algo imposible. Yo he conocido a una persona así, y vaya que si impacta.
Gilbert
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