Out of the Blue (24 horas de furia)

Película muy interesante que recrea la atroz matanza ocurrida en Nueva Zelanda. La expresión "Out of the blue" podría traducirse como "de la nada" y esa es la clave del filme; de pronto, sin más explicación, sólo la locura de un vecino de un pueblo tranquilo, evidentemente trastornado pero sin aparente peligro, un incidente sin importancia y el caos. La película no es truculenta pero tampoco complaciente, las víctimas tienen rostro y nos hacen partícipes de su tragedia. El tono narrativo del filme, pausado y relajante en oposición a la crudeza de los hechos que se narran le ayuda a aumentar su terror; al fin y al cabo, el pueblo retratado no es muy distinto al que tú vives y no pienses que las vidas de sus habitantes son muy distintas a las de tus vecinos. Y no hay nada de épico, ni de extraordinario en lo que sucede mientras la tragedia se desarrolla.
Un escalón por debajo de la extraordinaria "Elephant" pero, aun así, una buena aproximación al fenómeno relativamente reciente del francotirador chiflado.

Las películas que nos narran brutales matanzas llevadas a cabo por descerebrados armados hasta los dientes, que en un momento dado estallan y se llevan por delante a todo el que se le pone por delante, suelen ser de por si estremecedoras, cuando como en el caso de esta lo que se nos cuenta ocurrió realmente, pasan a ser escalofriantes radiografías de las cloacas del alma humana. Esta película es la más aterradora de todas las que se han hecho sobre este tipo de sucesos, logrando transmitir al espectador, con una brutal intensidad, el horror, la sorpresa y la indefensión que debieron de sentir los pacíficos habitantes de un pueblo de una pequeña población costera de Nueva Zelanda, ante la brutal aparición de este desalmado. Durante todo el metraje te mantiene pegado al sofá, subyugado y aterrado por la forma con que este director logra meternos en la piel de todos y cada uno de los atónitos y desamparados vecinos, encarnados por unos actores que realmente te hace creer que lo que estás viendo, está sucediendo en tiempo real. Durante todo el metraje, no dejaron de venirme a la cabeza las últimas palabras de Kurtz en El corazón de las tinieblas (¡El horror! ¡El horror!). Dirigida por Robert Sarkies, que en su la primera obra con la que se dio a conocer en esta parte de las antípodas, la inclasificable e inquietante Marihuana, El sótano maldito, ya apuntaba estar en posesión de un peculiar talento. Esperemos que nos llegue algo más de su obra, pues me parece un tipo a tener en cuenta.

Estupendo filme neozalandés en el que se narra de forma precisa la crónica de una matanza que no por absurda resulta menos aterradora. Excelente la planificación de los acontecimientos y acertado acercamiento de tono naturalista de los hechos. Todo resulta apacible hasta que la locura estalla y lo hace de forma clara y concisa creando cierto malestar en el espectador. Con detalles muy logrados, el film fluye con pulso firme gracias al buen hacer de su director y a varias logradas interpretaciones.
Un tema delicado al estar basado en hechos reales nada agradables tratado con el grado de distanciamiento necesario para lograr el que supongo es también uno de sus objetivos: mostrar lo nefasto y deprimente que resulta un hecho violento de tal magnitud.

El director neozelandés Robert Sarkies nos presenta una historia desgarradora, basada en la masacre ocurrida en noviembre de 1990 en la pequeña localidad neozelandesa de Aramoana, en Dunedin, donde un psicópata asesinó con su rifle a 13 personas.

Realmente, todo éste tipo de sucesos reflejados en una película le dejan a uno con un muy mal sabor de boca y un terrible nudo en el estómago...

Pero volviendo a la película en sí, no cabe ninguna duda de que está muy bien hecha en todos los aspectos. Un film con el único objetivo de mostrarnos uno de los peores sucesos que ha ocurrido en la historia moderna de Nueva Zelanda.

Sin más, invito a todo el mundo a ver ésta extraordinaria y sobrecogedora película, una muestra más de que en toda pequeña y alegre comunidad, siempre hay algún perturbado.