El partido

Al igual que los perfumes se inventaron para tapar los malos olores, la cualidad de lo entrañable parece haberse inventado para disimular lo revenido de una fórmula tan explotada como efectiva: la comedieta de superación en equipo. El secreto es ese, y no otro: ¿qué esta historia la han contado cien mil millones de veces? Vale sí. Pero "The Match" cuela por la escuadra de lo cercano, lo accesible, lo encariñable: son sus personajes, y sus actores, los que consiguen elevar el modesto contador de una historia que a nadie pillará desprevenido a estas alturas. La banda sonora, jalonada con temazos de T-Rex, Roxy Music o Gary Glitter, es parte de la vaselina con la que "The Match" consigue pillar finalmente con la guardia baja, dejando la placentera sensación de no haber desperdiciado la entrada con un mal partido.

Hace como unos quinientos años vi “The match” por primera vez, hoy la he visto por segunda ocasión.

Sé que no merece la nota que le doy, que la sobrevaloro, pero cuando la veo me veo transportado a ese pequeño pueblo escocés tan entrañable, al bar de Benny y a esos campos tan verdes, con esas gentes tan peculiares.

¿A quién no le apetecería cogerse una borrachera con un tipo que lleva un corte de pelo con la bandera escocesa ocupándole todo el cráneo o echar unos dardos con un ex piloto americano mientras bebemos una cerveza?

Si encima la que atiende tu mesa es Samantha Fox, para que queremos más. Y para acabar, si te besas con la chica de tus sueños mientras suena “With a girl like you” de “The Troggs” , apaga y vámonos.

Lo admito, envidio todo lo que huele a escocés (y no hablo solo de whiskey, malpensados), de hecho si no conociera mis antepasados, diría que sangre escocesa corre por mis venas.

Imagínate que conduces tranquilamente por los verdes bosques de la siempre encantadora Escocia. Y, de repente, ¡Pum! Se te para el coche en medio de ninguna parte. Te bajas del coche y comienzas a caminar en busca del primer pueblo.

De repente, salido de la nada encuentras un conjunto de casas. No encuentras a nadie, buscas en todas las tiendas, bares y demás establecimientos del pueblo. Pero ni un solo alma aparece por ningún lado.

Sigues andando y encuentras que toda la gente del pueblo está en un pseudo-campo de futbol. Bajas hasta donde se encuentran los hinchas y allí te informan de lo que sucede.
Te enteras que el partido que se lleva a cabo es por una rivalidad de casi un siglo de antigüedad por una vieja apuesta entre dos dueños de negocios locales.

¿A quién no le gustaría encontrar una situación similar? Así, de casualidad. Lo tiene todo, una rivalidad, bares, amor y Escocia. Ni siquiera sé si algo más se puede pedir.