Adán y Eva

No hay Big-Bang, señoras y señores, aquí todo se crea por las manos de un ente divino.
Dios dijo "Hágase la luz, y la luz se hizo". Y tal vez Dios vio que quedaba bien...pero yo no lo veo así, y creo de necesidad decirlo.

Corre esa época en la que el cine de temática épico-bíblica está en su apogeo, y claramente influenciando a las industrias del Mundo entero. La época de epopeyas como "Sinuhé, el Egipcio", "Sansón y Dalila", "Espartaco" o "Salomé", y parece así el momento idóneo de dejar acontecimientos históricos o aventurescos y viajar mucho más atrás, cuando todo empezó; y el mismo año que Rossen y DeMille traen a la pantalla "Alejandro Magno" y "Los Diez Mandamientos", nada menos, se prepara una producción inspirada seguramente por aquel panorama.
Digo "seguramente" porque desconozco la razón que llevó a su puesta en marcha, y por parte del otrora célebre, muy versátil y sin embargo hoy olvidado Alberto Gout Ábrego, quien llevaba más de una década tras la cámara pero ahora se encontraba en una etapa de intento de resurgimiento tras romper su relación con la compañía Calderón. Tal vez eso explica su deseo de explotar el tema histórico: para lograr el éxito, al menos a nivel nacional (si bien, observando el resultado, cuesta creer que el proyecto esté a cargo del mismo responsable de "Aventurera" o del que un año antes hiciera el intrigante drama "La Sospechosa").

Pero no, el nativo chiapaneco, a través de su firma Constelación Films, apuesta "alto" (el espectador comprobará que el presupuesto está ajustado a evidentes limitaciones) y ofrece su propia visión de lo que hubieron de ser las aventuras de nuestros "primeros padres". Yo pensé lo contrario al encarar sus primeros e infinitos minutos, bajo una constante narración omnisciente (que debe de ser de las más tediosas de la Historia del cine...) sobre el Génesis; es decir, cómo el Todopoderoso dio forma y vida a mares, tierras, cielo, flora y fauna, detallado con la precisión de un maestro de instituto algo plomizo pero no poco entusiasta.
Esto inmediatamente enciende la alarma a cualquiera, ese tufo a película "destinada a servicio público" y con propósitos educativos, para proyectar en centros escolares. Llega la creación del hombre y la mujer: él un señorito un tanto imbécil que de la irritación pasa a provocar la cólera caníbal (y la cara de Carlos Baena es suficiente) al verle cinco minutos sin saber qué hacer con sus propias manos; ella es Christiane Magnani, la "Miss Universo" de 1.953 que después de una serie de apariciones en Hollywood pasó a trabajar (tremendo error) en el cine mexicano.

En un Edén filmado de tal modo que recuerda (situándose la exquisitez formal a millones de años luz) al estilo kabuki de los realizadores japoneses (utilizando escenarios construidos en estudio de excesivo exotismo y fondos de colores e iluminación cambiantes para lograr un efecto fantástico y poco realista), las aspiraciones algo morbosas, de pura explotación, que transmite Gout, poco tiene que ver con los pomposos dramas bíblicos de aquel entonces, dejando en evidencia el cine de inspiración católica por más que pretenda revestirse con el manto de lo dialéctico y ejemplarizante.
Siguiendo la tradición bíblica y sin diálogos salvo las palabras de Dios, Adán y Eva corren alegres por su jardín hasta cruzarse con la serpiente y la manzana; es ella (¡mujer pecadora!) la que primero come y después su inútil compañero, provocando la ira del anterior y siendo desterrados al desierto. Y uno siente, observando estos sucesos, que Dios no era sino un maldito cínico deseoso de mostrar su poder divino a sus "creaciones" con el propósito de ser temido, pues, ¿qué sentido tuvo imponerles limitaciones? Era imposible restringir la curiosidad de la naturaleza humana que él mismo creó...y aún así lo hace, equivocándose desde el principio.

Y se diría que la lección que nos ofrecen es que esa fue la opción correcta (en su paisaje idílico ni Adán ni Eva precisaban el conocimiento o la razón, pero al marcharse han de servirse de él para sobrevivir por sí mismos, experimentar sensaciones como el miedo, el dolor, la angustia, la violencia, aceptarlas y proseguir pese a todo; la fruta, arrancada del árbol de la ciencia/la vida, les proporciona tal conocimiento, y puesto que habrían sido expulsados por romper otra de las reglas de Dios (intrínseco de la naturaleza humana), parece algo necesario, para que ambos aprendan a ser verdaderos seres humanos).
En esa segunda parte de exilio cobra mayor importancia la épica, conmovedora y grandilocuente música de Gustavo Carrión, la única cosa a rescatar, para qué mentir, al igual que ciertos detalles formales y técnicos relacionados con el uso de los colores o la fotografía en EastmanColor; su ritmo, pese a lo corto de la duración, puede llevar al bostezo pasados los 20 minutos, y las habilidades interpretativas de los dos actores no son precisamente las mejores, a quienes a menudo se les puede ver llevando protecciones de goma para ocultar sus cuerpos (o, en el caso de Magnani, maquillaje y los ojos pintados, resultando en un serio ataque de risa y vergüenza ajena...).

Más proyecto artístico/educativo que película en sí, contra todo pronóstico "Adán y Eva" funcionó en terreno patrio, estrenándola el director al aire libre y en un campamento nudista (¡!), muy relacionado con el estilo que evidentemente proponía.
Por otra parte, tras casarse Magnani con Miguel Velasco, hijo del otrora presidente de México, todas las copias de éste y otros títulos subidos de tono donde participó ("Bataclán Mexicano", "Corazón Salvaje") fueron retiradas del mercado a no mucho tardar. Desde luego que lo hiciera con las del presente podría considerarse un bien para la comunidad.