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Mouchette

Drama Retrato de la triste existencia de una chica que es maltratada por su padre y humillada por la gente de su pueblo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
22 de mayo de 2008
116 de 121 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mouchette (Mosquita) no se conforma con la vida que le ha tocado en suerte. Tiene 14 años y se enfurruña, siente una sorda rebelión; choca con sus mayores y el mundo circundante.
Sus mayores son una madre muy enferma y un violento padre alcohólico; su mundo, un mísero hogar en un pueblo habitado por contrabandistas de licor, tramperos, tenderos: una sociedad regida por pensamientos mezquinos y miradas reprobatorias.

La caza (cepos, trampas, capturas) sirve de metáfora al tema central, frecuente en Bresson: formas de cautiverio y formas de liberación.
Un cazador furtivo atrapa perdices en lazos ilegales. El guarda, al acecho, las suelta.
Las escopetas descargan sobre conejos y liebres, sin escapatoria ante la lluvia de plomo.

En ese cinegético clima de apresamiento late la incipiente vida de Mouchette.
Cuida a su madre, quien se consume inerme, apagada su energía protectora. Recibe bofetadas del brutal padre, humillación de la maestra, aislamiento y burla de las condiscípulas, acoso vejatorio de los chavales. Pero ella no se amilana. En su conciencia alienta un enfrentamiento absoluto: los detesta a todos. Alimenta su rencor entre desgracias, con plena deliberación. Este sentimiento supone un refugio para la instintiva necesidad de independencia interior.
Como si viviese atrapada en un cepo, cada movimiento expansivo topa con las fuerzas que la rodean, dispuestas al bofetón, al abuso, la explotación: el maltrato en cualquiera de sus formas.
Tales fuerzas ejercen sobre Mouchette una presión domesticadora. Sin aliados ni espacio vital, ella responde con áspera y bronca insumisión.

La estética del autor (sobriedad, depuración) no cambia. Con actores no profesionales, a quienes denomina 'modelos', y con una austeridad extrema, la narración se despliega organizando muy precisamente las imágenes, siempre en busca de profundidad y misterio, y restringiendo a nítidos ruidos la banda sonora.
Sin embargo, hay en esta cinta una particular y sombría dureza, sorprendente en Bresson, poco dado a cargar emocionalmente a sus personajes: la soledad anímica de la adolescente es abrumadora. Y si en algún momento vive algo parecido al contacto humano, es aún más abrumadora.

Al adaptar la novela de Bernanos, Bresson extiende sobre la existencia terrena un frío pesimismo que apenas deja resquicio a la esperanza.

En entrevista con Godard y Delahaye en mayo de 1966, a preguntas sobre proyectos inmediatos Bresson contesta: “Querría también, como ejercicio, como un ensayo, hacer ‘La nouvelle histoire de Mouchette’. Una historia muy dura, por supuesto”.

Al fondo de un plano, un Renault 8: ese pueblo abismal no está en el tiempo de Dumas, tampoco el de Zola o Maupassant, como podría parecer por lo tremendo del relato. En realidad, tampoco en el de los Beatles o los vuelos espaciales, periodo al que realmente corresponde el automóvil.
Está en el tiempo de un mundo invivible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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18 de febrero de 2011
99 de 112 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sabe Dios que lo he intentado. Con ésta, con “Pickpocket” y con “Un condenado a muerte se ha escapado”. Pero no. No puedo con Bresson. No hasta el punto, al menos, de flipar con sus pelis. Y no porque sean especialmente complejas o farragosas. Yo creo que es una simple cuestión de “feeling” con su estilo. Un estilo, a mi juicio, exageradamente áspero, frío y contenido. Un estilo que me impide congeniar con sus personajes y que me provoca una sensación de vacío absolutamente desoladora. No sé, igual es eso lo que pretende Bresson. Pero lo que tengo muy claro es que no es eso lo que a mi me satisface. Ni a nivel emotivo ni a nivel intelectual.

Ello no es óbice, sin embargo, para reconocer que el francés es un gran cineasta. Y lo es porque no es fácil seducir al público con un producto tan austero. Con un producto tan desnudo. Con un producto tan puro. Y Bresson, no obstante, lo consigue. No conmigo, por supuesto. Pero sí con cinéfilos que me dan veinte mil vueltas. Y ello me hace pensar que algo hay en ese “respirar hacia dentro” de Bresson. Que algo hay en esa adolescente, en Mouchette, que no he sabido percibir. Algo a todas luces intangible. Algo que está más allá de lo que hace o no hace, de lo que dice o no dice, la propia Mouchette. Algo que, sin lugar a dudas, está en mi propio interior y que quizás, algún día, pueda descubrir. O no.
Taylor
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30 de agosto de 2008
70 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
Octavo largometraje de Robert Bresson, que forma un díptico con "Al azar, Baltasar" (1966). El guión, escrito por Bresson, adapta la novela "Nouvelle histoire de Mouchette" (1937), de Georges Bernanos. Se rueda en escenarios reales y en exteriores de la campiña francesa. Gana el premio Pasinetti (al mejor film), de Venecia, el Silver Ribbon al mejor director de un film extranjero y el premio al mejor film del Sindicato Francés de Críticos de Cine. Producido por Anatole Dauman, se estrena en 1967 (Francia).

La acción dramática tiene lugar en una pequeña población indeterminada de la campiña francesa. Se desarrolla a lo largo de 4 días (de viernes a martes), de 1966/67. Mouchette (mosquita) es el apodo por el que es conocida una muchacha adolescente (Nortier), de 14 años, hija de padre (Hebert) contrabandista y maltratador y de una madre (Cardinal) enferma terminal a causa de una afección pulmonar. Asiste a clase en la escuela, realiza las tareas domésticas, cuida de la madre y de un hermano de pocos meses, y trabaja en el bar del pueblo los domingos. Estigmatizada por la pobreza en la que vive su familia y por la profesión del padre, es despreciada, marginada, insultada ("cara de rata", "zorra") y excluida. Es ingenua, insegura, solitaria, rencorosa y vanidosa. La gente del pueblo es mezquina, egoísta, chismosa y cruel.

El film elabora un drama rural de carácter psicológico y construye un interesante retrato de una muchacha adolescente que, por las circunstancias que la rodean, vive al límite de sus fuerzas. Explora con mirada sombría y desesperanzada la perversidad humana y el sufrimiento que ésta provoca en sus víctimas. Analiza, además, la crueldad deliberada e intencionada, la explotación y corrupción de menores, la marginación y la inadaptación social, las responsabilidades de los marginadores y estigmatizadores, los abusos físicos, el maltrato físico, verbal, psicológico y emocional, la soledad y sus efectos destructivos, la fatalidad, la sexualidad, la maternidad, etc. La historia es sencilla, el relato es claro e inteligible en su planteamiento, pero elíptico y ambiguo en su contenido. Bresson piensa que no hay verdades únicas, universales y válidas para todos. Es por ello por lo que el espectador es invitado a elaborar su propia interpretación de los hechos. Denuncia la responsabilidad de la sociedad en la creación de las causas que provocan la desgracia de la chica. Recuerda que la obligación de educar a los menores no es sólo de los padres y la escuela, sino de todos.

El estilo del film es sobrio, austero, depurado y clasicista. La extensión de los diálogos es escasa. Las imágenes prescinden de todo lo que llama la atención o la distrae, de los paisajes abiertos, de efectismos, etc. La explicación es rigurosa y se presenta exenta de sentimentalismos anacrónicos y cursis.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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2 de junio de 2010
34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cazadores, liebres, gallinas, disparos apenas amortiguados entre columnas de luz suicida. Una niña, unas piernas deshilachadas. Un rostro inerte, dreyeriano. Y ese girar, cayendo, entre un telón de vestido magullado y rama, hasta el manantial de la doncella.

Respirar hacia dentro esta geometría exacta sin redundancias, saborear la explosión trascendental de la constatación. Porque el cine de Bresson constata, no forja, no genera: destapa el velo oscuro en plano detalle. Se estructura en viñetas con la precisión del ángulo recto definido en trazos breves, como un corte limpio en la corteza hasta el tejido. No hay movimiento en la naturaleza muerta y, sin embargo, ¡qué viveza física la de esta invariabilidad! No hay control, no hay interpretación, solo un echarse a vivir el mundo. Un estar abocado al mundo. O al cine. O al silencio.

Para ello hace falta un cierto modelo agustiniano que haga retumbar las figuras del sonido y sus pisadas desmaterializadas desde dentro (la calle, el viento…cuánta vida ahí detrás, fuera de campo, atacando las sienes). Impulso desde la intimidad del propio espectador hasta la imagen del modelo. Hasta que la emoción devenga no en vivencia, no en taquicardia dramatizada, sino en ahogo. Asfixia de eremita argumental, “Imago dei”. Aquello que no se ve, se oye y palpita en el aire descubriendo la soledad, la dureza y la espiritualidad en una contracción de los pulmones. Cine que nos señala sin profusión de escenario la olvidada necesidad del “espectador interior”.

La película “atrapa”, la película “engancha”. No, no hay papel activo en el metraje… Se trata más bien de estar abocado al cine. O al mundo. O al silencio.

Y lo peor de esta antropología desecada no es la acumulación flagelada de dolores del alma. Lo peor es que la carne ni protesta, no busca una finalidad redentora: solo mira con ojos grandes, etéreos.

Constatando.
Bloomsday
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14 de septiembre de 2007
32 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película me había dejado un vacío gigante. Vacío no por calidad cinematográfica que tiene de sobra, sino por la triste y poca esperanzadora realidad que deja su contenido desde principio a fin.
Una realidad que sin dramatizar en demasía logra adentrarnos en un mundo sombrío lúgubre, donde tal como en el Neorrealismo Italiano el contexto pasa a cumplir un rol principal ocupando el lugar de un personaje más entre todo el reparto.

Mouchette es una película que puede pecar de dejarnos desconformes en muchos sentidos tanto a nivel de guión como argumental (sólo a modo de diferenciación, no quiero afirmar que un guión pueda carecer de argumento). Existen muchos pasajes de la película que jamás se concretan, y otros que hubiésemos deseado sean más explícitos en sus intenciones.
Pero siempre las películas nos dejan algo y si tuviera que utilizar adjetivos como desolación, tristeza, amargura para definirla estos no serían suficientes.

Hay un pasaje en que la protagonista sonríe, esto sucede en un parque de diversiones, pero luego de esa secuencia, todo vuelve a ser como antes. El concepto de felicidad efímera, fugaz, casi imperceptible, como una niña que sonríe al mirar o “otro” que también la mira y que pudo ser la salida hacia una vida mejor, pero que no fue nada más que eso , un cruce de miradas en juego de autos chocantes.
Vincent
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