Ojalá vivas tiempos interesantes

Protagonizada por Ezequiel Tronconi, en Ojalá vivas tiempos interesantes el actor interpreta a Marcos: un escritor de series juveniles que quiere escribir algo diferente que esas historias felices donde nadie muere. Pero si quiere mantener su trabajo tiene que resignarse a seguir haciendo lo mismo. Cansado y confiado en que puede hacer algo mejor que eso, decide renunciar para dedicarse a su novela.

De repente, además de sin trabajo, se queda sin novia. Pasan cuatro años y sigue deambulando, intentando encontrar su novela. Mientras tanto se mantiene con la venta de unas flores especiales, unas drogas poco comunes.

Cuando un amigo lo invita a Canadá, decide que es ahí donde radica su historia. Que lo que tiene que contar son sus propias vivencias, que van desde conseguir la visa para ir a Canadá hasta despedirse de la mujer que alguna vez amó. En el medio, una señora china en el supermercado le lanza una maldición y a partir de ese momento todo se irá sucediendo de manera extraña y poco favorable.

Nadie dijo que escribir una novela sea trabajo fácil, pero para Marcos es mucho más que sentarse a escribir. En su vida, de a poco, comienza a presentársele un conflicto tras otro: unas cañerías que no funcionan, unas plantas que se le ahogan, el vecino hippie y fumeta que le descubre sus drogas y la joven de la cual se enamora que a su vez está enganchada con otro. Mientras esto amenaza constantemente con hacer tambalear su aburrida pero tranquila vida, al mismo tiempo le sirve de inspiración para esa novela que de a poco comienza a acercarse a su final.

Ojalá vivas tiempos interesantes presenta un relato de casi dos horas en la que tiene como protagonista exclusivo a este escritor que en realidad no quiere más que terminar su novela. Si bien el guion acierta a la hora de crear conflictos, por momentos divaga y se pierde un poco entre ellos. Incluso la escena de la maldición parece aleatoria e intrascendente. Hay una cierta reflexión sobre la figura del escritor y su proceso de creación, pero también queda relegada a un segundo plano.

A la larga, el primer largometraje de Santiago Van Dam es una película de buenas intenciones pero a la que le falta pulir ese esqueleto del film que es el guion. A nivel visual logra algunas imágenes atractivas y seductoras al mismo tiempo que surrealistas, intensificando lo difuso del límite entre ficción y realidad.

Publicada en visiondelcine.com