Blackthorn. Sin destino

¿Cuántas veces oímos decir que el cine español es malo, que no hay tanto talento como en Hollywood, que sólo se hacen películas sobre la Guerra Civil.....?
A lo que yo contestaría: En el cine español hay de todo. Buenas y malas películas. Obras maestras y bazofias. Gente con talento y gente sin él. Pero, ¿y cuánta basura hollywoodiense nos tragamos sin decir ni mu?
En fin....
Contestaría éso, pero Mateo Gil ha llegado al rescate de los que defendemos el beneficio de la duda para el cine patrio y sus innegables valores. y lo hace a golpe de western de sabor clásico, que aunque ha de encuadrarse en esa especie de subgénero del género que hoy se llama "western crepuscular" (en el que podríamos encuadrar obras como Appaloosa, El asesinato de Jesse James..., o Ned Kelly), desprende en cada fotograma la esencia de lo que es y siempre será el cine típico del Oeste: el guerrero solitario, en conflicto con el mundo y con los otros individuos, para el que la amistad verdadera y los valores de honor y justicia. Ya puede ser un forajido, un contrabandista, o un ser asocial, pero el hombre Oeste siempre se comporta de acuerdo con sus ideales. Y de éso, de esa esencia clásica del western, está llena la cinta de Mateo Gil.
El realizador, junto con el osado guionista Miguel Barros, se atreve además a fabular ni más ni menos que sobre uno de los personajes (y mitos reales) más célebres, como es Butch Cassidy. En la piel de Sam Shepard, Cassidy alcanza una categoría especial, en parte porque Shepard es uno de esos actores de toda la vida, que miran más allá del bien y del mal, y que ngrandecen cada pequeña frase que les dan. La manera en que murmura las palabras más que las pronuncia, lo que expresan sus ojos... es el trabajo de un maestro. ante tal alarde, a eduardo noriega no le queda otra que apartarse, mirar e intentar no perderse mucho, cosa que consigue sólo a medias. Noriega no es el mjeor actor español de su edad que hay (bueno, ni de su edad ni de ninguna), pero no cabe duda de que tiene buenos amigos, buena presencia y buen ojo para situarse siempre en buenos proyectos. Stephen Rea despliega todo su habitual carisma y saber estar, y ha de mencionarse también el estupendo trabajo en los flashbacks de Padraic Delaney como Sundance Kid, y sobre todo de Nikolaj Coster-Waldau (hoy muy de actualidad gracias a su Jaime Lannister de Juego de Tronos) como el joven Cassidy.
El problema de la película está en el ritmo, demasiado irregular, y en el hecho de que, con todo y con éso, no es una enorme película. Pero su música, su fotografía y la correctísima labor de Gil bien merecen ser aplaudidas, vistas y consideradas en toda su valentía e ilusión.
Porque lo que le falta al cine español no es talento, señores. Es dinero. Dinero y productores coraje para rodar películas tan arriesgadas como ésta.

Mateo Gil, se ha atrevido con un western (el género más norteamericano de todos) y saca una nota bastante alta, una película que si la hubiera filmado C. Eastwood y en vez de Noriega hubiera cualquier actor norteamericano, la mayoría de nosotros no notaríamos la diferencia y la nota media subiría bastante pero ......

La película es sencilla, con la estética inconfundible de un western, donde las imágenes predominan sobre el guión ya que la verosimilitud y la autenticidad de la fotografía es un deleite contínuo. El ritmo de narración es lento pero constante y unos flashback en el momento justo que hacen que la película no aburra en ningún momento. S. Shepard en el papel de B. Cassidy está brillante y muy creíble, viejo, cansado y avasallado por los recuerdos y la nostalgia de un tiempo pasado y un Noriega que digamos que aprueba, vamos que no desentona mucho, para mí el problema de este actor es que siempre lo veo a él y en un western todavía me cuesta más creérmelo.

Quizás por influencia de mi niñez, un western siempre me apetece, y éste es de los mejores que se han hecho últimamente.

¿Y si Butch Cassidy y su colega Sundance Kid no murieron tiroteados en Bolivia (todos recordamos la escena final de "Dos hombres y un destino") sino que escaparon y vivieron allí escondidos?. A partir de esta hipótesis Mateo Gil nos presenta una del Oeste, pero fuera del Oeste, que recrea maravillosamente la vida del bandido romántico por excelencia que tanto juego ha dado en el cine.

Con Bolivia tomo telón de fondo nos introduce en sus paisajes, de una belleza agreste, agresiva y extraordinaria, a través de una fotografía de gran belleza, que confieren a la historia un halo casi épico y soñador. El ahora conocido como Blackthorn, otrora compañero inseparable de Sundance, se siente mayor y extraño en la tierra que le ha acogido durante años y decide volver a su país. Pero en su camino se cruza un ingeniero español (“como se te ocurre fiarte de un español”) que le hace rememorar la camaradería, la amistad, la lealtad por encima de todo. La película cuenta con buenos diálogos y la complicidad entre Noriega y Sam Shepard consigue hacerla divertida y muy creíble. Está en la línea de los buenos “western” de Clint Eastwood.

No recordaba quien era Mateo Gil, pero si recuerdo perfectamente “Nadie conoce a nadie” una película de intriga rodada en Sevilla que me sorprendió mucho en su día y en la que también contó con Eduardo Noriega.

Como está rodada en inglés espero que “Blackthorn” triunfe tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, porque es BUEN CINE, con mayúsculas, y prueba irrefutable de que en España contamos con muy buenos profesionales. ¡Os la recomiendo sin duda! (además en esta ocasión creo que he coincidido con Boyero).

Igual que hay gente por ahí que asegura que Elvis no murió, sino que se retiró a no sé dónde a hacer no sé qué, disfrutando del anonimato, Mateo Gil nos propone la historia de Butch Cassidy, superviviente de aquella abundante lluvia de balas a la que se expuso con su amigo Sundance Kid en tierras bolivianas en la ya mítica “Dos hombres y un destino”

La premisa es muy interesante y la peli también. El más digno western jamás perpetrado en el cine español.

Con mucha solvencia, el director se las apaña para realizar un western clásico, tomando por excusa la leyenda de Cassidy y desarrollándola en el incomparable marco del paisaje boliviano, mucho más frondoso y ecléctico que el habitual peñasco rocoso almeriense.

Nada de esto importaría un pimiento si el argumento de la peli no supiese enganchar al espectador, pero sabe. Bandidos míticos, huídas de la justicia, amistad, tiros y caballos trotones. La peli tiene casi todos los ingredientes de “Dos hombres y un destino”, y, sin embargo, no se le parece en nada. Todo un acierto.

Una grata sorpresa. Denle una oportunidad.

Gracias Mateo por librarnos de esta sequía creativa que hace tanto tiempo que dura, tanto que era para pensar que estábamos ante el final apocalíptico del cine en pantalla grande; lo que venga después Dios dirá. Quizás la cuestión es que los que mayormente somos espectadores potenciales de este film somos tan crepusculares en una forma de entender el cine como Sam Shepard en su magnífico papel de Butch Cassidy y su forma de interpretar la vida.

Llama mucho la atención de forma positiva que un director de cine español, con cinco chavos (millones de euros), haya hecho un western con sabor tan clásico en una tierra como escenario tan alejada a las llanuras del Oeste como puede ser el altiplano boliviano. Es una película que te reconcilia con el cine, para el supuesto casi seguro de que estuvieras enfadado con él dado lo que viene rellenado la cartelera que aparecen en los periódicos ya hace meses.

El film destila clasicismo por todos los poros y todos los fotogramas. Tiene un guión mucho más que aceptable, con un giro argumental muy de agradecer e ingenioso. No podemos olvidar, por último, la enorme carga de poesía que contienen muchas de sus escenas, sobre todo, las que ruedan las grandes cabalgatas por las altillanuras.