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Corazón de mezquite

Drama Esta es la historia de Lucía, una niña que lucha por su sueño en contra de su tradición y cómo logrará acercarse a su padre y encontrar su lugar en su comunidad.
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16 de diciembre de 2021
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Corazón de mezquite. Película mexicana de 2019 dirigida por Ana Laura Calderón con guión de Ana Paula Pintado, música de Jason Carmer y fotografía de Gerardo Barroso Alcalá. La película nos narra la historia de Lucía, una niña de la comunidad Yoreme (Mayos) del norte de México. Lucía vive con su padre, viudo, y sus abuelos y tiene una obsesión: quiere ser una ‘harpera’ y tocar el instrumento en las festividades de la comunidad. Pero la tradición machista de su grupo social se lo impide. El harpa sólo la tocan los varones.

A partir de este sencillo planteamiento se desarrolla toda la trama sin que avance más allá del consabido estira y afloja de la protagonista en su lucha por conseguir su objetivo. Su principal argumento, además de sus ‘vocación’, es el antecedente de la existencia de una legendaria harpera en tiempos remotos en esa misma comunidad.

La trama, por lo tanto, es muy simple y se limita a reiterar una y otra vez cómo se le niega a Lucía la posibilidad de ver realizado su sueño de llegar a ser harpera. Pero el planteamiento resulta tan obvio que de antemano sabemos cómo va a terminar todo el asunto.

Lo que le da algún atractivo a la película es el hecho de que los diversos papeles son interpretados por los mismos miembros de la comunidad; a excepción del rol del padre de Lucía. Es decir, se trata de actores no profesionales. Eso le confiere un halo de autenticidad y de frescura que la salvan de haberse quedado a nivel de las infumables teleseries por el estilo de ‘La rosa de Guadalupe’ y ‘Lo que callamos las mujeres’.

Aunque sí se acerca bastante a este tipo de bodrios. Sobre todo por la forma cómo está narrada la historia, de manera un tanto maniquea, moralizante y apelando tramposamente a los sentimientos más básicos de los espectadores con ejemplos ‘edificantes’. Hay sí un acercamiento a la comunidad Yoreme (Mayos), pero sin contexto alguno por lo que se enfatiza lo extraño y ‘exótico’ de sus costumbres, según la mirada de la cineasta.

Como ya dije, lo más auténtico de la película son sus actores. Se destaca Mayrin Buitimea, en el papel de la pequeña Lucía, la protagonista. Lo hace muy bien, con una frescura y un desenfado notables. Quienes hacen de abuelos de Lucía también se lleva las palmas, al igual que las dos ‘brujas’ que le revelan a Lucía la historia de la harpera legendaria. El peor librado, increíblemente, es el único actor profesional que participa en el filme en el papel del padre de Lucía, Fidel interpretado por Ianis Guerrero. Se nota impostado y como fuera de lugar.

Según palabras de la misma directora, la idea de la película nació de la labor de acompañamiento que ella realizó para registrar el trabajo de campo de un grupo de amigos antropólogos que fueron a realizar una investigación académica a esa comunidad. Antes de conocer este dato, yo ya había elucubrado que Corazón de mezquite tenía muchas más posibilidades de haber resultado un excelente trabajo si se hubiese rodado un documental en lugar de una película de ficción.

Me parece que el trabajo de Ana Laura Calderón no logró superar sus prejuicios de clase. Un grupo de jóvenes clasemedieros burgueses que van de la ciudad a observar con cierta curiosidad e interés a una comunidad muy diferente a la suya pero cuya actitud, de los observadores, sigue siendo condescendiente y con un dejo de benevolencia y superioridad clasista y racista.

Me lo confirma, sobre todo, el que considero el mayor desacierto del guión: la manera como concluye la historia y en particular el epílogo que, según yo, da al traste con los pocos elementos destacables que el filme había logrado acumular a lo largo de su desarrollo. En resumidas cuentas, Corazón de mezquite es un buen intento, quizá honesto pero fallido, que se quedó a medio camino entre el documental y la película de denuncia social. El corazón de mezquite sólo llegó a corazón de melón.

Jesús Magaña Estrada
16/12/21
Pensadero Público
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