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Las oficinas de Dios

Drama Mezcla de documental y ficción en la que cinco mujeres se convierten en apoyo y guía para los jóvenes que acuden a un centro de planificación familiar. (FILMAFFINTY)
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
13 de octubre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora que el artificio más gratuito parece invadirlo casi todo, incluido el Cine, es justo agradecer cualquier intento por reivindicar la sencillez, tan denostada en la mayoría de industrias cinematográficas.

Claro que en mitad del desierto (en este caso del riesgo) siempre aparece un oasis dispuesto a salvarnos con alguna rareza de hoja perenne. Y nadie mejor que nuestros vecinos del norte a la hora de partir el bacalao. Nosotros hacemos chistes sobre ellos, que siguen a lo suyo: amar el oficio.

Claire Simon escribe y dirige esta pieza poniendo un pie en el documental y otro en la ficción. Lo mejor es que acierta a mantenerse en equilibrio durante gran parte de un metraje excesivo y abusón.

A través de un tratamiento radicalmente natural de la fotografía, un sonido sucio y exento de laboratorio y una cámara que sabe dónde acudir en cada momento, Simon nos invita a dialogar (escuchar y comprender sin juzgar) con personas de distintas razas y clases sociales unidas por un mismo miedo: el embarazo.


Cuando el miedo surge del desconocimiento, el diálogo resulta imprescindible. Es por ello que los protagonistas de ‘Les bureaux de Dieu’ no son tanto quienes ofrecen ayuda como quienes la solicitan. Con una función más informativa que de retrato social, cuesta mantenerse al margen de unas microtramas asfixiantes y bien narradas.

Gran parte de los diálogos, hábilmente realizados en largos planos secuencia o con escasos cortes en montaje, suenan contundentes en boca de unos actores que saben encandilar con la pulcritud y el tempo exactos. Envidia sana, y mucha.

No hay trama en estado puro, sólo historias y oídos. Gente perdida como en ‘Coffee and cigarettes’, pero sin café ni cigarrillos. Y con menos humos. Si no viviéramos en un país tan retrógrado, carca y dominado por la Iglesia, esta película sería de obligado visionado en las escuelas de secundaria.

Dicho lo dicho cabría pensar que es una película redonda, pero a mitad de la cinta todas sus virtudes se tornan repetitivas, sirviendo de lastre y haciendo que el interés caiga bajo mínimos. El metraje se hace cansino y rompe el equilibrio hasta entonces logrado. No hay nada que nos incite a querer ver más. Una hora se agradece, dos son demasiadas.

Ni siquiera un magnífico diálogo en el tramo final sobre una mujer que no sabe si está embarazada de su marido o de su amante es capaz de cerrar la brecha abierta entre documental y ficción. Se mueve mejor en lo primero que en lo segundo, pero nuestra atención no da para más. Lástima.

El tema del embarazo resultó al final un parto doloroso. El riesgo - principal valor de la película - era demasiado alto, el vértigo hizo efecto y la pértiga falló. Pero nadie duda que seguirán saltando. Aquí seguiremos con los chistes.
Melón tajá en mano
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