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Secuestro y muerte

Drama. Intriga El general es secuestrado y trasladado a una casa de campo, donde sus captores lo encierran en un cuarto y llevan adelante un “juicio” en el que deberá explicarles decisiones políticas que tomó años atrás. El veredicto determina que es culpable y lo matan. El título de la nueva película de Rafael Filippelli menciona dos acciones y es indudable que ellas organizan su narración: una marca el comienzo y la otra el desenlace. Pero el ... [+]
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
10 de junio de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Abordar un hecho candente de la historia reciente, con heridas aún no cicatrizadas del todo, y hacerlo fríamente, con la distensión de quien presenta un juego de ideas polémicas, que libran su propia batalla racional más allá de pasiones partidarias, es lo primero que asombra en esta película que recrea, a su manera, el secuestro y muerte del general Pedro Eugenio Aramburu (presidente de facto tras el derrocamiento de Perón en 1955) en junio de 1970.
Los hechos se resumen y sintetizan libremente. El filme no pretende ser rigurosamente histórico ni ortodoxamente político, por lo que la fidelidad al detalle en parte existe y en parte no. Hay relato en off (similar a las descripciones del documento histórico donde se narran los hechos) y se intercalan conversaciones imaginarias pero ricamente indiciales, como cuando los guerrilleros confunden un eucaliptus con una casuarina o el tipo de ganado que observan por la ventanilla del auto.

Víctima y victimarios nunca son nombrados pero se los reconoce (en parte) por sus características físicas o por sus alegatos que hablan de EL JEFE (Perón), ESA MUJER (Eva Perón), EL GENERAL (Aramburu).
Los personajes están presentados lejos de cualquier estigmatización: los jóvenes militantes setentistas son tan ingenuos como idealistas dogmáticos; del otro lado, Enrique Piñeyro, como el general, con su reposado tono de voz transmite una imagen más bondadosa que autoritaria. En el precario juicio, los victimarios transitan por los mismos pecados que están juzgando: son
impermeables a cualquier razonamiento y dejan claro que no pretenden “entender sino saber”.

En un clima de tragedia griega, donde cada protagonista es consciente de un destino inminente, inexorable y fatal, el filme se limita a exponer a los personajes y situaciones sin juicio explícito de valor sobre ellos.
Una sutil ironía recorre la totalidad de este filme que aborda la política para analizarla sin predicar.
Visualmente, la puesta en escena es cuidada y austera, con encuadres rigurosamente calculados, como también cada diálogo y los movimientos en el plano. Se destaca la banda sonora con sonidos exclusivamente diegéticos: se escucha la radio a veces distorsionada por descargas, pasos, cantos de pájaros.
La frescura de la banda sonora anima la austeridad, y hacia el final encuentra incluso una proyección simbólica (hay que golpear la chimenea cada vez más fuerte para que no se escuchen los disparos: los ruidos mentirosos ocultan lo esencial).
Contra lo que podría esperarse por el tema que el filme aborda, todo resulta menos oscuro y más contenido, una moderada provocación en torno a los episodios violentos que llegó a vivir la Argentina en los años setenta, hechos cuya gravedad aún sigue siendo desoída y no suficientemente comprendida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Adela Hache
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