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Nobadi

Drama Un anciano, un perro muerto y un refugiado de Afganistán que está cavando un hoyo por cuatro euros la hora. Nobadi cuenta la historia de dos personas que no tienen nada en común pero que comparten todo durante unas pocas horas.
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Críticas ordenadas por utilidad
3 de mayo de 2023
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El desarrollador de la idea, y a la par su director, es el prolífico actor austriaco Karl Markovics. Su ímprobo curriculum va desde la participación en la serie noventera “Rex un policía diferente”, hasta el rol protagonista en la oscarizada, “Los Falsificadores”, pasando por las más que conocidas “Sin Identidad” o “El Gran Hotel Budapest”, entre muchas otras. Este sería su tercer largometraje detrás de las cámaras; anteriormente haría lo propio en “Breathing” y “Superworld”.


El vocablo “Nobadi”, significa “paz” en somalí. Por otro lado, “nobadi” es el fonema resultante de la pronunciación de la palabra inglesa “Nobody”; que se traduce al castellano como “Nadie”, ninguna persona. Película austriaca alejada del circuito español de exhibidores de cine, incluido el festivalero, que ni siquiera se ha llegado a estrenar en las salas de este país. Al parecer, no debe haber encontrado espacio entre tanta imbecibilidad “yanki”, tan del gusto del respetable, copando el panorama. Paradójicamente, gracias a un invento “gringo” (internet), muy peligroso, pero nada imbécil; podemos “googlearla” para su disfrute.


Un anciano con muy mala leche, un perro, un pico, un tocón, un inmigrante y un hoyo. No le ha hecho falta nada más, ni menos, que estos metafóricos, y en apariencia, inconexos mimbres para construir una historia que pone de manifiesto un aspecto importante de la realidad que nos rodea. Realidad, que plasma la dureza de la pérdida, del recuerdo, de la ayuda, del encuentro; por otro lado, la incertidumbre de la búsqueda, de la supervivencia; insinúa el vergonzoso pasado y busca saldar el tedioso presente. Robert Senft, interpretado por un magistral Heinz Trixner, que, por otra parte, ya quisiera haber firmado Hannes Holm para su “Un hombre llamado Ove” o Marc Forster en el innecesario “remake” de esta última, “El peor vecino del mundo”; encarna a la perfección el (mal) carácter teutón, mostrándonos un ser en horas bajas al que se le presenta una última ocasión de redención, reflejada en la figura del joven Adib (también espectacular); la cual, le pone en la obligada situación de no poder dejarla escapar. Su falta de costumbre, empatizando, ayudando o dejándose ayudar por el prójimo, le va a jugar una mala pasada (no solo a él), con resultados no esperados ni deseados. El bien tan inherente al mal se presenta aquí, como una cuestión de perspectiva. Dándole la vuelta al refrán, “No hay bien que por mal no venga”.


Markovics como actor me gusta y mucho, como director me gusta todavía aún más, y en esta ocasión, realiza un soberbio trabajo donde conjuga a la perfección los verbos del drama y del costumbrismo, aderezándolos con sustantivos toques de humor. Negro, eso sí, pero comedia del drama, al fin y al cabo. Juega con el ritmo, el sonido y la luz de tal manera que crea una atmósfera agorafóbica de tensión que en su momento álgido se siente como si se recibiera una fuerte patada en la boca del estómago. Aunque en su “Nobadi” pone de manifiesto el conflicto, y referencia muy de pasada la guerra, está muy lejos de ser un alegato por la “paz” (significación somalí). No va de eso, su fin último es definir y ahuecar la palabra “ayuda” en toda su extensión y con ello denunciar y pretender, dar presencia, visibilizar y dotar de identidad a las “ningunas personas” (significación anglosajona). Adjetivar o señalar a una persona como “nadie”, no significa necesariamente que el que lo hace, sea merecedor o tenga la condición de ser considerado como un “alguien”. Más bien, todo lo contrario.


“Nadie” sería un bonito cuento de Charles Dickens, con sus tres espíritus incluidos (lejos del sentido navideño, en este caso), si no fuera porque este es un cuento demasiado cotidiano, demasiado triste, demasiado trágico. Un cuento escrito con la linealidad de la prosa, solo rota por la metáfora, en el que no hay poesía, no hay verso; un cuento en el que resuena el eco del vacío que produce la nada, de lo que nunca fue, de lo que nunca existió. Nadie es nada.



P.D. Opinión muy personal. La mejor película del 2019 y bien seguro, de las mejores de lo que va de siglo. Una obra maestra, entendida como la obra hecha con genialidad, de la que el inteligente extraerá innumerables matices en su reflexión, realizada con la simplicidad necesaria y lo suficientemente entretenida para el disfrute del más necio.
osferal
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