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Juego de Masacre

Comedia. Aventuras. Drama Un matrimonio de creadores de comics que se hallan en dificultades económicas, son invitados por un rico admirador a su lujosa mansión de Neuchatel, para que creen un nuevo personaje animado. Pronto el anfitrión se entrometerá tanto en sus vidas, que la pareja no llegará a distinguir entre realidad y ficción. (FILMAFFINITY)
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10 de marzo de 2024
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Cinta interesante por la curiosidad cinematográfica que entraña mostrarse como un retrato testimonial de su tiempo al ser precisamente sus clichés los que la desempolvan y la rescatan de su obsolescencia para ilustrarnos con la vorágine psicodélica, pop e hiperrealista de los años sesenta.

Este año 1967, Vadim había llevado a la pantalla la kitsch “Barbarella”, una idea sobre el personaje cómic de J.C. Forest, al mismo tiempo el casi novel(1) Alain Jessua recurre al historietista Guy Peellaert, autor de los tebeos Jodelle y Pravda, para recrear con sus dibujos la historia de una pareja (Cassel y Auger) de dibujantes poco solventes que van a ser rescatados financiera y artísticamente por un excéntrico, rico y aburrido personaje que se convertirá en la inspiración de ambos creadores.

El trío, entre la espontaneidad y después la manipulación, establecerá un juego de roles en el que el inspirador se convierte en musa o en marioneta adelantándose unas veces a la imaginación de los artistas y otras ejecutando las ficciones diseñadas por aquellos, quienes, a su vez, terminan involucrados en su propio guion.

Una puesta en escena muy dinámica y muy independiente de las corrientes francesas del momento (nouvelle vague o clasicismo), “Jeu de massacre” se ha visto polarizada en su interpretación por quienes la recrean como mero divertimento pop (cómic+funky-soul+psicodelia) en la estela estética del London swinging o por aquellos que insinúan un retrato del hombre final del siglo XX: las persona trasvasada a personajes y la vida reducida a viñeta representando una simulación de la realidad, idea muy sintónica con el posestructuralismo francés que por aquel entonces empezaba a hacer furor.

Quizás con cierto abuso de la narración en off, con fotografía en Eastmancolor, música pop sesentera e interpretaciones aceptables, JdM resulta tan curiosa como entretenida.

(1) Había sido Ayudante de Dirección en “Casque d’or” de Becker, en “Madame de…” de Ophüls y en “Terrain Vague” de Carné (casi nada).
(2) La dueña del burdel es Nancy Holloway, quien ganó ese mismo año el Festival de la Canción del Mediterráneo celebrado en Barcelona.
alvaro
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