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Críticas de Luis Guillermo Cardona
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Críticas ordenadas por utilidad
10
16 de abril de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos en este mundo, hombres y animales, soñamos con una vida en paz y en eso, se supone, deberíamos, todos, poner el mayor empeño. Hay muy variadas maneras de visionar este anhelo, pero, en definitiva, la mayoría concluimos en la necesidad de un espacio propio, con suficientes alimentos, acondicionado para jugar y descansar, con seres queridos para prodigarles afecto… y con la suficiente seguridad para poder vivir tranquilos.

No es demasiado grande este anhelo, pero es suficiente para sentir que la vida es amable y generosa. Sin embargo, entre los millones y millones de seres humanos que hay en el mundo ¿Cuántos han realizado este sueño? ¿Cuánto hacemos cada día para lograrlo? ¿Cuál es nuestra contribución para que otros puedan alcanzarlo? y ¿Cuántos son los que, cada día, se convierten en escollo para las aspiraciones propias y de los demás?

La vida es aún más difícil para los que nacen o se crían débiles de carácter, porque los abusivos, los prepotentes e inescrupulosos (más débiles, por su parte, en cuestiones de moral) sabrán reconocerlos… y amargando a aquellos se amargarán ellos, porque la felicidad se torna esquiva para la víctima, pero también y en mayor grado, para el victimario. Es ley existencial.

“De ratones y hombres” (1937), novela de John Steinbeck, es uno de los más sensibles y sublimes retratos de los anhelos humanos que haya podido ofrecernos la literatura universal. Sus personajes principales son los excluidos, los arrinconados, los estigmatizados… y a ellos mira con bondad en sus inevitables falencias y en sus lesivos errores, dejando ver su fervoroso empeño en merecer un poco de lo que, por tanto tiempo, la sociedad en pleno les ha denegado. Pero también recrea, con inevitable reproche, a los “poderosos”, a los patrones que se sobrepasan, que maltratan y abusan.

En este sentido, la novela del galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1962, es un ejercicio de lucha de clases, como lo sería también su siguiente obra maestra “Las viñas de la ira”. Es el pueblo, representado por hombres esperanzados y honestos, a quienes acompaña la mujer sumisa, pero con ímpetu de rebeldía; el anciano que siente que ha perdido su capacidad competitiva, pero a quien no le falta voluntad; el afrodescendiente que, ante la exclusión, acude como alternativa a su derecho a formarse, y el hombre de limitaciones mentales que da lo mejor que puede hasta que sus instintos lo traicionen.

Pero en todo esto -y la película brillantemente dirigida por Lewis Milestone lo reafirma a plenitud-, se preserva latente aquel anhelado y merecido sueño de la humanidad entera, al que, por mucho que algunos hombres se esfuercen aún por hundir entre los pantanos, un día saldrá a flote y será cuando por fin haya luz, verde y viento, agua y sosiego para todos los desheredados.
Curiosamente, no fue la novela de Steinbeck, sino la adaptación teatral que sobre la misma hicieran Sam H. Harris y George S. Kaufman (quien también la dirigió), la que, tras verla representada en una sala de New York, animó a Milestone a llevarla al cine. En las tablas estaban, Lon Chaney Jr., en su gran papel de Lennie Small, Betty Field (Mae) y Charles Bickford (Slim). Solo Wallace Ford, quien en las tablas hiciera de George Milton, fue reemplazado por Burgess Meredith, actor de grandes recursos al que, Milestone, había visto en varios montajes.

Actoralmente, lo alcanzado es inmejorable, resultando también muy especial, el veterano Roman Bohnen como el anciano Candy. La fotografía en los tonos precisos para mostrar una vida gris; y la banda sonora del memorable Aaron Copland, con potentes melodías capaces de hacer aflorar nuestras contenidas emociones.

“LA FUERZA BRUTA” –título con el que se exhibiera en España y Latinoamérica- es un filme de mi más alto aprecio.
Luis Guillermo Cardona
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6
24 de julio de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que puede verse en “EL ÚLTIMO TANGO EN PARÍS”, es de esa suerte de historias que me producen absoluto desconcierto. Lo de menos en ella, es el escándalo que levantó esa hipócrita iglesia en la que, decenas de curas de parroquia “encerraban” a los pequeños acólitos en las sacristías para desfogar su libido… A los alumnos en los seminarios, quienes hacían de instructores, les cambiaban a Dios por Baco… Y otro tanto ligaba con las “buenas” vecinas y con las monjas en los conventos, para probarles que, ellos, eran muy hombres. ¡Toda una orgía en nombre de Dios y del celibato!

Creo que, para directores como Godard, Malle, Fellini… y Bertolucci, “escandalizar”, era sobre todo una disposición a confrontar la hipocresía de los detentores del poder, cuya moral era de puertas pa’fuera, mientras que entre las cuatro paredes a diario ejercían como verdaderos demonios. Si se mira objetivamente las escenas “eróticas” de “EL ÚLTIMO TANGO EN PARÍS”, no se ve más que sugerencias a las que cada espectador debe añadir su propio nivel de morbo. Pero, aún con sus atractivos pechos, Maria Schneider es lo menos parecido a una mujer sensual, y el gran Marlon Brando, se mofa de los moralistas simulando acciones “pecaminosas” que deben de haberle resultado la mar de aburridas.

Lo que interesa también aquí, ya que el filme fue realizado por un director de gran cultura y con un amplio bagaje artístico, son las relaciones humanas entre dos seres antagónicos que, llevados por su soledad y sus vacíos afectivos, el acceso a un espacio impune, los lleva a desfogar su libido para calmar, Paul, su rabia contra sí mismo y su frustración tras el suicidio de su esposa quien tenía un amante, y Jeanne, la vacuidad existencial, no obstante que tiene un novio que juega a cineasta con lo autobiográfico y la improvisación de La Nouvelle Vague. Éste, un claro juego sarcástico que sin duda apunta a Truffaut, al usar como intérprete a Jean-Pierre Léaud.

A diferencia, el filme de Bertolucci luce cuidado en cada imagen; la atmósfera intimista y sórdida está perfectamente lograda; los encuadres transmiten eficaces sensaciones de turbamiento, angustia y soledad; y Brando se conecta con su personaje hasta lograr transmitirnos su desesperación y su desencanto con la vida. Pero, al preservarse esta situación como eje de la historia y sin esperanza alguna, lleva a que dicha conexión no dure lo suficiente y las improcedencias de Paul, terminen por resultarnos molestas y abominables… Así, el desenlace termina por parecernos más que ajustado a los requerimientos de la vida, aunque haya algo que nos dice que no debía ser así.

En fin, que se sale con el alma en el piso de esta película, pero Bertolucci ha logrado que percibamos la enorme complejidad que posee cada ser humano... y esto tiene su significado. A propósito, tiene alguien una clara idea de ¿por qué se suicidó Rosa?

Mención de aplauso para la notable banda sonora de Gato Barbieri, con cuya música en general, y una copa de vino, he pasado de maravilla unas cuantas noches.
Luis Guillermo Cardona
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9
26 de junio de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En lo personal, disiento de la eutanasia, y entre las razones que me animan a invitar a las personas a seguir soportando con la mayor entereza los padecimientos que ahora las embargan, sin dejar de luchar para superarlos, puedo argüir el enorme crecimiento personal y espiritual que se gana con la resistencia al dolor. Con la huida del sufrimiento (la muerte) uno se quita el problema de encima… pero no aprende, ni se da la oportunidad de merecer la sorprendente y maravillosa compensación que, seguramente, se produce tras el acrisolamiento. Si el diamante no soportara los golpes de cincel que recibe cuando es una áspera roca, no sería luego la resplandeciente y estética piedra que vemos después.

Entre las cosas que hicieron grandes a Jesucristo, Gandhi, Espartaco, Papillon, Menahem Menden Beilis y otros tantos personajes de la historia y la literatura, ha sido, precisamente, su capacidad de resistencia al maltrato y al dolor. Aguantaron hasta el último aliento, y al final, se convirtieron en poderosas lecciones de vida para toda la humanidad. Jamás desearon morir y ahora viven para siempre. Y tú, ¿Te sentirás finalmente a gusto al no haber probado tu capacidad de resistir? En aquellos, para quienes has sido ejemplo, ¿no quedará la pobre idea de que es mejor renunciar a los grandes retos que atreverse a perseverar? ¿Qué te habrás perdido al eludir la gran prueba que te ofrece la existencia? y ¿Si será que hay más certeza en la opinión de un simple médico que en los infinitos poderes del Universo?

Pero, de la misma manera que creo esto, y a sabiendas de que no sé, exactamente, como actuaría ante semejante situación, pues, desconozco el alcance de mi voluntad y los niveles a los que puede llegar el dolor, también soy capaz de mirar con absoluto respeto a las personas que determinan morir antes que padecer la tortura de los síntomas que conllevan ciertas enfermedades. No todos los ánimos son fuertes, no todo el mundo nace preparado para la resistencia al dolor, por lo tanto no tenemos derecho alguno a juzgar o a reprimir. Se debe acudir a la persuasión, pero invalidada esta, cada ser humano tiene derecho a tomar la decisión que considere pertinente para su vida. Esto es libre albedrío.

Sobre este tema, el director danés Bille August, nos trae con su última película, <<CORAZÓN SILENCIOSO>>, una conmovedora y muy humana historia sobre, Esther (magnífica, Ghita Nørby), una gran dama con esposo, hijas y nieto que, afectada de una esclerosis lateral amiotrófica (enfermedad degenerativa que puede llevar a la parálisis total), ha optado –mediante decisión acordada con su familia- por terminar con su vida, siendo su propio esposo médico quien deberá practicarle la eutanasia.

Una reunión de familia en navidad, será ocasión para la despedida y entonces podremos conocer las fortalezas, el pensamiento liberal y adulto que emana de algunos personajes… y también los puntos por resolver que se abrirán en el proceso. Un guion muy bien consolidado por Christian Torpe, sirve a August para perfilar a unos personajes de caracteres un tanto disímiles que, a su manera, lucen bien adelantados algunos y otros todavía dependientes, pero juntos, terminarán dejándonos una lección de vida que vale la pena sopesar.

La historia transcurre en una casa de campo en la que, esplendorosos paisajes, servirán para exaltar la belleza de este mundo al tiempo que, un puñado de vidas, se debate con la decisión que han tomado y que, de pronto, va mostrando fisuras que hasta ahora nadie había considerado. ¿Se llevará a cabo el propósito que los convoca? ¿Habrá sólidas razones para echar reversa a lo planeado por “todos”? ¿Qué lección nos deja lo que finalmente ocurre entre aquella singular familia?

<<CORAZÓN SILENCIOSO>>, posee una historia muy adulta que puede dar lugar a concienzudas reflexiones… y una cosa es absolutamente segura: No deja indiferente a nadie con su especial planteamiento. Otra notable película para sumar a la brillante filmografía de ese gran director que sigue siendo, Bille August.
Luis Guillermo Cardona
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3
18 de mayo de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabando de ver la novedosa y eficaz, “Batman begins”, tenía guardadas todas mis esperanzas en esta nueva entrega de Batman que, de nuevo y como debía ser, se puso en manos de Christopher Nolan, director que nos había dejado sorprendidos con aquel filme al que, el nombre de cómic, parecía no caberle ya por lado alguno, puesto que se trataba de una obra adulta, sentidamente dramática, y comprometida con el pensamiento maduro y responsable de la vida. Pero, es evidente que, gran parte del peso de aquella primera entrega fue obra del guionista, David S. Goyer, porque, lo que vemos ahora -escrito por el director y por su joven hermano, Jonathan Nolan-, no prosigue, en manera alguna, con las pautas éticas y comportamentales que habían quedado tan bien plasmadas, y que se suponía aprendidas en la primera aventura.

Los Nolan, parecieran haber renegado de lo hecho inicialmente, porque resulta que en, <<EL CABALLERO OSCURO>>, Gotham sigue plenamente dominada por las mafias y bandidos de todas las pelambres. Batman no pudo con El Espantapájaros, porque por ahí lo veremos libre y como otro asaltante del montón; tampoco fue capaz de preservar su relación con Rachel Dawes, la abogada de la fiscalía, porque ahora ella aparece como la novia de “el caballero blanco”, según se llama a Harvey Dent, el fiscal del distrito. Además, Rachel, se ha vuelto medio putona, porque mientras prodiga su amor a Dent, después se entrega a, Bruce Wayne, en efusivos besos que trascienden la amistad y dan alto vuelo a la imaginación... y lo peor de todo, es que el hombre que en. “Batman begins”, había roto con su lado oscuro y con cuanta necedad ideológica y comportamental albergaba en su vida, aquí vuelve a las andadas: es de nuevo el billonario mujeriego y displicente; se comió el cuento –que predicaba Ducard-, de que no se puede ser indulgente con los criminales… y se volvió un torturador sin recato alguno y un individuo débil de carácter que pierde el control a la primera palabra.

En este sentido, como hombre de justicia Batman no aporta nada: Primero fue un fracaso, y ahora de ñapa, es un bárbaro y un dudoso amigo que, apenas en el maquinado final se reivindica con todo el mundo. Pero, cosas como éstas, son las que dan validez a las palabras del también director, Alejandro González Iñárritu: “(Los superhéroes) han sido veneno, un genocidio cultural, porque la audiencia queda muy expuesta al complot, las explosiones, y toda esa mierda que en nada sirve a la experiencia humana”.

Tampoco, esta vez, las actuaciones aportan gran cosa; y el carácter más llamativo que es sin duda, el del Guasón, llama la atención, primero, por el carácter mítico que emana de la muerte post-rodaje del actor, Heath Ledger; y en segundo lugar, por su interesante displicencia con los valores establecidos en nuestra sociedad. Pero, como ocurriera con El Espantapájaros, también es éste un hombre sin principio y sin explicaciones emocionales, del que apenas sabremos que tenía un padre bruto que fue quien le desfiguró la boca, y que habla con una serie de tics y amaneramientos que, a algunos los hará sonreír, pero a otros nos empalaga.

Grandes actores como, Michael Caine, Morgan Freeman y Gary Oldman, son meros fantasmas que recorren los pasillos. Los otros protagonistas, Christian Bale y Maggie Gyllenhaal, sin nada que ofrecer. El traje de Batman (máscara incluida) luce justo como un impermeable… y las escenas de acción –excepto la de la moto en la que Batman persigue al Guasón, y alguna otra- y otros momentos, fueron tan poco originales que, mientras los veía, un montón de películas se me vinieron a la mente: “The Silence of the Lambs”, “Die Hard”, la serie James Bond…

¡Lástima que los espectadores se deslumbren tan fácilmente!, porque por muchos aplausos y desorbitantes halagos que se le hayan ofrendado a esta película, NO es ésta la suerte de camino que favorece el progreso de la sociedad. Los títulos han sido bastante acertados: En, "Batman begins", vimos una nueva luz, un nuevo comienzo. Lo que ahora vimos luce bastante oscuro... y el final es tan manipulador como aquella necia canción que dice: "Para que no te enfades te he traído estas rosas / para que no preguntes donde estuve yo sin ti (...) / es cierto que busqué una ilusión, un algo nuevo / es cierto que encontré un nuevo mar donde bebí..."

Título para Latinoamérica: BATMAN, EL CABALLERO DE LA NOCHE
Luis Guillermo Cardona
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8
20 de febrero de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las buenas películas, como los buenos libros, las grandes pinturas o las magistrales piezas musicales, no siempre podemos digerirlos plenamente a la primera. Tan necio es reprobar o abuchear lo que, nuestro limitado nivel intelectual y experiencial quizás sea lo que, sencillamente, no nos permite comprender, como presuntuoso es posar de haber entendido a cabalidad lo que, definitivamente, necesita ser masticado de manera lenta y tras dos o más pasadas.

Darren Aronofsky no es un director de oficio, tampoco un simple traductor de ideas ajenas ni un especulador. Sencilla y claramente, él es un intelectual, un revolucionario y un artista. Su cine no es del habitual, donde la paloma le da a sus pichones la comida masticada. En sus obras hay un reclamo a la capacidad intelectiva, un convencimiento de que, el ejercicio de pensar y de abstraer, es lo que nos lleva a comprender las cosas de más hondo significado. Con este estilo, no pretende mostrarse altivo o conspicuo –como algunos pudieran suponer- sino que, abriendo su mente, nos da del gran acervo que hasta ahora ha logrado comprender, sintiendo que puede acudir a los grandes potenciales que –aunque quizás adormecidos- hay en cada espectador. Más reprobable resulta, comúnmente, el director-paloma que, por incompetencia intelectual o porque sentencia que el espectador es corto de entendimiento, decide dárselo todo masticado y sin reclamo alguno a su capacidad de análisis.

Dos veces he visto ya, “LA FUENTE DE LA VIDA”, y lo que voy a decir no está acabado, sino que es apenas lo que he logrado dilucidar tras predisponerme a sentir, a entrar en su juego de abstracciones y tras ubicarme en los tres momentos históricos a los que la historia alude: El siglo XVI, en tiempos de la reina Isabel la Católica y la inquisición española; el tiempo presente, en un centro de experimentos científicos con primates; y en el futuro, con una suerte de monje zen que pareciera estar en un campo astral, al alcance de “el árbol de la vida”.

Los tres segmentos históricos se van intercalando… y en diferentes proyecciones del espacio-tiempo (el eterno retorno, el Todo es mente), veremos primero a Tomás como conquistador y protector de la reina Isabel en un período oscuro de la humanidad, donde, en vez de servir a la espiritualidad y a Dios, la iglesia urdía propósitos infames, ultrajando, torturando y asesinando a seres inocentes para, finalmente, apoderarse de sus tierras y riquezas. Este segmento, es la recreación de lo escrito por Izzi Creo (Isabel) en su libro “La fuente”, con remembranzas de los mayas y su submundo llamado Xibalba.

En el presente, el materialismo de la ciencia, representado en Tommy y sus ayudantes, sigue anhelando encontrar el árbol de la vida que, para los científicos, está en la forma del Natul tortuosa que, incluso, saben ya que se encuentra en Guatemala. Los experimentos con él apuntan a recuperar por medios naturalistas la vida que se le escapa a Izzi. Retención, apego, la búsqueda ilusa de una eternidad que no es necesario buscarla, pues “las sombras por profundas que sean se disuelven con el amanecer”.

Y para el monje zen, el árbol -tan solo una metáfora de la proyección ramificada de la existencia- ya está a su alcance, pero apenas va a comprender que su fin no es la permanencia de la forma sino la transformación eterna… y quizás quede entonces demostrado que, también la muerte es actividad permanente.

Creencias mayas que hacen referencia al Popol Vuh, y especialmente, filosofía zen (meditar) que dará cuenta de que, perder la vida es en realidad encontrarla, y que, lo moribundo es lo que está a punto de nacer. Con cuánta razón dice el koan: “Los vivos van en el carro fúnebre, los muertos son los que siguen el cortejo”.

Mi complacencia con la grata actuación de Hugh Jackman, la adorable Rachel Weisz y la gran actriz que ha sido siempre Ellen Burstyn.

“LA FUENTE DE LA VIDA” es un filme visualmente muy bello; en el terreno intelectual es muy interesante porque nos remite a cosas que deberíamos conocer; y espiritualmente resulta muy estimulante, porque habla de cosas que, va siendo tiempo que nos vayan transformando.

La evolución nos reclama… ¡No hay tiempo que perder!
Luis Guillermo Cardona
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