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Críticas de Hartigan
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Críticas 11
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
1
8 de agosto de 2013
23 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras ver esto no pude evitar recordar la escena de la peli “Idiocracia” en la que la película más taquillera de la historia (y premiada con 8 Oscars, incluyendo guión y actor principal XD) era “Ass”, que consistía en un plano fijo de un culo de hora y pico de duración (¿el Andy Warhol del futuro?). Con eso lo digo todo.

Infame ¿película?. No me puedo ni imaginar lo que les ofrecieron a actores de gran nivel como Hugh Jackman (¿en serio? ¿justo después de “Los Miserables”? ¿¡en serio!?), Kate Winslet, Naomi Watts, Chloe Moretz, Emma Stone y alguno más para que se hayan prestado a semejante despropósito. Supongo que les tendrían secuestrado a algún familiar. El único atractivo que yo le veo está(ba) en el reparto, pero vamos…

Esta cosa en básicamente una serie de sketches de humor escatológico, zafio y de pésimo gusto (que a ver, esto en sí no tiene por qué ser malo, sólo hay que ver cualquier capítulo de Padre de Familia, pero es que esto…) hilados entre sí por una ¿trama? que no podría ser más idiota y ridícula. Y los sketches…. yo salvo la coña de Tampax con el tiburón (que dura 30 segundos), quizá el protagonizado por Watts y Schreiber y algún momento de algún otro (claro, si te cuentan tropecientos chistes pésimos acabas por reírte con los simplemente malos). De los demás, los peores a la hoguera y los mejores a un museo de lo que no hay que hacer. Las pelis malas de la historia del cine le deben muchísimo a ésta, porque la verdad es que las hace buenas a prácticamente todas.

Y que nos cobren lo que cobran por ver esto en el cine…Deberían pagarnos, pero no por verla, sino por destruir todas las copias. Vamos, que antes que ver esto marchaos de bebercio con los colegas que aunque no sean divertidos seguro que os reís más y la pérdida de neuronas será más o menos del mismo orden de magnitud.

Pues eso, corred insensatos.
Hartigan
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9
8 de agosto de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que consiguen ganarse al público a pesar de sus evidentes defectos técnicos, narrativos y estructurales, y “La Fortuna de Vivir” es para mí un ejemplo palpable de esto. Este pequeño film francés, inicialmente fue, como mínimo, ignorado por la crítica pero con el tiempo se ha ido haciendo con un relativo, por minoritaria, éxito entre los cinéfilos.

Jean Becker nos presenta un retazo de la vida de unos amigos durante un verano del año 1930 en el paradisíaco paraje de las marismas del Loira. Garris es un vagabundo, ex combatiente en la Primera Guerra Mundial, que se asienta en una choza de los pantanos. Su vecino y mejor amigo, Riton es un vago e irresponsable padre de familia a cargo de tres hijos y al que el amargo y siempre presente recuerdo de la pérdida de su primer amor le hace desarrollar una, un tanto desmesurada, afición a la uva. Ambos llevan una vida de relativa pobreza realizando pequeños trabajos con los que ganarse unas perras para ir saliendo adelante y forman una curiosa e inseparable pareja en la que casi constantemente el bueno de Garris se encarga de arreglar los líos causados por el idiota de suamigo y regañarlo por sus malos hábitos.

No hay duda de que cuando los franceses se quieren poner tiernos lo hacen con encanto, y es que la película consigue un éxito rotundo en lo que pretende, ofrecer emoción y risas en un viaje nostálgico e idealizado a un perfecto verano de entreguerras que, desgraciadamente, poco tiene que ver con la vida real. Y es que el paraje de las marismas del Loira que sirve de marco para el film parece congelado en un sueño, anclado en un melancólico recuerdo de la infancia y la idealizada forma de vida de sus personajes es algo que sin duda ya no existe o, incluso, que probablemente nunca haya existido. Aunque, sin duda, la visión ofrecida de la vida en la comunidad y época en la que se encuadra la historia es realmente simplista, ya que los conflictos ligados a la dureza real de una vida de pobreza en los pantanos se obvian o solucionan rápidamente y, salvo ciertos toques de tragedia o tensión muy bien llevados, sólo se muestra la cara de la moneda (las ranas se pescan solas, la pulmonía se cura con un poco de solecito y un largo etcétera); la película es realmente conmovedora y disfrutable, constituyendo una muy recomendable experiencia cinematográfica que se recorre con una sonrisa casi permanente en los labios. Y es que esta visión de cuento de hadas de una situación para nada fantástica es lo que busca el director para llevar a cabo un precioso tributo a las pequeñas alegrías y tristezas de la camaradería, la amistad, el amor, la vida.

La película tiene una serie de lastres en forma de una estructura narrativa un tanto rara, con un recurso de voz de off que trata de presentar la historia desde el punto de vista de uno de los personajes y que, por infrautilizado, se revela como innecesario y poco funcional (aunque hay que reconocer que le da alas a un agridulce final que, aunque apurado, es realmente conmovedor), la resolución rápida y un poco incoherente de algunos conflictos y subtramas y la incorporación de algunos personajes que se antojan prescindibles. Sin embargo, estos errores quedan reducidos al mínimo por un reparto y actuaciones de inmenso calibre, que hacen de cada personaje un ser humano tridimensional, con sus excentricidades y conflictos personales, que se relaciona con los demás de forma fascinante y genuina y que elevan al film y hacen que perdure en el recuerdo. Destacaría sobre todo a los dos actores protagonistas, Villeret (en su recurrente papel de bufón entrañable) y Gamblin (como el honesto Garris), de los que lo mejor que se puede decir es que no parece que estén actuando. Los secundarios también rayan a gran altura, incluyendo al bueno de Eric Cantona, en un papel que le sienta como un guante.

En definitiva, en este caso sin duda me quedo con lo bueno y ante este mundo en que vivimos en que la bondad no está de moda y, cada vez más, la honestidad más simple se califica de coraje, prefiero quedarme con ese mundo bello e irreal, en el que la bondad puede más que la riqueza, la libertad está en el corazón, no en el bolsillo y la felicidad en un barco de juguete, en la ropa embarrada, en el vino y el jazz compartido con amigos, en una ranita de madera, en los recuerdos de aquel verano perfecto, antes de que el pantano fuese sustituido por el parking de un centro comercial.
Hartigan
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8
25 de julio de 2012
26 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando un tema tan delicado como el terrorismo se lleva a una pantalla de cine suele recibir el tratamiento prudente que exige un asunto que puede herir muchas sensibilidades. Y sin embargo, como contrapunto a la evidente seriedad de películas como “En el nombre del padre” o “Munich”, y en pleno apogeo del extremismo islámico, desde Inglaterra llega la primera comedia yihadista.

Quien se pueda sentir ofendido por la asociación de ideas “célula terrorista + desmadre de risas” quizá no debería ver esta película. O quizá sí. Porque la idea principal de “Four Lions” es hacer hincapié en el sinsentido que es el terrorismo y la guerra, en el absurdo de aprovecharse de la fe de unos desgraciados para convencerlos de que la autoinmolación buscando la muerte del enemigo es la vía directa al anhelado paraíso eterno (que pueden ser 100 vírgenes o “la montaña rusa de agua”).

Con esa idea como motor se nos presenta a un grupo de cuatro terroristas yihadistas dispuestos a perpetrar un atentado que acabe con cuantos más infieles mejor, con la firme convicción de que volar cosas los convertirá en héroes radicales, en mártires que cambien el mundo. De la preparación y consumación del susodicho atentado trata la película.

Ya desde el comienzo, en el que estos cuatros intentan grabar un video de amenaza para colgar en internet, queda patente que son todos más tontos que las piedras y no tienen ni idea de lo que quieren hacer ni de cómo hacerlo. Es esto lo que regala los mejores momentos de la película, convirtiéndose en una fuente aparentemente inagotable de gags continuos y realmente brillantes, la mayoría con sobredosis de irreverencia.

Los “cuatro leones” sin duda merecen mención aparte. Omar es el líder del grupo y tiene el dudoso privilegio de ser el que más luces tiene de todos. Antimaterialista y defensor de los principios islámicos, planea convertirse en un verdadero guerrero muyahidin en un campo de entrenamiento pakistaní (irónicamente el antimaterialista Omar trabaja como guardia de seguridad en un centro comercial). Barry, un inglés que se une a la causa, es el más beligerante de todos, y suya es la brillante idea de volar una mezquita para “radicalizar a los moderados” XD. Luego tenemos a Waj. Si los demás son tontos, él es Pichote. Es el paradigma del terrorista manipulable, llevando el concepto más allá de lo absurdo. A diferencia de Barry, Waj se conforma con volar Internet. Y por último está Faisal. Prácticamente no abre la boca en toda la película pero es el protagonista de casi todos los mejores momentos. Sin duda el personaje más explosivo. Su compra de material para fabricar bombas en una droguería da lugar a una conversación realmente memorable. Grande Faisal.

Casi todos son risas, pero no todo. E incluso tras las risas hay reflexiones muy interesantes, sobre todo en las geniales conversaciones entre Omar y Waj, las dudas de éste sobre la bondad de sus acciones y los elaborados ejercicios mentales de Omar para justificarlas da una idea de la empanada ideológica en la que viven.

La mera existencia de “Four Lions” es como mínimo un acto de valor, pero que además sea inteligente, ingeniosa, humana y sumamente divertida sólo puede calificarse como milagro. Todo aquel que haya contribuido a hacer posible esta pequeña joya debería estar orgulloso. Y visto el resultado quizá no sea mala idea relajar un poco los límites morales de la sátira, porque es en su propuesta de reírse de lo grave, de lo delicado, donde “Four Lions”, una comedia osada (casi más osada que cómica), encuentra su mayor virtud y fuerza.
Hartigan
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10
20 de julio de 2012
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impactante, sorprendente, genial, brutal, bellísima y también, por momentos, repulsiva y pasada de rosca. Y me encanta. Tanto que quizás todos los adjetivos anteriores debieran ir en superlativo. “Oldboy” es la película que me hizo acercarme al cine asiático, el que a posteriori tantas sorpresas y alegrías me daría, y sin duda estará siempre entre mis favoritas.

“Oldboy” es la segunda parte de la Trilogía de la Venganza de Park Chan-wook (el Tarantino coreano) y la mejor de las tres.

El comienzo resulta brillante y el vértigo que transmite es un presagio de lo que será toda la película. Un hombre está a punto de caer al vacío desde lo alto de un edificio, pero otro lo tiene sujeto por la corbata. Y sin que tengamos la menor idea de lo que pasa se nos presenta al protagonista, Oh Dae-su, en un gran flashback inicial que nos cuenta su historia. Una noche, sin razón aparente, Oh Dae-su es capturado y encerrado en una habitación, en la que permanecerá durante 15 años, sin ningún tipo de contacto humano y sin más compañía que una televisión, las alucinaciones fruto de la soledad, un millar de preguntas y la sed de venganza. Este es el punto de partida para la mejor historia de venganza que he visto, y probablemente, que vaya a ver nunca. Revelar más sería privar a quien lea esto de la preciosa desorientación que transmite el film (desorientación, vértigo y nausea). La venganza en el cine es un recurso bastante trillado que ha dado pie a algunas grandes películas (y muchas no tan buenas), porque permite gran variedad de consecuencias dramáticas y un acercamiento automático del espectador al personaje, pero lo que hace Chan-wook aquí es mucho más, es algo único. Es la visión de Park de un mundo asolado por la violencia, el sadismo, la venganza, la misantropía y el masoquismo, en el que pese a todo consigue encontrar una extraña belleza en toda esa fealdad.

El film atrapa totalmente durante las dos horas de metraje. Y no sabría decir si por el genial argumento y giros en la trama o por la brutal fotografía del film, con un uso de cámara impresionante que deja escenas de increíble belleza aún en la violencia (el pulpo, el maravillosos travelling en el pasillo, prácticamente todo el cuarto de hora final,…). Casi se podría hacer pausa en cualquier fotograma de la película y tener una imagen digna de un poster.

El duelo entre los protagonistas, y sus respectivos intérpretes (Choi Min-sik y Yu Ji-Tae), es un espectáculo que enfrenta a un Oh Dae-su ansioso de respuestas y venganza con un “malo” brutal y genial, Lee Woo-jin, frío y calculador (y un cabrón de cuidado). Cada una de las acciones de Woo-jin es un puñal de simbolismo y rabia directo al corazón del protagonista (un segundo visionado ayuda a apreciar lo perfecta que resulta la película en muchos aspectos).

La forma en que se responde al ¿por qué? inicial durante los últimos 30 minutos es brutal, sencillamente brutal. A medida que se va desvelando el misterio con giros geniales, la película gana en intensidad hasta llegar a un clímax final que deja perplejo: antológico, sobrecogedor, amoral, en el que se atan todos y cada uno de los cabos sueltos y culmina la vendetta más retorcida, desproporcionada y trágica que ha dado el cine, ante la cual no puedo más que compadecerme de los personajes (es curioso que esta sea la única peli de la trilogía que no lleva la palabra sympathy en el título), aunque ni eso sería suficiente. Un claro ejemplo de que lo único peor que no alcanzar la venganza es…alcanzar la venganza.

Ponen la guinda unas actuaciones de clase mundial (siempre en versión original, ya que si el prota habla con la voz de Homer Simpson la cosa pierde seriedad y dramatismo, las cosas claras), un guión impecable lleno de perlitas y citas memorables y una banda sonora con temas realmente fantásticos (las escenas finales con "Farewell my Lovely" y "The Last Waltz" son impresionantes).

Todo esto hace de “Oldboy” un “must-see”, una fascinante mezcla de violentas reacciones humanas y preciosa factura técnica, un thriller que compone una retorcida historia de redención, abundante en momentos y secuencias inolvidables y que, con 3 millones de dólares de presupuesto, se gana el derecho de enseñarle con orgullo el dedo a Hollywood.

"Aunque no sea más que una bestia, ¿no tengo también derecho a vivir?" Oh Dae-su dixit.
Hartigan
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10
7 de abril de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si es magia o realidad, pero a veces una película puede ejercer un extraño poder sobre aquellos sentados en la oscuridad de las butacas del cine. Sólo unas pocas, aquellas realmente buenas, llegan a manipular la percepción de la realidad, a alterar la forma en la que uno ve la vida. Para mí “Cinema Paradiso” es una de ellas, una fusión perfecta de perfecta dirección, actuaciones, guión y banda sonora que ha conseguido emocionarme como nunca antes, como nunca después.

Giuseppe Tornatore dirige y escribe en estado de gracia mientras que Philippe Noiret creando un Alfredo inolvidable y la pareja Salvatore Cascio/Marco Leonardi como Toto (niño/adolescente) se comen cada escena que comparten y brindan unas interpretaciones memorables, comparables a las de muchos oscarizados. Los secundarios no se quedan atrás y regalan un coro de personajes para el recuerdo, como la sufrida madre del protagonista, su primer y tal vez único amor, Elena, interpretada por una bella Agnese Nano, el entrañable Padre Adelfio, cura y censor, el loco dueño de la plaza frente al Paradiso y un largo etcétera.

Mención aparte merece la música de Ennio Morricone. No puedo imaginarme una partitura más apropiada para este film que el “Love Theme” compuesto por el genio italiano, probablemente la pieza más emotiva que ha acompañado a una película y que pone la guinda a una banda sonora que eleva, que emociona, y sin la cual el film no sería el mismo ni hubiera calado tan profundamente en tan variopintos espectadores.

Siguiendo en un inmenso flashback las distintas etapas de la vida de un chico siciliano, Salvatore “Toto” di Vita, desde niño hasta convertirse en un prominente cineasta, “Cinema Paradiso” nos ofrece una conmovedora historia de dos amigos que comparten su amor por el cine, un maravilloso retrato de un pueblo siciliano y sus gentes y, en su versión sin cortes, probablemente la historia de amor más romántica y emotiva que haya visto en la gran pantalla y se convierte la más bella carta de amor al cine, a su historia, a su esencia.

Y todo esto sin superestrellas de Hollywood, sin efectos especiales, solo pura emoción y sentimiento: amor y alegría, miedo, dolor y rechazo, sueños, nostalgia de la infancia y la juventud, recuerdos de lugares y tiempos que no volverán, de los seres queridos. *Falta espacio, sigo en spoiler*
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Hartigan
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