El Poder del Perro es un peliculón.
Y creo que pocas veces empezaré una crítica con esta afirmación que me cuesta bastante escribir (sabiendo todas las películas y series que se estrenan, con grandes actores/actrices y directores/as). Pero es que realmente el último trabajo de Jane Campion se merece esto y más (aunque su parte de culpa la tienen también las excelsas interpretaciones, música, fotografía, guión...).

Me decidí a ver la película tras conseguir el Globo de Oro a la mejor película. Y es de esos momentos en los que le doy las gracias al cine. Estuve dos horas hipnotizado. Hoy, 48 horas después de verla todavía me vienen a la mente imágenes, frases, momentos maravillosos de una fotografía y una música inolvidable. De actuaciones memorables y de personajes que se te quedan enganchados al corazón durante horas, días...
Es cierto que la película no es "cine comercial" pero para eso ya están las Marvel-peliculas o los blockbuster que inundan las salas de cine cada viernes. Ésta es una película para saborear, para degustar con la paciencia y el placer de quien bebe un buen vino.
Una historia inolvidable y unos actores y actriz en estado de gracia.

Gracias Jane. Gracias por dos horas maravillosas.

Vaya por delante que el clásico de Sthephen King, llevado al cine en 1990, es una de esas películas que se me clavaron en ese trozo de cerebro que tengo dedicado a "mis películas". Aquellas que, por distintas razones, se te quedan grabadas en el subsconciente. Y ese payaso dentado ha sido siempre una de mis pesadillas.

Por eso, cuando me enfrenté al film de Muschietti lo hice con la cautela de quien se sienta a ver cómo consigue que uno de mis clásicos supere el original o caiga en ese chascarrillo "para esto que no hubieran hecho nada".

Y "ni chicha ni limoná". No logra alcanzar el clímax de intriga, empatia con los personajes y magia que su antecesora. Esto último ya lo suponía.
Solo reconocer algunas escenas de acción bien resueltas y algún actor que se salva. Puede que otro director le hubiera dado más marcha al conjunto.

En resumen, salí del cine con una medio sonrisa. Contento y feliz. Un diez por ciento por algunos momentos de la película que acababa de ver. El noventa por ciento restante eran los recuerdos de la original. La de 1990. La buena. Bueno, podría haber sido peor.

¿A ver? ¿Qué narices nos esperábamos de una serie dirigida para toda la familia? Pues un producto que aprovecha los avances en los efectos especiales para ofrecernos un entretenimiento de sofá y pizza con una mala malísima, y un guión sustentado en el ya manido (pero siempre efectivo en este tipo de historias) "la familia debe estar siempre unida".

Aún y así es una serie que consigue lo que busca. Te entretiene. Te mantiene pegado a la ta tv (en cada capítulo hay algún problema que resolver). Y a través de flashbacks nos va situando y dibujando unos personajes, que no por ser de serie familiar no tienen su interés.
Y ayuda que en cada capítulo haya situaciones desesperadas en las que alguno de los protagonistas esta en serio peligro. Y claro, una fotografia y efectos visuales realmente espectaculares.

Además como hijo de la generación de E.T. no puedo más que sonreir en cualquier situación de complicidad entre el robot y el niño Will Robinson (verdadero protagonista y auténtico "robaescenas").
Solo me chirría la Dra. Smith. Un personaje interpretado en la serie original por un actor y que en esta entrega (Parker Fosey) lo dota de una mala leche y unos gestos que encajarían mejor en los años sesenta.

Apropiada serie para sentar a la familia y estar en una hora de silencio en casa. No busques más. Ni dobles lecturas ni metáforas ocultas. Un producto familiar que cumple su objetivo.
¿El original? Vamos. Estamos en la era del cine de superheroes y las películas Pixar. Nunca tendrá la magia del original. Pero es una revisión digna de una serie, que también en su día, cumplió su objetivo: sentar a la familia a la mesa (y que los más jóvenes no miren el whatsap a cada momento, que ya es un logro).

Los tres protagonistas que han decidido, por distintas razones, seguir la cultura y costumbres de su pueblo son tres cabras en un garaje, tres almas perdidas en "pueblo" que les acepta pero de la que reniegan. De unas costumbres hambrientas de seguir engrosando adeptos para subsistir. Para no perderse entre la "modernidad" de Johanesburgo.
Y en lo que en la mayoría de los "iniciados" se produce, en otras son fantasmas que dejaran el legado a su generación pero en la que no dejarán huella. Porque ellos son otra cosa.

La película de Trengove teje un triangulo trágico en el que, los que hemos decidido, escogido, o podido vivir una existencia real, nos conmueve. Una historia triste y desoladora que desgraciadamente ya sabemos que se da en otros lugares y contextos. Y en más ocasiones de las que querríamos. Si la película sirve para darle voz a todo esto, bienvenida sea.

Excelentes interpretaciones y una fotografía sublime. Con escenas de parajes inmensos donde se refleja la soledad interior de los protagonistas. Torres de alta tensión en parajes naturales que nos muestran que el progreso avanza inexorable. Y parece que mucho más velozmente que las mentalidades.

Me dejó ese regusto amargo que sientes en la boca cuando alguna vez te han llamado "maricón".
Un film en el que desearías un final que sabes que jamás se producirá. Y eso es lo triste.

Cuando voy a ver estas películas intento entrar con la mentalidad del que me coge con su pequeña manita. Valoro que las carreras y "aquítepillos" de los conejitos me hizo disfrutar. Y el gag de las trampas es bastante efectivo. Vaya que el de la "manita" se lo pasó pipa.

Otra cosa es en los momentos de la historia en la que se basa la relación de los "humanos", donde algunas son un poco largas y a veces puedan hacer desconectar a los pequeños.
Pero cuando vuelve la acción los enanos ya vuelven a soñar. Porque la animación es de una gran calidad, tiene un buen montaje y las escenas de acción están muy bien resueltas.

Me quedo con la fiesta en la casa. Una especie de homenaje a las escenas de "Juerga en la Universidad" y en el más loco "Resacón en las Vegas".

Una película en la que eso sí. Cuando sales debes decirle al de la "manita" (siempre con sus preguntas interminables): Nooo, a los conejitos no hay que pegarles.
Cuando llegó a casa lo único que le explicó a su madre era que había un gnomo que se caía al agua, y se tiraba pedos, y salían burbujas. Era una escena del trailer de Sherlock Gnomes.
Niños.