Primero he de reconocer que nunca me gustó, el cómico Ben Stiller, por razones que no voy a enumerar ahora. Pero, esta comedia, protagonizada por él, sí se me hizo divertida. No sé si fue, por el desarrollo de su argumento, por la motivación que me provoca el que, los siempre acorralados pececillos, se enfrenten al voraz tiburón o por algunas otras razones que no consigo alcanzar, entre las que no descarto; cierta conmiseración hacia el renacido y viejo conocido, Matthew Broderick (uno de aquellos actores, eternamente adolescentes, de los ochenta) o, la perversa fascinación, que me excita, el anhelo, de habitar una torre donde todo es lujo y servicio esmerado y, este último, infatigable si se añade una buena propina a fin de mes junto a la mensualidad para la comunidad. Y quizá sean, éstas, las únicas razones, que me hicieron disfrutar con su visionado, porque, además, Eddie Murphy (en esta ocasión, sólo cómo un coprotagonista más), tampoco, ha sido, nunca, santo de mi devoción. Al lado contrario, contrapeso, al siempre sonriente Alan Alda (quien hace el papel del malo), al que seguí desde la excelente y mítica serie, “M.A.S.H.”, allá por los inicios de los setenta; y es un actor que, desde entonces, siempre me encantó…

Se me hizo, verdaderamente cómica y entretenida, durante el robo en el ático de Alda, mientras ingenian, cómo llevarse un Ferrari que no sale por la puerta, mientras que, por la fachada, hay más de veinte pisos de caída; lo que convertirá, su substracción, literalmente, en un golpe de altura...

Resumiendo, una comedia que se deja ver, con la que matar el tiempo, sin más pretensiones, pero sin nada más, sin nada en especial, ni nada que destacar...

Ésta es una película con un magnífico final pero que hasta llegar a él transcurre por un mediocre melodrama y un tedioso musical. Tres primeras cuartas partes que sólo se salvan por la presencia de dos actores mayestáticos, Clark Gable y Spencer Tracy (cada uno en el papel que mejor representó durante su dilatada carrera). El primero; el hombre duro, hecho a sí mismo, sin ningún escrúpulo (aparentemente), pero que, al fondo, esconde un generoso corazón. El segundo; el hombre justo, noble y bueno pero fuerte; resuelto y sin miramientos si es porque resplandezca la justicia.

La trama discurre en el San Francisco de la primera década del siglo pasado; una ciudad pecaminosa y corrupta, levantada precipitadamente por el impulso de la ambición tras la fiebre del oro en California. Y esta moderna Sodoma debía tener su castigo. El cual llegó en modo de terremoto (el gran terremoto de San Francisco de mil novecientos seis). Y el visionado de éste, en la pantalla, es fascinante. Más aún teniendo en cuenta su año de producción. Y cómo ya dije: un final prodigioso salva un film demasiado lento y aburrido hasta ese momento.

Una producción que probablemente inaugure el género de catástrofes, al que soy gran aficionado; lo que seguramente me haya influido a la hora de redactar esta reseña y de puntuar esta película.

Una excelente peli de robos con tres grandes actores; aunque tal vez esto también sea su talón de Aquiles; demasiados gallos en un gallinero. Sí, efectivamente, nos deslumbran en cada escena las chispas desprendidas en la colisión de los astros -sobre todo entre Norton y De Niro- distrayéndonos, a veces, de su excelente trama. Pues con lo que indiscutiblemente cuenta es con un guion que no logra aburrirnos mientras nos involucra en las más sofisticadas técnicas criminales...

…Un ladrón de guante blanco (Robert De Niro), con un negocio legal (un club de jazz) como tapadera en Montreal, que está casi decidido a retirarse. Es tentado a cometer un último golpe, por el perista para el que suele trabajar (Marlon Brando). Pero el trabajo tiene un inconveniente; debe suceder en la ciudad de Montreal, la ciudad en que, nuestro ladrón, había jurado jamás trabajar, pues la reservaba para vivir… Mas, aun así, en parte por amistad, decide emprender el negocio, aun cuando deba romper otra de sus reglas; colaborar con otro profesional (Edward Norton); además al que desconoce y en el que no confía demasiado…

Si les gustan los buenos thrillers, sin duda éste es uno de ellos. Si les gustan los relatos en que se pormenorizan los planes de un robo de categoría, sin duda; éste les va a encantar…

Viéndola con cierta indulgencia -mas no sé si esto es sólo cosa mía- le encuentro un ápice de humor, algo de vena satírica y algún grueso grano de autoparodia, para una producción que es verdaderamente mala, con un guion lamentable, una dirección mecánica y unos efectos especiales sin ningún glamur ni originalidad. Elaborados con la más recargada tecnología de esta sobrevalorada era digital, donde al final se le notan todas las falsedades, más aún que cuando los monstruos eran de cartón, vidrio, alambre y trapo; en el que se vislumbraban las cremalleras...

Además es una cinta que dramáticamente no nos aporta nada, sin ningún discurso (ni bueno ni malo) y donde el presupuesto se va en sus estrellas; que se limitan a cumplir con profesionalidad. Aunque pensando que su protagonista es Jason Stathan, tampoco le vamos a pedir que salga de su marcado personaje de tipo duro, frío e introvertido… para hacerse un Laurence Oliver o un Peter O´Toole.

Les hablaría de su argumento, pero hace ya algunos años que la vi y mi subconsciente (sabio él) consiguió olvidarlo. Aunque hablando de “mala memoria” creo que va sobre una expedición científica que en busca de confirmar alguna excéntrica teoría emprende un viaje al interior del océano, donde se dará de bruces con una mitológica criatura, que debería llevar cientos de miles de años extinguida, conocida cómo, megalodón. Un ser similar al tiburón blanco; sólo que diez veces mayor, diez veces más voraz y diez veces más sanguinario. Naturalmente el bicho tratará de zampárselos. Y naturalmente de esto va la peli. Naturalmente el prota, junto a la chica, dirigirá a los supervivientes. Y naturalmente, los malos; tratarán de sacar provecho de la situación…

En definitiva; una película sólo apta para los amantes de las cacerías de bichos, la sangre enlatada junto a un “blandiblú” gelatinoso y viscoso, tomando forma de vísceras…

Una misteriosa inteligencia artificial, en forma de señal proveniente del espacio, accede a de toda clase de maquinaria terrestre (a sus primitivos congéneres) Insuflándoles de vida propia para así apoderarse del planeta, causando, de paso, auténticos estragos entre los desconcertados terrícolas, sobre todo, entre los que se encuentran en un restaurante de carretera, de esos típicamente americanos -que será centro de la acción-, a quienes estragará amenazándoles con batidoras, desmembrándoles con cuchillos eléctricos o atropellándoles con esos descomunales camiones que suelen estar aparcados a la puerta de este tipo de locales. Y más en broma que en serio -o si fue en serio les salió de broma-, esa colección de paletos, se verá abocada a salvar nuestro incivilizado mundo…

Dice un dicho: "Zapatero a tus zapatos". Pero como éste es un viejo refrán castellano, seguramente proveniente de alguna arcaica sentencia clásica, sentencia latina (latina, por los latinos de antes, por los surgidos a la sombra de los Apeninos, del monte Capitolino, por los fundadores de Roma, por quienes hablaban el latín y no por quienes, hoy en día ,detentan tal título -el de latinos-, y que pueblan desde el Río Grande a la Tierra de Fuego), se ve que Stephen King, como buen anglosajón, jamás escuchó; con lo que no le hizo caso. Metiéndose en un oficio, y en un charco, para lo que no le sirvieron ni sus zapatillas de estar por casa ni su viejo escritorio alfombrado de cuartillas en blanco ni su infatigable máquina de escribir... Pero lo malo no es que éste perdiera el tiempo, y algo de prestigio, o que la productora palmase parné, lo peor fue el castigo que sufrió el desprevenido espectador que acudió a ver otro relato del Stephen King... bueno. Del Stephen King... zapatero.

Si se deciden a visionarla disfrutaran (es un decir) de un producto cuyo grano tiene el penoso aspecto de una producción “Canon”, o sea; el de una película barata con vocación de telefilm... barato. Y entre un reparto, encabezado por Emilio Estévez (estrella en alza, por entonces), muy normalito y pesimamente dirigido, un guion lamentable (del que sólo se salva la idea original) y una realización inexistente, obtenemos un producto que, pese a estar, por algunos, considerado una obra de culto de la serie B -lo que no comparto-, mal favor le hace a la, ya por entonces, acrisolada obra de King… Y a la ciencia ficción.

Y el caso es que el argumento en sí -su zona de terror y ciencia ficción- es bueno. Y siempre me quedará una duda. ¿Qué hubiese sucedido? ¿Cuál hubiese sido el resultado? Si el relato lo hubiesen desarrollado un buen guionista y un buen realizador (o un buen guionista y realizador) con más oficio, ayudados de algo más de presupuesto y un mejor elenco...

Creo que, como dijo Dylan, "la respuesta está en el viento…" O en ese día en que alguien, con talento cinematográfico, se decida a coger este relato de King y filmarlo debidamente…