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Críticas de Natxo Borràs
Críticas 2,192
Críticas ordenadas por utilidad
4
25 de octubre de 2011
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los diez primeros de Crawford es el nombre que se le conoce a un grupo de estudiantes de una academia de élite (algunos son hijos de congresistas o embajadores) que, después de clase, se reúnen en el bar de siempre, van a bailar, disfrutan de sus juergas y desatan su adrenalina saltando con sus coches por un peligroso puente levadizo. Entre ellos están Virginia (Melissa Sue Anderson), su mejor amiga Ann (Tracey E. Bregman), Rudi ( David Eisner), Maggie (Lenore Zann), Alfred (Jack Blum), Stevie (Matt Craven), Amelia (Lisa Langlois) y Etienne (Michelle-René Labelle)…

Pocos días antes de la fecha del cumpleaños de Virginia algunos de ellos empiezan a desaparecer en extrañas circunstancias. Al principio todo parece ser objeto de las bromas y juegos macabros del grupo. Algo que Virginia no puede aceptar debido a un traumático accidente de tráfico, que le supuso una delicada intervención cerebral. Día a día, la chica recurre a la ayuda del psiquiatra David Faraday (Glenn Ford) mientras un degoteo de asesinatos se cierna en el círculo de sus amistades.

J. Lee Thompson, como reconocido cineasta que un par de décadas antes había dirigido notablemente a Robert Mitchum y Gregory Peck en “El Cabo del Terror” (Cape Fear, 1962), engrosó la lista de películas ochenteras protagonizadas por psicópatas anónimos y con tendencias a dar caza a estudiantes traviesos y con mucho tiempo libre. Pero como veterano profesional (aunque con una filmografía algo irregular y decantada a la baja) Lee Thompson no se rebajó a los convencionalismos del género y partiendo de la trama reunió varios apuntes (como siniestra y explícita recreación con el “gore” característico que tan bien había funcionado en “Viernes 13”) ya clásicos y reconocidos por los amantes del terror y el suspense: desde bromas que confunden al espectador, fatales ataques de amnesia que no son lo que parecen, intromisión de madres obsesivas, y, aquí viene lo mejor, terror psicológico puro y duro con el eterno dilema de la lucha de clases en su epicentro. La intervención de Glenn Ford queda aquí eclipsada por la notable actuación de Melissa Sue Anderson (recuerden su televisivo papel de la ciega Mary Ingalls en “La Casa de la Padrera”) y su inocente cara de muñeca.
Natxo Borràs
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7
9 de octubre de 2011
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre sin rumbo que se hace llamar William Bonney (Paul Newman) y que dice que proviene de Kansas pero que nunca ha estado allí, se presenta a un grupo de ganaderos encabezados por Tunstall (Colin Keith-Johnston) un inglés que desprecia las armas pero que ha encontrado en América un buen lugar para llevar sus negocios. William se ganará la confianza de su patrón así como algunos de los vaqueros como Tom (James Best) y Charlie (James Congdon) que se convertirán en amigos inseparables. Llevando el ganado a través de las nuevas tierras de Nuevo México, los ganaderos de la zona alertan al sheriff del oportunismo de Tunstall por entrometerse en sus tierras y con su consentimiento lo asesinan a sangre fría. Billy, que ha tomado a Tunstall como a un padre, jura venganza contra los habitantes de Lincoln escondiéndose en otro poblado, Madero, forjándose como leyenda ante los ojos atentos de Moultrie () un periodista que redacta sus vivencias y el juicioso Pat Garrett (John Dehner) que quiere estar al margen de las andanzas de Billy y sus hombres.

Western mitómano que Arthur Penn (El Milagro de Anna Sullivan; Georgia) se fijó en la figura de Billy el Niño, interpretado por un brillante Paul Newman al que le supo sacar provecho al personaje; un rebelde y fuera de la Ley en busca de Justicia por la codicia de unos otros. Así se forja un mito. Desde su infancia, marcada por la violencia, Billy no es un personaje temperamental ni pacífico cuando sabe que se encuentra en peligro. Penn detalló algunos momentos remarcables que hacen que esta película del Oeste sea algo especial (principalmente por la mirada irada de Newman o la despreocupada caracterización que hace John Dehner de Pat Garrett). Pero algunas secuencias merecen ser recordadas: la de Billy y los suyos disparando de noche a la Luna reflejada en un charco dejando levantado una columna de humo que disipa sus siluetas o la del tiroteo en Lincoln donde un hombre abatido en el suelo es objeto de las risas de una niña con la consecuente respuesta de la bofetada de su madre.

Arthur Penn rodó otros “westerns” como “Pequeño Gran Hombre” (Little Big Man, 1970), con Dustin Hoffman y “Missouri”(The Missouri Breaks, 1976) donde Marlon Brando y Jack Nicholson se enfrentaban a un lento y psicológico duelo a muerte.
Natxo Borràs
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7
17 de agosto de 2011
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Guerra de Secesión ha terminado pero no para el confederado O´Meara (Rod Steiger) que dispara e hiere fortuitamente al teniente yanqui Driscoll (Ralph Meeker). Para apaciguar la ira que siente hacia los soldados de la Unión y renegando su nueva condición de Americano bajo una sola bandera, huye del Estado de Virginia hacia el inexplorado Oeste donde empezará a familiarizarse con el lugar y establecer relaciones con los sigilosos indios Sioux que deberán enfrentarse a un nuevo enemigo: al ejército vencedor con el teniente Driscoll que empezarán a establecer campamentos, ignorando del peligro que les acecha estar en suelo indio.

Samuel Fuller demostró con su “Run of the Arrow” (estrenada aquí con el título de “Yuma” pero en su original y traducido vendría a ser como “La velocidad de la Flecha”, en alusión a una salvaje práctica que hacían los indios en perseguir a sus prisioneros blancos), lo políticamente incorrecto que podía llegar a ser un género como el “western” dándole un claro mensaje pro indio y anticolonial de un país como los Estados Unidos que todavía no había acabado de nacer en dos guerras a cuestas en menos de cien años con un porvenir todavía no muy claro y que iba a sentar las bases de lo que conocemos como el Lejano Oeste y que Hollywood nos ha ido recompensa en uno de sus géneros más explotados. Un producto fulleriano para amantes de éste gran inconformista que le brindó la oportunidad a Sara Montiel de hacerse con el papel, algo chica florero, de la india “Mocasín Amarillo” y un Charles Bronson melenudo en el rol del jefe sioux “Buffalo Azul”.
Natxo Borràs
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6
13 de agosto de 2011
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es su identidad auténtica pero la heredó en el orfanato de Sant Ignatius, a merced de curas doctrinarios y monjas guardianas, con el fin de controlar su conducta. Pero el hábil y escurridizo Simon Templar (Val Kilmer) se convierte en aprendiz de lo que le depara el destino: un sofisticado ladrón de guante blanco que se oculta bajo decenas de identidades, todas basadas en el santoral: desde Tomás Moro a Martin de Porres. Los disfraces varían según los momentos en las que trabaja.

Después de robarle un chip al magnate ruso Ivan Tretiak (Rade Serbedzija) que quiere devolverle a su país la condición de Imperio, consigue ser reclutado como cliente de éste con el fin de que robe la revolucionaria fórmula de la fusión fría, hecha realidad por la científica Emma Russell (Elisabeth Sue) y que puede cambiar el mundo. Tretiak quiere seguir controlando los recursos energéticos con el fin de destronar del Kremlin al Presidente Karpov (Yevgeni Lazarev) para así hacerse él con el poder.

El argumento de por si ya no daba por ser un capítulo de la popular série que interpretó Roger Moore en los años sesenta. Pero Philip Noyce (Calma Total) aprovechó la boga de estrenos de films basados en teleseries de esa época como la sobrevalorada “Misión Imposible” de Brian de Palma o la mediocre adaptación de “Los Vengadores” de Jeremiah S. Chechick para llevar a cabo una visión moderna del ladrón espía que acaba actuando con el honor de hacer el bien. No hay mal que por bien no venga: a falta de inventiva en los guiones a cotizar exprimiendo los jugos del entretenimiento televisivo.
Natxo Borràs
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7
18 de noviembre de 2010
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el sur de España, Euleterio Sánchez (Imanol Arias) y su familia viven como quincalleros vendiendo chatarra por los pueblos y dormitando en míseras caravanas en las afueras, siempre hostigados por la Guardia Civil que, sin inclemencia alguna, los expulsan de los lugares. Obligado a pernoctar con otros mercheros en los claros de los bosques, el Lute se enamora de la Chelo (Victoria Abril) y durante la jornada orquestrará con su nuevo amigo Tomás el Flaco (Antonio Dechent) sus primeros robos. Posteriormente, con su esposa y su hijo se irán a vivir en la periferia de Madrid, donde Euleterio entablará amistad con Raimudo (Antonio Valero) y en el que se verán implicados en un tiroteo durante el robo a mano armada en una joyería. Su detención propiciará una cadena de huidas que lo llevarán a convertirse en una leyenda para la opinión pública y una amenaza para la prensa controlada por el Régimen Franquista.

Primera de las dos películas basada en las memorias de Euleterio Sánchez, alias “El Lute” que surgió de la transhumancia para malvivir robando gallinas y que llevó de cabeza a la Guardia Civil persiguiéndole por todo el país, en plena etapa de desarrollismo, que iniciaría la última étapa del franquismo. Al Lute no se le muestra como un héroe, sino al pueblo llano que intenta sobrevivir bajo un sistema opresor (aquí representado por las siniestras capas con tricornio de la Benemérita, montados a caballo en heráldica actitud chulesca). En ésta primera parte, Aranda sabe radiografiar perfectamente la miseria que todavía se llevaba a cabo en algunos lugares de España y la lucha por salir de tan degradada situación cuando nuestro antihéroe, perfectamente trazado en el físico delgaducho de Imanol Arias, intenta salir adelante en la ciudad perpetrando robos; los posteriores interrogatorios con la Guardia Civil y su vida de recluso.
Natxo Borràs
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