Pero con una abuelita encantadora. Deliciosa. Y ver como les planta cara y 'cierra el pico' (no así su singular lorito) a toda una planta de 'cacos' con muy aviesas intenciones, es lo mejor de lo mejor. Claro que también detrás de ese quinteto recalcitrante está el talento y el oficio de un gran director más un 'sir' (Guinnes) y otros cuatro buenos actores británicos disfrazados de músicos falsos... Pero la guinda es Katie Johnson, desde luego, quien con su té y su paraguas, más mazo en mano para desatascar tuberías, nos deleita y nos encanta, repito... Lo hizo en 1955 y vuelve a hacerlo cada vez que vuelvo a verla. Bendita sea pues :)

Teniendo en cuenta que este director tarda más de diez años entre película y película (me refiero a que no nos avasalla ni mucho menos con su producción) veo oportuno mostrarle mi adhesión, cual una lanza a favor, después de la tibia acogida a ésta y que proviene de una obra teatral suya al igual que hizo con la excelente "La duda", aunque a mucha distancia, vale. Pero a mí me ha parecido una comedia risueña y sobre todo bizarra por la idiosincrasia de sus personajes más el precioso paisaje de Irlanda, siempre bello y con carácter, como escenario de fondo. Claro que la timidez de Jamie Dornan (me alegra verlo en papeles tan a distancia de Grey) raya casi en lo enfermizo ("somos una isla, somos introversión...") pero allí está el fuste de la Blunt para encarrilarlo mejor.

Yo encuentro divertidos sus diálogos y situaciones aunque con trasfondo también -no esperaba menos de este autor- donde aparecen reflexiones válidas sobre la naturaleza, dios, hombres, mujeres, tradiciones y hasta humor en clave más bien surrealista... Todo contribuye a que nos sumerjamos en el espíritu de esta romántica canción irlandesa, con brezos, y respiremos su aroma. Además, que también sale Christopher Walken ¡que caramba!

Un estupendo documental, quizás algo moroso hacia el final, pero vamos a soslayarlo dado el interés del personaje. Y es que permanecer quince años en el 'candelero' para después retirarse y no añorarlo tampoco, es de matrícula de honor (algo parecido hizo en Cataluña nuestra Juana Biarnés). Y es en ese legado de dos décadas escasas donde podemos disfrutar de todo el encanto de sus imágenes capturando algo parecido a lo que llamamos intimidad con los rostros de Pasolini, Magnani, Sophia Loren, Cardinale, Bardot, o escritores como Tennessee Williams en la Italia de la época. También fotografías sociales que hablan por sí solas como las del niño herido mirando con dignidad a la cámara y que Paolo aún recuerda conmovido.

Ha sido fundamental la intervención de Silvia, hija del fotógrafo, para rescatar del olvido tantos pequeños tesoros archivados ya en cajas (es lo que tienen los artistas que se consideran dilatantes). Por suerte, y la participación también de su otro hijo Michele, no han caído en el olvido y ya se ha hecho alguna exposición con ellas amén de este documental en el que también aparece el autor a sus muy bien llevados 97 años actuales con la ayuda de un simple bastón. Y es que haberle bañado ¡en vino! cuando contaba cuatro meses y estaba apunto de morir, le salvó milagrosamente la vida (como la marmita de Asterix, ya que al parecer el untuoso líquido revitalizó sus arterias pero por contacto con la piel, que conste, aunque Paolo, agradecido, sigue disfrutando de él a diario, ahora ya bebiéndolo, y sigue funcionándole desde luego).

Me ha gustado la frase, en un momento dado del metraje, de que "recibes lo que das" y supongo que de algún modo haberse entregado al oficio en cuerpo y alma que se dice, durante el tiempo en que lo ejerció y de modo esencial como filosofía de vida al hacerlo, tarde y/o temprano también termina dando sus frutos.

Me ha gustado volverla a ver 18 años después de su estreno y me ha seguido cautivando esta especie de 'amistades peligrosas' donde Malkovich sería ahora David Selvas. Pero los que bordan el relato, para mi gusto, son Roberto Enríquez y Natalia Millán como esa pareja de años que tienen que sortear esas 'nubes de verano'. Y es ahí donde lo dan todo, pero todo, con unos diálogos, situaciones pero sobre todo expresiones que rezuman sinceridad. Y ello es mérito también tanto del director como del periodista y escritor Manuel Hidalgo, co-guionista de la historia.

Es este un tipo de cine bien filmado y muy válido, además con elegancia, porque aunque plantea hechos que quizás en el 2020 ya resulten pasajeros, el fondo de lo que narra es absolutamente esencial y tiene que ver sobre todo con valores muy profundos que nunca pasan de moda -o eso me parece a mí-. Y es entonces cuando detalles como el de una simple cinta para sujetarse el pelo es toda una lección magistral que no necesita de más... Ante ello, mis aplausos.

Y eso le va en contra -a mi juicio- porque satura un poco... Cantidad de situaciones, gags, enredos, etc. y al menos un par de episodios 'perversos', je, je, pero también a favor unos actores excelentes, plas, plas, que entran a 'full' en todos ellos lo que siempre es un gran PLUS. También un karaoke exultante y una confesión de amor sobre el modo de conocerse -ante un Jordi Sánchez pasota- que no necesita de más. Y en cuanto al resto de pormenores es que incluso en el Titanic hubo un proyecto de boda. O sea que, agárrense!! :))