Mann -no Thomas por desgracia, sino Michael- nos vuelve a deleitar con otra farragosa oquedad poética noventera, otra coda no menos farragosa y negligente, pretenciosa y grandilocuente que su opereta inerte 'El último Mohicano' (la cual algunos intentan, en su vorágine retórica inconsecuente tildarla de obra maestra romántica ¿¿??).

Chapuza fílmica extendida innecesariamente incapaz de superar los clichés del "género" (al menos género entendido fenomenológica y/o fenoménicamente). Filme plano y mundanamente guarro, incapaz de sublimarse, ni de superarse, por lo que recurre a la peor pretensión retórica a nivel dramático y sintáctico.

Mann es un desastre en la composición del plano, en la audacia estética y poética: todo lo que toca se convierte en parodia. El rey Midas invertido ansiado de presupuesto pretendió alumbrarnos con una genialidad de la que carece, con una profunidad de la que reniega y con un gusto del que apenas tuvo mera constancia.

Obra extendida innecesariamente, sin sentido de la elipsis y de la sutileza no impostada (valga el pleonasmo asociativo). Tontería retórica cuyo mayor gusto reside en ver al menos medianamente explayado el talamte interpretativo del Al Pacino y de Robert de Niro. Años luz distan entre esta chapuza noventera (otra más) y los buenos (que ya no maestros) filmes del estandarizado género noir.

Estética artificiosa y poética asaz farragosa cierran el fallido intento "policíaco" de un cineasta rematadamente prescindible.

4 como mucho.

'Fargo' se erige como otra banalidad más en el panorama hodierno. Semánticamente superflua, estéticamente incolora, poéticamente invisible. Anécdota que funciona como acumulación al servicio de un relato desnortado e indocto. La promoción que de la obra se ejerce responde al intento mitómano de erigir relatos fundacionales en una sociedad vaciada de significaciones.

Nos hallamos ante anécdotas de crímenes e investigaciones, matones de poca monta y policías explotadas por su propio trabajo. Ante escenas pseudo-gore y polvos anecdóticos, asalariados vendecoches y sociópatas pornógrafos.

Los Cohen no son Mizoguchi, ni Ozu ni Walsh. Son unos hermanos con algunas obras correctas (vid. 'Barton Fink' o 'Muerte entre las flores') y demasiadas prescindibles e irrelevantes (vid. esta, 'El gran Lebowski', 'El gran salto', etc.). Su supuesta abstracción resulta mero vacío autista impotente ante una posmodernidad cuyo vacío de significación les ofrece paisaje vaciado y cinismo distanciado. Su culpa objetiva, empero, no podemos atribuirla a su negligencia fenoménica solamente cuanto a la destrucción trascendental del noúmeno, esto es, el mundo hueco que filman. No se puede suspender su filme puesto que no hay apología de la vacuidad, sino que se pretende elevarla o restituirla finis operis de su indolencia negligente. Filme que no pasa del 6.

5-6.

Erigir la estupidez más inane, el infantilismo más chabacano e insultante negador de la profundidad ontológica y metafísica como melodrama "serio" y "universal" constituye acaso la mayor corrupción posible hasta el momento -que ya es decir. Enarbolar una piltrafa infantiloide y cutre desde el petulante prisma del pseudoartista que pretende legitimarse confluye en la mayor herejía irrisoria propia de los baluartes de la ESO.
'Eduardo Manostijeras" reúne estas dos condiciones confluyentes e inesperables (empero disociables ordo cognoscendi). Constituye la posmodernidad por antonomasia: la estupidez tomada en serio, la parodia de lo real como verdad universal subjetiva (sin separar ni disociar acaso cuestionar la realidad misma de lo "universal" como de lo "subjetivo") en tanto acomodo del pastiche, del kitsch a la cosmovisión de los egos diminutos anómicos falsamente cosmopolitas de la sociedad tecnoliberal.

Pseudopereta transfigurada y corrompida erigida como paradigma de las sociedades hediondas de la posmodernidad.
Hez extensa que desgraciadamente chapotea a pesar de su nadería intelectual y social.
Espectacularismo barato, llorón, ridículo, infantil, burdo y relamido habido en su expresión máxima. Pastiche dinámico reductible a plástico depravado. Sublimación de todos los peores defectos estéticos, ideológicos y espirituales que consolida la sociedad adolescente muy bien advertida por Finkielkraut.

1 puesto que es lo mínimo para todo ente cinematográfico.