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España España · Madrid
Críticas de MaxPower
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
6
19 de diciembre de 2012
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poco, muy poco cine se ha hecho sobre esa forma de entretenimiento tan extendida y diversificada llamada videojuego, adaptaciones aparte. Una industria hoy en día ya más que consagrada y que nació hace nada menos que 40 años desde que surgieron los primeros juegos arcaicos como Spacewar! o Pong. Lo que primero fue una bola pasando de un lado a otro de la pantalla ha derivado en múltiples géneros capaces de alimentar la imaginación y la lista de deseos de varias generaciones de niños (y no tan niños) hasta el actual universo de gráficos y escenarios hiperrealistas. '¡Rompe Ralph!' nace en un intento de homenajear a ese mundo desde dentro, de mostrarnos una ficción detrás de la propia ficción de las máquinas recreativas que tantas horas nos hizo pasar a muchos... y el experimento no solo funciona sino que divierte y rompe el corazoncito.

La ópera prima de Rich Moore, director colaborador de series celebérrimas como Los Simpson o Futurama, es una historia de fraternidad/odio entre personajes de diferentes videojuegos que conviven en un miniuniverso paralelo al de los humanos 'jugones'. Y no lo hace tras la mirada del clásico héroe de plataformas sino que da humanidad a un gigantón rompe edificios cansado de desempeñar el rol de villano y de vivir solo, olvidado y menospreciado por sus compañeros de arcade. Como si de un Toy Story electrónico se tratase, la relación entre tantos variopintos bits dotados de alma hará las delicias de los más pequeños pero también de los padres, que no tendrán que echarse la siesta en la butaca con tal de entretener a sus hijos. Es un dulce para todas las edades y públicos, aunque sin duda dirigido especialmente a los gamers más nostálgicos. Los guiños de humor recuerdan a títulos como Street Fighter, Sonic, Pac-Man o Mario Kart, y aunque estos no juegan papel alguno en la trama central sí recogen los momentos más cómicos del film. Rompe Ralph bebe de esos ingredientes para dar forma a un argumento de superación cargado de humanidad, con un mensaje implícito de ganarse el respeto, de superarse a sí mismo y de ayudar al que lo necesite aunque para ello los intereses personales queden relegados a un segundo plano.

En su aventura, el "manazas" pronto se encuentra con un pequeño personaje igual de incomprendido que él y al que debe ayudar para poder completar su propia misión. Ello acaba derivando en una relación de amistad y socorro recíproco, hermosa e hilarante en la que la sonrisa se da el abrazo con la lágrima y la conmoción. Pero también de acción presume la original cinta de Disney. Ralph pondrá toda la carne en el asador para demostrar que sus habilidades van más allá de escalar una estructura y ello da lugar a situaciones al límite que son de agradecer al ojo más exigente.

Sin duda la gran baza de Moore ha sido saber combinar la sobredosis del buen guion con esa pirotecnia y el efectismo inherente a casi toda película de animación, aún más si viene acompañada del 3D. Esta vez el resultado es más que positivo gracias a unas geniales escenas visuales y a un equilibrio entre el drama y la comedia digno de apreciar. La cursilería y el colorismo aparecen en su toque justo, sin resultar pedantes sino más bien entrañables e incluso útiles para poner el broche al épico y conmovedor desenlace. ¿Huele a Oscar? La respuesta es sí. Es un film tan rompedor como su protagonista, tierno, entretenido y técnicamente sobresaliente. El pulso con Frankenweenie apunta a a ser el morbo de la estatuilla a la mejor película de animación, ambas muy dignas de la preciada golosina.
MaxPower
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6
8 de febrero de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El año 1888 siempre estará ligado a la figura de Jack el Destripador, cuyos crímenes aterrorizaron a los ingleses en plena era victoriana y cuya desconocida identidad alargó su enigma por generaciones. Aún en pleno siglo XXI, siguen surgiendo teorías sobre quién pudo cometer aquellos asesinatos. Así, su halo de misterio sigue vivo en la ficción, como demuestra 'From Hell', adaptación de la novela gráfica de Alan Moore que no agradó mucho al autor. Obras más recientes como 'Batman: Gotham a luz de gas' o un documental de la BBC de 2019, auguran que aún queda Jack para rato.

No es de extrañar, por tanto, que en Reino Unido aprovechasen el centenario para producir una obra televisiva de calado que, a buen seguro, pondría los pelos de punta a los jóvenes baby boomers. Hay tres aspectos que la convierten en merecedora de visionado. En primer lugar, la lograda intriga hace que cualquier pausa sea un auténtico fastidio. El director hace un juego de espejos con todos los personajes y sumerge al espectador en un tablero de sospechosos, a veces de forma algo forzada, aunque notable en su conjunto hasta los créditos. Michael Caine, ya de sobra conocido entonces por 'Alfie', 'La huella' o 'El hombre que pudo reinar’, está grandioso como Abberline y logra trasladar la perspicacia y la impotencia que debió sentir el auténtico inspector. Por último, la recreación está lograda de forma soberbia, pues nadie mejor que los británicos para saber cómo eran las brumosas calles y los viandantes de Londres hace un siglo, que en términos históricos es un soplo. Aseguran, además, que la documentación es fehaciente.

El tratamiento de los personajes es cordial y no deja fuera de lugar la rudeza y los vicios de la época. Llama la atención el poco tacto que muestran los propios investigadores de Scotland Yard con algunos de sus colegas, Abberline incluido, a modo de alegato de que los santos solo aparecen en los calendarios. El generoso reparto, amén de un buen casting, esgrime actuaciones creíbles y elegantes.

Dada la lucha que mantuvo la Primera Ministra del momento, Margaret Thatcher, contra los sindicatos y con la prensa, el resultado deja entrever un producto amoldado para el votante conservador de finales de los ochenta. No en vano, uno de los personajes más controvertidos, Lusk, es un agitador que aprovecha el barullo de las muertes para tratar de hacer una revolución en las calles. En una escena jalea el nombre de Karl Marx mientras se le configura una imagen de violento e interesado, lo cual tiñe de ideología a la obra hacia otros lares. La política asoma de forma abundante en el filme, empezando por la monarquía, a la cual hay que defender a ultranza, y siguiendo por un periodismo amarillo en contraposición del habitual periódico moderado, representado en este caso por The Star.
MaxPower
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6
22 de agosto de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leer en una reseña los aspectos compositivos de una película (fotografía, formato 4:3 o 16:9, etc.) es como ver los ingredientes de una pizza en un menú. ¿Le asegura al comensal que estará rica por saber que lleva queso mozzarella?

Para no hacerse grandes o escasas impresiones de antemano, lo ideal es obsevar el póster. El mejor es el que ahorra acudir incluso a la sinopsis. Sacerdote con hábito antiguo. Aparato a la espalda. Anticipa un viaje. Soledad. Poca broma en su rostro. Lo contrario a esto sería, por ejemplo, el de 'Toni Erdmann', vendida desde que ganó a 'Elle' en los Premios del Cine Europeo y que solo se entiende cuando uno ve la peli. ¿Qué sentido tiene hacer un cartel para entenderlo después?

Aquí esto no es así. Se ve al protagonista, Lucas, en la situación en que se muestra durante el grueso de la historia. Y ya lo demás viene cuando uno está en la sala o ha activado el reproductor. Un difícil encargo que hará a Lucas pasarlas canutas en un pueblo islandés a finales del XIX. Los personajes -la nata de la tarta- no le ponen nada fácil su empresa. Con sus desequilibrios varios, harán ver al religioso que esa tierra no es para forasteros.

Ver un largometraje así en 2023 demuestra lo avanzado que era Carlos Saura para rodar una historia tan similar, 'Ana y los lobos' (1973), hace cincuenta clavados años. El símil de ambas es una figura principal foránea que acaba en manos de familias con autoritarismos y miembros díscolos clones. Una maniatada en un drama familiar. La otra desesperada en un gélido western. La balanza se equilibra con las personas más jóvenes, que ven en el viajero una fuente de aprendizaje y un hombro en el que apoyarse. Por desgracia, la gente de mayor edad es la que suele decidir los referendums.
MaxPower
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7
18 de octubre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los viajes en el tiempo son una aventura que por alguna razón atraen. Los hemos visto en las variopintas adaptaciones de la wellsiana 'La máquina del tiempo' o más recientemente en 'Los cronocrímenes' de Vigalondo, por no mencionar la popular trilogía de 'Regreso al futuro'.

La acción de 'Looper' se traslada a un futuro próximo, al 2044. Es un presente ficticio que se entrelaza con un 2074 cada vez más próximo, una época donde los viajes en el tiempo se acaban de inventar y en la que los asesinatos son tan difíciles de cometer que las víctimas de la mafia son mandadas al pasado para desaparecer ante su ejecutor.

Es un universo oscuro e inquietante, pero que se muestra en unas calles tan mundanas y rutinarias como las actuales, lejos por tanto de la estética cyberpunk que bien podría disfrazar la historia. La sociedad es tan mezquina y ambiciosa como la que conocemos, corrupta por la droga, el dinero y el ocio controlados igualmente por mafias. Organizaciones capaces de destruir personas, ya sea poniéndole una bala en el pecho o haciendo de justicieros espacio-temporales. Da igual. El mundo sigue siendo tan cruel como frágil, igual de dividido entre buenos y malos, todos con su dosis de problemas y vicios.

Gordon-Levitt encaja bien en ese papel de joven héroe con los justos artificios de chulito, solitario y dueño de sus propias acciones, aunque a la vez atado a un sistema de control impuesto del que no puede escapar. La interacción con su yo envejecido es el plato fuerte, y no falta entre ellos algún diálogo valientemente cómico que reste peso a la acción. Una relación bipolar en la que tanto Levitt como Bruce Willis persiguen diferentes intereses, pero igualmente atrapados entre dos mundos hacia un destino común. No faltan las escenas de puñetazos y tiroteos tan clásicas de Bruce. El machito de 'La jungla de cristal' resurge y borra del mapa a aquel viejete de 'Moonrise Kingdom', y solo le faltará decir “Yippi ka yei motherfucker” para ser un auténtico John McClane.

El problema surge cuando la violencia y la intriga se pierden por algún agujero negro en un momento -largo- en el que los personajes se detienen en el mismo espacio. Las escenas más lentas ocurren además en la tercera parte, lo que desequilibra en cierto punto el trepidante ritmo del comienzo.

La ágil cadencia del guion, o sencillamente la forma de dejar que la acción se explique por los hechos y no por largas explicaciones, permite al público menos paciente conectar con la trama. Sin embargo, a pesar del magnético argumento, las no pocas situaciones cómicas y la notable acción, el desenlace se hace esperar demasiado y la historia va perdiendo fuelle hasta que salta por los aires. Aplaudible final igualmente.

Con todo, 'Looper' es sin duda una interesante y atrevida cinta de Sci-Fi, muy recomendable para fans del género pero también apta para los que anhelan disfrutar de un buen thriller.
MaxPower
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6
16 de diciembre de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A esta historia no le hacen falta apenas signos de violencia para describir lo que se cuece en el territorio que la cobija. Le basta con algún arresto entre líneas y con el amor imposible narrado en una serie de televisión llamada 'Tel Aviv on Fire', cuyos episodios mantienen en vilo a millones de espectadores, tanto judíos como árabes. El protagonista de la película, Salam, es un palestino de 30 años conocedor del hebreo al que le encargan escribir parte del guion de dicho show. Es un joven cuya infancia ante una Israel que se expandía ha dado lugar a un tipo reservado, con magma por dentro pero con tierna corteza y con fines tan normales como ganar dinero para comer, recuperar a su amada y conocer mundo.

Es un filme familiar que podría calificarse de valiente, poseedor de sutiles insinuaciones en las que el humor se esconde bajo dos mentalidades y que prima sobre el drama que se supone antes de leer la sinopsis, nada menos que el conflicto entre Israel y Palestina. A caballo entre la población viendo la tele y los platós se cuelan diálogos que demandan conciliación, personas que bucean en un mundo a dos bandas, con sus pertinentes críticas al otro cuando no asoma el fusil, en una brecha donde el director firma la paz de la trama con un metafórico hummus. También de cómo ruedan los besos unos y otros va el asunto.

'Tel Aviv on Fire' es una serie eterna, “para siempre, como Palestina”, tal y como cita uno de los personajes. Tan ficticiamente larga e inocente como aquellos seriales de Antonio Mercero que trataban de sacar por dos horas a los españoles de sus problemas, y cuyos chascarrillos no solo conferían el pegamento de los capítulos sino de la sociedad en suma.
MaxPower
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