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España España · Pamplona
Críticas de Asier Gil
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Críticas 85
Críticas ordenadas por utilidad
8
11 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya no tenía ilusión por nada. Los días pasaban sin que ninguna emoción le hiciera temblar y su trabajo, que antes le apasionaba, se había convertido en una rutina. Escribir cartas de amor para otras personas hacía que se ahogara aún más en su soledad, ahora que la mujer con la que lo había vivido todo ya no estaba a su lado. Necesitaba a alguien que lo comprendiera, que lo aceptara, que lo completara y que le insuflara de nuevo las ganas por disfrutar la vida. Sin quejas, con una curiosidad infinita y un ansia palpitante de querer experimentarlo todo junto a él. Como un lienzo en blanco, él le enseñaría a sentir a su manera y juntos se enfrentarían a cualquier cosa. Pero él era incapaz de asumir el esfuerzo de entender a otra persona, de aceptar sus críticas y de evolucionar con ella. Por eso decidió apretar el botón de 'on'.
'Her' nos presenta un futuro muy cercano en el que grandes urbes repletas de rascacielos y desprovistas de coches ven cómo sus habitantes caminan solitarios mientras hablan por sus dispositivos móviles. No hay teclados, solo un pequeño auricular con el que interactuar con el sistema operativo. En ese mundo, Theodore encaja como una pieza de puzle. Escritor solitario y taciturno, trabaja de Cyrano para aquellos que no saben poner sus sentimientos en palabras y malvive interiormente tratando de superar la ruptura con su mujer. Para combatir la soledad, adquiere un nuevo ordenador que evoluciona conforme va conociendo a su dueño. Con voz femenina y bajo el nombre de Samantha, es justo lo que Theodore necesitaba en ese momento: alguien que lo comprendiera sin reproches, que estuviera siempre disponible y que le mostrara el afecto que anhelaba.
En su cuarto largometraje, Spike Jonze enfoca con su particular mirada la soledad del ser humano y detalla cómo una persona rota y necesitada se aferra a aquello que le devuelve las ganas de vivir. Aunque se trate de una máquina. Una inteligencia artificial que, a pesar de no poder ser acariciada, llega a conmover al protagonista por su cariño, su empatía y su esfuerzo por lograr entenderlo y completarlo. Theodore, a cambio, le descubrirá un mundo de sensaciones y le mostrará cómo es la vida a través de sus ojos. Al final, ambos acabarán enamorándose en una conmovedora historia de amor.
El director norteamericano deja que sea el espectador quien juzgue esta relación y se dedica a plasmar con acierto y mucha emotividad el romanticismo entre Theodore y Samantha en una sociedad que ve aceptable la comunión entre el hombre y la máquina. La ternura la pone un inmenso Joaquin Phoenix, que con su rostro –que aparece casi continuamente, al carecer la película de su 'partenaire'– transmite a la perfección tanto la tristeza como la felicidad que siente su personaje. La sensualidad era en este caso obra de la voz de Scarlett Johansson, pero el doblaje en España nos vuelve a dejar un filme amputado.
Con un ritmo pausado y envuelta en una agradable y emotiva banda sonora, la trama avanza describiendo las crisis a las que, como cualquier pareja, ambos protagonistas deben enfrentarse. La parte final roza demasiado la cursilería, pero la historia está tratada con tanta sencillez y naturalidad que Jonze consigue que el público conecte con el protagonista y que las dos horas de metraje se llenen de melancolía.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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4
11 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La página del guion está en blanco. Podría enfrentar a un hombre a la muerte, despojándolo de todo y, expuesto ante una naturaleza cruelmente real, ver cómo estallan sus sentimientos en esa lucha por la supervivencia. Pero no esta vez. Quizá debiera ahondar en la soledad que sufre al saber que nadie lo espera, que no habrá avisos de auxilio. Pero no esta vez. El héroe miraría al horizonte y, más allá de ese océano que lo separa de su vida, descubriría las razones que lo hicieron emprender ese viaje. Pero es un hombre que no tiene historia. Sin pasado y sin alma, solo su esfuerzo físico llenará las líneas y, aunque posea ansias de vivir, nada detrás lo sustenta. La odisea finalmente se contará y, sin embargo, al mirarla parecerá que la página sigue en blanco. Sin poso emocional, 'Cuando todo está perdido' ya navegaba hacia el olvido cuando el fundido a negro aún no había abandonado la pantalla.
La segunda película de J.C. Chandor tras 'Margin Call' coloca a un septuagenario a bordo de un velero en el Índico que se estrella contra un contenedor que flota a la deriva. Además de causar un boquete en el casco, el choque inutiliza la radio y todos los sistemas eléctricos del barco. A partir de ese momento, el protagonista solo contará con su habilidad para resistir los embates y la fuerza del mar. Un héroe desprovisto de épica, porque el realizador norteamericano no busca en este filme aventuras ni grandes historias, sino plasmar en imágenes la metáfora de cómo un ser humano anónimo planta cara a las circunstancias para salvar su vida.
Un solo personaje y apenas unas palabras que salen de su boca forman el baluarte de un proyecto tan intimista como arriesgado. El elegido fue desde el principio Robert Redford, un actor sin nada que demostrar pero que, a pesar de sus 77 años, quiso ponerse al frente de un desafío tanto físico como interpretativo. Su actuación demuestra sobradamente las tablas que tiene en su haber, pero es sobria y carece de profundidad –quizá por el hecho de no saber nada acerca de su personaje–. Demasiada serenidad y sufrimiento contenido para un hombre que se lo está jugando todo y que recibe de la vida más golpes de los que uno podría aguantar sin mentar a la madre de alguien.
La historia rehúye tramas extremas que contaminen la realidad. No habrá olas gigantes ni el protagonista deberá escapar a nado de tiburones. Pero las tormentas a las que hará frente lo colocarán al filo de la muerte. Tras las cámaras, Chandor recela de efectismos y transmite el devenir del personaje alternando secuencias de gran impacto visual con otras que, pese al drama que esconden, muestran la belleza del mar. La banda sonora es otro de los puntos fuertes del filme, sobre todo al tener que asumir un mayor protagonismo ante la ausencia de palabras.
A pesar de todo, la película solo sobrevive una hora. El realismo conseguido en las imágenes y en la historia, al no contar con una base emocional que anime al espectador a ponerse en la piel del protagonista, hace que 'Cuando todo está perdido' parezca más un curso en vídeo sobre cómo sobrevivir a una tormenta en alta mar. Lo que no sería justo, dadas las fortalezas que sí posee el filme. Pero sin riesgos a la hora de poner en juego la creatividad, rara vez un director se ganará el favor del público.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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6
11 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Condado de Osage. Una llanura casi desértica del norte de Oklahoma alberga una solitaria casa de madera. En ella, un hombre mayor bebe y escribe una nota. Está cansado y sabe que su mujer se atiborra de pastillas en el piso de arriba. Alcohol y barbitúricos, ese es su pacto. Un secreto más que guardar bajo la alfombra. Y en el condado de Osage, las alfombras son mullidas. En las habitaciones, cortinas oscuras impiden que entre la luz del sol. Pero es agosto, y el calor trae consigo al sudor, que es un mal compañero de viaje. Irrita la piel. Y el carácter. Y puede llegar a colmar el vaso de una vida agotada de encubrir tantas confidencias. Por eso el hombre decide acabar con todo y salir de la escena. En ese momento, llegan a la casa sus tres hijas, cada una de ellas con más secretos. Solo queda aguardar la chispa que desencadene el desastre. Se alza el telón.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Asier Gil
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7
11 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces hay canciones que hablan de puertas cerradas. De obstáculos que superar y que se hacen enormes al acercarte. Y, sin embargo, tus pasos siempre te llevan a ellos, como si ese fuera tu destino. Como si, a pesar de todos los golpes, estuvieras seguro de que si un lazo acariciara tu cuello a medio metro del techo, la cuerda se acabaría rompiendo. De saber que no hay más remedio que mirar hacia adelante y tratar de encontrar algo de luz. Y entonces te cierran una nueva puerta y vuelves a la oscuridad más absoluta. A veces hay canciones de las que no hay salida.
Una de estas canciones la escribieron los hermanos Coen en el Greenwich Village de Nueva York en los años sesenta. Tiene alma de folk y a un protagonista que es el mayor de los perdedores, aquel que intenta triunfar con su música a pesar de saber que nunca conseguirá más dinero que el que pueda reunir en su gorra tras un concierto en bares llenos de humo y melancolía. Incapaz de abandonar su sueño aunque quisiera, malvive en sofás de conocidos mientras huye del frío de la ciudad. Es lo malo de vivir en callejones sin salida, que no puedes abandonar uno sin caer en otro. 'A propósito de Llewyn Davis' es una foto fija de apenas una semana en la existencia de un cantante que busca su hueco en una industria que le da la espalda. Oscar Isaac es quien se viste con este traje, y le queda tan a la medida que es con una guitarra en los brazos y un micrófono delante cuando más se entiende que su desesperación no acabará nunca. Porque la música es su vida.
Los Coen se libran del peso de elaborar una trama para centrarse en pulir a su protagonista. Es a través de Llewyn Davis, de los rechazos que acumula, de su angustia de no saber dónde dormirá la siguiente noche, con el que se nos contará una historia tan universal como el regreso de Troya de Ulises. Y todo enmarcado en una lograda ambientación y una serie de canciones folk que envuelven como un guante la profundidad del personaje.
El necesario oxígeno para sobrevivir a tan profundo buceo emocional lleva también el sello característico de los Coen. Su humor surrealista lo encarna un John Goodman con una faceta cómica que roza lo divino. Un personaje de casi tanto carisma como el Walter Sobchak de 'El gran Lebowski', pero que los Coen solo bocetan para que la cámara no se despegue de Isaac. El actor de origen guatemalteco entendió a la perfección las intenciones de los directores y plasma sin reproches el drama existencial de tener que cargar con una maleta repleta de derrotas. Por si fuera poco, tiene secundarios inmensos que lo acompañan.
El filme es duro y sombrío, y llega adentro si el espectador se sienta en una de las sillas de los tugurios donde Davis despliega su magia. Pero será difícil de ver para los que busquen una historia con desenlace. Les puedo contar el final sin problemas, porque es algo que el ser humano ha vivido desde el inicio de los tiempos. Uno sale al escenario con su guitarra y comienza a tocar. E inevitablemente el primer acorde dará paso al segundo. Y no habrá más remedio que recorrer el camino a Ítaca. Empezando por terminar la canción.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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3
18 de diciembre de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algún organismo internacional debería tomar cartas en el asunto, porque el afán recaudatorio de ciertas productoras no tiene visos de caber dentro de la legalidad. El problema es que tributan en sitios lejanos, como Panem o la Tierra Media, en donde son más laxos con este tipo de cosas. Son lugares mágicos en los que 300 páginas de un libro dan fácilmente para rodar hasta nueve horas. Y como resultado, sin ir más lejos, 'Los juegos del hambre: Sinsajo - Parte 1', media cinta de 123 minutos en la que casi se pierde un gato y en la que el público debería salir de la sala con dos objetivos claros: volver al cine en el año 2015 para ver la parte buena (espero) del filme que cierra la trilogía, y guardarse la entrada por si el Tribunal de Estrasburgo se decide a intervenir.
La tercera entrega de la franquicia de los libros de Suzanne Collins arranca en el Distrito 13, adonde la heroína de la saga ha sido trasladada después de haber acabado con los Juegos del Hambre. Allí se esconde en un búnker el ejército de la rebelión, cuya presidenta tratará de convencer a la joven superviviente de que se convierta en el azote propagandístico frente al Capitolio. Sin embargo, lo único que desea el 'Sinsajo' es rescatar a su compañero de la cosecha, potenciando el desesperante triángulo amoroso con su antiguo novio.
Lo primero, lo evidente: alargar de esta forma la adaptación cinematográfica de una novela supone verse obligado a llenar minutos de metraje sin que en la pantalla suceda nada relevante, solo discursos de uno y otro bando para anunciar una guerra que nunca termina de llegar. En una serie de largometrajes que destacaba por trasmitir emoción y aventura -más allá de la muerte sangrienta de niños a manos de otros niños-, esta losa argumental deja una herida muy profunda. Si le añadimos que la vistosa fotografía de los campos de batalla de sus dos predecesoras debe malvivir ahora en un refugio subterráneo sin luz ni color, la película comienza a quedarse sin pulso. Y las escasas escenas de acción, junto con la desgana con la que parece que filmó esta primera parte el director Francis Lawrence -responsable también de 'Los juegos del hambre: En llamas'-, se revelan como un potente aliado del sopor. Para ser justos, hay instantes en los que el corazón se acelera. Pero al final el gato se salva y el espectador se queda más tranquilo.
En el reparto, Jennifer Lawrence supera con holgura el reto de pasar dos horas hablando y jugar con sus dos enamorados a ver quién es el más desdichado. No se respira tanta tensión como en las dos partes anteriores, pero la actriz estadounidense sabe sacar rédito a sus escenas, que son casi todas. De hecho, y ante la falta de guion, hubiera resultado propicio ampliar el rango de acción de Josh Hutcherson, Donald Sutherland, Woody Harrelson o el malogrado Philip Seymour Hoffman -al que se dedica la película-.
La traición a la esencia de la saga seguramente será desmentida el año que viene, cuando en la segunda mitad del filme, la guerra finalmente se desate en Panem y los efectos especiales vuelvan a saturar la emoción adolescente. Hasta entonces, la decepción es la única sensación posible al encarar la recta final de la historia, aunque siempre queda la esperanza de que Lawrence encauce el proyecto. El mundo no se merece otro Crepúsculo.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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