-Rápido, necesitamos llenar 85 minutos de metraje con la ya manida historia de "mi vecino trama algo".
-¿85 minutazos? Este guión no da ni para una hora.
-No pasa nada, si los actores se mueven despacito y metemos un montón de silencios estiramos el chicle que da gusto.

La película tarda en arrancar bastante, prácticamente prodría empezar a la mitad ya que quién es el prota se puede resumir mucho más y aportaría lo mismo. A pesar de ello el director logra muy bien generar tensíón incluso sin estar contándote nada, apoyándose en la música y en un ritmo lento. Además logra compensar bastante bien la falta de medios en las escenas de acción y gore. Este buen hacer y la actuación del protagonista es básicamente lo poco rescatable que hay.

La historia no sólo es que la hayamos visto muchas veces, si no que además se queda en el esquema más básico de todos. Es fácil entrar en el juego que propone de "mantener la tensión" y hacer como que no te estás dando cuenta de que la historia no avanza, pero para cuando las cartas se dan la vuelta falta poco más de media hora de metraje. Además la sensación es de que el tercer acto puede ser ese o podría ser otro cualquiera, porque pega lo que sea.

En general una película más sosa que una croqueta de cartón. Te puede hacer la tarde un día de digestión pesada y poco más.

Sin duda una de las cosas que más me gustan del cine coreano es la habilidad que tienen para mezclar diferentes géneros con maestría en una sóla película, a veces transitando de uno a otro y en otras ocasiones, como en la que nos ocupa, como una mezcla contínua. Kundo pasa por la acción, la comedia, algo de drama e incluye claros elementos western. Esta mezcolanza no termina de funcionar en la primera parte de la película, puede descolocar un poco al espectador pero conforme avanza la trama se va solventando.

Entre sus muchas virtudes destaca lo influida que está por el cine de Sergio Leone, clarísimamente en la música, genial y que evoca contínuamente a Morricone, también en cuanto a recursos cinematográficos, contínuos primeros planos de las caras de los personajes, y en la fotografía, los elementos naturales y el paisaje tienen mucho protagonismo. Llama también la atención en este apartado la estética, extravagante y a veces extraña en caracterización de personajes y muy convincente en ambientación.

Un punto fuerte muy a destacar son las escenas de acción en general y las de lucha en particular, no sólo muy bien coreografiadas, también rodadas de una forma muy poderosa que les da mucha fuerza. Las actuaciones son además bastante buenas en general, un poco histriónicas en algún caso, pero es algo a lo que ya nos tiene acostumbrado el cine asiático.

Narrativamente hablando tiene cosas muy mejorables, sobre todo al principio, ya que necesita mucho tiempo para explicar bastante poco. El problema parece solventarse bastante gracias a la estructura por capítulos que tiene, pero aún así se hace lenta en muchas partes en las que la trama prácticamente no avanza. La historia aunque bastante completa parece estirada y eso queda reflejado en una duración algo excesiva que puede hacer que se pierda el interés. Aún con todo es muy recomendable y disfrutable.

La cosa va de unas zagalas a las que contratan los de la peli de Freaks versión nipona para enseñar un poco de epidermis. Esta parte es importante porque nos enseña la psique de cada una de las protas, a cual más compleja.
Después de este profundo primer acto encuentran el libro de los muertos y resucitan a unos cuantos cenutrios que en el momento de su muerte debian estar en Caramelos Paco porque van todos disfrazados y con un maquillaje regulín. A partir de aquí todo es caos de ultratumba típico de cualquier peli del género sólo que con los efectos más salchicheros que tenían a mano.

Pese al título la cinta no es el festival de la mamella, sólo en un par de escenas nos enseñan allí donde no les da el sol naciente. Además el grupo de chicas peca un poco de efecto animadora, sólo un par de ellas son guaposas, aunque el resto no dejan de enseñar carne, esto le da mucha cualité al film.
Otra cosa positiva es la duración, se hace rapidita, aunque es probable que pares para aliviarte con tanto culo moviéndose, o quizás seas más de aliviarte durante, esto ya es más a gustos.

Una vez más veo una película con Robert Englund en la portada y muy arriba en los créditos y una vez más me engañan, sólo sale un poquito al principio.

La película comienza cuando seis de los peores psicópatas que se puedan imaginar, desde un taxidermista hasta un cocinero canibal, y que casualmente están encerrados en el mismo psiquiátrico, se escapan y deciden esconderse en una especie de atracción de feria que han puesto en el típico pueblo estadounidense con motivo de Halloween. El resto de la cinta es previsible: protagonistas que no saben muy bien lo que pasa, muerte, gore y acción.

El guión resulta bastante flojito ya que la trama no abanza practicamente nada desde el planteamiento que se nos ofrece, además se abusa bastante de chistes muy coyunturales: Instagram, Justin Bieber... cosas que no es que tengan mucha gracia, pero que en un par de años no tendrán ninguna. Sin embargo sí que resulta graciosa en cuanto a humor más físico, las escenas de sangre en general están bastante curradas,

Por otro lado goza de una estética bastante buena, muy colorista y lisérgica en algunos tramos, muy agradable en general y tanto los maquillajes como los disfraces y efectos son muy resultones. Una pena que no nos cuente ninguna historia en los noventa minutos.

Una vez más los guionistas de Syfy volvieron a juntarse alrededor de los dos bombos que les dirían de qué iba a tratar su nueva y trepidante película. El primero de ellos contenía sólo una bola con la palabra tiburón, se podrían ahorrar este paso pero es que les encanta el protocolo, el segundo era un bombo más grande con miles y miles de pequeñas esferas, cada una de ellas con una idea distinta que convertirá una concepto manido en algo completamente genial . El bombo giró y giró para acabar expulsando la bolita con la palabra “castores”. O supongo que fue esa, si no cómo se explica que esta vez los tiburones se dediquen a hacer presas en un río.

¿Pero cómo hacemos para combinar este chusquero concepto con algo de lo que pueda resultar una historia? “¿Os acordáis de la excursión al monte que hicimos con Alcohólicos Anónimos?” preguntó uno de los guionistas que observó como se formaba una sonrisa en los labios del resto del equipo de rodaje. Y a ello se pusieron, una panda de compis de trabajo van a la montaña a potenciar su amistad y trabajo en equipo cuando de repente… ¡Tiburones en el río! El resto, avezado espectador de films garbanceros, te lo puedes imaginar.

Por supuesto no van a faltar incoherencias a cascoporro. ¿Por qué no se van de allí si nada les obliga a quedarse chapoteando como imbéciles? ¿Por qué cuando las presas explotan no pasa nada con el agua y sigue en calmachicha? ¿Cómo entran tiburones tan enormes en tan poca agua?

Sin embargo, no todo es tan malo, hay auténtico drama en esas actuaciones, comparadas con otras tiburonáceas producciones en las que actúan maniquís. Por otro lado, no sabría decir si han conseguido unos efectos menos salchicheros o si es que al sacarlos menos se nota menos su cutrez, probablemente sea una combinación de ambas cosas lo cual es un gran paso en este tipo de bodrios, además en bastantes escenas se ha renunciado a la sangre por CGI en favor de la de siempre, todo un acierto.

Como siempre, un despojo para disfrutar en compañía y, si fuera necesario, alucinógenos. Disfruten o vomiten.