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Críticas 47
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
17 de noviembre de 2007
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
El lema del autor de esta obra teatral, Edward Albee, queda bien patente en todo espectador capaz de resistir las acometidas de estas dos panteras de diferente sexo, en que se convierten, ante nuestros atónitos ojos, Richard Burton y Elizabeth Taylor. ¿Qué cuál era el lema? ¡Perdón, se me olvidaba!: "Convivir es sufrir" (y si además te aburres, ¡agárrate que vienen curvas!). Es esta, pues, una obra cargada de mala "milk", o seáse, "leche", y con más de una manía persecutoria por parte de ambos protagonistas, que, como supervivientes del naufragio matrimonial, casi tan tóxico (¡o tópico, qué más da!) como un tormento chino, dedicarán parte de su tiempo, o de sus noches, invitados incluídos, a planear su propia autodestrucción. Es una obra muy de autor, bien dirigida por Mike Nichols, de caracteres fuertes, separados y unidos por las diversas fuentes de ese dichoso "love", siempre tan maltratado y mal comprendido, y que por mor de las intrigas nocturnas a que siempre puede mover un exceso de alcohol, acaba por empozoñar la existencia del más pintado. ¡Los tacos de la obra son de órdago, así que es mucho más aconsejable escucharla en inglés y deleitarse con los subtítulos! Burton y Taylor son mastodónticos, sus interpretaciones son de chuparse los dedos. Ella ganó el Oscar, ¡él no!, pero se lo merecía con creces. George Segal y Sandy Dennis, los dos invitados, que, sin pretenderlo, se convierten en víctimas de la leonada situación que esgrimen Mr. Burton y Mrs. Taylor, salen del lío como pueden, pero con cierto tufillo a podrido también. Hay que verla con indulgencia, y como niños que no entienden a sus mayores. La música de Alex North es estupenda.
19 de noviembre de 2007
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los últimos grandes enfrentamientos cinematográficos de todos los tiempos: Charlton Heston y Rex Harrison. Miguel Ángel y Julio II enzarzados en una pugna de propósitos chantajeadores, extorsionistas, y casi casi amorales. Entre un Papa arbitrario y guerrero, y un genio descarado y desgarrador, se cuela este drama de altura, de altura artística, se entiende, puesto que la batalla campal que arman ambos con tres pares de..., nos arrastra, ¡nada más y nada menos!, que hasta el fresco gigantesco de la Capilla Sixtina. Hechos históricos paralelos, la concepción de la mayor obra de arte mural de la historia, y las causas perdidas de un Papa que coronó su reinado con guerras fratricidas y alguna que otra masacre hitleriana. Pero Heston es mastodóntico, el Miguel Ángel soñado. Y Harrison el más sutil e inolvidable de los capitostes que recorriera aquella curia Romana, a caballo entre el lujo de los Medici y el genio del Renacimiento. Carol Reed sigue paso a paso cada movimiento de los dos gigantes. La experiencia de la Sixtina es atroz. Parece un ajuste de cuentas con la historia del arte. Pero destila belleza por todos los poros. Una maravillosa música de Alex North complementa su monumentalidad. TIENE TODOS LOS ALICIENTES DEL HISTERISMO ARTÍSTICO. SI ME LA HUBIESE PERDIDO, ME REMORDERÍA LA CONCIENCIA.
17 de noviembre de 2007
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clark Gable madurito, pero todavía presa fácil de un público que siempre lo añoraba. No era ya el americano de "Camarada X", pero aún se permitió el lujo de jugar a los espías durante la II Guerra Mundial. Por tanto, se deja manipular a gusto por las consignas oficiales del alto mando, y, aunque siempre fuese algo cascarrabias y gruñón, le sale el lado tierno cuando, a pesar de todos los pesares que conllevaran los consabidos sustos y las persecuciones perpetradas por la ocupación alemana en casi toda Europa, aparece la sana chicarrona, sofisticada, guapa y listilla, para echarle el "cable a Mr. Gable" (nunca mejor dicho) La señora, para que le vamos a contar, es nada menos que Lana Turner. Y si hay en este film alguna escena memorable que resaltar es la de Miss Turner sentada sobre un piano (¡muy espía y muy cabaretera ella!) cantándole a los alemanes un "¡Johny come home...!", como para relamerse de gozo ¡Es una de esas secuencias de MGM para el recuerdo de los cinéfilos más cinéfilos. Y que yo sepa, fue la única vez que la inolvidable Milady de Winter cantó. Por lo demás, la trama es algo latosa. No llega a mantenernos en vilo. Y Victor Mature, que arrastra suspense final, que quiere a su "mamá" por encima de todo el apandilleo de la resistencia holandesa, nos ofrece una de sus peores interpretaciones. Es un film disparatado como lo son casi todos los de espionaje bélico. La patriotería yanqui o inglesa andaba invariablemente a la que salta. Pero no vamos a negar que siempre resultaba reconfortante que se le diera palos y más palos a Hitler y a su Mein Kampf. En fin que Mr. Gottfried Reinhardt hizo de toda esa masa otro pastel en Technicolor (la guinda, desde luego, fue la escenita del piano ya comentada). No le salió ni demasiado bien ni demasiado mal. Un granito de arena más. Y no se pudo quejar, por demás, ya que tener a mano a Lana Turner, ¡huuuum!, fue todo un lujazo. A veces los desmadres también apetecen, y si son de MGM, ¡mejor!
12 de enero de 2008
15 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mata-Hari

Greta Garbo fue una esfinge, jamás hubo en ella nada de esa frescura descocada que Marlene Dietrich repartía a diestro y siniestro. Fue gran actriz porque lo demostró en "Ninotchka" y "Camille". El resto de su filmografía son tropezones sin ton ni son, que explotaron su fatalidad frente al público absurdo que la encumbró. Era bellísima, pero marmórea. Hasta ambigua (como demostró en "La reina Cristina de Suecia") Sus poses de cine mudo, rozaron el ridículo y cayeron en él al llegar el sonoro. Pero oirla hablar en inglés sigue siendo un goce. Muchas la parodiaron. No fue jamás esa gran Garbo que nos han metido por las narices. Quizás hizo bien retirándose a tiempo del celuloide. Creó un mito que, visto hoy, no sirve. Esta Mata-Hari, firmada por un director al que ningún cinéfilo logra situar en el firmamento hollywoodense, recarga la leyenda de la Garbo, como una mantis-religiosa que devora, sin masticar demasiado, a ese mundo de mamarrachos masculinos de entonces: Ramón Novarro es un memo insoportable, y Lionel Barrymore un viejo militar atontado entre un amor sin pies ni cabeza y un caso de espionaje como para descuajaringarse de risa. El final es patéticamente risible. ¡De rechifla! ¡Ni los hermanos Marx! ¡La danza de la Garbo haría resaltar de colores vergonzantes a las danzarinas javanesas! Pero es un film curioso: vale la pena reírse de esa grotesca sociedad masculina que arrastró al mundo a la I Guerra Mundial. Mata-Hari, siendo grotesca también, se rió de todos. Se la cargaron, pero ella y la Garbo agravaron la atmósfera del esperpento. ¡Ojalá hubiesen existido más Mata-Haris como ella! ¡El mundo macho se lo merecía con creces! ¡Un hurra por Greta Garbo!- Pablo García del Pino
17 de noviembre de 2007
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Manuel Gutiérrez Aragón roza la "perfección deificada". Una España de posguerra presidida por la opulencia de los vencedores y la miseria de los perdedores. Dos reinas de la interpretación, Angela Molina y Ana Belén, debatiéndose entre la más absurda de las pasiones por el hombre equivocado. Un niño las maneja, y una abuela marimandona (estupenda Encarna Paso), que ya chocheara con el hijo, hace lo propio con el nieto. En aquel mundo de estraperlistas todo encaja perfectamente, hasta el "bayón" de Ana, que azota a los españolitos de entonces bajo pena de excomunión. Angela y Ana nunca estuvieron mejor. ¡La España de Franco nos flagela de nuevo! La Molina se rebela, nos deja patidifusos con sus reacciones y sus ojos llorosos, casi inyectados en sangre. La Belén, con un escotado traje negro, que nos recuerda al de Ingrid Bergman en “Arco de triunfo”, empuña el revolver mejor que un ganster, se revuelve como una serpiente (¡es como un delirio a lo Gloria Grahame o a lo Ruth Roman!), ¡¡y dispara!! ¡Su mirada es genial! ¡Fue un exitazo en su momento! Toda Europa se regodeó con ella. ¡Inolvidable! Revivirla es gozarla hasta el delirio.
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