Coy (Carmelo Gómez), marinero sin barco debido a un accidente de navegación, conoce en una subasta de artículos navales a Tánger (Aitana Sánchez Gijón). Ella, junto con el italiano Palermo, pujarán para obtener el Atlas Marítimo de Urrutia; que les conducirá hasta el Dei Gloria: bergantín hundido en aguas de Cartagena y que transportaba un enigmático secreto.
Aun sigue fresca en la memoria del espectador la reciente “Alatriste”, película, asimismo basada en novelas de Arturo Pérez Reverte, tal y como la que nos ocupa. Aún sigue fresca en la memoria del mundo cinematográfico español los más de catorce millones de euros de recaudación que aquella tuviera, sacando por cinco semanas consecutivas al séptimo arte nacional de la mas gris de las mediocridades. Pero aquella frescura, se ha vuelto a perder y quien viera en “La carta esférica” una continuidad de éxito y expectativas está completamente equivocado.
Nos hallamos ante un nuevo quiero y no puedo en las pantallas. Una película con los ojos puestos en las páginas de Robert L. Stevenson, Herman Meville y Joseph Conrad, fuente de inspiración de Pérez Reverte y en “El mundo en sus manos”, “Rebelión a bordo” y “La mujer pirata” iconos cinematográfico de Uribe; que se queda reducido a un librito de Tintín interpretado por Mortadelo y Filemón.
La realidad es una película a cuatro bandas en la que se juega al ratón y al gato, sin que el espectador tenga muy claro quién es quién. Una película plana de argumento, perdida en elucubraciones que avanzan en contra del propio sentido de la película; con personajes vagamente vislumbrados y puerilmente interpretados; a excepción de un Carmelo Gómez que a ratos sabe aprovecharse del atractivo de ser el títere de una lucha material cuando su objetivo no es otro que una sirena. Una película de novatos en la que las cosas ocurren porque sí, sin que se vea un hilo conductor; donde el pseudo-romance de los protagonistas es tan barato y fútil como las escenas de una Aitana pechos al aire, gritona, de brincos convulsionados y cabellos mojados (de algo hay que vivir Aitana, ¿verdad?). Obra de devaneos abyectos, secuencias recurrentes y misterios que no enganchan.
Una película en la que, en definitiva, nadie se ha preocupado por la película; y a estas alturas, Uribe, reconoce que esos errores se pagan.

1.- Crucero cachondo de super-gays

2.- Protagonista conocido que embarca para superar sus traumas y se enamora de una buenorra que cree que él, obviamente, es gay

3.- Escenitas "calentorras" del tipo: ¿mira, te gusta mi nuevo sujetador? o, ¿tu crees que este mini-mini-mini-mini vestido me hace gorda?, con el consecuente "empalme" ocultado por el protagonista

4.- Congas, canciones, camisas hawaianas y mucho "desfase" del tipo: jooooder colega como mooooolaaaaa

Esto mezclado a partes iguales con la estupidez, el "humor" de parbulario (caca, culo, pedo, pis), el histroinismo de quien tanto nos emocionara en "Hombres de honor" (Pero Cuba, hijo, qué te ha pasado!!!) conforma la receta "Boat Trip"

Consejos de utilización para quienes ya tienen en sus retinas las imágenes de la película: dejar enfriar en el balcón, a ver si con un poco de suerte se nos borra de la memoria

Consejos de utilización para quienes aún no hayan paladeado esta "delicatessen": NO INGERIR SIN RECETA MÉDICA Y CON LA SUPERVISIÓN, SIEMPRE, DE UN ADULTO...

Hay películas que ves una y mil veces y no te cansan; otras que las ves un par de ellas y ya no aguantan mas visionados; pero hay otras que temes volver a ver. "Campeón" es una de ellas.

Cuando la ví hace unos cuantos años, me emocionó, me involucró, me enganchó y me hizo llorar. Todavía veo el cartel y oigo al pequeño Ricky decir "campeón" una y otra vez.

Pero leyendo el resto de los comentarios, quizá ni la película es tan buena, ni el niño tan rico, ni el padre tan rastrero, ni la historia merecedora de tantas lágrimas. Quizá sí, no lo se.

Lo que ocurre es que, como he dicho en otras ocasiones, la magnitud de una película no se mide en efectos especiales, prespuestos, renombre de protagonistas, directores y demás. Las películas se miden por lo que despiertan en tí, y mi ocho es porque en su momento despertó emociones que aún hoy recuerdo perfectamente.

Quizá la vuelva a ver y me dé cuenta que el notable corresponde a una sensiblonería de juventud, o quizá la vea de nuevo y me reafirme en la belleza que encontré en ella hace tantos años.

Hoy por hoy Voight, Dunaway y Shroder me merencen mi más caluroso notable.

Solas…

La soledad no es un sentimiento, es un pesado lastre que soportan las almas lo suficientemente valientes como para reconocerlo; y nombrarlo.

Solas…

La vida no es siempre tal y como la planeábamos mientras jugábamos con la “Barbie”, colmándola de todo aquello que siempre quisimos tener.

Solas…

De pronto te miras en el espejo y has palidecido; ya no reconoces tu cara. No sabes bien lo que pasa, pero ese reflejo te da miedo, te aterra esa triste mirada, esa boca deseosa de gritar a los cuatro vientos “sálvame, sabes que ésta no soy yo… ni lo fui ni lo quiero ser jamás”

Solas…

Un fragmento sencillo, cruel y evocador de una vida. Una flor que crece dentro de las espinas de un cactus verde.

Solas…

Un silencio litúrgico al acabar la proyección… Un patio de butacas enmudecido ante la belleza… Corazones que durante 98 minutos latieron a la vez…

Solas…

Un gran éxito, y la realidad, como trovaba el cantautor, de que siempre habrá quién se parta en dos, en cada despedida…

No estarás sola…

El padre de la familia (Henry Fonda) siempre ha trabajado en Oregón, como maderero en sus inóspitas montañas. Siempre ha sido un hombre duro y trabajador, sin acogerse a los devaneos ni conveniencias de los sindicatos. Pero cuando éstos comienzan a crear problemas en el valle, la vida de su familia se empezará a complicar, al tiempo que luchará por enseñar a los suyos el coraje y la honradez con la que han de regir sus vidas.

Película bastante desconocia para el público, a la que tuve acceso hace dos o tres años en una de mis madrugadas insomnes, que me dejó un buen sabor de boca.

Alejada de los tópicos Hollywoodienses de la época, estamos ante una película que premonitoriamente habla de la falta de comunicación en las personas, del contraste existente entre muchas zonas de la tierra - la diferencia abismal entre la riqueza y la pobreza-, el ataque industrializado al bosque y en definitiva el amparo de la sociedad americana a seres cavernícolas, incultos y misóginos.

El nombre de la película me ha costado recordarlo- más bien me he tenido que ayudar de mi querido "google", porque mi memoria no me secundaba en el esfuerzo- de lo que no me podré olvidar nunca es de la última escena de la película, alejada con toda crueldad y realidad de los finales "made in América".