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Críticas ordenadas por utilidad
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6
26 de septiembre de 2020
26 de septiembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuperada en Filmin tras el estreno tardío de Knight of Cups en el reciente y capado festival de San Sebastián, pertenece a la época digital y algo temblona de Terry Malick, donde filma rodeado de estrellas que quieren aparecer en sus larguísimas disquisiciones impresionistas y filosóficas, rodeados de sus elementos indelebles: agua, steady cam, grandes angulares, la fotografía excelsa de Lubezki, arquitectura de vanguardia, voz en off... Y montaje obsesionante, donde al director especialista en Heidegger, no le importa cortar toda la participación de Chistopher Nolan en este caso.
Mientras teje una levísima ¿historia? de dos parejas con amantes intercambiadas donde aparecen una mujeres tan bellas, tan tenues, tan delgadas y tan rubias, que parecen todas la misma. Y mete una levísima banda sonora, una de las características de Malick, con más de 50 canciones que aparecen en ráfagas de unos pocos segundos, mientras unos que pasaban por allí, Iggy Pop, Pattie Smith, Val Kilmer... hacen unos cameos como les viene en gana. Claro que en una película sin guion como esta, tampoco desentonan mucho.
Dos horas que dan para mucho, la versión original era de ocho, para asomarse a su universo truncado, a sus elucubraciones chuecas en torno al amor, la compasión y la piedad, la futilidad de la vida, el glamour estúpido del show business, y el vacío mental de divos como Michael Fassbender cuando le dejan a su aire delante de una cámara que te sigue como un chihuahua con síndrome de abstinencia. Pero aquí, la reiteración de elementos acaba tejiendo un tapiz de finísimos y deslumbrantes relieves.
Hasta el mejor escribano echa un borrón. Pero un borrón de una paleta maravillosa.
alfonso
Mientras teje una levísima ¿historia? de dos parejas con amantes intercambiadas donde aparecen una mujeres tan bellas, tan tenues, tan delgadas y tan rubias, que parecen todas la misma. Y mete una levísima banda sonora, una de las características de Malick, con más de 50 canciones que aparecen en ráfagas de unos pocos segundos, mientras unos que pasaban por allí, Iggy Pop, Pattie Smith, Val Kilmer... hacen unos cameos como les viene en gana. Claro que en una película sin guion como esta, tampoco desentonan mucho.
Dos horas que dan para mucho, la versión original era de ocho, para asomarse a su universo truncado, a sus elucubraciones chuecas en torno al amor, la compasión y la piedad, la futilidad de la vida, el glamour estúpido del show business, y el vacío mental de divos como Michael Fassbender cuando le dejan a su aire delante de una cámara que te sigue como un chihuahua con síndrome de abstinencia. Pero aquí, la reiteración de elementos acaba tejiendo un tapiz de finísimos y deslumbrantes relieves.
Hasta el mejor escribano echa un borrón. Pero un borrón de una paleta maravillosa.
alfonso

6.0
2,151
5
26 de junio de 2020
26 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera salida de Japón del director más japonés constituye un pequeño fracaso y un atracón de egos revueltos para los franceses, tan pagados de sí mismos. No digamos ya de la actriz principal, Catherine Deneuve quintaesencia de todos los tics de las actrices que se creen divas, es decir, la totalidad, pero en el más depurado estilo gabacho.
Detrás de una actriz no hay más que impostura, son juguetes que ellas mismas rompen y personajes que solo ellas ven y a menudo, como Drácula, no se reflejan en el espejo. Y no saben que no lo saben. La Binoche no escapa al prototipo pero es inmensa. Como para prestarse al juego de un director especialista en familias y en niños que derrapa agradeciendo los favores de Cannes.
Historia de dos mujeres, madre e hija, dentro del rodaje de una película en que la diva no envejece, -¡caramba!- y que se dicen varias cosas desagradables entre toma y toma, con unos hombres a su alrededor que no alcanzan ni la categoría de florero.
Una lástima de borrón en una carrera que había, no obstante, entrado en cierta decadencia.
O sea, cien dentro del cine, género ciencia ficción; sobre divas, francesas, y con el eterno e inevitable conflicto entre madre e hija. Puro cine. De terror.
alfonso
Detrás de una actriz no hay más que impostura, son juguetes que ellas mismas rompen y personajes que solo ellas ven y a menudo, como Drácula, no se reflejan en el espejo. Y no saben que no lo saben. La Binoche no escapa al prototipo pero es inmensa. Como para prestarse al juego de un director especialista en familias y en niños que derrapa agradeciendo los favores de Cannes.
Historia de dos mujeres, madre e hija, dentro del rodaje de una película en que la diva no envejece, -¡caramba!- y que se dicen varias cosas desagradables entre toma y toma, con unos hombres a su alrededor que no alcanzan ni la categoría de florero.
Una lástima de borrón en una carrera que había, no obstante, entrado en cierta decadencia.
O sea, cien dentro del cine, género ciencia ficción; sobre divas, francesas, y con el eterno e inevitable conflicto entre madre e hija. Puro cine. De terror.
alfonso

6.1
2,862
6
22 de enero de 2020
22 de enero de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La segunda estrella se la gana por el interés de la historia, no por la forma en que está contada, con lagunas en los personajes, sobre todo en aquellos que la corresponsal quería hacer destacar, los peatones de la historia, en este caso además atropellados.
Marie Colvin quería hacernos ver la crueldad de la guerra, el coste humano de esos conflictos de baja-media intensidad que las grandes potencias y las no tan grandes riegan por todo el planeta. Creía que era fundamental, a pesar de jugarse la vida, que el público desayunase con el coste insufrible de los conflictos. Se creía, en fin, su propia coartada.
Lo más que algunos, solo algunos, llegamos a entrever en sus crónicas, en su variada panoplia de horrores, era que Mugabe era un sátrapa igual que Obiang; que los budistas de Sri Lanka eran tan asesinos como cualquier otros; que Gadafi era un payaso siniestro halagado por los estadistas europeos con sus regalos de caballos y su pelotón de guardaespaldas femeninas vírgenes.
Que los compromisos, los pactos y los acuerdos valen menos en política que un abrazo en la Moncloa, como han aprendido los kurdos y el fantasmal Ejército Libre de Siria, traicionados en Homs, donde perdió la vida.
Acabó alcohólica, tuerta, fumadora empedernida, casada dos veces con la misma piedra... Y muerta, claro.
Otros, algunos, acabamos más cínicos que nunca, seriamente aficionados al gin tonic, a apagar la televisión cada vez que emiten las noticias y a seguir leyendo de soslayo sobre los conflictos internacionales.
alfonso
Marie Colvin quería hacernos ver la crueldad de la guerra, el coste humano de esos conflictos de baja-media intensidad que las grandes potencias y las no tan grandes riegan por todo el planeta. Creía que era fundamental, a pesar de jugarse la vida, que el público desayunase con el coste insufrible de los conflictos. Se creía, en fin, su propia coartada.
Lo más que algunos, solo algunos, llegamos a entrever en sus crónicas, en su variada panoplia de horrores, era que Mugabe era un sátrapa igual que Obiang; que los budistas de Sri Lanka eran tan asesinos como cualquier otros; que Gadafi era un payaso siniestro halagado por los estadistas europeos con sus regalos de caballos y su pelotón de guardaespaldas femeninas vírgenes.
Que los compromisos, los pactos y los acuerdos valen menos en política que un abrazo en la Moncloa, como han aprendido los kurdos y el fantasmal Ejército Libre de Siria, traicionados en Homs, donde perdió la vida.
Acabó alcohólica, tuerta, fumadora empedernida, casada dos veces con la misma piedra... Y muerta, claro.
Otros, algunos, acabamos más cínicos que nunca, seriamente aficionados al gin tonic, a apagar la televisión cada vez que emiten las noticias y a seguir leyendo de soslayo sobre los conflictos internacionales.
alfonso

5.9
1,868
8
21 de enero de 2020
21 de enero de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"¿Cuánto tiempo llevamos juntos, seis años? Decir juntos es demasiado, yo diría que tenemos una relación deconstruida". Si no fuera en una película de Assayas y la frase no la hubiera pronunciado la Binoche, la pedrada era para salir en Youtube en boca de Savater, el filósofo de guardia bajo los luceros de Vox.
Editores, autores, especialistas en digital, actores... cruzan sus ideas sobre Internet y el mundo de la edición en una película rodada en 2018 que ya suena a viejo. Así, se lanzan estadísticas obsoletas sobre el ebook, sobre palabras claves en los titulares de los periódicos, sobre algoritmos para encajar best sellers según consumo, el triunfo de las novelas "románticas" en kindle, el declive del periodismo... Todas cosas ya casi muertas, sin prever paradójicamente la muerte de la privacidad y el auge del Gran Hermano, no solo en Tele5, sino en la ciber vigilancia mundial. Tampoco hablan del populismo, el hermano trucho de la globalización digital, primo carnal del culto al megusta y los influencers.
Hablan sin parar sobre el plagio y la autoficción -escribir sobre uno mismo disfrazando lo mínimo-, y eso que los franceses practican con la mayor elegancia, las dobles parejas de amantes y espos@s y en definitiva, sobre la identidad, que como el espíritu santo solo existe en mentes retorcidas de pederastas en ciernes.
Como siempre Assayas echa un borrón, aquí con un final edulcorado de tres meses de gestación que promete un rayo de esperanza a los indigentes sentimentales del mundo.
Sin reparar en lo más sencillo, que todo lo que no es autobiografía es plagio.
alfonso
Editores, autores, especialistas en digital, actores... cruzan sus ideas sobre Internet y el mundo de la edición en una película rodada en 2018 que ya suena a viejo. Así, se lanzan estadísticas obsoletas sobre el ebook, sobre palabras claves en los titulares de los periódicos, sobre algoritmos para encajar best sellers según consumo, el triunfo de las novelas "románticas" en kindle, el declive del periodismo... Todas cosas ya casi muertas, sin prever paradójicamente la muerte de la privacidad y el auge del Gran Hermano, no solo en Tele5, sino en la ciber vigilancia mundial. Tampoco hablan del populismo, el hermano trucho de la globalización digital, primo carnal del culto al megusta y los influencers.
Hablan sin parar sobre el plagio y la autoficción -escribir sobre uno mismo disfrazando lo mínimo-, y eso que los franceses practican con la mayor elegancia, las dobles parejas de amantes y espos@s y en definitiva, sobre la identidad, que como el espíritu santo solo existe en mentes retorcidas de pederastas en ciernes.
Como siempre Assayas echa un borrón, aquí con un final edulcorado de tres meses de gestación que promete un rayo de esperanza a los indigentes sentimentales del mundo.
Sin reparar en lo más sencillo, que todo lo que no es autobiografía es plagio.
alfonso
4 de enero de 2020
4 de enero de 2020
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cabría imaginarse una historia totalmente falseada. Por ejemplo la del atentado de Carrero Blanco en que el comando volara a un cabo primero que pasaba por allí y acabara en la cárcel, tras dos horas de tediosas y larguísimas escenas, entre colores pastel y música sesentera. Además con un guión estúpido que solamente en el minuto 160 nos hablara de las motivaciones de la banda paranormal de hippies estrafalarios, comandados por un Charles Mason de opereta.
Es la primera vez que Tarantino produce su propia película sin los Wenstein de Miramax colgados a modo de trofeo por el Me2. Por cierto, deberían haber leído antes de haber tenido contacto con el bicho para promocionar sus carreras en gran parte de los casos, el magnífico libro de Peter Biskind, Moteros salvajes, toros tranquilos, publicado en 1998.
Y ya sin freno, los excesos de un director tendente al postureo y a epatar al respetable y engatusar a los adolescentes poco respetables quedan brutalmente al descubierto.
Por supuesto el insoportable Di Caprio sobreactua preñado de tics, mal acompañado por Brad Pitt especialista en papeles macarras cuando el director no le marca territorio e (im)posturas.
En definitiva dos horas y media aburridas, de música ramplona, estética colorinista, planos contrapicados y discurso falsario para perpetrar una estafa de la calidad y el empaque de un trilero del Rastro. Aunque estos tienen más tronío.
alfonso
Es la primera vez que Tarantino produce su propia película sin los Wenstein de Miramax colgados a modo de trofeo por el Me2. Por cierto, deberían haber leído antes de haber tenido contacto con el bicho para promocionar sus carreras en gran parte de los casos, el magnífico libro de Peter Biskind, Moteros salvajes, toros tranquilos, publicado en 1998.
Y ya sin freno, los excesos de un director tendente al postureo y a epatar al respetable y engatusar a los adolescentes poco respetables quedan brutalmente al descubierto.
Por supuesto el insoportable Di Caprio sobreactua preñado de tics, mal acompañado por Brad Pitt especialista en papeles macarras cuando el director no le marca territorio e (im)posturas.
En definitiva dos horas y media aburridas, de música ramplona, estética colorinista, planos contrapicados y discurso falsario para perpetrar una estafa de la calidad y el empaque de un trilero del Rastro. Aunque estos tienen más tronío.
alfonso
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