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7.4
57,584
10
15 de abril de 2009
15 de abril de 2009
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
No pertenece al género fantástico, y sin embargo, desde el momento en que Evelyn (Kathy Bates) escucha con arrobamiento el sonido de un tren que sólo puede existir en su mente (porque luego nos enteramos de que el tren ya no pasa por ese lugar), encantadores, dulces fantasmas del pasado parecen invadir el filme y la vida de la ya mencionada Evelyn. No en vano el compositor Thomas Newman, quien compuso la banda sonora, intituló GHOST TRAIN, "Tren Fantasma", a la melodía que acompaña los títulos iniciales.
Los recuerdos que todo ser humano lleva consigo, en efecto, tal vez sean sobre todo precisamente eso: un vehículo que nos trae de vuelta hechos y personas del pasado y los retiene mucho después de que ya se han ido. Y los trae de una manera muy especial, porque los defectos de la gente (sobre todo de los que que ya han muerto) parecen más pequeños y triviales a muchos años de distancia, como si sus almas se hubieran despojado de una pesada carga.
Este filme de Jon Avnet (a quien pedimos que dirija más filmes como éste y se abstenga de producir engendros como la horrorosa CAPITAN SKY Y EL MUNDO DEL MAÑANA) de alguna manera se centra en todo esto y en el poder de algunas historias sobre el espíritu humano. En este caso son las historias acerca de Idgy y Ruth, que en el libro de Fannie Flagg en que se basa el guión estaban unidas por una relación lesbiana si no estoy mal informado, pero que aquí, a gusto del espectador, podrían estar unidas simplemente por una inmensa amistad. En cualquier caso, el tema central de la película no es la relación entre dos personas de un mismo sexo, ni intenta polemizar al respecto.
Idgy y Ruth llegan a Evelyn a través de los relatos de una anciana a la que conoce por casualidad, mientras junto con su esposo visita a una parienta política no muy dócil ni amigable. En el fondo, Evelyn está sola. Padece tal vez la más triste de las soledades, la que se sufre estando incluso en compañía de otros. Poco a poco, eso irá cambiando. Incluso estando solo puede uno no sentirse solo. Se puede estar con Dios, con dulces e invisibles presencias como esos queribles fantasmas que llegan hasta Evelyn a través de la anciana o, simplemente, con uno mismo.
Cosa enigmática y maravillosa es el espíritu humano. Cosa sorprendente y mágica, una auténtica aventura en la que todo es posible, es la vida. Esta increíblemente bella película nos recuerda todo eso.
Los recuerdos que todo ser humano lleva consigo, en efecto, tal vez sean sobre todo precisamente eso: un vehículo que nos trae de vuelta hechos y personas del pasado y los retiene mucho después de que ya se han ido. Y los trae de una manera muy especial, porque los defectos de la gente (sobre todo de los que que ya han muerto) parecen más pequeños y triviales a muchos años de distancia, como si sus almas se hubieran despojado de una pesada carga.
Este filme de Jon Avnet (a quien pedimos que dirija más filmes como éste y se abstenga de producir engendros como la horrorosa CAPITAN SKY Y EL MUNDO DEL MAÑANA) de alguna manera se centra en todo esto y en el poder de algunas historias sobre el espíritu humano. En este caso son las historias acerca de Idgy y Ruth, que en el libro de Fannie Flagg en que se basa el guión estaban unidas por una relación lesbiana si no estoy mal informado, pero que aquí, a gusto del espectador, podrían estar unidas simplemente por una inmensa amistad. En cualquier caso, el tema central de la película no es la relación entre dos personas de un mismo sexo, ni intenta polemizar al respecto.
Idgy y Ruth llegan a Evelyn a través de los relatos de una anciana a la que conoce por casualidad, mientras junto con su esposo visita a una parienta política no muy dócil ni amigable. En el fondo, Evelyn está sola. Padece tal vez la más triste de las soledades, la que se sufre estando incluso en compañía de otros. Poco a poco, eso irá cambiando. Incluso estando solo puede uno no sentirse solo. Se puede estar con Dios, con dulces e invisibles presencias como esos queribles fantasmas que llegan hasta Evelyn a través de la anciana o, simplemente, con uno mismo.
Cosa enigmática y maravillosa es el espíritu humano. Cosa sorprendente y mágica, una auténtica aventura en la que todo es posible, es la vida. Esta increíblemente bella película nos recuerda todo eso.

6.4
615
10
15 de noviembre de 2011
15 de noviembre de 2011
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1948 Giovanni Guareschi escribía un libro maravilloso, grande en calidad aunque su estilo tuviera una sencillez acorde con su temática, y que hoy en día no es debidamente valorado. DON CAMILO, que de él hablamos, ilustraba con gran humor y humanidad la vida en los pueblitos campesinos de las orillas del Po, donde ni siquiera las querellas entre vecinos eran para tomarse muy a la tremenda. Cuatro años más tarde, el director Julien Duvivier llevaría al celuloide las historias incluidas en dicho libro, al que seguirían otros, igualmente trasladados a la pantalla grande.
En el rol protagónico tenemos al genial comediante Fernandel en el que se convertiría sin duda en su papel más recordado, el Don Camilo del título, un cura de enorme fe y espíritu cristiano, pero de métodos poco ortodoxos e involucrado en política pueblerina. La misma lo enfrenta a un alcalde comunista, Pepón (Gino Cervi), buen hombre a su manera, pero rudo y obstinado (entre otros defectillos). Y mediando entre otros está el Cristo crucificado del altar mayor de la iglesia (voz en off de Ruggero Ruggeri), quien no deja pasar la menor falta a Don Camilo, quien después de todo es su siervo y debe hacerlo quedar bien, aunque el partido rojo, por ateo, parezca oler un tanto a azufre. En torno a ellos giran las vicisitudes de los demás habitantes del pueblo, enrolados en el bando del cura o en el del alcalde y por lo tanto tan ferozmente enfrentados como ellos, pero aliados cuando la situación lo requiere.
La película no respeta el orden de los episodios tal como aparecen en el libro, pero a nadie le importa y quizás muy pocos lo hayamos advertido, porque lo que realmente importa es que se ha captado el espíritu de la obra, cosa que no puede decirse del filme que sobre el mismo personaje se hizo en 1983 con Terence Hill como Don Camilo. Quien por momentos se sature del efectismo aturdidor de Hollywood y busque algo diferente, encontrará en DON CAMILO un retrato de tiempos mucho más tranquilos que éstos que corren y, por consiguiente, será como un remanso de paz para su alma.
En el rol protagónico tenemos al genial comediante Fernandel en el que se convertiría sin duda en su papel más recordado, el Don Camilo del título, un cura de enorme fe y espíritu cristiano, pero de métodos poco ortodoxos e involucrado en política pueblerina. La misma lo enfrenta a un alcalde comunista, Pepón (Gino Cervi), buen hombre a su manera, pero rudo y obstinado (entre otros defectillos). Y mediando entre otros está el Cristo crucificado del altar mayor de la iglesia (voz en off de Ruggero Ruggeri), quien no deja pasar la menor falta a Don Camilo, quien después de todo es su siervo y debe hacerlo quedar bien, aunque el partido rojo, por ateo, parezca oler un tanto a azufre. En torno a ellos giran las vicisitudes de los demás habitantes del pueblo, enrolados en el bando del cura o en el del alcalde y por lo tanto tan ferozmente enfrentados como ellos, pero aliados cuando la situación lo requiere.
La película no respeta el orden de los episodios tal como aparecen en el libro, pero a nadie le importa y quizás muy pocos lo hayamos advertido, porque lo que realmente importa es que se ha captado el espíritu de la obra, cosa que no puede decirse del filme que sobre el mismo personaje se hizo en 1983 con Terence Hill como Don Camilo. Quien por momentos se sature del efectismo aturdidor de Hollywood y busque algo diferente, encontrará en DON CAMILO un retrato de tiempos mucho más tranquilos que éstos que corren y, por consiguiente, será como un remanso de paz para su alma.

6.2
73,569
1
5 de abril de 2009
5 de abril de 2009
30 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Ay, mi madre!... Parecía que luego de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS este buen señor llamado Peter Jackson no podría seguir torturando espectadores, o por lo menos a este espectador. King Kong nunca me atrajo de manera particular, como sí ocurrió con Frodo y sus amigos. Por consiguiente, esta película, creía yo, daría cuando menos para un 3 ó un 4.
Qué va. Alguien debería haberle dicho a Jackson que en KING KONG la estrella es un mono gigantesco, y que a él es a quien los espectgadores quieren ver. El no lo tuvo en cuenta, y en primer lugar tenemos la mitad inicial, que jamás logré ver completa, porque cuantas veces lo intenté me ocurrió algo que rara vez suele ocurrirme con una película, por mala que ésta sea: me dormí. En esa primera mitad, interminable, Jackson presenta a los personajes, cuyas historias personales ni de lejos pueden competir con la del gorila tamaño familiar, la única que realmente interesaría en una película que lleve su nombre; y sigue a continuación el viaje en barco hasta la isla donde mora el simio de marras, plagado de accidentes, pero por desgracia ninguno fatal, como para adelantar el bienvenido happy end mediante un glorioso, magnífico naufragio. Como es sabido, luego de lo que parecen incontables siglos y varios kilómetros de celuloide, los personajes llegan a una isla desconocida, lo que nos lleva al segundo tramo de la película. Lo que sigue al menos no es tan aburrido, pero no se sabe si reír o llorar.
Qué va. Alguien debería haberle dicho a Jackson que en KING KONG la estrella es un mono gigantesco, y que a él es a quien los espectgadores quieren ver. El no lo tuvo en cuenta, y en primer lugar tenemos la mitad inicial, que jamás logré ver completa, porque cuantas veces lo intenté me ocurrió algo que rara vez suele ocurrirme con una película, por mala que ésta sea: me dormí. En esa primera mitad, interminable, Jackson presenta a los personajes, cuyas historias personales ni de lejos pueden competir con la del gorila tamaño familiar, la única que realmente interesaría en una película que lleve su nombre; y sigue a continuación el viaje en barco hasta la isla donde mora el simio de marras, plagado de accidentes, pero por desgracia ninguno fatal, como para adelantar el bienvenido happy end mediante un glorioso, magnífico naufragio. Como es sabido, luego de lo que parecen incontables siglos y varios kilómetros de celuloide, los personajes llegan a una isla desconocida, lo que nos lleva al segundo tramo de la película. Lo que sigue al menos no es tan aburrido, pero no se sabe si reír o llorar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Es tal la exageración, que lo que a priori podría ser más ionteresante (y lo es en sus inicios, como ya se ha dicho) termina saturando y provocando más tedio. Insectos gigantescos que vaya uno a saber con qué se alimentaron todo ese tiempo, encuentran a los protagonistas y de común acuerdo procuran deglutírselos en malvada confabulación; una increíble carrera del elenco entre las patas elefantinas de gigantescos dinosaurios saurópodos que huyen en estampida; la lucha de Kong contra tres tiranosaurios que al parecer son caprichosos y tienen poco apetito, ya que aunque el gran gorila representa sin duda un buen banquete para cualquier carnívoro de buen tamaño, se empeñan una y otra vez en devorar a la chica que lleva en la mano y a nadie más que ella.
Pero el premio mayor a la estupidez corresponde por derecho propio a una escena en la que Kong y uno de los tiranosaurios se balancean, no sobre una tela de una araña como los célebres elefantes de la canción, sino sobre unas lianas en las que han quedado enredados y que deben tener la resistencia cuando menos de las telarañas de Spiderman. Diez puntos a la inteligencia del tiranosaurio, prodigiosa por cierto, que lo lleva a tomar envión, enredado en dichas lianas, en un intento por alcanzar a Naomi Campbell que sigue en la mano de Kong y que, insistimos, debe resultarle especialmente apetitosa.
Y la notabilísima inteligencia de este infortunado animal condenado a seguir hambriento es lo más notable del filme. De más está decir que la de guionistas y director brilla por su ausencia.
Pero el premio mayor a la estupidez corresponde por derecho propio a una escena en la que Kong y uno de los tiranosaurios se balancean, no sobre una tela de una araña como los célebres elefantes de la canción, sino sobre unas lianas en las que han quedado enredados y que deben tener la resistencia cuando menos de las telarañas de Spiderman. Diez puntos a la inteligencia del tiranosaurio, prodigiosa por cierto, que lo lleva a tomar envión, enredado en dichas lianas, en un intento por alcanzar a Naomi Campbell que sigue en la mano de Kong y que, insistimos, debe resultarle especialmente apetitosa.
Y la notabilísima inteligencia de este infortunado animal condenado a seguir hambriento es lo más notable del filme. De más está decir que la de guionistas y director brilla por su ausencia.

7.3
9,639
10
12 de abril de 2009
12 de abril de 2009
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí una auténtica rareza de adaptación: la película es superior al libro. Huston, en efecto, no sólo juega hábilmente con el misterio haciendo que desde el inicio el espectador sienta curiosidad por ver al famoso capitán Ahab del que tanto se habla y del que al principio se nos muestra poco (sobre todo se oye su célebre pata de palo), sino que, además, insufla gradualmente a su filme un estremecedor clima tétrico de presagios oscuros y desastres velados que estaba ausente en la obra de Melville.
Hablar del capitán Ahab inevitablemente es imaginar a ese Gregory Peck de mirada pétrea, que expresa poco y sobre todo, rabia y ansias de venganza, que este filme ha legado a la posteridad. Ahab es Peck. Nadie podrá desplazarlo de ese rol. Cualquier otro sería una mala imitación.
Tan fascinante como Ahab resulta Moby Dick, a la vez inocente cetáceo y pesadillesco monstruo de las profundidades. También él, por muy nombrado, despierta la curiosidad. Todos alguna vez hemos visto ballenas en los documentales. Pero queremos ver a ésta. No hay otra igual. En el momento en que emerge, maravilloso y terrible, nos embargan a la vez la admiración y el miedo. Ni los dinosaurios de Jurassic Park nos harán sentir algo así, tal vez porque un dinosaurio en definitiva es idéntico a cualquier otro dinosaurio de su misma especie. En cambio, no hay nada igual ni parecido a Moby Dick, la Ballena Blanca, que prácticamente ha enloquecido a Ahab.
Por Dios, que ni se les ocurra hacer una remake de este filme. No hay nada igual ni parecido a Moby Dick, dijimos más arriba. Lo decimos también por la película.
Hablar del capitán Ahab inevitablemente es imaginar a ese Gregory Peck de mirada pétrea, que expresa poco y sobre todo, rabia y ansias de venganza, que este filme ha legado a la posteridad. Ahab es Peck. Nadie podrá desplazarlo de ese rol. Cualquier otro sería una mala imitación.
Tan fascinante como Ahab resulta Moby Dick, a la vez inocente cetáceo y pesadillesco monstruo de las profundidades. También él, por muy nombrado, despierta la curiosidad. Todos alguna vez hemos visto ballenas en los documentales. Pero queremos ver a ésta. No hay otra igual. En el momento en que emerge, maravilloso y terrible, nos embargan a la vez la admiración y el miedo. Ni los dinosaurios de Jurassic Park nos harán sentir algo así, tal vez porque un dinosaurio en definitiva es idéntico a cualquier otro dinosaurio de su misma especie. En cambio, no hay nada igual ni parecido a Moby Dick, la Ballena Blanca, que prácticamente ha enloquecido a Ahab.
Por Dios, que ni se les ocurra hacer una remake de este filme. No hay nada igual ni parecido a Moby Dick, dijimos más arriba. Lo decimos también por la película.
9
20 de junio de 2011
20 de junio de 2011
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La reposición de esta serie por TCM me concedió la oportunidad de evaluarla debidamente, ya que debo admitir que ni en mi niñez ni adolescencia le presté atención. Y debo reconocer que es mucho mejor de lo que imaginaba, aunque en ello influye que las películas y series actuales sobre invasores extraterrestres son auténticos fiascos. Es cierto que no se entiende bien por qué estos extraterrestres, poseedores de una tecnología mucho más avanzada que la nuestra complican tanto una invasión que podría resultarles sencillísima (podría haber una explicación potable, que examinaremos enseguida). También resulta tentador preguntarse de qué vive el protagonista, David Vincen (Roy Thinnes)t, ya que dedica todo su tiempo a alertar al resto del mundo, con poco éxito, de las intenciones de estos invasores, sin que se lo vea ejercer su profesión de arquitecto. Esos son puntos dudosos que no podemos soslayar.
Sin embargo, tiene otros dos tantos a favor. Uno se refiere a la apariencia de estos extraterrestres. Los de AVATAR eran lindos porque eran los buenos de la película, pero siempre que los alienígenas la juegan de malvados, su apariencia suele ser inevitablemente monstruosa. Aquí, tal vez porque la serie data de tiempos en los que los efectos especiales y el maquillaje no producían monstruos muy creíbles (pero sea por la causa que sea, bienvenido sea que se haya dejado de lado, por una vez, tanta imbecilidad reiterativa), vemos a los invasores en la forma humana que han adoptado para infiltrarse entre nosotros, y nada más.
El segundo punto, a favor de esta serie tiene que ver con la sicología de los alienígenas invasores.
Sin embargo, tiene otros dos tantos a favor. Uno se refiere a la apariencia de estos extraterrestres. Los de AVATAR eran lindos porque eran los buenos de la película, pero siempre que los alienígenas la juegan de malvados, su apariencia suele ser inevitablemente monstruosa. Aquí, tal vez porque la serie data de tiempos en los que los efectos especiales y el maquillaje no producían monstruos muy creíbles (pero sea por la causa que sea, bienvenido sea que se haya dejado de lado, por una vez, tanta imbecilidad reiterativa), vemos a los invasores en la forma humana que han adoptado para infiltrarse entre nosotros, y nada más.
El segundo punto, a favor de esta serie tiene que ver con la sicología de los alienígenas invasores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Estos pretenden apoderarse de la Tierra porque su planeta de origen se está extienguiendo. Básicamente, su propósito es la simple supervivencia, y no permiten que nada se interponga en ese objetivo. En consecuencia, cuando se ven descubiertos por algún humano, su reacción suele espeluznar por su frialdad: ese humano debe ser eliminado. Sin embargo, cuando pueden respetar la vida, lo hacen, como en un episodio en que debiendo optar por eliminar a los habitantes e todo un pueblo enterado de su presencia y sus planes o simplemente borrarles la memoria, prefirieron hacer esto último, perdonando incluso la vida de Vincent, a quien sin embargo tienen ya catalogado como molesto, y exhibiendo así una nobleza que hace pensar en el respeto por el enemigo valiente.
Todo esto pone a la serie muy por delante, por ejemplo, de los sádicos extraterrestres de "V", que parecían deleitarse haciendo el mal, y directamente a años luz de engendros aun peores, en los que los invasores también vienen, supuestamente, a aprovechar los recursos naturales del planeta, pero causan tanta destrucción que parece dudoso que vayan a dejar recursos naturales que puedan aprovechar. Con todos los peros que se le puedan objetar, si de invasiones extraterrestres se trata, me quedo con ésta.
Todo esto pone a la serie muy por delante, por ejemplo, de los sádicos extraterrestres de "V", que parecían deleitarse haciendo el mal, y directamente a años luz de engendros aun peores, en los que los invasores también vienen, supuestamente, a aprovechar los recursos naturales del planeta, pero causan tanta destrucción que parece dudoso que vayan a dejar recursos naturales que puedan aprovechar. Con todos los peros que se le puedan objetar, si de invasiones extraterrestres se trata, me quedo con ésta.
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