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6.5
29,649
9
10 de febrero de 2012
10 de febrero de 2012
22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchos la acusan de excesivamente sentimental. Los hay que ven en "War Horse" el ocaso de un genio que en otra época deslumbró al mundo. Habrá quien crea que Steven Spielberg no tiene nada nuevo que ofrecer, y que retroalimenta su cine con técnicas ya exprimidas durante su filmografía.
Discrepo con todos esos.
"War Horse" me ha mirado directamente al corazón y me ha hablado con la fuerza desgarradora de los sentimientos. La nueva película del Rey Midas de Hollywood, basada en una novela juvenil, se transforma en un relato dirigido a un público "casi" infantil. Infantil porque el guión, no es más que una fábula sobre la importancia del valor, la capacidad de superación y el esfuerzo, que trasciende las barreras creadas por el ser humano para mirar más allá de credos, ideologías y pensamientos. "Casi" infantil, porque "Caballo de batalla" no es sólo una película que aborda las relaciones entre el ser humano y el animal; se trata de una cinta que nos muestra pequeños universos poblados de problemas que colisionan entre sí ante la presencia de un catalizador común que ayudará a purgar sus penas. Esa magia de encontrar el punto perfecto entre la ilusión infantil y la emoción adulta, dota a la película de un transfondo emocional sobrecogedor. No se busca la lágrima fácil; se busca la lágrima humana.
Pero además, Steven Spielberg realiza un compendio de lo mejor de su cine, mezclándolo con lo mejor del cine clásico para regalarnos una obra maestra completa de principio a fin. Su nueva película tiene aromas de su filmografía, retazos que recuerdan a "E.T.", pero también a "Salvar al Soldado Ryan", pasando por muchas de las grandes películas que forjaron la leyenda del director. Pero además, "War Horse" cabalga a lomos de el mejor cine clásico de los años 40 y 50. Su épica emocional, tan primaria como auténtica, resulta deliciosamente anacrónica. Spielberg es él mismo, con aromas de Capra y John Ford. Su cámara cabalga entre el pasado y el presente con la belleza de un joven corcel.
Y además, para hacer más redonda la cinta Spielberg no está solo: la banda sonora de John Williams remueve los corazones; la fotografía de Janusz Kaminsky es un bálsamo de hermosura; la dirección de actores es maravillosa; y el guión, como ya he mencionado anteriormente, resulta ingenuo, pero tremendamente emocionante en su sencillez.
Algún día conseguiré ser parcial con Steven Spielberg. Pero de momento, no puedo evitar rendirme ante las virtudes de un cineasta que me regala todo aquello que busco en una película. La liviandad de una historia que encierra su complejidad en las emociones y los sentimientos de sus personajes; la técnica de un auténtico genio del séptimo arte; las espectacularidad de un hombre que parece conocer todos los secretos de la gran pantalla; y su maestría para limpiar mi rostro con las lágrimas de una ilusión que espero nunca se rompa.
Discrepo con todos esos.
"War Horse" me ha mirado directamente al corazón y me ha hablado con la fuerza desgarradora de los sentimientos. La nueva película del Rey Midas de Hollywood, basada en una novela juvenil, se transforma en un relato dirigido a un público "casi" infantil. Infantil porque el guión, no es más que una fábula sobre la importancia del valor, la capacidad de superación y el esfuerzo, que trasciende las barreras creadas por el ser humano para mirar más allá de credos, ideologías y pensamientos. "Casi" infantil, porque "Caballo de batalla" no es sólo una película que aborda las relaciones entre el ser humano y el animal; se trata de una cinta que nos muestra pequeños universos poblados de problemas que colisionan entre sí ante la presencia de un catalizador común que ayudará a purgar sus penas. Esa magia de encontrar el punto perfecto entre la ilusión infantil y la emoción adulta, dota a la película de un transfondo emocional sobrecogedor. No se busca la lágrima fácil; se busca la lágrima humana.
Pero además, Steven Spielberg realiza un compendio de lo mejor de su cine, mezclándolo con lo mejor del cine clásico para regalarnos una obra maestra completa de principio a fin. Su nueva película tiene aromas de su filmografía, retazos que recuerdan a "E.T.", pero también a "Salvar al Soldado Ryan", pasando por muchas de las grandes películas que forjaron la leyenda del director. Pero además, "War Horse" cabalga a lomos de el mejor cine clásico de los años 40 y 50. Su épica emocional, tan primaria como auténtica, resulta deliciosamente anacrónica. Spielberg es él mismo, con aromas de Capra y John Ford. Su cámara cabalga entre el pasado y el presente con la belleza de un joven corcel.
Y además, para hacer más redonda la cinta Spielberg no está solo: la banda sonora de John Williams remueve los corazones; la fotografía de Janusz Kaminsky es un bálsamo de hermosura; la dirección de actores es maravillosa; y el guión, como ya he mencionado anteriormente, resulta ingenuo, pero tremendamente emocionante en su sencillez.
Algún día conseguiré ser parcial con Steven Spielberg. Pero de momento, no puedo evitar rendirme ante las virtudes de un cineasta que me regala todo aquello que busco en una película. La liviandad de una historia que encierra su complejidad en las emociones y los sentimientos de sus personajes; la técnica de un auténtico genio del séptimo arte; las espectacularidad de un hombre que parece conocer todos los secretos de la gran pantalla; y su maestría para limpiar mi rostro con las lágrimas de una ilusión que espero nunca se rompa.
7
9 de septiembre de 2013
9 de septiembre de 2013
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que la vida es una encrucijada de caminos labrados a través de las decisiones que tomamos y las acciones que ejecutamos, es una verdad que a pocos sorprende. Derek Cianfrance, en un acto que se podría definir como pretencioso, busca en su tercera obra, abordar ese punto donde se mezclan muchas de nuestras inquietudes vitales, con su cámara como pluma y su excelente pulso narrativo como papel. Así nace "The place beyond the pines", una obra grandiosa en cuanto a sus aspiraciones, y modesta en cuanto a sus recursos. Un mosaico que mira a la cara del sufrimiento, de los remordimientos, del pasado, de la culpa, del perdón, de la conciencia o de la expiación; creando un camino para cada uno de esos sentimientos por el que sus personajes transitan. Y aunque muchas de esas inquietudes quedan diluidas en el discurrir del relato, la senda para el espectador queda abierta a sus propias reflexiones y vivencias. De esta manera, Cianfrance ofrece una lección de cine de difícil digestión que admite muchas y muy variadas lecturas.
Cuenta en esta difícil tarea con la ayuda de un reparto espectacular en el que nadie desentona, si bien un personaje sobresale entre los demás. Ryan Gosling, ese actor de mirada hipnótica, construye una vez más un alma torturada cercana a su personaje en la cruda "Drive", ofreciendo una lección soberbia de interpretación, midiendo los tiempos de su personaje a través de palabras, silencios y fascinantes miradas. Cada segundo que Gosling aparece en pantalla, la cinta gana en magnetismo, resultando realmente complicado salirse del relato. Bradley Cooper por su parte compone un personaje sólido y fuerte en uno de sus mejores papeles. Sin embargo, y siendo justos, la gran pega de la cinta, si es que tiene alguna, es la pérdida de tono de los magistrales momentos en que Gosling está en pantalla, a aquellos en los que el resto del soberbio reparto intentan llenar sin éxito su sobrecogedor vacío.
Ese "pequeño" lastre, unido a algunos compases de la cinta en los que Cianfrance se deja llevar por la grandeza del libreto perdiendose en una pretenciosidad no intencionada, son los únicos puntos negros de una película hecha para los paladares más exquisitos. Una de esas obras que se disfrutan por la fuerza de sus imágenes y la densidad de su contenido. Una cinta que demuestra una vez más que estamos ante un cineasta que cada vez confirma más su proyección hacia los escalones más elevados del séptimo arte.
Cuenta en esta difícil tarea con la ayuda de un reparto espectacular en el que nadie desentona, si bien un personaje sobresale entre los demás. Ryan Gosling, ese actor de mirada hipnótica, construye una vez más un alma torturada cercana a su personaje en la cruda "Drive", ofreciendo una lección soberbia de interpretación, midiendo los tiempos de su personaje a través de palabras, silencios y fascinantes miradas. Cada segundo que Gosling aparece en pantalla, la cinta gana en magnetismo, resultando realmente complicado salirse del relato. Bradley Cooper por su parte compone un personaje sólido y fuerte en uno de sus mejores papeles. Sin embargo, y siendo justos, la gran pega de la cinta, si es que tiene alguna, es la pérdida de tono de los magistrales momentos en que Gosling está en pantalla, a aquellos en los que el resto del soberbio reparto intentan llenar sin éxito su sobrecogedor vacío.
Ese "pequeño" lastre, unido a algunos compases de la cinta en los que Cianfrance se deja llevar por la grandeza del libreto perdiendose en una pretenciosidad no intencionada, son los únicos puntos negros de una película hecha para los paladares más exquisitos. Una de esas obras que se disfrutan por la fuerza de sus imágenes y la densidad de su contenido. Una cinta que demuestra una vez más que estamos ante un cineasta que cada vez confirma más su proyección hacia los escalones más elevados del séptimo arte.

7.2
86,948
10
29 de diciembre de 2011
29 de diciembre de 2011
24 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si conduzco para tí, tu me dices dónde y cuándo. Es importante que elijas bien el lugar y el momento, pues después de conocerme, quedarán en tu retina una serie de imágenes que dificilmente podrás olvidar.
Yo te doy 100 minutos. Durantes esos 100 minutos soy tuyo pase lo que pase. Podrás mirarme a los ojos, y sin escucharme hablar, sabrás más de mi pasado que yo mismo. Comprenderás que cuando mis ojos hablan, sobran las palabras, ya sea para amar, o para odiar. No miraré lo que haces. Puedes apartar la vista de mí si es que te resulto violento, o puedes dejarte llevar, como en un baile, desde la sensualidad de un beso, a la adrenalina de un asesinato. No llevo pistola. Prefiero usar mis manos, y sentir el dolor ajeno en mi propia piel. Pero no mato por matar... No soy como muchos otros que encuentran placer en ello. Yo busco la redención. Conseguir deshacerme de el veneno que me corroe inyectado por ese escorpión que luce en mi cazadora.
No hago nada porque sí. Sólo una cosa... conducir. Cuando el volante está en mis manos, puedo olvidar aquello que fui, y centrarme en lo que soy.
Mi vida cambio cuando conocí a Carey Mulligan. Nuestros ojos se cruzaron y nos contamos todo en una mirada. Y es que el tiempo, se mide mejor por miradas, cuando has visto tanto dolor como yo. Un minuto antes de conocerla, no tenía nada. Un minuto después, tuve lo mejor de mi vida.
Hoy me toca conducir para tí. Y se que no me olvidarás, porque mi historia no es una historia convencional. Es una historia contada con el pulso del mejor cine. Es una historia que respira amor. Que respira sudor. Que respira violencia. Que respira tensión y adrenalina. Es McQueen. Es Leone. Es Peckinpah... y desde ahora, es Winding Refn y Gosling.
Sube al coche, porque este trayecto, no lo olvidarás jamás.
Yo te doy 100 minutos. Durantes esos 100 minutos soy tuyo pase lo que pase. Podrás mirarme a los ojos, y sin escucharme hablar, sabrás más de mi pasado que yo mismo. Comprenderás que cuando mis ojos hablan, sobran las palabras, ya sea para amar, o para odiar. No miraré lo que haces. Puedes apartar la vista de mí si es que te resulto violento, o puedes dejarte llevar, como en un baile, desde la sensualidad de un beso, a la adrenalina de un asesinato. No llevo pistola. Prefiero usar mis manos, y sentir el dolor ajeno en mi propia piel. Pero no mato por matar... No soy como muchos otros que encuentran placer en ello. Yo busco la redención. Conseguir deshacerme de el veneno que me corroe inyectado por ese escorpión que luce en mi cazadora.
No hago nada porque sí. Sólo una cosa... conducir. Cuando el volante está en mis manos, puedo olvidar aquello que fui, y centrarme en lo que soy.
Mi vida cambio cuando conocí a Carey Mulligan. Nuestros ojos se cruzaron y nos contamos todo en una mirada. Y es que el tiempo, se mide mejor por miradas, cuando has visto tanto dolor como yo. Un minuto antes de conocerla, no tenía nada. Un minuto después, tuve lo mejor de mi vida.
Hoy me toca conducir para tí. Y se que no me olvidarás, porque mi historia no es una historia convencional. Es una historia contada con el pulso del mejor cine. Es una historia que respira amor. Que respira sudor. Que respira violencia. Que respira tensión y adrenalina. Es McQueen. Es Leone. Es Peckinpah... y desde ahora, es Winding Refn y Gosling.
Sube al coche, porque este trayecto, no lo olvidarás jamás.

7.3
69,506
10
11 de octubre de 2014
11 de octubre de 2014
21 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obsesiva. Brillante. Perversa. Exquisita. Retorcida. Inteligente. Enfermiza. Entretenida. Fría. Tensa. Compleja. Visceral. Y así podría estar durante horas, buscando adjetivos que describan lo último de ese genial director que es David Fincher. Con el libro de Gillian Flynn de fondo, y el guión de la misma autora en las manos, el director de "Se7en" desgrana cámara en mano los entresijos más oscuros y laberínticos de una historia perversa y bastarda capaz de crispar los nervios del más férreo de los espectadores, gracias a una de las mejores lecciones de cine de lo que va de 2014.
Abandonando las piruetas audiovisuales, por otra parte maravillosas, a las que a veces se aventura Fincher, el director compone con mano firme y pulso constante una obra de acabado formal perfecto, con una fotografía exquisita y un montaje soberbio, centrando gran parte de su talento en el desarrollo de un guión sin fisuras que se despliega por la pantalla inundando el patio de butacas de una desquiciante y desasosegante sensación de locura. Poco se puede hablar de la trama, sin desvelar algo de su contenido, pero sí que diré, que nos encontramos ante un auténtico juego de mentiras y engaños, perpetrado con tal maestría por Fincher, que al ver volar el metraje de esta soberbia cinta, el espectador sólo puede aceptar el juego de trileros y dejarse engañar por un relato capaz de bucear de manera sucesiva y constante por diversos géneros sin perderse en ninguno de ellos a la deriva. La gran virtud de Fincher, es la de dominar el lenguaje cinematográfico de tal manera, que su capacidad para hacer virar de rumbo la obra conforme su voluntad y criterio considera, no hace sino engrandecer un relato de dimensiones gigantescas. Paseándose cómodamente por el drama romántico, el thriller policial al más puro estilo "procedural", o la crítica social con el punto de mira centrado en los "mass media", se desgrana ante nuestros ojos un ejercicio de composición sublime capaz de cautivar y lograr que "Perdida" se instale de manera perversa en el subconsciente.
Y esa conexión hipnótica que Fincher establece con el espectador, no sería posible sin la ayuda de un reparto maravilloso, en el que, en primer lugar, hay que aplaudir con una ovación infinita, el espectacular trabajo de Rosamund Pike, la mejor femme fatale de lo que va de año, y una de las interpretaciones más sádicas y complejas que recuerdo en la última década. Un trabajo que, dada su complejidad y oscuridad, merece el reconocimiento del respetable, por la increíble y dura labor de la actriz para dar vida a esa Amy, adentrándose en intrincado desarrollo psicológico, que, como si de una Laura Palmer se tratara, es buscada hasta la saciedad por una sociedad de moral dudosa y ética en decadencia. Arropada además, por un gran trabajo de Ben Affleck, capaz de acallar muchas críticas hacia su labor como intérprete con trabajos como este, en el que no sólo convence, sino que se convierte en una pieza más de ese maníaco juego que nos propone Fincher.
Un juego que nos mantiene tensos, y a la defensiva. Nos hace dudar y nos sorprende. Nos asquea y nos atrae. Y al final, nos despoja de nuestros instintos dejándonos desvalidos ante la decadencia moral de un relato donde las víctimas, son nuestras conciencias.
Abandonando las piruetas audiovisuales, por otra parte maravillosas, a las que a veces se aventura Fincher, el director compone con mano firme y pulso constante una obra de acabado formal perfecto, con una fotografía exquisita y un montaje soberbio, centrando gran parte de su talento en el desarrollo de un guión sin fisuras que se despliega por la pantalla inundando el patio de butacas de una desquiciante y desasosegante sensación de locura. Poco se puede hablar de la trama, sin desvelar algo de su contenido, pero sí que diré, que nos encontramos ante un auténtico juego de mentiras y engaños, perpetrado con tal maestría por Fincher, que al ver volar el metraje de esta soberbia cinta, el espectador sólo puede aceptar el juego de trileros y dejarse engañar por un relato capaz de bucear de manera sucesiva y constante por diversos géneros sin perderse en ninguno de ellos a la deriva. La gran virtud de Fincher, es la de dominar el lenguaje cinematográfico de tal manera, que su capacidad para hacer virar de rumbo la obra conforme su voluntad y criterio considera, no hace sino engrandecer un relato de dimensiones gigantescas. Paseándose cómodamente por el drama romántico, el thriller policial al más puro estilo "procedural", o la crítica social con el punto de mira centrado en los "mass media", se desgrana ante nuestros ojos un ejercicio de composición sublime capaz de cautivar y lograr que "Perdida" se instale de manera perversa en el subconsciente.
Y esa conexión hipnótica que Fincher establece con el espectador, no sería posible sin la ayuda de un reparto maravilloso, en el que, en primer lugar, hay que aplaudir con una ovación infinita, el espectacular trabajo de Rosamund Pike, la mejor femme fatale de lo que va de año, y una de las interpretaciones más sádicas y complejas que recuerdo en la última década. Un trabajo que, dada su complejidad y oscuridad, merece el reconocimiento del respetable, por la increíble y dura labor de la actriz para dar vida a esa Amy, adentrándose en intrincado desarrollo psicológico, que, como si de una Laura Palmer se tratara, es buscada hasta la saciedad por una sociedad de moral dudosa y ética en decadencia. Arropada además, por un gran trabajo de Ben Affleck, capaz de acallar muchas críticas hacia su labor como intérprete con trabajos como este, en el que no sólo convence, sino que se convierte en una pieza más de ese maníaco juego que nos propone Fincher.
Un juego que nos mantiene tensos, y a la defensiva. Nos hace dudar y nos sorprende. Nos asquea y nos atrae. Y al final, nos despoja de nuestros instintos dejándonos desvalidos ante la decadencia moral de un relato donde las víctimas, son nuestras conciencias.

5.4
6,972
6
23 de febrero de 2013
23 de febrero de 2013
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacer comedia no es nada fácil... si lo fuera, lo haría cualquiera. Pero por suerte estamos ante un director y guionista que ha reinventado los cánones de la comedia clásica de una manera magistral. Judd Apatow ha diseccionado muchos de los paradigmas de las relaciones personales desde distintos prismas. En "Virgen a los 40", se atrevía con los primeros escarceos sexuales. "Lío embarazoso", planteaba inquietudes varias acerca de la madurez y el compromiso. "Hazme reír", probablemente la más floja de todas ellas, se atrevía a encarar la muerte y el arrepentimiento desde un punto de vista pseudo-existencialista escatológico que no terminaba de cuajar completamente.
Ahora, con "This is 40", titulada por estos lares "Si fuera fácil" (que más parece una disculpa de los traductores que un título), Apatow indaga en los entresijos de su propia familia y los continuos problemas conyugales que acompañan al matrimonio. Como siempre, lo hace desde ese punto de vista cargado de humor absurdo, por momentos grosero; para terminar cayendo en el moralismo norteamericano predominante. Sin embargo, no dejo de reconocer la facilidad que presenta Apatow para engancharme con sus argumentos y llevarme por dónde el desea. La clave, sea probablemente unos personajes protagonistas que como siempre, están muy bien perfilados, y a los cuales somete a una serie de problemas que, entre chistes guarros y carcajadas sueltas, resultan muy cercanos. Las películas de Judd, destilan humanidad y se antojan muy cotidianas, pese a sus aristas surrealistas. El sexo; las relaciones entre padres, hijos y abuelos; la rutina; los problemas económicos; todos nos resultan familiares y ayudan al director y guionista a conectar con el público obteniendo su complicidad. Lo más curioso del cine de Apatow, es la facilidad que tiene su cine para presentar situaciones que al público le resultan muy familiares, entre tanta hilaridad.
Esa conexión película-espectador, no sería posible sin unos actores protagonistas que generen tanta empatía. Paul Rudd es un animal de la comedia. Un actor dotado de expresividad y emotividad que rapidamente se mete a todo el mundo en el bolsillo. Leslie Mann, Iris y Maude Apatow, son mimadas por la cámara de su marido y padre respectivamente. Se nota, por un lado el cariño de uno al tratar sus personajes; y la profesionalidad de ellas por otra parte, con mención especial para las dos pequeñas de la familia: genuinas a más no poder.
Por desgracia, la galería de personajes secundarios sale muy mal parada de la sala de montaje. A Apatow se le va la mano con el metraje, y pone sobre el mantel personajes insustanciales, que poco o nada aportan a la trama, como es el caso de Megan Fox, a la cual se la presta más atención de la adecuada; o Jason Segel, cuyo personaje no se sabe si está desaprovechado o no, porque sinceramente, parece que pasaba por allí, y decidieron darle un par de escenas, por otro lado bastante cómicas. Entre tanto pasaje de carácter episódico, la película se alarga en exceso, sin encontrar la salida, la cual llega de manera precipitada después de algunos diálogos bastante anodinos.
Sin embargo, ya sea por lo cercana que resulta; por algunos gags realmente memorables (como la venganza del hombre por los embarazos femeninos); por la cantidad de referencias cinéfilas, músicales y de la cultura popular; por los cameos; o simplemente por el rato agradable que hace pasar, "This is 40" resulta una comedia altamente disfrutable, y recuerden que hacer comedia, no es nada fácil.
Ahora, con "This is 40", titulada por estos lares "Si fuera fácil" (que más parece una disculpa de los traductores que un título), Apatow indaga en los entresijos de su propia familia y los continuos problemas conyugales que acompañan al matrimonio. Como siempre, lo hace desde ese punto de vista cargado de humor absurdo, por momentos grosero; para terminar cayendo en el moralismo norteamericano predominante. Sin embargo, no dejo de reconocer la facilidad que presenta Apatow para engancharme con sus argumentos y llevarme por dónde el desea. La clave, sea probablemente unos personajes protagonistas que como siempre, están muy bien perfilados, y a los cuales somete a una serie de problemas que, entre chistes guarros y carcajadas sueltas, resultan muy cercanos. Las películas de Judd, destilan humanidad y se antojan muy cotidianas, pese a sus aristas surrealistas. El sexo; las relaciones entre padres, hijos y abuelos; la rutina; los problemas económicos; todos nos resultan familiares y ayudan al director y guionista a conectar con el público obteniendo su complicidad. Lo más curioso del cine de Apatow, es la facilidad que tiene su cine para presentar situaciones que al público le resultan muy familiares, entre tanta hilaridad.
Esa conexión película-espectador, no sería posible sin unos actores protagonistas que generen tanta empatía. Paul Rudd es un animal de la comedia. Un actor dotado de expresividad y emotividad que rapidamente se mete a todo el mundo en el bolsillo. Leslie Mann, Iris y Maude Apatow, son mimadas por la cámara de su marido y padre respectivamente. Se nota, por un lado el cariño de uno al tratar sus personajes; y la profesionalidad de ellas por otra parte, con mención especial para las dos pequeñas de la familia: genuinas a más no poder.
Por desgracia, la galería de personajes secundarios sale muy mal parada de la sala de montaje. A Apatow se le va la mano con el metraje, y pone sobre el mantel personajes insustanciales, que poco o nada aportan a la trama, como es el caso de Megan Fox, a la cual se la presta más atención de la adecuada; o Jason Segel, cuyo personaje no se sabe si está desaprovechado o no, porque sinceramente, parece que pasaba por allí, y decidieron darle un par de escenas, por otro lado bastante cómicas. Entre tanto pasaje de carácter episódico, la película se alarga en exceso, sin encontrar la salida, la cual llega de manera precipitada después de algunos diálogos bastante anodinos.
Sin embargo, ya sea por lo cercana que resulta; por algunos gags realmente memorables (como la venganza del hombre por los embarazos femeninos); por la cantidad de referencias cinéfilas, músicales y de la cultura popular; por los cameos; o simplemente por el rato agradable que hace pasar, "This is 40" resulta una comedia altamente disfrutable, y recuerden que hacer comedia, no es nada fácil.
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