Joker. Jack Nicholson. Uno nació para ser interpretado por el otro, aunque no tengo muy claro a quién le corresponde cada lado de la interpretación.

Batman. Bruce Wayne. Michael Keaton. La elección es acertada. Es el tipo de actor que si se lo curra puede entrar muy bien en el papel. Y aseguro que cumple como un auténtico campeón.

Vicky Vale. Kim Basinger. El papel exigía de una chorba explosiva y a finales de los ´80 pocas entraban tan bien al perfil.

Tim Burton. El director de esta orquesta. Esta vez muy acertado. Toda la atmósfera dentro de la que tanto disfruta, la explota en Gotham y queda un mundo para Batman que le encaja a la perfección.

Joder. Menos mal que todos pudieron estar juntos y hacer esta maravilla que es Batman. El héroe es un héroe de verdad, con pasiones de héroe humano. El villano es un villano de los buenos, con sus locuras de villano. Y la historia es maravillosa y está bien hilvanada. Nada más se puede pedir.

Y encima Batman te da más. Una ambientación inmejorable y una banda sonora que te lleva hasta el mismo centro de Gotham, donde las noches son heladas y las personas desconfiadas.

¡Que San Bruno Díaz nos proteja!

Cada escena ya la has visto muchas veces. Cada diálogo ya lo has escuchado otras tantas. Cada personaje está en casi cada película que has visto. Pero todo lo anterior normalmente ocurre de una forma aceptablemente moderada y seleccionando los hechos. En El núcleo aparece todo de una vez, junto y remezclado, y encima potenciado, por si no fuese suficiente. Horroroso.

Una vuelta y otra más a lo mismo. Año tras año. Y otra vez más. ¿Vuelta de tuerca? Siga intentándolo que esta vez la vuelta de tuerca solo lo parece. En realidad no has cambiado de dirección, la vuelta es tan grande que todo sigue igual que todo lo anterior. ¿Y si parodiamos las parodias? Debacle. Casi sin duda.

De pronto, en medio de este desolador panorama aparecen unos ingleses, de los del té a las cinco, bombín y obsesionados con que un tal Dios salve a su reina, y se cascan una parodia que aúna, por una parte las películas de policías repletitas de acción, por otra las buddy-movies y para rematar, las parodias de ambos estilos. Así, sin lubricante y por mal sitio. Y lo que es peor, sin besitos postcoitales en la frente. ¡Y encima gusta! Es el tipo de cosa que no confiesas a los demás para que no te tengan por un bicho raro. O lo gritas a los cuatro vientos porque todos lo saben.

Parece que estos educados ingleses son los únicos que son capaces de hacer comedias redondas que surgen de la irreverencia (Véase La vida de Brian, por ejemplo) sabiéndose reír sobre todo, de sus propios tópicos, ya que esta película parodia el cine de acción desde la más clásica campiña inglesa de turismo y postales. Esto funciona todo el tiempo.

Todos los personajes son impresionantes, la acción está perfecta, y el guión es brutal. Es verdad que se parece bastante a Zombies party (es de la misma gente), pero es como si aquella fuese una prueba de estilo para llegar a esta otra, que es increíblemente buena.

Como dirían los maestros: Es de lo bueno lo mejor, y de lo mejor lo superior.

Si en una serie son capaces de mezclar hunos con romanos, y musicales con robots antropófagos, es una buena serie. Según como usen ese recurso se puede convertir en una serie maravillosa o en una serie buena más. Stargate es el segundo caso, desgraciadamente.

La historia es un alargamiento y repetición de lo que pasa en la película, con la ventaja de no tener que averiguar que puñetas es el hulahop vertical ese. Por lo tanto la estructura es: apretar botones, entrar en el redoncho, enfrentarse a los lugareños, salvarles de algo, volverse, agradecidos, por el redoncho y seguir siendo felices.

El asunto interesante y que hace que Stargate sea algo digno de ser visto, es que los capítulos son un delirio. En cada uno de ellos se muestra un estilo de vida pasado, diferente al actual, extraño, siempre llevado al extremo. Es divertido ver como extraterrestres mongoles, de la Mongolia de Gengis Khan se entienden perfectamente con MacGyver y compañía. Y en el capítulo siguiente pasa lo mismo con romanos recién sacados de la misma Roma clásica. ¿No suena maravilloso? A mi me encanta. Además, cualquier excusa es buena para que los marcianillos (que no olvidemos que cada vez que pasan por la rodaja de piña en almíbar viajan a un mundo diferente) quieran cambiar a la chorba del grupo por media docena de camellos o similar. Esto le da una tensísima tensión que tensa los nervios de cualquiera. Es como si la serie la hubiesen hecho expresamente para hipotensos. La emoción te embarga, el desenlace está cerca y aunque sabes como se va a solucionar la trama, quieres verlo con tus propios ojos.

Si a esto le sumamos la trama central de los que van de dioses egipcios que quieren conquistar el universo a base de pasar por los aros esos, ya es la repanocha. Divertido. Incluso de vez en cuando se aprenden cosas.

Pues Shaft, ¿quien si no? El poli más duro y con más mala baba de este lado del Ebro.

¡Que tío! Puede perseguir a varios transgresores de la ley, intimidar a los que va a detener mañana, conseguir información sobre los de pasado mañana, comer como un señor y tirarse a un número indeterminado de chatis con alto grado de satisfacción y todavía puede dormir horas más que suficientes para continuar maña con el mismo ritmo. Todo un macho alfa. La envidia del corral.

Jackson (Samuel Leroy para los amigos) hace de Shaft de una forma impecable. Los matices de triunfador de la vida en un mundo donde no puede serlo son acojonantes. Pero claro, Shaft es acojonante por si mismo. Menos mal que eligió este lado de la ley, que si no apañados estaríamos.

La ciudad es suya, y si alguien quiere hacer lo que no debe en su ciudad, tranquilo que lo pagará. Muy caro. Hasta que se arrepienta. Shaft no se conforma con detener, el busca justicia. Realmente no la busca, es Shaft, y por lo tanto la encuentra. Su seriedad y profesionalidad puede hacer que incluso el sistema al que pertenece se tambalee. No es un policía de medias tintas. Lo es hasta sus últimas consecuencias.

Los suyos son los que respetan al mundo. Su respeto hay que ganarlo.