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3
13 de septiembre de 2010
13 de septiembre de 2010
19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
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OUSDIJ
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Jones, hermano, usuall. ¿Dinio? Cabbbbbbbbbbbra..
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ARTSDIM
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Parchís, mate. Jaque.
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ECRESDIM
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¡Ligarrrrrrrrrr! ¿Ligarr? ¡¡¡Ligarrrrrrrrrrrrrr!!! Piscina toca no peluquería. Bajar traba bajar.
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UNSDILL
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Espiga cabra hacer sobre. dora!
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ENDRESDIV
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Cres-pi-à!, na ra na na, nara na na, nara na, nara na...Cres-pi-à!
bigote bandapegado aunjoventocandoenuna .
Prprnds pr l fst myr.
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DISSABTE
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Cres-pi-à!, na ra na na, nara na na, nara na, nara na...Cres-pi-à!
Cres-pi-à!, na ra na na, nara na na, nara na, nara na...Cres-pi-à!
Cres-pi-à!, na ra na na, nara na na, nara na, nara na...Cres-pi-à!
I O D I N I O D I N I O D I N
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Según Albert Serra el cine narrativo es una chufa. Se ha quedado estancado. ¿Para que dotar a una película de sentido, si ya està pasado de moda? Hay que ser modernos señores/as. Renovarse o morir que dicen. Mi crítica tampoco tiene sentido, pero quizá cruzando los dedos...quién sabe, alguien importante puede verla y conseguir que me convierta en crítico remunerado. Si es que de los modernillos todo puede esperarse.
Mención aparte merece el gran trabajo de Lluís Carbó, un tío que rellena la cinta del carisma y la nostalgia que tanto se echa en falta en los demás personajes. Los tres puntitos por él, y por la vaga melancolía, por ese aire festivo, ese aroma comarcal, que desprenden las verbenas celebradas en puebluchos de mala muerte. Sin ellas, nada seríamos.
OUSDIJ
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Jones, hermano, usuall. ¿Dinio? Cabbbbbbbbbbbra..
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ARTSDIM
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Parchís, mate. Jaque.
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ECRESDIM
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¡Ligarrrrrrrrrr! ¿Ligarr? ¡¡¡Ligarrrrrrrrrrrrrr!!! Piscina toca no peluquería. Bajar traba bajar.
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UNSDILL
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Espiga cabra hacer sobre. dora!
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Cres-pi-à!, na ra na na, nara na na, nara na, nara na...Cres-pi-à!
bigote bandapegado aunjoventocandoenuna .
Prprnds pr l fst myr.
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DISSABTE
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Cres-pi-à!, na ra na na, nara na na, nara na, nara na...Cres-pi-à!
I O D I N I O D I N I O D I N
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Según Albert Serra el cine narrativo es una chufa. Se ha quedado estancado. ¿Para que dotar a una película de sentido, si ya està pasado de moda? Hay que ser modernos señores/as. Renovarse o morir que dicen. Mi crítica tampoco tiene sentido, pero quizá cruzando los dedos...quién sabe, alguien importante puede verla y conseguir que me convierta en crítico remunerado. Si es que de los modernillos todo puede esperarse.
Mención aparte merece el gran trabajo de Lluís Carbó, un tío que rellena la cinta del carisma y la nostalgia que tanto se echa en falta en los demás personajes. Los tres puntitos por él, y por la vaga melancolía, por ese aire festivo, ese aroma comarcal, que desprenden las verbenas celebradas en puebluchos de mala muerte. Sin ellas, nada seríamos.
10
19 de mayo de 2010
19 de mayo de 2010
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
'La pasión de Juana de Arco' de Carl Theodor Dreyer ('Ordet' 1955) es una nueva interpretación de la historia acontecida a esta santa, hija de Francia. Dreyer no nos muestra a la dama de armas que sí quiso mostrarnos el inclasificable Luc Besson ('Jeanne d'Arc (de Luc Besson)' 1999), sino que nos conduce por otros derroteros y quiere mostrarnos a una Juana de carne y hueso, humana, una joven de tan solo diecinueve años, débil, asustada, ante un jurado formado por poderosos ortodoxos y jueces que no tendrán ningún tipo de piedad para con ella. La película de Dreyer se centra en la lucha interior de esta muchacha, en su fe en el Dios que le encomendó la salvación y liberación francesa, una fe sometida al vilipendio y a la repugna del jurado de la Inquisición. Y qué mejor manera de captar esa lucha, esa tensión acumulada, esa fe desmesurada, que con la cara de la protagonista, el espejo del alma.
La fotografía de 'La pasión de Juana de Arco' es su principal baza y uno de los motivos primordiales por el que ser tildada de obra maestra del cine mudo -y de la Historia del Cine en general-. Esa sucesión de primeros planos, contraplanos, esos travellings mostrándonos a los miembros del jurado, mostrándonos sus muecas de intransigencia, las miradas de odio, que no harán más que firmar un final poco digno de la malograda Juana. Céntrandonos de nuevo en la fotografía, ella es la que hace que una película de 1928 parezca 30 años más joven, es un verdadero prodigio, un regalo para la vista, unas imágenes tan poderosas que ya son imposibles de olvidar. Un sentido del ritmo prodigioso, pocas veces visto antes. Al acabar el visionado de ésta película le queda al espectador una sensación difícil de describir, pocos films me han dejado tan anonadado como éste, y eso que no le tenía especial simpatía a Dreyer por sus trabajos -prácticamente sólo encontraba interesante 'Dies Irae'-.
La lección de Dreyer pasará a los anales de la Historia, y con todo merecimiento. El cineasta danés huye de cualquier tono épico que bien pudiera haberle dado el material con el que jugaba, pero Dreyer quiso mostrarnos a un personaje auténtico, con sus miedos y sus debilidades, con esa mirada de la incommensurable Falconetti -en su primer y último papel en el cine- mezcla entre la desesperación del juicio y la búsqueda de las palabras de Dios, un personaje desnudo ante las cámaras, obligado a retractarse ante los jueces o a morir en la hoguera. En un principio el miedo a la muerte es más fuerte que la pasión ante su divinidad, pero acaba retractándose y muriendo a fuego lento. 'La pasión de Juana de Arco' es más que un drama psicológico, con un ritmo terriblemente tenso y una puesta en escena avanzadísima en su tiempo, 'La pasión...' es una lección bestial de cine, un paradigma del cine como arte, una oda a los sentimientos mediante el impacto de las imágenes, un recuerdo imborrable en la memoria, por los tiempos de los tiempos, amén.
La fotografía de 'La pasión de Juana de Arco' es su principal baza y uno de los motivos primordiales por el que ser tildada de obra maestra del cine mudo -y de la Historia del Cine en general-. Esa sucesión de primeros planos, contraplanos, esos travellings mostrándonos a los miembros del jurado, mostrándonos sus muecas de intransigencia, las miradas de odio, que no harán más que firmar un final poco digno de la malograda Juana. Céntrandonos de nuevo en la fotografía, ella es la que hace que una película de 1928 parezca 30 años más joven, es un verdadero prodigio, un regalo para la vista, unas imágenes tan poderosas que ya son imposibles de olvidar. Un sentido del ritmo prodigioso, pocas veces visto antes. Al acabar el visionado de ésta película le queda al espectador una sensación difícil de describir, pocos films me han dejado tan anonadado como éste, y eso que no le tenía especial simpatía a Dreyer por sus trabajos -prácticamente sólo encontraba interesante 'Dies Irae'-.
La lección de Dreyer pasará a los anales de la Historia, y con todo merecimiento. El cineasta danés huye de cualquier tono épico que bien pudiera haberle dado el material con el que jugaba, pero Dreyer quiso mostrarnos a un personaje auténtico, con sus miedos y sus debilidades, con esa mirada de la incommensurable Falconetti -en su primer y último papel en el cine- mezcla entre la desesperación del juicio y la búsqueda de las palabras de Dios, un personaje desnudo ante las cámaras, obligado a retractarse ante los jueces o a morir en la hoguera. En un principio el miedo a la muerte es más fuerte que la pasión ante su divinidad, pero acaba retractándose y muriendo a fuego lento. 'La pasión de Juana de Arco' es más que un drama psicológico, con un ritmo terriblemente tenso y una puesta en escena avanzadísima en su tiempo, 'La pasión...' es una lección bestial de cine, un paradigma del cine como arte, una oda a los sentimientos mediante el impacto de las imágenes, un recuerdo imborrable en la memoria, por los tiempos de los tiempos, amén.

5.7
3,772
5
26 de junio de 2009
26 de junio de 2009
23 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tetro, es, a grandes rasgos, una historia de lucha y redención familiar (la única escrita en solitario por el propio Coppola desde "La conversación), que nos devuelva al tema que tantas veces hemos visto en otros films del director.
La historia se nos presenta en un impecable y preciosista blanco y negro, que le da un toque personal y vigoroso, junto con flashbacks a color, bastante acertados para un servidor.
Dos hermanos se reencuentran en Buenos Aires, después de que el mayor desapareciera una temporada sábatica para escribir y no volviera jamás. Poco a poco, a medida que avanza la trama, vamos viendo que se escapó por culpa de su padre, un reputado y famoso director de orquestra. La historia se va complicando y coge fuerza hasta los lastimosos 20-25 minutos, que sobran más que Saviola en el Mandril.
Una película rodada completamente con planos fijos, de una belleza desgarradora unida a una bella música y acompañado de una fotografía espectacular, hacen de Tetro un bonito espéctaculo para la vista.
En cuanto a las actuaciones impresionante la de Vincent Gallo, bien acompañado por Verdú y Alden Ehrenreich, con un pequeño papel para la también nuestra Carmen Maura.
Un film muy personal, más que recomendable, y que sólo falla en ese sprint final, no es un film para pasarlo tetra, pero es notable en sus pretensiones.
La historia se nos presenta en un impecable y preciosista blanco y negro, que le da un toque personal y vigoroso, junto con flashbacks a color, bastante acertados para un servidor.
Dos hermanos se reencuentran en Buenos Aires, después de que el mayor desapareciera una temporada sábatica para escribir y no volviera jamás. Poco a poco, a medida que avanza la trama, vamos viendo que se escapó por culpa de su padre, un reputado y famoso director de orquestra. La historia se va complicando y coge fuerza hasta los lastimosos 20-25 minutos, que sobran más que Saviola en el Mandril.
Una película rodada completamente con planos fijos, de una belleza desgarradora unida a una bella música y acompañado de una fotografía espectacular, hacen de Tetro un bonito espéctaculo para la vista.
En cuanto a las actuaciones impresionante la de Vincent Gallo, bien acompañado por Verdú y Alden Ehrenreich, con un pequeño papel para la también nuestra Carmen Maura.
Un film muy personal, más que recomendable, y que sólo falla en ese sprint final, no es un film para pasarlo tetra, pero es notable en sus pretensiones.

8.4
15,111
10
21 de noviembre de 2009
21 de noviembre de 2009
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Época de vacaciones. Como cada año, los veraneantes acuden en masa al pintoresco pueblo, situado a orillas de un gran lago, donde el joven granjero vive en una casita con su mujer y su hijo. Un idilio engañoso, puesto que el hombre está hecho un lío. Una turista le ha trastocado la cabeza, lo ha seducido y le ha despertado las ganas de vivir en la gran ciudad. Pero, sobre todo, le ha susurrado un plan para cometer un asesinato: en un paseo en barca a la ciudad cercana, tiene que ahogar a su esposa, puesto que se interpone en su felicidad.
La era del cine sonoro era ya prácticamente una realidad (unas cuantas semanas más tarde se estrenaría la primera película sonora “El cantante de jazz”) cuando Amanecer, hoy convertida en hito estético y culminación de un buen puñado de gloriosos años de cine mudo, apareció para cerrar un ciclo, y qué manera de cerrarlo tuvo el genial Murnau (creador de otras grandes obras como Nosferatu, Fausto o El último, entre otras). Ante las ya consabidas complicaciones de expresar sentimientos sin diálogos, Murnau va tejiendo una historia amorosa que va de menos a más. Tras un inicio algo irregular, una fuerza misteriosa irrumpe en la pantalla, el amor ha vuelto y uno mismo se sorprende al estar embobado ante la pantalla, regalando sonrisas cómplices sin siquiera darse cuenta. La ternura que desprende la pareja protagonista es muy poderosa, empatizas rápidamente con los personajes; en especial con Janet Gaynor (ganadora de tres Oscar a la mejor actriz en dos años), una mujer no especialmente hermosa pero sí con un toque de inocencia que la hace adorable, un aspecto frágil que todo galán querría cuidar. Las hipotéticas limitaciones antes mencionadas del cine mudo por tener que prescindir de la palabra hablada se transforman en “Amanecer” en un espacio libre que permite a Murnau narrar su historia como una leyenda sobre los aspectos esenciales de la existencia humana: el amor, la tentación, la culpa y el perdón. Los protagonistas no tienen nombre, son simplemente “el hombre” y “la mujer”. Los lugares donde transcurre la trama son tan típicos como los personajes: la gran ciudad americana, llena de promesas y con una actividad frenética y el romántico pueblecito europeo con su gran lago.
Sigue en spoiler, no cuento nada:
La era del cine sonoro era ya prácticamente una realidad (unas cuantas semanas más tarde se estrenaría la primera película sonora “El cantante de jazz”) cuando Amanecer, hoy convertida en hito estético y culminación de un buen puñado de gloriosos años de cine mudo, apareció para cerrar un ciclo, y qué manera de cerrarlo tuvo el genial Murnau (creador de otras grandes obras como Nosferatu, Fausto o El último, entre otras). Ante las ya consabidas complicaciones de expresar sentimientos sin diálogos, Murnau va tejiendo una historia amorosa que va de menos a más. Tras un inicio algo irregular, una fuerza misteriosa irrumpe en la pantalla, el amor ha vuelto y uno mismo se sorprende al estar embobado ante la pantalla, regalando sonrisas cómplices sin siquiera darse cuenta. La ternura que desprende la pareja protagonista es muy poderosa, empatizas rápidamente con los personajes; en especial con Janet Gaynor (ganadora de tres Oscar a la mejor actriz en dos años), una mujer no especialmente hermosa pero sí con un toque de inocencia que la hace adorable, un aspecto frágil que todo galán querría cuidar. Las hipotéticas limitaciones antes mencionadas del cine mudo por tener que prescindir de la palabra hablada se transforman en “Amanecer” en un espacio libre que permite a Murnau narrar su historia como una leyenda sobre los aspectos esenciales de la existencia humana: el amor, la tentación, la culpa y el perdón. Los protagonistas no tienen nombre, son simplemente “el hombre” y “la mujer”. Los lugares donde transcurre la trama son tan típicos como los personajes: la gran ciudad americana, llena de promesas y con una actividad frenética y el romántico pueblecito europeo con su gran lago.
Sigue en spoiler, no cuento nada:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Murnau parece sentir muy cómodo en todo momento, comodísimo. Su técnica es superior y lo demuestra fotograma a fotograma. Puede que hoy en día, es más, es prácticamente seguro que a cualquiera que mire “Amanecer” le parezca que está muy desfasado en cuanto a técnica y efectos, pero es obvio que estamos ante el no va más de aquella época. Fundidos, travellings, primerísimos planos para dotar de mayor emotividad los rostros, planos de trucaje, etc., hacen de “Amanecer” un bonito espectáculo visual. Es obvio que el director aprovechó la tecnología más avanzada del cine. Con todo, la película nunca rebasa el límite hacia la fantasía: las imágenes de Murnau siempre aluden a la realidad exterior, incluyendo las vivencias interiores de los personajes; por ejemplo: cuando, en una cita nocturna, la mujer fatal le describe al hombre con entusiasmo las cosas sensacionales de la metrópoli, el cielo se transforma en un escenario urbano agitado, como si los anhelos del campesino se proyectaran en él. Luego, cuando él se zambulle con su esposa en la vida nocturna y ambos quedan fascinados por el espectáculo, un rosetón enorme de luces brilla en el parque de atracciones como si fuera un grandioso iris humano. Dos imágenes que remiten simbólicamente al cine como lugar de espectáculo y sueños, en el que los milagros se hacen realidad.
8
5 de julio de 2010
5 de julio de 2010
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay muchos autores que utilizan recursos técnicos para hacer al espectador partícipe completo de sus películas. Uno de los más conocidos y aclamados cineastas que hacen uso de ello es Roman Polanski (compatriota de Kieslowski, por cierto). Polanski juega mucho con el espectador, un juego de vouyerismo. Mediante ventanas de un baño lejano, ojos de cerradura, mirillas, etc. consigue crear entre el público que visiona sus películas un cierto aura de malestar, un sentimiento unánime de fisgonería, que, por otro lado, también es atrayente. ¿Quién es el verdadero mirón? ¿El personaje ficticio de la película que mira a escondidas por la ventana o el espectador que sigue, paso a paso, el desenlace de la acción que lleva a cabo el personaje? ¿Quién no recuerda al personaje de James Stewart en 'La ventana indiscreta', con su escayola en la pierna, su silla de ruedas y sus tardes prismáticos en mano?
Kieslowski también quiere que nos metamos en el papel de Tomek, un joven de 19 años que está obsesionado, desde hace ya un año, con su vecina del edificio de enfrente. Controla todos sus movimientos, se pone el despertador a la hora en que ella llega a casa, la acosa mediante falso correo, e incluso trabaja de lechero para poder dejar la botella de leche delante de la puerta de Magda, su obsesión. El joven y tímido Tomek, armado con un pequeño telescopio se dedica a seguir la ajetreada vida de Magda, sigue de cerca sus desilusiones, sigue de cerca sus relaciones con una multitud considerable de hombres, sigue de cerca todo.
Con un pulso y una precisión magistrales, Kieslowski hace que vivamos cada suceso como si fuera en nuestra piel, casi parece que podamos tomar las decisiones del pobre Tomek, de mente frágil e insegura. Con un ritmo pausado pero para nada soporífero nos vamos introduciendo en un drama considerable, en la siempre triste desazón de aquél que ama sin ser correspondido. Finalmente, un buen día, Tomek, decide contarle a Magda su pasión desmesurada, aún sabiendo que ni para él tiene demasiado sentido más allá de la simple obsesión. Entonces empieza la truculenta y extravagante relación entre el voyeur y la víctima del observismo desmesurado. Ella también es una mujer débil, solitaria. Siempre ha tenido a los hombres que ha querido, pero siempre se ha sentido sola, desgraciada. Ello lo podemos constatar en la magistral escena de cuando se le cae la leche en casa, presa de la desesperación, dejando que se vacíe lentamente, pasando su mano lentamente por la leche derramada encima de la mesa. La extraña pareja ha entrado en un bucle difícil de analizar. Son dos personajes tremendamente complejos, tremendamente ambiguos, dotados incluso de cierta frialdad para con su entorno. A medida que avanza el relato, uno está enteramente metido en él, alienado de todo lo que le rodea, sintiendo incluso la constatable aceleración de los latidos de su corazón. Un final magnífico, aunque algo idealista y feliz, pone la guinda al pastel cocinado por Kieslowski.
Kieslowski también quiere que nos metamos en el papel de Tomek, un joven de 19 años que está obsesionado, desde hace ya un año, con su vecina del edificio de enfrente. Controla todos sus movimientos, se pone el despertador a la hora en que ella llega a casa, la acosa mediante falso correo, e incluso trabaja de lechero para poder dejar la botella de leche delante de la puerta de Magda, su obsesión. El joven y tímido Tomek, armado con un pequeño telescopio se dedica a seguir la ajetreada vida de Magda, sigue de cerca sus desilusiones, sigue de cerca sus relaciones con una multitud considerable de hombres, sigue de cerca todo.
Con un pulso y una precisión magistrales, Kieslowski hace que vivamos cada suceso como si fuera en nuestra piel, casi parece que podamos tomar las decisiones del pobre Tomek, de mente frágil e insegura. Con un ritmo pausado pero para nada soporífero nos vamos introduciendo en un drama considerable, en la siempre triste desazón de aquél que ama sin ser correspondido. Finalmente, un buen día, Tomek, decide contarle a Magda su pasión desmesurada, aún sabiendo que ni para él tiene demasiado sentido más allá de la simple obsesión. Entonces empieza la truculenta y extravagante relación entre el voyeur y la víctima del observismo desmesurado. Ella también es una mujer débil, solitaria. Siempre ha tenido a los hombres que ha querido, pero siempre se ha sentido sola, desgraciada. Ello lo podemos constatar en la magistral escena de cuando se le cae la leche en casa, presa de la desesperación, dejando que se vacíe lentamente, pasando su mano lentamente por la leche derramada encima de la mesa. La extraña pareja ha entrado en un bucle difícil de analizar. Son dos personajes tremendamente complejos, tremendamente ambiguos, dotados incluso de cierta frialdad para con su entorno. A medida que avanza el relato, uno está enteramente metido en él, alienado de todo lo que le rodea, sintiendo incluso la constatable aceleración de los latidos de su corazón. Un final magnífico, aunque algo idealista y feliz, pone la guinda al pastel cocinado por Kieslowski.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Echando el ojo a los demás aspectos fuera de la historia y la genial dirección, mención especial para Olaf Lubaszenko (Tomek), casi novato en esto de la interpretación e incommensurable en un papel muy complejo; y para la hermosa Grazyna Szaplowska (Magda) también enorme en su papel de mujer solitaria, desamparada y frágil. Ambos cumpliendo de sobra en un tour de force considerable.
El excelente trato artístico de 'No amarás' viene dado por la magistral fotografía de Witold Adamek, con la que nos hace meter en ese aroma de película tan europeo, tan nuestro, que también solemos ver en las peliculas independientes norteamericanas. La banda sonora, melódica, instrumental, acompaña perfectamente los tempos de la película y pone el broche de oro a una gran película, que seguramente suba en un nuevo visionado.
El excelente trato artístico de 'No amarás' viene dado por la magistral fotografía de Witold Adamek, con la que nos hace meter en ese aroma de película tan europeo, tan nuestro, que también solemos ver en las peliculas independientes norteamericanas. La banda sonora, melódica, instrumental, acompaña perfectamente los tempos de la película y pone el broche de oro a una gran película, que seguramente suba en un nuevo visionado.
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