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6.3
12,508
9
19 de julio de 2009
19 de julio de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adentrarse en el mundo del surrealismo puede ser un viaje apasionante del mismo modo que puede tratarse de una locura sin fácil salida. El cine de David Lynch es -principalmente y salvo excepciones- netamente surrealista, y como tal hay que entenderlo, y por consiguiente como tal hay que amarlo u odiarlo, porque difícilmente caben medias tintas en estos lienzos cinematográficos.
Inland Empire es posiblemente su película más complicada, donde más se percibe ese mundo onírico y embriagante de su cine, pero también donde más trabajo cuesta intentar dar una explicación ligeramente entendible a ese ciclón de imágenes, diálogos e historias en apariencia inconexas. Sirva como base principal que la historia versa sobre “una mujer con problemas” como ha manifestado el propio Lynch en su promoción, que intenta navegar por su pasado, re-interpretar su presente y abrir distancias con un futuro excesivamente incierto. Girando en cierta medida alrededor del mundo del cine como ya hiciese en “Mulholland Drive” la historia se traslada desde un pasado polaco hasta un presente americano, y desde una turbia vida pasada hasta una esperanzadora o utópica vida presente. Todo ello aderezado con imágenes fantasiosas, efímeras, y en ocasiones espectaculares, así como situaciones y momentos que nos permiten comprobar como el cine puede convertirse en un mundo de sueños, y como decía aquel, “los sueños, sueños son”.
La interpretación principal corre a cargo de una magnífica Laura Dern, que también hace las veces de –valiente- coproductora y que sin duda alguna se configura como uno de sus mejores trabajos. Un estupendo desdoblamiento de persona como ya hiciese Naomi Wats en la anteriormente citada “Mulholland Drive” permiten distinguir dos tipos de realidades, o más bien dos tipos de vidas. Destaca también con una intervención sencilla, pero correcta Jeremy Irons.
Las imágenes sobrevuelan los tejados de la imaginación, emergen de lo absurdo y se sitúan en lo inconexo. Una buena fotografía que incluye exagerados, pero adecuados primeros planos para intentar adentrarnos en la psique de cada personaje. Luces y sombras, juegos de color inquieto y gotas de brillantes destellos en tomas pasajeras conforman un clima de rara belleza, y de inquietante observación.
Por último, destacar la igualmente hipnotizante música, (algún tema compuesto por el mismo director) encajando en cada escena y participando de este festín surrealista, enigmático y siempre extraordinario de un director genial.
Inland Empire es posiblemente su película más complicada, donde más se percibe ese mundo onírico y embriagante de su cine, pero también donde más trabajo cuesta intentar dar una explicación ligeramente entendible a ese ciclón de imágenes, diálogos e historias en apariencia inconexas. Sirva como base principal que la historia versa sobre “una mujer con problemas” como ha manifestado el propio Lynch en su promoción, que intenta navegar por su pasado, re-interpretar su presente y abrir distancias con un futuro excesivamente incierto. Girando en cierta medida alrededor del mundo del cine como ya hiciese en “Mulholland Drive” la historia se traslada desde un pasado polaco hasta un presente americano, y desde una turbia vida pasada hasta una esperanzadora o utópica vida presente. Todo ello aderezado con imágenes fantasiosas, efímeras, y en ocasiones espectaculares, así como situaciones y momentos que nos permiten comprobar como el cine puede convertirse en un mundo de sueños, y como decía aquel, “los sueños, sueños son”.
La interpretación principal corre a cargo de una magnífica Laura Dern, que también hace las veces de –valiente- coproductora y que sin duda alguna se configura como uno de sus mejores trabajos. Un estupendo desdoblamiento de persona como ya hiciese Naomi Wats en la anteriormente citada “Mulholland Drive” permiten distinguir dos tipos de realidades, o más bien dos tipos de vidas. Destaca también con una intervención sencilla, pero correcta Jeremy Irons.
Las imágenes sobrevuelan los tejados de la imaginación, emergen de lo absurdo y se sitúan en lo inconexo. Una buena fotografía que incluye exagerados, pero adecuados primeros planos para intentar adentrarnos en la psique de cada personaje. Luces y sombras, juegos de color inquieto y gotas de brillantes destellos en tomas pasajeras conforman un clima de rara belleza, y de inquietante observación.
Por último, destacar la igualmente hipnotizante música, (algún tema compuesto por el mismo director) encajando en cada escena y participando de este festín surrealista, enigmático y siempre extraordinario de un director genial.
5 de junio de 2009
5 de junio de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si catalogásemos a esta película como abiertamente de sentimientos humanos, no andaríamos muy descaminados en su apreciación, y aunque habría que matizarlo, definiríamos muy bien el fondo último de este drama alemán.
El veterano director Rudolf Thome nos plantea una historia cargada de emotividad, donde cada silencio es un grito desesperado por reivindicar un espacio, y cada susurro se adentra en el vacío de la soledad pasajera donde conviven añoranza y desesperación en una amplia llanura de emociones encontradas. Thome con una impecable dirección nos muestra las múltiples caras del amor, centrándose sobre todo en dos: la amable y rutinaria, y la canalla y vulgar, ambas con sus eternas contradicciones, donde posicionarse resulta ciertamente complicado.
El film narra la historia de Marquard, un pintor consagrado y su ardua tarea por encontrar un norte cuando la carrera ha llegado a la cima, y la motivación se diluye poco a poco en cada lienzo. A su vez, se verá envuelto en dos amores completamente diferentes, por un lado la complicidad y el verdadero amor de María, y por otro la juventud y frivolidad de Angie. Finalmente será su relación con su hija la que marque el sino de su voluntad y el final de un trayecto sin rumbo concreto y con equipaje ligero.
Sería difícil ponernos en la piel del excéntrico pintor Marquard si no hubiese un excelente trabajo interpretativo por parte de Guntram Brattia, en un papel extremadamente complejo y solventado de manera sobresaliente en lo que posiblemente sea el mejor trabajo de su carrera. La veterana Hannelore Elsner ofrece la perfecta complicidad para lograr que el artista se vea en disyuntivas de difícil solución.
La historia se presenta como excesivamente lenta, con pasajes de indudable belleza, ya sea artística como narrativa pero con momentos que pudieran llevar al ligero tedio, aún entendiendo la necesidad de dicha acción pausada. No existen giros sorprendentes de guión, y la historia en sí misma se va fortaleciendo por la acumulación de emociones, sentimientos y miradas que se dibujan con pincelada suave y fugaz en un ambiente de ambigua calidez.
Si diferenciamos el alma humana entre lo que se muestra y lo que se esconde, hallaremos pleno sentido al título de esta película “Lo visible y lo invisible”, donde una parte importante se expone nítidamente, y otra no menos importante se refugia en los oscuros recovecos donde la palabra enmudece, y el pensamiento se transforma en el único vínculo con el yo interior.
El veterano director Rudolf Thome nos plantea una historia cargada de emotividad, donde cada silencio es un grito desesperado por reivindicar un espacio, y cada susurro se adentra en el vacío de la soledad pasajera donde conviven añoranza y desesperación en una amplia llanura de emociones encontradas. Thome con una impecable dirección nos muestra las múltiples caras del amor, centrándose sobre todo en dos: la amable y rutinaria, y la canalla y vulgar, ambas con sus eternas contradicciones, donde posicionarse resulta ciertamente complicado.
El film narra la historia de Marquard, un pintor consagrado y su ardua tarea por encontrar un norte cuando la carrera ha llegado a la cima, y la motivación se diluye poco a poco en cada lienzo. A su vez, se verá envuelto en dos amores completamente diferentes, por un lado la complicidad y el verdadero amor de María, y por otro la juventud y frivolidad de Angie. Finalmente será su relación con su hija la que marque el sino de su voluntad y el final de un trayecto sin rumbo concreto y con equipaje ligero.
Sería difícil ponernos en la piel del excéntrico pintor Marquard si no hubiese un excelente trabajo interpretativo por parte de Guntram Brattia, en un papel extremadamente complejo y solventado de manera sobresaliente en lo que posiblemente sea el mejor trabajo de su carrera. La veterana Hannelore Elsner ofrece la perfecta complicidad para lograr que el artista se vea en disyuntivas de difícil solución.
La historia se presenta como excesivamente lenta, con pasajes de indudable belleza, ya sea artística como narrativa pero con momentos que pudieran llevar al ligero tedio, aún entendiendo la necesidad de dicha acción pausada. No existen giros sorprendentes de guión, y la historia en sí misma se va fortaleciendo por la acumulación de emociones, sentimientos y miradas que se dibujan con pincelada suave y fugaz en un ambiente de ambigua calidez.
Si diferenciamos el alma humana entre lo que se muestra y lo que se esconde, hallaremos pleno sentido al título de esta película “Lo visible y lo invisible”, donde una parte importante se expone nítidamente, y otra no menos importante se refugia en los oscuros recovecos donde la palabra enmudece, y el pensamiento se transforma en el único vínculo con el yo interior.

7.7
138,099
8
26 de mayo de 2009
26 de mayo de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda alguna, la sorpresa de la cartelera este año, y la novedad más impactante del 2008.
Con un guión terriblemente original, pocos artificios de chistera y una gran dosis de imaginación, el siempre espectacular Danny Boyle nos transporta a la triste realidad de unos de los rincones más fascinantes del planeta. Y lo hace con un marcado estilo Boyle, pero manteniendo ciertas tradiciones del cine Bollywood y del cine oriental en general.
Son reconocibles rasgos de identidad del cineasta inglés, como la música, el manejo de imágenes impactantes, cierto toque irónico donde apenas cabe una sonrisa cínica, y sobre todo un espectacular montaje.
Una pena que ciertos clichés tradiconales mal expuestos y un final tan previsible y decepcionante nos devuelva al Boyle menos atrevido, y por ende más flojo, a pesar de los refrescantes créditos.
Con un guión terriblemente original, pocos artificios de chistera y una gran dosis de imaginación, el siempre espectacular Danny Boyle nos transporta a la triste realidad de unos de los rincones más fascinantes del planeta. Y lo hace con un marcado estilo Boyle, pero manteniendo ciertas tradiciones del cine Bollywood y del cine oriental en general.
Son reconocibles rasgos de identidad del cineasta inglés, como la música, el manejo de imágenes impactantes, cierto toque irónico donde apenas cabe una sonrisa cínica, y sobre todo un espectacular montaje.
Una pena que ciertos clichés tradiconales mal expuestos y un final tan previsible y decepcionante nos devuelva al Boyle menos atrevido, y por ende más flojo, a pesar de los refrescantes créditos.

5.5
17,269
6
11 de febrero de 2022
11 de febrero de 2022
8 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
[...] la película ofrece lo que promete y quizás un poco más. Historia, acción, algo de humor, y un sinfín de efectos especiales para presenciar un baile de aventuras que en líneas generales siempre entretiene, y en su tramo final, realmente fascina, aunque de acerque sin rubor a lo excesivo.
Diseccionando estas características todo pasa un poco de puntillas. La historia de Magallanes y Elcano no deja de ser una mera excusa sin apenas trascendencia, el humor es ligero y con contadas escenas realmente divertidas y la acción se somete a los parámetros básicos del género, reservando la sorpresa y la intensidad para el final de la película.
La película se beneficia además de la buena química existente entre los dos actores principales, Mark Wahlberg y Tom Holland y de algunos diálogos entre ellos con cierta gracia, pero sin resultar una pareja que vaya a pasar a la historia por ello. Aunque eso sí, probablemente los veamos de nuevo juntos, dado que hay una clara intención (títulos de crédito mediante) de que Uncharted siga dando guerra y nos siga proporcionando nuevas aventuras históricas. [...]
Crítica completa en:
http://www.cineol.net/criticas/2121_Uncharted
@sergio_roma
Diseccionando estas características todo pasa un poco de puntillas. La historia de Magallanes y Elcano no deja de ser una mera excusa sin apenas trascendencia, el humor es ligero y con contadas escenas realmente divertidas y la acción se somete a los parámetros básicos del género, reservando la sorpresa y la intensidad para el final de la película.
La película se beneficia además de la buena química existente entre los dos actores principales, Mark Wahlberg y Tom Holland y de algunos diálogos entre ellos con cierta gracia, pero sin resultar una pareja que vaya a pasar a la historia por ello. Aunque eso sí, probablemente los veamos de nuevo juntos, dado que hay una clara intención (títulos de crédito mediante) de que Uncharted siga dando guerra y nos siga proporcionando nuevas aventuras históricas. [...]
Crítica completa en:
http://www.cineol.net/criticas/2121_Uncharted
@sergio_roma

5.6
2,569
8
14 de mayo de 2009
14 de mayo de 2009
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay algo en lo que destaca el director Michael Winterbottom es además de su versatilidad, su capacidad para narrar con intensidad e intriga algo que en apariencia no tiene demasiada historia. Si en "Wonderland" nos deslumbraba con un drama contemporáneo, en "Génova" nos representa los fantasmas personales de una familia que sufre la quiebra emocional.
Colin Firth da vida a un padre apurado, en un más que discreto papel, y la ciudad italiana de Génova aporta por su parte el escenario perfecto que le sirve de excusa a Winterbottom para organizar toda una historia personal alrededor de una bella ciudad.
Emocionante e intenso film que tanto en cámara en mano como en planos fijos pausados consigue un resultado brillante.
Colin Firth da vida a un padre apurado, en un más que discreto papel, y la ciudad italiana de Génova aporta por su parte el escenario perfecto que le sirve de excusa a Winterbottom para organizar toda una historia personal alrededor de una bella ciudad.
Emocionante e intenso film que tanto en cámara en mano como en planos fijos pausados consigue un resultado brillante.
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