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Críticas 58
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
12 de enero de 2010
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fantástico título bélico de serie B que recuerda a otros no tan conocidos como se merecen, caso de “La colina de los diablos de acero” de Anthony Mann. Es muy motivador comprobar cómo se pueden encontrar películas de culto entre los olvidos de los años sesenta y setenta. En estos años la distancia entre las grandes producciones y esas otras pequeñas joyas era abismal, y no sólo en cuanto a costes, también en cuanto a la oficialidad del discurso. Andrew Marton no es el nombre más conocido de la historia del cine ni lo será nunca, pero me guardo esta historia en el bolsillo de los films que merece la pena recordar, ver y volver a ver.

La novela tiene mucha culpa, desde luego, pero más allá de lo que hiciera Malick en los 90, es extraordinario el tratamiento de los sentimientos de los soldados, de sus impulsos y reacciones, sus miedos ocultos o bien latentes y la evolución de todos ellos por el empuje de los acontecimientos bélicos y del contacto con la muerte. Y para los amantes de este género, las escenas de combate están rodadas con tal inteligencia que no se echa de menos un mayor presupuesto. Sin duda esos japos metidos en cuevas los ha tenido que ver el no menos inteligente Clint Eastwood.

Y lo más increíble de todo, esto es Guadalcanal y no la por entonces no iniciada Guerra de Vietnam, y el año de rodaje es 1964 y no 1984. Esas cosas que tiene la serie B que la hacen en ocasiones tan necesaria.
27 de diciembre de 2009
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La década de los setenta y los primeros años 80 son la época dorada de los telefilmes. El fenómeno se inicia ya mucho antes, en los 50, pero es en estos años cuando se genera una potente industria alternativa a la del cine en salas comerciales, o cuanto menos complementaria. Cada vez más gente dejaba de ir a las salas para ver cine en casa, en su tele, lo cual llegaba a ser un negocio rentable gracias a las sinergias de la publicidad. Se producirán películas de calidad y éxito contando con reputadísimas estrellas o con jóvenes prometedores. Kowalski fue un chico de oro de esta época dorada.

Pero claro hay de todo. Y este título es olvidable y nos incita a la amnesia. Se puede ver como nota curiosa de lo que se consumía entonces, pero esta lata de lentejas está ya muy caducada. Actores ínfimos, historia que no engancha, millonarios ridículos y aburridos, peinados y trajes de la peor época marbellí... Si esta es la visión que entonces se tenía de los millonarios, prefiero ser el camarero de Cuéntame si pillo una máquina del tiempo. Y de Thriller no tiene ni la primera letra de la palabra. Totalmente patética la trama de asesinatos y robos de joyas con pedruscos. No todo es malo, en ocasiones resulta divertido ver este tipo de cosas para tomar perspectiva y saber disfrutar con, por ejemplo, Don Siegel. Y poco más.
10 de julio de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La crítica insiste en considerar a Breve Encuentro la primera obra maestra de David Lean. Yo no olvidaría la pequeña joya que es La vida Manda. Pero es en Cadenas Rotas donde por primera vez nos encontramos al David Lean de las grandes historias narrativas donde él se sentía más cómodo. No por casualidad era la primera película en la que se separaba de Noel Coward y sus relatos familiares y sociológicos, más intimistas. Y Lean escogió ni más ni menos que a Charles Dickens, genio de la gran narrativa inglesa. Supone el paso de un cine basado en el teatro a un cine más entroncado con la novela, y las posibilidades que ésta contiene.

En Cadenas Rotas encontramos por ello las grandilocuentes puestas en escena, vestuarios e iluminaciones sorprendentes, metrajes dilatados que más tarde serán parte de su sello. Y no como envoltorio hueco, caso de otros directores, sino como marco donde contemplar al ser humano y sus dudas y circunstancias. Colaboran para ello los "tipos" dickensianos que tan bien adapta con una dirección de actores coral que resulta efectiva, más allá de los problemas de edad de algunos interpretes. Mención aparte para la genial Jean Simmons, pero también Martita Hunt y otros secundarios. Y no falta el acertado estudio de la ambientación, a partir de esta película tan propio de Lean.

Tras ver Cadenas Rotas, he visto un Dickens, pero también tras ver Cadenas Rotas he visto a Lean.
16 de abril de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La "casi" primera película del maestro Kubrick sorprende por su madurez y por que ya desde los cincuenta este Orson Welles de la segunda mitad del XX dejaba claro que quería reinventar el cine en cada plano. Como Welles, no siempre lo lograba, pero nadie puede poner en duda su originalidad en la huida de los esquemas clásicos, aunque alguno la pueda tachar de barroquismo pretencioso.

La historia es sencilla, propia del cine negro con personajes al borde del precipicio con demasiado pasado y muy poco futuro. Un boxeador acabado que nunca llegó a triunfar y se debate en la idea de volver al campo, su lugar de origen; una joven que poco a poco deja de serlo al ritmo de su infelicidad, sóla en la ciudad y con un trágico pasado familiar que la conduce a los estertores de la noche; y el dueño de un night club de escaso estilo, ya entrado en años y que se ve obligado a robar los besos de las mujeres que le atraen y a las que pretende poseer. A los tres les conduce un motor idéntico, el deseo, como medio de huir de sus insatisfechas vidas. Las imagenes irradian dicho deseo, mezclado con frustración, casi del mismo modo que más adelante veremos en por ejemplo Lolita o Eyes wide shut.

Y las imagenes son el hilo conductor del interés de este film. Inquietantes a veces, como los planos movidos del ritual de la preparación del boxeador antes del combate. Espectrales, en la escena del callejón en la que el manager es confundido con el boxeador. Sensuales, como en las miradas nunca cruzadas de los protagonistas a través de las ventanas que comunican sus pequeños pisos. Enigmáticas, si recordamos los planos del almacén de maniquíes. Y cargadas de otros muchos epítetos si pensamos en los travelling de la gran ciudad, la puesta de sol sobre los rascacielos, la espesa niebla, el combate de boxeo, las persecuciones por unas azoteas grandilocuentes, el delicado número de ballet de Ruth Sobotka, etc...

Claro que a veces Kubrick se pasa, como suele suceder en toda su carrera, y una alargada pelea entre maniquíes, muy sucia y realista, acaba provocando la carcajada del espectador con tanta pierna y cabeza de PVC volando de un lado a otro de la pantalla. Se pasa en la excesiva voz en off, en el continuo flash back y seguramente en tantas otras cosas como en el número de puros que se fuma Frank Silvera. Pero en suma para empezar está bien, señalando ya desde su juventud que este director no quería pasear anonimamente por Hollywood, sino que más bien pretendía crear su propio paso.
27 de marzo de 2010
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy probablemente la mejor película que hizo el director de los primeros James Bond. Basada en un personaje real aunque su historia parezca de ciencia ficción, Eddie Chapman, que durante la Segunda Guerra Mundial trabajó como agente doble y durante toda su vida al servicio de sí mismo.

Terence Young genera un personaje fascinante, bien interpretado por Plummer, que nos atrae desde el inicio tanto como lo hizo en su momento el 007 Connery. Audaz, inteligente, socarrón, mujeriego... y lo rodea de actores tan contundentes y eficaces como Yul Brynner, en el papel de aristócrata alemán oficial de la Wermatch, o Romy Schneider, como sensual y atractiva espía proveniente de la nobleza sueca. Incluso no lo hace mal Claudine Auger como miembro de La Resistencia, mejorando su trabajo también junto a Young en Operación Trueno como Dominó, la "compañera" de Bond.

Buenos diálogos, con inteligentes notas de humor negro y sexista propias del director. Mejor tratamiento de la intriga de lo que nos tenía acostumbrados y nuevos gatches que pueden utilizar los agentes secretos, aunque con tecnología de los años 40. Incluso resulta graciosa, si bien poco creible, la ametralladora con cañón doblado y retrovisor para disparar desde las esquinas. En suma una buena y muy entretenida película, mejor acabada y montada de lo que podemos esperar del vividor Terence Young.
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