Entre un 5 y un 6. Se diría que es una película con buen estilo, pero que sería más interesante si de verdad fuera sobre algo. Tiene el mérito de estar hecha con dos duros, de tratar sus asuntos con elegancia, de contar con un curioso sentido del humor, y, sobre todo, destaca la presencia arrebatadora de Adrienne Shelly, que hipnotiza al espectador y cautiva su mirada. Sin embargo, la historia da la impresión de tratar temas muy profundos sin llegar a salir del terreno de lo superficial; le faltan además fuerza dramática, fluidez en el montaje y cierta coherencia narrativa, que, como decimos, pueden disculparse precisamente por las virtudes antes expuestas. Se diría que al final el film expone dos maneras diferentes de ver el mundo, pero nunca llega a una conclusión sobre el tema. Al final, te deja con la sensación agridulce de que, con esos mimbres, quizá se podría haber hecho algo mucho mejor.

Lo cierto es que se trata de una película que empieza de manera muy prometedora. En un tono desenfadado y alegre, con una atmósfera que abre juego, recuerda al Almodóvar de "Mujeres al borde de un ataque de nervios" en más de un sentido.

El problema es que, posteriormente, la trama se deshilacha, pierde pulso narrativo y, más que comedia negra, se convierte en drama más o menos abierto. Tiene conceptos interesantes, pero no termina de rematarlos del todo.

Las intérpretes lo hacen muy bien, y son sin duda lo mejor de la película. Una puntuación entre 5 y 6.

Esta serie es una adaptación muy libre del cómic original "El combate de los jefes" (de la cual, a su vez, se habían hecho adaptaciones muy libres también con "El golpe del menhir"), que combina fragmentos también de "Cómo Obélix se cayó en la marmita cuando era pequeño".

La serie ha tomado el espíritu del cómic, le ha hecho las necesarias actualizaciones a los tiempos modernos, y ha aportado cosas estupendas de nueva cosecha. Todo eso se junta en un todo orgáncio y bien enlazado que da pie a repasar algunas de las pecularidades favoritas de nuestros protagonistas.

Por cierto, recordar que (aunque Netflix a veces se salte los títulos de créditos finales), hay un corto al final del quinto capítulo que se llama MIssion Potager. Si no os salta en la plataforma, Netflix Francia la ha colgado en Youtube (no os harán falta subtítulos).

Continuación de un capítulo anterior de Black Mirrror (ya sabéis que esta serie tiene episodios autoconclusivos, pero también en que está muy dispuesta a romper sus propias reglas).

Ha desarrollado una buena secuela que amplía las posibilidades del original y las explora al límite. El carisma de los actores también ayuda.

Entre un 6 y un 7.

Entre un 5 y un 6. La película tiene una ingenuidad muy propia de los años 40-50, en el sentido de que nos quiere hacer comulgar con ruedas de molino (falta de coherencia, cuestiones sin concretar, personajes que actúan insólitamente) que no disculparíamos en un film moderno. Sin embargo, hay que reconocer que el personaje de la mula Francis y sus ingeniosos diálogos, cargados de retranca, salvan por completo la película a nivel de comedia, incluso tratándose de una premisa bastante sencilla. En todo caso, ésta genera situaciones muy curiosas, con y sin mula.

Por lo demás, se evidencia que la cinta tiene un presupuesto bastante exiguo (se nota que han usado imágenes de archivo de los documentales de la época de la guerra); los personajes son, en general, arquetipos simplones; y da la impresión de que el doblaje en castellano está poco cuidado, porque aunque las voces y sus tonos empastan perfectamente con sus personajes, a veces suenan a destiempo, o cambian los títulos militares al buen tun-tún.