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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
21 de enero de 2009
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gordon y Yuzna, irregular tandem, toman uno de los más viscerales relatos del genio de Providence y lo desarticulan para, libremente y con un descaro que asombra, recomponerlo en una obra que, si bien no tiene nada que ver con su matriz de origen, se ha convertido en referente del Gore y Terror de los ochenta. La base de partida, tomada del relato breve Herbest West: Reanimador, es sencilla y hermosamente cautivadora: si la muerte se produce por el cese de actividad química en el cerebro, un compuesto capaz de reactivar la química perdida devolverá los cadáveres a la vida. Solo esto y el nombre del protagonista guardan parecido con el relato de los años veinte. A partir de ahí, mucha sangre, algo de tensión y una buena dosis de mala leche y humor negro completan el cóctel, reconocido por casi todo fan que se precie como obra clave en el gore-terror moderno. Yuzna-Gordon continuarían realizando películas dentro de este vilipendiado género, pero ninguna de ellas alcanzaría ya la calidad y éxito de esta magna película. Grande Jeffrey Combs en su papel.
28 de enero de 2009
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece que una misma fórmula se pueda usar mil y una vez sin que ésta, aparentemente, llegue a desgastarse o perder fuerza, al menos en lo que a productoras se refiere. El planteamiento de arranque para The Strangers no es nada nuevo, es más, es algo que hemos visto unas cuantas veces. A unos, este abuso reiterado les cansará y, al poco de arrancar la película, eliminará todo su interés en el desarrollo de ésta. Otros, entre los que puedo decir que me encuentro (no sé si con cierto rubor o con el orgullo que otorga la fidelidad), aun reconociendo este handicap argumental, no podrán resistirse a otra peli más de terror y deberán agotar su metraje antes de darse por satisfechos.

¿Qué decir de Los Extraños, debut tras la cámara de Bryan Bertino? Pues que comparte con los demás ejercicios de terror similares todos sus defectos y, he aquí lo que la salva, muchas de sus virtudes, incluso superando a algunos de sus hermanastros fílmicos. El argumento, desde luego, os va a sonar:
Una pareja que pasa por un momento tenso y delicado en su relación se desplaza a una casa en el campo o, al menos, lo suficientemente aislada como para que la premisa funcione. La aparición en la puerta de la casa a las 4.20 de la madrugada de una adolescente enfermiza que pregunta por Tamara marca el arranque de unos extraños sucesos que se desarrollan de acuerdo a todos los clichés y demandas del cine de terror y suspense. A partir de esta inesperada aparición, comienza un salvaje y cruel acoso que acabará como en estos casos debe acabar.

Si bien la película adolece los habituales lastres del cine de este tipo de subgénero (reacciones inverosímiles por parte de los protagonistas, unos ubicuos acosadores que parecen teletransportarse, un final ambiguo y abierto que no aclara gran cosa...) hay que reconocer la buena mano y capacidad de Bertino para mantener la tensión y producir efectistas sustos. Claustrofóbica (lo que para otros será lenta), inquietante y desasosegadora, con buena fotografía y caliginosas texturas, la película cumple en el plano formal y consigue el objetivo de hacer que una hora y veinte minutos sean un largo mal rato para espíritus sensibles.

Desde luego, en casos como éste, donde se repite un mismo patrón con diferentes protagonistas y diferente envoltura técnica, va a depender de tu nivel de afición a los productos de terror y slasher, antes que a las cualidades o defectos inherentes al film que éste te guste o no. A mí, enfermo mental reconocido, me entretuvo durante todo su metraje sólo para reconocer, finalmente, que todo aquello ya lo había visto antes aunque, seguramente, con peores resultados técnicos y cinematográficos. Aquí, con un único escenario, dos protagonistas (si excluimos a los extraños en cuestión) y una trama tan simple como la arriba expuesta se alcanza un buen resultado comparable al nivel de adrenalina que al final de la película hemos segregado.

Interesante.
26 de noviembre de 2008
28 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1977, cinco años después de su áspera y brutal opera prima, La Última Casa a la Izquierda, el irregular Wes Craven volvía a adentrarse en el género que tanto merodearía con posterioridad. Lejanamente basada en los morbosos y grotescos crímenes del escocés Sawney Beane, Las Colinas Tienen Ojos, hoy recordada por algunos como gran hito del cine de terror, no pasa de ser una mediocre película. Torpe, poco creíble y, en definitiva, mal pergeñada, solo cuenta con aciertos casuales, aislados y esporádicos que animan escasa y puntualmente la proyección.

Años después, se anuncia nueva versión. El elegido, un francés escasamente conocido del que solo había podido ver su contundente Alta Tensión. Alexandre Aja había sabido condensar en imágenes la tensión afilada y el desasosiego más malsano. Si bien Alta Tensión tenía un final tramposo y artificial que, en mi opinión, deslucía su inquietante desarrollo, me pareció una tremenda y visceral pieza de terror.

Las Colinas tienen ojos es una muy superior revisión del clásico de los setenta. Exagerada, cumple con creces su objetivo: remover emocional y físicamente al espectador. Si bien muchas películas de terror consiguen lo segundo sobradamente, dejando un poso emético y mal cuerpo en el espectador, fracasan estrepitosamente en lo primero. La ausencia de identificación con unos desdibujados personajes, agentes de reacciones y personalidades poco verosímiles, impide el vínculo público-histrión que se demanda en la creación de una reacción emocional. Aja no cae en este error y desarrolla un guion que no solo se basa en la agitación física del espectador a partir de la violencia explícita y la sangre de determinadas secuencias. Junto al impacto visual del dolor, Aja introduce una asfixia psicológica que atrapa y sofoca el ánimo, convirtiendo la película en una pesadilla claustrofóbica y épica. La movilidad salvaje de la cámara, brutales primeros planos conjugados con amplias tomas del crepuscular desierto, inmóvil y desolado paisaje que crispa los nervios, crean un bizarro espectáculo, una pesadilla visual que cautiva y repele a partes iguales.

La familia va siendo atrozmente masacrada tal y como mandan los más vetustos cánones del terror. Los enemigos, unos desagradables mutantes que habitan el paisaje lunar del sur de Estados Unidos, representan la antítesis de la sociedad que los protagonistas encarnan (aunque curiosamente sean fruto de su lado más oscuro). El enfrentamiento hace derivar la obra hacia el (sub)género de supervivencia antes que encasillarse en el terror. Los civilizados urbanitas deben recurrir a sus más primitivos y atávicos instintos para escapar con vida del inmenso cementerio que es el desierto sureño. Deberán convertirse en lo que enfrentan para salir con vida del deletéreo escenario que se extiende ante ellos: miles de kilómetros deshabitados a excepción de unos teratológicos y muy violentos humanos mutados que se alimentan de todo aquel que pasa por allí. La lucha solo acaba de comenzar.
7 de enero de 2009
27 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué, me pregunto, tuve que ver esta película? ¿Qué oscuro estímulo me impelió a hacerlo? ¿Por qué no me conformé con cualquier otro cutre-estreno de los que pululan nuestra lamentable cartelera? Son cuestiones estas que, a posteriori, ya de nada vale hacerse. Lo poco que no han aniquilado del niño que todos llevamos dentro me pidió dejarle salir, recrearse en los momentos felices de la infancia a los que tan asociada está la saga Indiana Jones. El sombrero, la arqueología acrobática, el látigo, la chupa de cuero... Me preparé para disfrutar sin prejuicios con el que fuera gran héroe de mi periodo impúber, aquel que nos arrastraba a través de templos perdidos en ubérrimas selvas, nos conducía por abrasadas ciudades de olvidados desiertos o nos introducía reptantes en tumbas malditas ocultas en caliginosas regiones del planeta.
La nueva e innecesaria entrega de la saga queda muy lejos de las predecesoras. Harrison Ford cumple pese a su físico decadente y ajado propio del sexagenario que es. De hecho, formalmente, poco se le puede achacar a esta película que no se pudiera a cualquiera de sus predecesoras. Donde el film hace aguas, donde se desvanece cualquier aspiración de credibilidad, cualquier coherencia, es en un desquiciado guión repleto de fallos y errores que, creo yo, una superproducción de este tipo no puede permitirse. La simple lectura de unos libros de antropología les hubiera enseñado que el quechua es un idioma andino, no mexicano y por ello nadie lo puede aprender en el ejército de Pancho Villa (¡¡¡???). Que la Piedra del Sol azteca no está en Perú, ya que, por mucho que pueda sorprender a un estadounidense, los aztecas son un pueblo sito en México y no en Sudamérica. Que Chichen Itza es una ruina del postclásico maya ubicada en Yucatán y no en la Amazonia... Aún admitiendo que la cultura sea demasiado para los ejecutores del film o para quién éstos presuponen que va dirigido éste, el propio sentido común desaconseja creer que protegerse de una bomba atómica dentro de una nevera pueda salvarte de algo… Y así se podría seguir hasta el tedio. Ya no se presta atención a lo que se narra, sino a cómo se narra. Que todo sea más circense y exagerado, que las situaciones sean cuanto más ampulosas y delirantes mejor, parece ser la premisa de la que parte un sector del cine norteamericano moderno. Los guionistas han pasado a un segundo plano.
El metraje de la película se agotó. Comienzan los títulos de crédito finales. Algo más de mi infancia ha muerto. Un poquito más de aquel niño que una vez fui desapareció al concluir la película. Desde luego, la culpa es toda mía por haber depositado la más mínima esperanza en que tantos años después, una saga inspirada en la serie B más clásica y constituida por tres divertidas películas, pudiera, en estos tiempos postmodernos del consumo rápido, de la espectacularidad desbordante y el circo de los efectos especiales, despuntar hasta el nivel de sus predecesoras. Una pena mi ingenuidad.
9 de abril de 2009
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que esta película te guste o no, no va a depender de su calidad técnica o sus virtudes estéticas. Ni siquiera de la coherencia o verisimilitud de su guion. En gran medida, el resultado que esta pieza de gore te cause estará condicionado por el aguante que consideres tener ante una nueva repetición del mismo tema, con todos sus tópicos y típicos.

Papá Romero, tras producir y guionizar la nueva y brillante versión de su Dawn of the Dead, y ulteriormente volver a la carga con La Tierra de los Muertos, arremete con una nueva producción de zombies hambrientos de carne humana. Un punto de arranque conocido hasta la saciedad por todo cinéfago y que supone a la vez el punto fuerte y débil de esta obra. Me explico: si te va el rollo zombie y eres de aquellos nictófilos que se tragan a las tantas de la madrugada cualquier proyección casposa de muertos vivientes sin protestar, esta película te gustará como para aprobarla. Buenos y sangrientos fx, zombies torpones, caos postapocalíptico, pesimismo made in Romero, algo de moraleja política y un extenso etcétera de consabidos tópicos. Solo una cámara documental que suple al objetivo fijo intenta modernizar la cosa, en mi opinión, sin mucho éxito.

Pero todas estas características que al fiel seguidor complacerán hasta cierta medida, son también el arma sin herrumbre del film. Y es que otro gran sector de los espectadores se sentirá estafado ante otra película más de muertos caníbales, por mucho que sea George A. Romero quien se pone tras el objetivo y firma el guion. El pretexto de cámara documental, sin acabado profesional, no bastará para que esta obra se salve y, con seguridad, levantará irritabilidad entre muchos que la llegarán a tildar, seguramente, de fraude, imitación barata u oportunismo.

Mucho se ha rodado sobre difuntos que regresan a la vida para cometer tropelías antropófagas. Desde que en el año 1968 La Noche de los Muertos Vivientes (de cuyos negativos se guarda copia en el Museo de Arte Moderno de New York) abriera el camino, cientos de cintas lo han seguido con mejores o peores resultados. Esta no va a ser la última, sin duda, ni tampoco la mejor. Pero habiendo visto decenas de ellas, en soledad selénica o en compañía de colegas descerebrados, hay que reconocer que esta no está tan mal. Sólo hay que ver alguna de Fulci o Schnass para comprobarlo (me perdonen ambos autores, por favor, y quede claro que ambos me encantan).

En fin, que nuevamente nos vemos en el brete de la subjetividad de cada cual como criterio y la imposibilidad de emitir juicios categóricos sobre una peli que te agradará sólo si eres un irreductible del terror, el gore y, principalmente, los zombies. Obviamente, yo lo soy y de ahí mi seis para una película que no será del gusto de todos. ¡Advertidos estáis amigos!
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