Haz click aquí para copiar la URL
España España · Barcelona
Críticas de polvidal
<< 1 3 4 5 10 70 >>
Críticas 348
Críticas ordenadas por utilidad
3
4 de febrero de 2011
212 de 344 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Alguna vez os habéis sentido seres extraños en una sala de cine, como bichos raros e incomprendidos en una platea que reacciona al unísono ante los estímulos de un filme? Mi sensación durante el preestreno en Barcelona de Primos, la tercera cinta de Daniel Sánchez Arévalo, fue precisamente esa. Quizá no es que la comedia fuera mala, quizá el problema grave lo tenía yo. Si ninguno de los chistes, ninguno de los gags, me hizo puñetera gracia, mientras todo el mundo a mi alrededor se descojonaba en sus asientos, lo más probable es que mi humor no pase por su mejor momento. O peor todavía, que me esté convirtiendo en uno de esos seres amargados y pedantes que no miran más allá de un determinado cine de autor.

Pero me niego a aceptarlo. Me gusta el humor inteligente, es cierto, al más puro estilo 7 vidas o El club de la comedia, por poner un ejemplo de nuestro país (curioso que no me venga ahora a la memoria ninguna comedia española destacable en la gran pantalla). Pero también me desternillo con el humor más chabacano y absurdo, como el de Aída o Torrente. No es verdad que mi mente sea obtusa. La cuestión es que no sé muy bien donde ubicar el humor que ha ideado Arévalo para Primos. Por momentos es costumbrista, por momentos rudo. En alguna ocasión roza el ingenio, pero en general es cafre y simplón. Pero sobre todo es contagioso. Menos para un servidor.

"Estoy igual de contento que un cerdo en la mierda", suelta uno de los tres primos protagonistas en un momento dado para dar paso de inmediato a una carcajada general entre el público. Es sólo un ejemplo de las perlas humorísticas que va vomitando el guión sin tiempo para digerirlas, para asimilar el nivel de esfuerzo intelectual vertido en el texto. Otra muestra la encontramos en el propio tráiler de la película, cuando Raúl Arévalo le suelta a unas guiris despampanantes “How do you do, rubias”. Sin duda, para partirse de risa.

El director Sánchez Arévalo, en mi opinión, está acumulando pasos en falso. Si la extraña mezcla de drama y comedia que supuso Gordos ya desinfló las expectativas generadas tras Azuloscurocasinegro, este salto a la comedia hilarante se me antoja casi suicida. Pero viendo las reacciones de crítica y público debo tragarme mis palabras. Primos es divertida, graciosa y, sobre todo, rentable, así que no debo preocuparme, de momento, por su futuro profesional. La película será un éxito y las cifras de taquilla harán que me sienta todavía más incomprendido. Extraño caso el mío.
polvidal
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
21 de marzo de 2013
107 de 139 usuarios han encontrado esta crítica útil
De nuevo, la misma sinrazón. ¿Qué sentido tiene emular el modelo de cine espectáculo que en Hollywood son capaces de levantar con un simple pestañeo? ¿Para qué tantos medios y tanto esfuerzo técnico si ni siquiera desde el otro lado del Atlántico son ya capaces de sorprender? ¿A qué aspira la cinematografía de este país, a que el espectador salga del cine manifestando asombrado que la película no parece española? Quizá vaya siendo hora de competir desde una posición más honesta y realista, la que reconoce la falta de medios pero no del talento.

Porque la razón de ser de una película como Los últimos días es igual que la de Fin. Ninguna. El Apocalipsis, en sus múltiples variantes, ya ha sido abordado, y mucho mejor, por multitud de producciones. En Hijos de los hombres, la humanidad se enfrentaba a un mundo sin nacimientos. En A ciegas, la adaptación de Ensayo sobre la ceguera, una epidemia de invidencia amenazaba el futuro del planeta. Aquí la novedad es que la causa de todos los males es un brote de agorafobia. Pero poco importa, porque las consecuencias siempre terminan siendo el instinto de supervivencia y el caos social. Ninguna novedad al frente.

Aún así, la condescendencia termina imponiéndose, bien sea para no herir sensibilidades, bien para no menospreciar el innegable trabajo en equipo. La ilusión y el esfuerzo son tan palpables que el sentimiento de culpa aparece sin remedio ante el que osa valorar el resultado como un quiero y no puedo. O ante el que se pregunta, con respuesta negativa, si tanto trabajo ha merecido la pena.

Porque al final Los últimos días afronta el reto sacando pecho y brindando alguna escena memorable, más allá de las que están sirviendo como reclamo publicitario y que nos muestran una Barcelona devastada por el desorden. La persecución por los pasillos del metro o el primer caso de agorafobia en las oficinas del protagonista son un buen ejemplo de las buenas intenciones de la película. Pero al final la cordura cede paso a la imprudencia con escenas como las del supermercado o ciertas apariciones animales.

Así, mientras los hermanos Pastor persiguen el más difícil todavía, el espectador le demanda a Los últimos días un mayor coraje argumental. Porque si el filme buscaba alguna especie de terror psicológico, desde luego lo pierde apostando por un recurso tan trillado como el flashback. O si los objetivos eran la acción y el entretenimiento tampoco hacía falta profundizar demasiado en la relación entre los esforzados José Coronado y Quim Gutiérrez.

El cine español está repleto de casos en los que menos es más e incluso mejor. No hace falta que todos andemos buscando ahora financiaciones imposibles como las de Bayona. La primera entrega de [REC] o el excelente thriller La cara oculta, que Gutiérrez conoce perfectamente, son el claro exponente de que las buenas ideas pueden desarrollarse sin rimbombancia y mucha más trascendencia.
polvidal
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
3
20 de septiembre de 2015
135 de 196 usuarios han encontrado esta crítica útil
No puede ser. Nos lo han cambiado. Que el responsable de un gran salto en el cine de género español, el que nos sorprendió con su ópera prima Tesis y con su espeluznante salto internacional, Los otros, nos traiga ahora, unos cuantos años y bastantes euros más tarde, este subproducto de terror carente de ingenio, sin el más mínimo atisbo de novedad en el frente. Alejandro Amenábar se está adentrando peligrosamente en ese peligroso terreno de jóvenes directores promesa engullidos por una industria que los agasaja de dólares pero que los priva de lo más importante, su propio talento.

Estrenarse en el Festival de San Sebastián, como ha sido mi caso, con una película tan menor y absurda como Regresión ha sido un inesperado contratiempo, como también lo habrá sido para una organización que seguramente confiaba en la seguridad de un nombre y apellido hasta hace no tanto infalible. Pero Amenábar empezó a resbalar a medida que los proyectos agigantaban su ambición y su presupuesto, mientras un ejército de palmeros le ocultaba la caída en picado. Hoy, tras varios innecesarios cameos en el mundo de la publicidad y del reality de famoseo, se confirman las sospechas: el realizador de origen chileno navega a la deriva.

No hay nada peor que una cinta de suspense cuyo misterio carece de interés. La resolución de un caso de invasiones satánicas nos importa un bledo desde el momento en que el planteamiento se presenta a desgana, tirando de verborrea y renunciado incluso a los elementos más efectistas, pero siempre efectivos, del género. En Regresión, la única incógnita que resulta inquietante es conocer los motivos por los que uno de los integrantes de la secta decide inmortalizar sus sacrificios con una cámara Polaroid. Es sólo un extracto de la gran sarta de despropósitos que, bordeando el ridículo, nos presenta Amenábar y que demuestran su gran talento desperdiciado. Porque hasta Ethan Hawke y Emma Watson están de pena. Ahí está el auténtico crimen.
polvidal
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Capitalismo: Una historia de amor
Documental
Estados Unidos2009
6.8
6,636
Documental, Intervenciones de: Michael Moore
9
8 de enero de 2010
87 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre Michael Moore pesa últimamente una gran campaña de desprestigio. Se dice que posee una casa de millón de dólares en pleno Manhattan, fruto de las cuantiosas ganancias que le han reportado sus documentales en contra de las desigualdades sociales. Se comentó en el pasado Festival de Venecia, cuando fue a presentar Capitalismo: una historia de amor, que las distribuidoras exigían 2.000 euros a los medios de comunicación para poder entrevistarle. Al realizador de Flint se le juzga con la misma facilidad con la que se mitifica a otros directores de intocable renombre. Y cabría preguntarse por qué, hasta llegar rápidamente a una conclusión: Michael Moore es un personaje incómodo.

Moore es una excepción en el panorama cinematográfico. El único que cuenta con la confianza de un gran estudio para denunciar a políticos, instituciones y otras corporaciones gigantes que, como General Motors, Citibank o Wal Mart, aprovechan los resquicios abiertos por la política para instaurar un capitalismo salvaje, desprovisto de cualquier atisbo de humanidad.

Lo único que podría reprochársele a Moore es su abuso de testimonios lacrimógenos o su tendencia a montar el espectáculo. Sin embargo, hay que entender que es la única manera de hacer digerible para todos los públicos un tema tan poco comercial como la economía basada en el capitalismo. El resto de material es una lúcida recopilación de datos en la que no hay cabida para la invención, puesto que cada uno de ellos viene perfectamente documentado con declaraciones, cifras y nombres. Ni trampa ni cartón.

¿Dónde está entonces la demagogia? Desde luego no en Michael Moore, encargado de sacar a la luz, con mayor o menor acierto, las perversidades del venerado sistema capitalista. Por supuesto, el director nos ofrece una lección sobre demagogia pero no llevándola a cabo en primera persona sino denunciando la degeneración de la democracia a la que ha conducido el libre mercado. Demagogia practicó Bush fomentando el miedo a la crisis en un discurso ante los ciudadanos y demagogia denotaron republicanos y demócratas en el congreso cuando concedieron bajo ese pretexto 700.000 millones de dólares de las arcas públicas a la banca privada. Desde luego, prefiero ver llenos los bolsillos de alguien capaz de abrirnos los ojos que los de multimillonarios directores empeñados en colocarnos una venda en forma de gafas tridimensionales. Para algunos esto será demagogia, puede que de las más baratas, pero conviene distinguir entre aquellas que pretenden ser instructivas y las que simplemente destruyen.
polvidal
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
8 de abril de 2022
103 de 134 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como si no lo hiciéramos ya. Como si instintivamente no cambiásemos de personalidad cuando atravesamos la puerta de acceso a nuestro trabajo. El entorno laboral, más o menos amable, más o menos hostil, nos obliga de forma irremediable a contener nuestro auténtico yo. En un ambiente con sus jerarquías, con sus desequilibrios, resulta imposible ser uno mismo. Es probable que nuestro entorno más cercano se sorprendiera con nuestra versión de currante de la misma manera que compañeros de trabajo alucinarían con nuestra vertiente hogareña.

La serie de AppleTV+ Separación va un paso más allá y se plantea qué ocurriría si un implante cerebral permitiera separar esas dos facetas. Durante la jornada de ocho horas dejaríamos a un lado nuestra vida personal, que retomaríamos al fichar la salida. Dos vidas completamente separadas, ajenas la una de la otra. El sueño cumplido de toda empresa, que dispondría de una legión de subordinados libre de taras mundanas, y de todo aquél workaholic que incomprensiblemente se lleva el trabajo a casa.

¿Qué individuo sería capaz de someterse a semejante barbarie? Es uno de los muchos interrogantes que plantea la serie, cuyos cuatro protagonistas, aparentemente sin nada en común, tan solo se conocen en el ámbito laboral. Una vez se adentran en el ascensor de la empresa, con una salida escalonada cada cinco minutos, se convierten en absolutos desconocidos y retoman su vida personal.

Producida por Ben Stiller (sí, el de Zoolander o Noche en el museo pero también el que estaba detrás de series como Fuga en Dannemora), Separación es lo opuesto a la comedia. Es un thriller de ciencia ficción de lo más absorbente y enigmático, con un ritmo y una atmósfera muy particulares, rozando por momentos el surrealismo, pero con una voluntad muy clara de reflexión sobre los límites de nuestra propia intimidad.

La serie reproduce a la perfección los esquemas, los roles y las dinámicas de toda organización empresarial. Los protagonistas, sin ir más lejos, pertenecen a un departamento de nombre rimbombante cuya función prácticamente desconocen. En un entorno diáfano y aséptico, desprovisto de toda humanidad, desarrollan su labor con un fingido entusiasmo, el que inflige la propia corporación con estúpidas iniciativas de team building. ¿A alguien le suena?

La opacidad con la información, los desequilibrios de poder o la desconfianza entre departamentos son otras tendencias que también están presentes en Separación y que pueden resultar familiares. Incluso la serie adquiere por momentos un ritmo aletargado, repetitivo, rutinario, por si algún espectador no se había terminado de sentir identificado.

Pero es en el misterio, en la incógnita, donde reside el gran interés de esta apasionante mezcla entre Homecoming y Devs, dos de las grandes producciones de ciencia ficción que nos ha proporcionado el streaming en los últimos años. Si uno logra adentrarse en esta atmósfera de claustrofobia y control enfermizo, algo nada difícil, acabará sumergido literalmente en una historia de lo más adictiva, que culmina con un apoteósico episodio final que recuerda a los mejores momentos de Perdidos. Por suerte, AppleTV+, que vela por nosotros, ya nos tiene reservada una segunda temporada en su cada vez más interesante catálogo de series.
polvidal
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 3 4 5 10 70 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow