Sucker Punch parece darnos la bienvenida como cualquier otra película en la que un buen director cae poco a poco en un abismo más profundo que el que plantea la inquietante mente de la protagonista del filme. Sin embargo, en este caso la verdadera víctima de tan caótico espectáculo no es una joven a la que sobrevienen un sin fin adversidades, sino un realizador de cine que se situó en el punto de mira con 300 espartanos y que, ahora, parece venirse abajo en esta maquiavélica muestra de telañaras mentales; en efecto, me refiero a Zack Snyder.

En Sucker Punch nos presenta un guión cuyo enrevesamiento cruza la sutil barrera que hay entre lo genuino y lo excesivo (cayendo en este último) y unos ambiguos personajes que tratan inútilmente de hacer entendible lo incomprensible. Entre tanta confusión, destacan unas gélidas interpretaciones (especialmente la de una pésima Vanessa Hudgens y la de una inexpresiva Emily Browing) de las que únicamete es salvable la realizada por una correcta Abbie Cornish.

Hasta los claramente digitalizados efectos visuales (resultan tan falsos que hasta te hacen creer que estás jugando a un videojuego en lugar de viendo una película frente al televisor) y la cargante banda sonora no hacen otra cosa que agravar la rocambolesca situación, rizando el rizo en un deplorable largometraje que, volviendo al análisis con el que se inició esta crítica, un director como Zack Snyder nunca debería haber creado.

Para concluir, dejaré en el aire una pregunta a la que espero encontrar respuesta en los años venideros: ¿logrará el realizador borrar esta mancha en su filmografía con su próximo filme? Personalmente, espero y deseo que así sea.

Se me ocurren infinidad de adjetivos positivos con los que calificar esta obra de arte (imprescindible, ocurrente, espectacular...) y, sin embargo, ninguno parece hacer justicia a la que, bajo mi punto de vista, ha sido la película más representativa del 2010.

El reparto se muestra espectacular, especialmente una sobresaliente Natalie Portman que parece haber sido poseída por su personaje de una manera inimaginable (borda un papel muy difícil de interpretar). Junto a ella, aparecen unas destacables Barbara Hershey y Mila Kunis, rematadas con el broche de oro de Vincent Cassel y Winona Ryder.

Continuando con el barroco espectáculo que se nos muestra en el filme, cabe destacar la labor de Darren Aronofsky; hay pocos cineastas capaces de captar la fragilidad y desbordarla en una locura agónica sin que la narración pierda el creciente ritmo. Además, el guión encuadra a la perfección la degradación del personaje principal en una historia contundente de ballet.

En definitiva, una auténtica joya que realza el verdadero valor del cine. Sin lugar a dudas, habría que verla para comprender por qué despierta tantas emociones y por qué es tan complicado encontrar un calificativo apropiado.

Era de esperar. Cuando se intenta exprimir un producto hasta la saciedad, éste se acaba resintiendo. Ice Age se ha caracterizado siempre por una desbordante calidad visual, humorística y argumental. Sin embargo, en esta ocasión los directores han decidido mantener la primera y extrapolar las segundas a un punto de vista más infantil.

El resultado es una película decente pero lejos de alcanzar el nivel de sus predecesoras. Dentro de sus limitaciones, se trata de un filme divertido sin más pretensión que la de hacer taquilla. Y es que parece ser que en el juego del dinero todo vale. Además, se echa en falta la presencia de los directores originales de la saga; tal vez por eso el planteamiento haya cambiado tan importantemente.

Por su parte, la banda sonora corre a cargo de uno de los compositores emergentes en el mundo del cine; John Powell crea un acompañamiento musical que guía el conjunto con tiento. Los dobladores repiten en sus papeles, secundados por nuevas personalidades de la canción como Jennifer López (tal vez tenga mayor acierto como dobladora que como actriz).

En definitiva, una película entretenida que baja un escalón respecto a las tres entregas anteriores. Esperemos que no alarguen la franquicia más de lo necesario o, de lo contrario, cualquier cosa podría pasar.

Ya durante los primeros minutos te das cuenta de que Pixar ha intentado explotar lo inexplotable. Si ya "Cars" resultaba un tanto descafeinada, esta secuela no hace otra cosa que confirmar las sospechas que un día tuve: amén de que las segundas partes suelen decaer con respecto a las primeras, no intentes hacer una nueva entrega de un producto del que no se puede sacar mucho.
Quizá sea por eso que el argumento se acerca peligrosamente a lo excesivo, desvalorizando una serie de personajes que en su día resultaron simpáticos y agradables.
Sin embargo, al margen de que no sea una buena cinta, me gustaría añadir que ojalá todas las malas películas fueran como esta; a fin de cuentas, aunque el guión no esté muy elaborado y las situaciones rozen lo inverosímil, no se hace tan tediosa. Además, la técnica de animación de la compañía sigue siendo intachable y los apartados de sonido y banda sonora, bastante correctos.

Es difícil empezar a hablar de una película tan desbordantemente mala, así que me serviré de una metáfora: pongamos que el filme es un camino que recorrer.

Comenzaré andando y encontraré a un reparto compuesto por una serie de actores cuyas interpretaciones se recrean en lo absurdo (bien es cierto que tampoco se les da la oportunidad de demostrar sus cuestionables facultades con unos personajes tan huecos).

A continuación, tropiezo con un guión insostenible que consiste en una sucesión de diálogos incongruentes y situaciones completamente inverosímiles que desencadenan una soporífera sensación de aburrimiento (sensación que, todo sea dicho, no desaparecerá hasta bien pasados los créditos finales).

De esta forma, llego al final del camino con una película vacía que deja miles de cabos sin atar y que, a su vez, hace inevitable una última pregunta: "¿Y el argumento?". En definitiva, es uno de esos filmes que crea en el espectador la imperiosa necesidad de ver otra película que quite semejante mal sabor de boca.