Para mí la mejor serie de televisión jamás hecha, o por lo menos de las que tengo vistas.
A cada finalización de un capítulo se me queda un sabor bastante amargo. Quizás porque ya me siento como uno más del complejo mural humano, contradictorio, terrible y sobre todo creíble, que describe de forma tan magistral.
Escucho en ocasiones comentarios curiosos del tipo: “es una serie muy realista”, “un retrato casi documental de la sociedad de Baltimore”, etc.., hechos seguro por personas que no han pisado Baltimore en su vida. Sea conforme a la realidad o no, cosa que reconozco no saber, yo diría que es verosímil. Efectivamente, según dice David Simon, creador de la serie: «La pauta que sigo para intentar ser verosímil es muy sencilla:
que se joda el espectador medio». Y se nota ese parámetro en muchos aspectos:
-No existen buenos y malos, sino unos tipos mejores o peores que otros.
-La serie suele tener un ritmo pausado y en ocasiones las miradas llenan con mucha intensidad los numerosos silencios
-Los “buenos” también la cagan. Y también se emborrachan, son infieles y a veces chapuceros.
-El destino de los personajes está condicionado por su personalidad y el mundo al que pertenecen. Si alguno intenta entrar o mantenerse en un mundo que no le corresponde, termina pagándolo.
Así que, al contrario de lo que piensan muchos, creo que sí existe algo de moral en la serie, pero siempre se da más importancia a la supervivencia y a la ambición.

Supervivencia y ambición, tanto de algunos peones como de los poderosos. Este podría ser el motor que impulsa a la mayoría de los personajes y donde se centra el aspecto dramático de la serie. Pero “The Wire” no se agota ahí, también está su profundidad crítica, a saber: conformismo o intentar revolucionar unos mecanismos que dan lugar a un modelo ineficaz o injusto en cualquier sector de la sociedad. Así, está el buen trabajo policial que se practica en la sombra y requiere su tiempo y recursos, o el trabajo policial para mantener la imagen del departamento y maquillaje de las estadísticas. Otros ejemplos parecidos se pueden poner con el ámbito educativo y los medios de comunicación donde se centran sus temporadas cuarta y quinta. En medio de todo esto, sólo unos pocos personajes de rectitud quijotesca (McNulty , Daniels, Freemon, Prez…) intentarán revolucionar el sistema, a costa del trato a patadas de sus jefes.

Por último, “The Wire” es una serie auténtica. Si en cualquier serie policiaca podemos ver al par de maniquíes de turno trajeados en un bareto de lujo dándose un trato cordial, McNulty y Bunk van a emborracharse a las vías del tren y con toda naturalidad, Bunk le dice al perdido de McNulty que es un “gilipollas legendario”. Magistral.

En realidad no empieza mal, y una vez que te tragas la premisa ya explotada hasta la saciedad, podría haberse aprovechado. Pero el buenrollismo es tal que todo llega al punto de sospechar que es un producto colonialista (y planfetista) del estilo occidental. Busca una tía, cásate, ten un hijo y, sobre todo, ten mucho, pero que mucho dinero. Sé que todo esto suena típico, muy prejuicioso y parece fuera de lugar. Sin embargo, es al contrario. La intuición te hace sospechar de los perroflautas de los personajes, porque todos son demasiado amables, y sus problemas muy estúpidos, salvo cuando alguno muere. Todo son trazos planfetarios, un producto venenoso que ha sido ideado por un maquivélico productor, y/o interesado exclusivamente en su venta y difusión. Lo que sí parece evidente es que todos viven muy cómodos. Así que, a mí lo que me gustaría saber es cómo papá Flanders consiguió la pasta, y que la suciedad hiciera bien su trabajo. Tendría gancho una precuela en la que contara la historia de cómo se hizo rico a costa decunos cuantos, y de cómo el dinero le convirtió ( a él y a su familia), en alguien maravilloso.Decía el recientemente fallecido Rafael Chirves que "el dinero tiene una cualidad detergente". Sólo entonces podría creerme algo del planfleto.

Para ver una cosa de estas, prefiero los dibujos de “Dragon Ball”, o cualquier película del oeste donde se trata de saber quién es el más cabrón de todos, algunas de las cuales tienen una historia excelente. De eso se trata, ¿no?; de hecho, ahí está Russell Crowe con su cara de verraco y dispuesto a pegar ostias a saco, que es lo que realmente me interesa de la película.
Aquí está el problema, en el guión, en que la historia parece escrita por un “criajo” que ha formado parte de una hermandad adolescente o alguna gilipollez del estilo. Ojo, que la idea no es mía, es del propio Russell Crowe, que en una entrevista vino a decir que la frase de “Fuerza y Honor” era una especia de emblema de un equipo de fútbol suyo del instituto. Oírle decir aquello supuso para mí una especia de orgullo y regodeo interior, pues es justamente lo que pensé cuando vi la película de marras: “vaya idiotez de frase”. El problema es que si sólo hubiera sido una frase y el resto hubiera sido un guión tipo “Espartaco”, pues lo hubiera dejado pasar, o no habría pensado nada por el estilo. Pero ni muchísimo menos, las frases épicas trufan la historia petardísima con un montón de perlas:
"A mi señal, ira y fuego"
"Lo que hacemos en vida, tiene su eco en la eternidad".... (¡puff !)
"A veces con la helada, la espada se queda pegada a la vaina" (¡juas!)
"Mi nombre es Máximo Décimo Meridio... Padre de un hijo asesinado, marido de una mujer asesinada, y cobraré mi venganza, en esta vida o en la otra" (ahí está, Russell Crowe, que lo hace bien sí, pero sólo en esto, como toda la película. )

Una inusual fusión de drama social con thriller de acción, que se acopla perfectamente, y en el que la última de las partes adquiere un claro significado. El honrado, digno, serio y apaleado Oscar, intenta salir con su familia de una vida miserable, en medio de un panorama en el que sentimos cada una de las desventuras que experimenta. Sin que apenas nos demos cuenta pasamos absortos los minutos, y a cada momento parece que va a pasar algo traumático mientras que de forma plácida seguimos a la espera; de hecho, casi al mismo ritmo al que circula el blindado, que al tiempo sirve tanto como referente o motor visual del film, como también de símbolo de lo inevitable, de lo que ha de llegar (y se sabe que va a llegar), a su destino. Si uno se para a pensar después de verla, se ve que gran parte de la película es la antesala de algo grande, pero en la que nada sobra. Esto último es debido a muy buenos diálogos, a interpretaciones entrañables, especialmente de la pareja protagonista y del compañero de trabajo, y a una hermosa fotografía oscura, casi desasogante.

Por supuesto, el momento llega... y la necesidad brota a borbotones, imparable, por encima de cualquier cosa.

Después de la decepción de la artificiosa y vendida Westworld, el sello de calidad para este año de la famosa productora pasa sin duda por esta serie. La historia de "crimen no resuelto de chica joven y guapa asesinada" puede suponer una rémora para quienes empiecen a estar un poco hastiados de lo mismo. Pero la productora, en esta ocasión de la mano de Steven Zaillan, utiliza el manido recurso atrapa audiencias para lanzar una profunda -y a veces no explícita-, reflexión sobre lo que parecen las perversiones del sistema carcelario de Estados Unidos, y que seguramente, si uno se para a pensar un poco, sean también predicables del nuestro, e incuso casi universales de los sistemas penitenciarios. Por si fuera poco, a título similar de lo que ocurría con la formidable Cadena Perpetúa, -con la que a mi parecer guarda algún símil que otro-, se realza el valor de amistad y admiración recíproca entre dos sujetos aparentemente bien distintos, pero sometidos a idéntica lucha de supervivencia en circunstancias extremadamente hostiles. En tal contexto, es todo un acierto la referencia literaria a "La llamada de lo Salvaje" de Jack London. Si esta es la mitad del tiempo de la serie, el restante se distribuye en el trascurso del interesante juicio, se vuelca también en un magnético antihéroe, un inolvidable y destartalado John Turturro que iba a interpretar un dios llamado James Gandolfini, y uno de los mejores personajes inspectores de policía que se ha visto en mucho tiempo. Y como sólo sabe hacer HBO, algunos permanecerán largo tiempo en la memoria.