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7.1
29,161
9
6 de octubre de 2019
6 de octubre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Como empiezo a hablar de una película como esta? Es difícil hacerlo cuando sales de la sala de cine sin palabras y estupefacto ante lo que acabas de ver. La favorita te deja pensando un tiempo y mejora según más pienses sobre ella. Yorgos Lanthimos ha creado una obra genial y ampliamente disfrutable sin negar nunca de su estilo característico. Se merece todo el reconocimiento que ha obtenido. Gracias al enfoque del realizador griego esta historia de clásica apariencia se siente totalmente moderna y original.
El trabajo técnico está realmente cuidado para trasladarnos a los tiempos de Ana Estuardo. De digna mención es la fotografía con uso de luz natural y abundantes ojos de pez, que junto a otros efectos crean una atmósfera desoladora y fría que persiste durante todo el metraje. La música es partícipe fundamental en cada momento crucial y la guinda que corona una ambientación maravillosa. Un dato del que no me dí cuenta es que todo el vestuario está compuesto unicamnete de los colores blanco y negro. Sin duda es de lo más apropiado para una historia de manipulación y patetismo como esta. Pero al fin y al cabo, no todo es penumbroso en La Favorita. Los golpes más dramáticos no dejan de estar precedidos por el humor más negro y algunas inolvidables líneas de diálogo. Los personajes son crueles y su manera de hablar sin tapujos lo demuestra. El guión está tratado con la absurdez y genialidad propias del estilo de Lanthimos, quien no lo firma esta vez. Y si hay algo que derrocha esta película es estilo propio.
Resulta refrescante y satisfactoria la forma en la que se desarrolla la obra, llevando un in crescendo continuo desde el minuto 1. La estructura por capítulos, aunque muy utilizada últimamente, es un detalle siempre elegante. En cuanto al argumento es mejor saber poco y dejarte sorprender. Principalmente por la delicia que supone ver la manera en la que la trama se desenvuelve y como cada hecho guarda un significado o pista para lo que venga después. En lo relativo a los personajes, es fascinante lo bien escritos que están y como nuestras impresiones sobre ellos pueden cambiar según avanza el metraje.
Punto y aparte para las tres protagonistas. Todas ellas magnéticas y entretenidísimas de ver en pantalla. Emma Stone clava su papel llenando de matices a un personaje con varias capas. Rachel Weisz está magnífica, portando sutileza y carisma en su compleja interpretación. Y Olivia Colman es maravillosa, la que se está llevando el mayor reconocimiento, y no es para menos, pues cada vez que está presente eleva la escena con su poderosa presencia. Pero todas ellas se merecen un Oscar. El elenco probablemente sea el mejor del año pasado. Secundarios como Nicholas Hoult o Joe Alwyn se encuentran en un estado de gracia encarnando a personajes tan idiotas como encantadores.
En resumen pienso que La Favorita es una película fantástica y la recomiendo a todo el mundo. Quizás el estilo narrativo que empleé la película parezca pretencioso a algunos, yo no lo creó así. Al contrario, salí ilusionado del cine tras encontrarme con una historia contada por alguien que sabe muy bien como quiere contarla. Tremenda y única, pero que nadie se espere un relato de época al uso.
El trabajo técnico está realmente cuidado para trasladarnos a los tiempos de Ana Estuardo. De digna mención es la fotografía con uso de luz natural y abundantes ojos de pez, que junto a otros efectos crean una atmósfera desoladora y fría que persiste durante todo el metraje. La música es partícipe fundamental en cada momento crucial y la guinda que corona una ambientación maravillosa. Un dato del que no me dí cuenta es que todo el vestuario está compuesto unicamnete de los colores blanco y negro. Sin duda es de lo más apropiado para una historia de manipulación y patetismo como esta. Pero al fin y al cabo, no todo es penumbroso en La Favorita. Los golpes más dramáticos no dejan de estar precedidos por el humor más negro y algunas inolvidables líneas de diálogo. Los personajes son crueles y su manera de hablar sin tapujos lo demuestra. El guión está tratado con la absurdez y genialidad propias del estilo de Lanthimos, quien no lo firma esta vez. Y si hay algo que derrocha esta película es estilo propio.
Resulta refrescante y satisfactoria la forma en la que se desarrolla la obra, llevando un in crescendo continuo desde el minuto 1. La estructura por capítulos, aunque muy utilizada últimamente, es un detalle siempre elegante. En cuanto al argumento es mejor saber poco y dejarte sorprender. Principalmente por la delicia que supone ver la manera en la que la trama se desenvuelve y como cada hecho guarda un significado o pista para lo que venga después. En lo relativo a los personajes, es fascinante lo bien escritos que están y como nuestras impresiones sobre ellos pueden cambiar según avanza el metraje.
Punto y aparte para las tres protagonistas. Todas ellas magnéticas y entretenidísimas de ver en pantalla. Emma Stone clava su papel llenando de matices a un personaje con varias capas. Rachel Weisz está magnífica, portando sutileza y carisma en su compleja interpretación. Y Olivia Colman es maravillosa, la que se está llevando el mayor reconocimiento, y no es para menos, pues cada vez que está presente eleva la escena con su poderosa presencia. Pero todas ellas se merecen un Oscar. El elenco probablemente sea el mejor del año pasado. Secundarios como Nicholas Hoult o Joe Alwyn se encuentran en un estado de gracia encarnando a personajes tan idiotas como encantadores.
En resumen pienso que La Favorita es una película fantástica y la recomiendo a todo el mundo. Quizás el estilo narrativo que empleé la película parezca pretencioso a algunos, yo no lo creó así. Al contrario, salí ilusionado del cine tras encontrarme con una historia contada por alguien que sabe muy bien como quiere contarla. Tremenda y única, pero que nadie se espere un relato de época al uso.

7.2
48,836
8
20 de marzo de 2020
20 de marzo de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se me pasó por largo hacer esta crítica cuando Puñales por la Espalda estaba en cartelera así que ahora voy a dedicarle parte de mi tiempo de cuarentena.
El último largometraje de Rian Johnson es un disfrute de principio a fin, un “Crowd-Pleaser” por excelencia. Tiene mérito conseguir algo así con un argumento original en una época donde el “gran entretenimiento” lo conforman casi siempre secuelas, remakes y películas de superhéroes. Pero Johnson no se conforma con rendir tributo a los misterios detectivescos propios de Agatha Christie, sino que subvierte las expectativas con un relato lleno de giros y de frescura en cada fotograma. Su propuesta es atractiva tanto por su aroma clásico como por su innegable contemporaneidad.
Hay tantos nombres talentosos en el reparto que resulta inevutable echar de menos más momentos estelares para cada uno de ellos. Algunos como Toni Collette, Michael Shannon y Chris Evans derrochan entusiasmo y se les nota hasta agradecidos en sus cambios de registro. Pero aunque se podría pensar en un principio que esta es una película coral, no hay duda alguna que la protagonista de la función es Ana de Armas. Ella, junto a un Daniel Craig despojado de la melancolía de su James Bond, lleva el peso de la trama sobre los hombros y confirma el talento que ya mostraba en Blade Runner 2049. En un elenco de estrellas, la actriz cubana es la que más va a brillar de ahora en adelante.
Knives Out o Puñales por la Espalda es una de las películas más puramente divertidas del año pasado, además de una propuesta original, inteligente y llena de corazón. Demuestra que puede haber consenso entre el trabajo de autor y el cine más comercial, algo que para mi gusto es una bienvenida noticia. Espero que Rian Johnson siga trayendo sus ideas y vueltas de tuerca a la gran pantalla durante los próximos años, por mucho que puedan enfadar a una parte del público(Star Wars VIII, Fly).
También animo a quienes no hayan podido ver esta cinta en cines(y porqué no, también a quienes lo hayan hecho) a disfrutarla en casa un día de estos, ya sea solos o acompañados. Son momentos difíciles pero si algo es seguro es que el cine nos ayuda a sobrellevarlos mejor. Mucho ánimo a quien lea.
El último largometraje de Rian Johnson es un disfrute de principio a fin, un “Crowd-Pleaser” por excelencia. Tiene mérito conseguir algo así con un argumento original en una época donde el “gran entretenimiento” lo conforman casi siempre secuelas, remakes y películas de superhéroes. Pero Johnson no se conforma con rendir tributo a los misterios detectivescos propios de Agatha Christie, sino que subvierte las expectativas con un relato lleno de giros y de frescura en cada fotograma. Su propuesta es atractiva tanto por su aroma clásico como por su innegable contemporaneidad.
Hay tantos nombres talentosos en el reparto que resulta inevutable echar de menos más momentos estelares para cada uno de ellos. Algunos como Toni Collette, Michael Shannon y Chris Evans derrochan entusiasmo y se les nota hasta agradecidos en sus cambios de registro. Pero aunque se podría pensar en un principio que esta es una película coral, no hay duda alguna que la protagonista de la función es Ana de Armas. Ella, junto a un Daniel Craig despojado de la melancolía de su James Bond, lleva el peso de la trama sobre los hombros y confirma el talento que ya mostraba en Blade Runner 2049. En un elenco de estrellas, la actriz cubana es la que más va a brillar de ahora en adelante.
Knives Out o Puñales por la Espalda es una de las películas más puramente divertidas del año pasado, además de una propuesta original, inteligente y llena de corazón. Demuestra que puede haber consenso entre el trabajo de autor y el cine más comercial, algo que para mi gusto es una bienvenida noticia. Espero que Rian Johnson siga trayendo sus ideas y vueltas de tuerca a la gran pantalla durante los próximos años, por mucho que puedan enfadar a una parte del público(Star Wars VIII, Fly).
También animo a quienes no hayan podido ver esta cinta en cines(y porqué no, también a quienes lo hayan hecho) a disfrutarla en casa un día de estos, ya sea solos o acompañados. Son momentos difíciles pero si algo es seguro es que el cine nos ayuda a sobrellevarlos mejor. Mucho ánimo a quien lea.

7.7
52,934
8
25 de enero de 2020
25 de enero de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy probablemente esta temporada te cansarás de leer que 1917, la última película de Sam Mendes, se tiene que ver en la mejor sala de cine que tengas a tu disposición. Tras ver ahora como esta ambiciosa premisa cinematográfica se ha llevado a la vida no puedo evitar decir algo similar. 1917 es con todo el derecho una auténtica obra maestra técnica. No puedo empezar a imaginarme el nivel de coordinación entre todo el equipo ni la milimetría de la planificación de su puesta en escena.
Parece como si Mendes se quisiera poner a prueba a sí mismo, y bien que ha conseguido un alarde de espectacularidad impresionante. Es verdad que sumergirnos en la primera línea de batalla a través del falso plano secuencia es una experiencia estimulante. Aún más cuando el maestro Roger Deakins consigue una belleza visual arrebatadora en medio de una acción continua. Imposible separarnos de los dos soldados protagonistas en todo el transcurso de su misión, una experiencia que recuerda más a un videojuego que a una película. Los actores de prestigio que figuran en la cinta(Colin Firth y Mark Strong entre otros) pasan por ahí como si fueran NPCs propios del Battlefield 1 o el Call of Duty.
Son caras más desconocidas, Dean-Charles Chapman(Juego de Tronos) y más especialmente George MacKay(Captain Fantastic) las que merecen el mérito de llevar la trama a sus espaldas. Inevitablemente, es en este aspecto donde la propuesta se ha visto convencionalizada. Los grandes temas del cine bélico ya se han explorado hasta la saciedad, en varias ocasiones con una crudeza visceral aquí rebajada: La guerra es mala, por supuesto. Heroísmo, de sobra. Habrá quien conecte con las vivencias de los personajes y quienes no, pero lo que está claro es que 1917 no pretende maravillarnos con su guión, sino hacernos sentir pequeños ante su alarde visual y sonoro.
No estamos ante la mejor obra de un 2019 lleno de calidad, ni la más importante, como sugeriría el año que marca su título. Pero es innegable el mérito que conlleva llevar a la gran pantalla un proyecto de tal ambición. En espectáculo nada supera a 1917, y eso es algo que Sam Mendes tiene en mente, ahora y cuando suba a recoger su estatuilla el 10 de Febrero. Porque ha creado una obra que solo podía narrarse con una cámara de cine.
Parece como si Mendes se quisiera poner a prueba a sí mismo, y bien que ha conseguido un alarde de espectacularidad impresionante. Es verdad que sumergirnos en la primera línea de batalla a través del falso plano secuencia es una experiencia estimulante. Aún más cuando el maestro Roger Deakins consigue una belleza visual arrebatadora en medio de una acción continua. Imposible separarnos de los dos soldados protagonistas en todo el transcurso de su misión, una experiencia que recuerda más a un videojuego que a una película. Los actores de prestigio que figuran en la cinta(Colin Firth y Mark Strong entre otros) pasan por ahí como si fueran NPCs propios del Battlefield 1 o el Call of Duty.
Son caras más desconocidas, Dean-Charles Chapman(Juego de Tronos) y más especialmente George MacKay(Captain Fantastic) las que merecen el mérito de llevar la trama a sus espaldas. Inevitablemente, es en este aspecto donde la propuesta se ha visto convencionalizada. Los grandes temas del cine bélico ya se han explorado hasta la saciedad, en varias ocasiones con una crudeza visceral aquí rebajada: La guerra es mala, por supuesto. Heroísmo, de sobra. Habrá quien conecte con las vivencias de los personajes y quienes no, pero lo que está claro es que 1917 no pretende maravillarnos con su guión, sino hacernos sentir pequeños ante su alarde visual y sonoro.
No estamos ante la mejor obra de un 2019 lleno de calidad, ni la más importante, como sugeriría el año que marca su título. Pero es innegable el mérito que conlleva llevar a la gran pantalla un proyecto de tal ambición. En espectáculo nada supera a 1917, y eso es algo que Sam Mendes tiene en mente, ahora y cuando suba a recoger su estatuilla el 10 de Febrero. Porque ha creado una obra que solo podía narrarse con una cámara de cine.
8
6 de octubre de 2019
6 de octubre de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ad Astra es una película curiosa. Indudablemente es ciencia ficción espacial, con todo el espectáculo y épica que eso conlleva, pero su acercamiento al género es inusual en más de una manera.
Nos situamos en el futuro no lejano, pero hay cierta de distancia desde la que seguimos a nuestro protagonista. Brad Pitt es el motor y causa de la historia, le acompañamos y sabemos cada cosa que piensa(la voz en off no deja espacio para el libre entendimiento), pero sin embargo no nos deja acercarnos lo suficiente para entenderle. "Que no me toquen" dice el personaje de Roy McBride en los primeros minutos de la cinta. La misión de Roy es no tanto una odisea espacial como un viaje de redención interior, que acaba revelando un mensaje universal al llegar a su final. En Ad Astra estamos ante una continua introspección, que si bien es fría y sobria en estilo, nos habla de temas humanos. En estos aspectos es un relato de la ciencia ficción pura y dura, envuelto en una estética tan desoladora como concebible y realista. A través de una mirada solitaria observamos un mundo en construcción, visualmente majestuoso y sonoramente envolvente, que a ratos nos oprime y a ratos nos fascina.
Parece que James Gray tiene claro lo que quería conseguir, aunque como espectador habría agradecido que hubiese dado menos pasos en falso en el camino. La película no es fácil, y guarda más de una incoherencia, es un raro caso que ofrece cualquier tipo de valoración y llegará a cada uno de una manera diferente. Para mi ha supuesto una experiencia complicada a la par que estimulante, en la que he tenido que implicarme a fondo pero que me ha recompensado con un tercer acto maravilloso y una importante reflexión existencial. Habrá quienes la amen y quienes la detesten, pero como pasa con todo lo subjetivo, nadie tendrá razón.
Nos situamos en el futuro no lejano, pero hay cierta de distancia desde la que seguimos a nuestro protagonista. Brad Pitt es el motor y causa de la historia, le acompañamos y sabemos cada cosa que piensa(la voz en off no deja espacio para el libre entendimiento), pero sin embargo no nos deja acercarnos lo suficiente para entenderle. "Que no me toquen" dice el personaje de Roy McBride en los primeros minutos de la cinta. La misión de Roy es no tanto una odisea espacial como un viaje de redención interior, que acaba revelando un mensaje universal al llegar a su final. En Ad Astra estamos ante una continua introspección, que si bien es fría y sobria en estilo, nos habla de temas humanos. En estos aspectos es un relato de la ciencia ficción pura y dura, envuelto en una estética tan desoladora como concebible y realista. A través de una mirada solitaria observamos un mundo en construcción, visualmente majestuoso y sonoramente envolvente, que a ratos nos oprime y a ratos nos fascina.
Parece que James Gray tiene claro lo que quería conseguir, aunque como espectador habría agradecido que hubiese dado menos pasos en falso en el camino. La película no es fácil, y guarda más de una incoherencia, es un raro caso que ofrece cualquier tipo de valoración y llegará a cada uno de una manera diferente. Para mi ha supuesto una experiencia complicada a la par que estimulante, en la que he tenido que implicarme a fondo pero que me ha recompensado con un tercer acto maravilloso y una importante reflexión existencial. Habrá quienes la amen y quienes la detesten, pero como pasa con todo lo subjetivo, nadie tendrá razón.

6.6
19,470
8
6 de octubre de 2019
6 de octubre de 2019
Sé el primero en valorar esta crítica
Rocketman consigue hacer honor al tan criticado género del biopic acertando en todo lo que debería, principalmente haciendo honor a su etiqueta de musical en pleno derecho. No habría quizás una mejor manera de contar la historia del icónico Elton John y sin duda el equipo detrás de este proyecto pone toda la carne en el asador para rendirle tributo como es debido. Gracias al trabajo y carisma de Taron Egerton y la excelente banda sonora se consigue una enérgica celebración de la vida del británico, que a su vez no rehuye de su lado más sombrío (es más, las adicciones del cantante son algo esencial en esta biografía).
Aunque bien hay recursos utilizados por Dexter Fletcher que pueden caer en la vaguedad (la secuencia para resumir la subida a los olimpos de la estrella) o que no funcionen por arriesgados (chirría alguna decisión escénica), es incuestionable que hay pasión e ideas detrás del proyecto. Esto consigue que la película funcione y que deje una sonrisa en los espectadores al momento de su final. El guión de Rocketman es eficiente y, aunque no exento de clichés, su ritmo narrativo, sinceridad y la importancia de la puesta en escena la hacen muy ambiciosa cinematográficamente.
Aquellos que han trabajado para sacar adelante este proyecto han querido ser fieles al espíritu del artista británico y se nota. Elton John es la película, su principio, su final y su motor. La cronología de su carrera artística importa poco, ya que cada canción en su repertorio sirve para alumbrar con éxito cada uno de sus matices. Se podría decir que estamos ante no solo un musical, pero un estudio de la personalidad de una figura conocida por todos. Gran mérito posee Egerton por estar a la altura del papel, dado que se entrega en cada segundo y hace gala de un impresionante talento al interpretar clásicos del Rock como "Saturday Night's Alright (for fighting)" y melodías más complejas como "Goodbye Yellow Brick Road". Digna de mención es la participación de Jamie Bell, encarnando un cercano Bernie Taupin, presencia fundamental y frecuentemente subestimada en la vida de Elton.
Preferiría evitar comparar Rocketman con Bohemian Rhapsody, ya que eso es algo que los críticos llevan haciendo desde Cannes. Pero es cierto que ambas guardan innegables similitudes. De todos modos he de decir que encuentro el acercamiento al protagonista más completo en su forma y planteamiento. La mirada a la persona de Elton John se siente más sincera que la que tuvimos con Freddie Mercury el año pasado. Técnicamente, y a pesar de algún montaje descerebrado, la cinta presente me parece superior. Como he resaltado antes, es notable el esfuerzo que Fletcher y su equipo ponen para crear una cinta fiel al espíritu del artista, que a su vez no cesa de ser una experiencia disfrutable para el público.
Si quieres pasar unas 2 horas tremendamente entretenidas, acompañado de buena música y una electrizante actuación principal, Rocketman es la apuesta segura. Sin olvidar sus imperfecciones, conforma una experiencia divertida y sin complejos para fans y no fans de Sir Elton John.
Aunque bien hay recursos utilizados por Dexter Fletcher que pueden caer en la vaguedad (la secuencia para resumir la subida a los olimpos de la estrella) o que no funcionen por arriesgados (chirría alguna decisión escénica), es incuestionable que hay pasión e ideas detrás del proyecto. Esto consigue que la película funcione y que deje una sonrisa en los espectadores al momento de su final. El guión de Rocketman es eficiente y, aunque no exento de clichés, su ritmo narrativo, sinceridad y la importancia de la puesta en escena la hacen muy ambiciosa cinematográficamente.
Aquellos que han trabajado para sacar adelante este proyecto han querido ser fieles al espíritu del artista británico y se nota. Elton John es la película, su principio, su final y su motor. La cronología de su carrera artística importa poco, ya que cada canción en su repertorio sirve para alumbrar con éxito cada uno de sus matices. Se podría decir que estamos ante no solo un musical, pero un estudio de la personalidad de una figura conocida por todos. Gran mérito posee Egerton por estar a la altura del papel, dado que se entrega en cada segundo y hace gala de un impresionante talento al interpretar clásicos del Rock como "Saturday Night's Alright (for fighting)" y melodías más complejas como "Goodbye Yellow Brick Road". Digna de mención es la participación de Jamie Bell, encarnando un cercano Bernie Taupin, presencia fundamental y frecuentemente subestimada en la vida de Elton.
Preferiría evitar comparar Rocketman con Bohemian Rhapsody, ya que eso es algo que los críticos llevan haciendo desde Cannes. Pero es cierto que ambas guardan innegables similitudes. De todos modos he de decir que encuentro el acercamiento al protagonista más completo en su forma y planteamiento. La mirada a la persona de Elton John se siente más sincera que la que tuvimos con Freddie Mercury el año pasado. Técnicamente, y a pesar de algún montaje descerebrado, la cinta presente me parece superior. Como he resaltado antes, es notable el esfuerzo que Fletcher y su equipo ponen para crear una cinta fiel al espíritu del artista, que a su vez no cesa de ser una experiencia disfrutable para el público.
Si quieres pasar unas 2 horas tremendamente entretenidas, acompañado de buena música y una electrizante actuación principal, Rocketman es la apuesta segura. Sin olvidar sus imperfecciones, conforma una experiencia divertida y sin complejos para fans y no fans de Sir Elton John.
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