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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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11 de mayo de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
Gangs of New York es una de esas películas que, con solo mirar el cartel, ya impone. Lo tiene todo para prometer cine del grande. Y sin embargo, una vez vista, la sensación que deja es mucho más tibia. Ni una decepción rotunda, ni una obra que te atrape del todo. Está en esa tierra de nadie que desconcierta.

Lo bueno está claro: la ambientación es espectacular, el diseño de producción es digno de elogio, y el trabajo actoral, en general, está a la altura. Daniel Day-Lewis, como era de esperar, se come la pantalla cada vez que aparece. DiCaprio cumple, aunque no brilla. Y la historia —esa mezcla de venganza, política y guerra de clases en el Nueva York del siglo XIX— tiene material de sobra para funcionar.

Pero cuando llega la hora de verdad, empiezan los problemas. El ritmo es desigual: por momentos se siente que la película avanza por inercia, sin foco. Los diálogos, lejos de ser memorables, suenan a veces forzados o vacíos. Y la dirección de Scorsese, aunque correcta, parece más centrada en la forma que en la emoción. Incluso la banda sonora, en ocasiones, parece mal encajada, como si intentara ser épica a la fuerza.
11 de mayo de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
Había dejado 12 años de esclavitud pendiente durante demasiado tiempo, quizá porque intuía que no iba a ser una película “fácil”. Pero por fin le llegó el momento, y el resultado no ha decepcionado en absoluto. Es una de esas historias que te atrapan por su fuerza, su ritmo y, sobre todo, por la honestidad con la que están contadas.

Steve McQueen dirige con mano firme una película que podría haberse quedado en el dramatismo crudo o en la denuncia simplona, pero que encuentra un equilibrio perfecto entre el impacto emocional y la sobriedad narrativa. Todo está medido: los silencios, la violencia, las miradas. No hay manipulación, pero sí una tensión constante que no te suelta en ningún momento.

Chiwetel Ejiofor sostiene la película con una interpretación sobria y contenida, llena de matices. Alrededor de él, un reparto sólido donde destaca un Michael Fassbender desatado, brutal, en un papel incómodo y perturbador. Lupita Nyong’o, en su primer gran papel, aporta una sensibilidad desgarradora que justifica de sobra el Oscar que recibió.

Lo mejor de 12 años de esclavitud es que, siendo una historia dura, no se vuelve insoportable. Tiene ritmo, avanza con firmeza, y sabe cuándo detenerse para dejar respirar al espectador sin suavizar nada. No es una película para “disfrutar” en el sentido clásico, pero sí para admirar. Y en lo que propone, no se le puede pedir más.

Una película necesaria, bien ejecutada, y que demuestra que el cine comprometido no tiene por qué ser pesado ni panfletario.
11 de mayo de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
A veces uno se lanza a ver una película por pura curiosidad. En mi caso, fue porque se estrenó la segunda parte y mucha gente hablaba de lo bien que funcionó la primera. Así que decidí darle una oportunidad esperando al menos un entretenimiento sólido. Lo que encontré fue… una película. Y punto. Ese “cierto éxito” del que tanto se habla, yo aún lo sigo buscando.

La premisa tenía potencial: un grupo de ilusionistas que ejecutan robos imposibles durante sus shows en directo. Suena atractivo, ¿no? Pero desde el primer acto, todo está tan enfocado en el artificio, en la sorpresa vacía y en el efectismo constante, que cuesta tomárselo en serio. La película quiere ser lista, astuta y espectacular, pero acaba siendo más un truco mal contado que un espectáculo asombroso.

El reparto es lo mejor que tiene. Nombres potentes que hacen lo que pueden con un guion que no les da margen para más. Los personajes no están realmente desarrollados, solo lanzan frases ingeniosas y se mueven de un truco al siguiente como si todo fuese parte de un número de Las Vegas con delirio de grandeza.

La trama va a trompicones, llena de giros forzados que parecen diseñados solo para dejarte con la boca abierta, aunque luego no tengan mucho sentido. Lo peor es que ni siquiera es especialmente divertida. Entre lo previsible y lo exagerado, la película se vuelve cada vez más hueca.

Puro entretenimiento de envoltorio brillante pero sin fondo. Como un truco de magia que ves venir desde lejos y que, cuando termina, te deja preguntándote si eso era todo.
11 de mayo de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
La figura del hombre lobo es de sobra conocida en el cine. Un clásico del terror gótico que, bien tratado, puede dar lugar a reflexiones interesantes sobre el monstruo interior, la dualidad del ser humano, y el miedo a perder el control. Por eso mismo parecía una oportunidad ideal para darle una nueva dimensión al mito.

La ambientación es uno de sus puntos fuertes: niebla, mansiones victorianas, pueblos en penumbra y un tono que recuerda al terror de antaño. Todo parecía apuntar a una reinterpretación más introspectiva, donde el foco no estuviera en el cuerpo desgarrado, sino en la mente fragmentada. Y durante un rato, lo insinúa. El personaje de Lawrence Talbot (interpretado por Benicio del Toro) tiene ese aire trágico, de víctima del propio destino, que podría haber sido muy interesante.

Pero entonces llega la acción. Persecuciones, transformaciones en primer plano, explosiones, gritos… y el poco misterio que había construido se diluye. El conflicto interno se ve aplastado por el espectáculo, y lo que podría haber sido una película oscura y reflexiva, se convierte en una cinta más de monstruo correteando y despedazando gente.

No es desastrosa, ni mucho menos. Técnicamente es correcta, y el diseño de la criatura respeta el legado clásico. Pero da la sensación de que no se termina de decidir: ¿quiere ser un homenaje elegante o una cinta de terror comercial con esteroides? Al final se queda a medio camino.
11 de mayo de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
A veces una película empieza con cierto encanto, con una idea tan surrealista que piensas: “vale, esto puede estar bien por lo absurdo que es”. Y durante los primeros minutos, Memorias de un zombi adolescente juega esa carta. Un muerto viviente con pensamientos propios, narrando su rutina post-apocalíptica con voz en off, enamorándose de una humana… Suena ridículo, y por eso mismo parecía que podía salir algo fresco o, al menos, divertido.

Lo que empieza como una sátira simpática enseguida pierde el rumbo. La premisa, que daba para reírse del género o jugar con él, se convierte en una historia plana, insulsa y con un ritmo que se va hundiendo cada vez más. El humor desaparece, el drama no funciona y la supuesta “romántica evolución emocional del zombi” acaba siendo tan artificial como aburrida.

Nicholas Hoult hace lo que puede, pero su personaje está atrapado entre el tedio del guion y la falta total de química con el resto del elenco. Y la película, en su intento de parecer entrañable y distinta, se vuelve cada vez más empalagosa, hasta volverse casi paródica… pero sin gracia. No hay tensión, no hay chispa, y lo que podría haber sido una comedia negra entretenida se convierte en un drama romántico sin alma ni sentido del ritmo.

La guinda del pastel es que llega un punto en el que solo quieres que acabe. Y cuando eso pasa en una película con zombis, acción y amor, es señal de que algo ha salido muy mal. Memorias de un zombi adolescente tenía una idea absurda que podía haber sido divertida, pero eligió el camino más aburrido posible. Y lo peor: ni siquiera dura tanto.
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