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8.2
81,139
10
4 de junio de 2017
4 de junio de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estas películas de casi setenta años hay que juzgarlas en su tiempo, no con los criterios actuales, aún así, aunque ya la había visto cuando era un crio, me sigue dejando con la boca abierta.
Ciudadano Kane marca un antes y un después en el cine, ¡Cuánto de su técnica fue copiada después!, de la forma de contar una historia, de los ángulos con que enfoca la escena.
Podemos apreciar tomas a ras del suelo, encuadres en los que Orson Welles actor parece un gigante al lado de la persona que quiere amedrentar, planos generales en los que juega con la profundidad haciendo sobrar las palabras. Introduce el picado de la cámara atravesando ventanas para centrarnos a un personaje que quiere introducirlo en un contexto, profundidad de encuadres explicativos y comparativos.
Muchos de sus planos, incluida la luz y las sombras derivan directamente del expresionismo, de la grandilocuencia de Metrópolis.
Orson W. es un maestro de la iluminación ¡Cuántos matices nos ofrece con solo dos tonos!
A destacar la valentía del argumento. Todavía Hearst, el protagonista en la vida real, tenía grandes influencias para echar la obra abajo, primero intentándola comprar a la RKO antes de su estreno algo que no consiguió y más tarde utilizando todo su poder, ya en la decadencia, para que el estreno quedara relegado a unos pocos cines del Medio Oeste con lo cual pasó en un principio desapercibida. Me imagino a un insultante jovenzuelo de veinte pocos años enfrentado al todopoderoso R. Hearts.
El ineluctable paso del tiempo todavía no ha aferrado este filme con sus garras, la podíamos pasar ahora mismo y su hora y cincuenta minutos pasarían en un suspiro.
Ciudadano Kane marca un antes y un después en el cine, ¡Cuánto de su técnica fue copiada después!, de la forma de contar una historia, de los ángulos con que enfoca la escena.
Podemos apreciar tomas a ras del suelo, encuadres en los que Orson Welles actor parece un gigante al lado de la persona que quiere amedrentar, planos generales en los que juega con la profundidad haciendo sobrar las palabras. Introduce el picado de la cámara atravesando ventanas para centrarnos a un personaje que quiere introducirlo en un contexto, profundidad de encuadres explicativos y comparativos.
Muchos de sus planos, incluida la luz y las sombras derivan directamente del expresionismo, de la grandilocuencia de Metrópolis.
Orson W. es un maestro de la iluminación ¡Cuántos matices nos ofrece con solo dos tonos!
A destacar la valentía del argumento. Todavía Hearst, el protagonista en la vida real, tenía grandes influencias para echar la obra abajo, primero intentándola comprar a la RKO antes de su estreno algo que no consiguió y más tarde utilizando todo su poder, ya en la decadencia, para que el estreno quedara relegado a unos pocos cines del Medio Oeste con lo cual pasó en un principio desapercibida. Me imagino a un insultante jovenzuelo de veinte pocos años enfrentado al todopoderoso R. Hearts.
El ineluctable paso del tiempo todavía no ha aferrado este filme con sus garras, la podíamos pasar ahora mismo y su hora y cincuenta minutos pasarían en un suspiro.
8
20 de octubre de 2024
20 de octubre de 2024
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lali, joven veinteañera, viste al estilo de las rave de los noventa: pantalón holgado, zapato deportivo y top ajustado. Habla con desparpajo como el que cuenta una anécdota curiosa, su simpatía nos cautiva aunque llega un momento en que se viene abajo, el horror que vivió en el Nova la supera.
Bailaremos otra vez comienza tras una noche de conexión musical y humana a través del baile para culminar con el amanecer dando la bienvenida a un nuevo día que inunda de vida a todos estos jóvenes.
La siguiente parte del documento se ve con el corazón en un puño, no apto para sensibilidades a flor de piel.
El trabajo de montaje lo es todo, cada testimonio de los acontecimientos que vivieron estas mujeres y hombres se apoya con las imágenes que grabaron con sus propios teléfonos, lo que podría haberse quedado en descripciones que se pierden en la imaginación son constatadas irrefutablemente por los móviles.
El documental recuerda a algunos héroes que siempre se sorprenden a sí mismos sin querer ser los protagonistas, como aquel chico que llevó a una mujer casi en volandas durante kilómetros alejándose de los terroristas o aquel otro que hasta en ocho ocasiones lanzó fuera de un refugio abarrotado las granadas que les tiraban dentro o a Shiri una chica popular en los festivales por su empatía y su inconfundible "look" se la puede reconocer desmadejada, como un juguete roto en una camioneta rodeada de una multitud, incluso niños, a punto de lincharla.
La realidad con que muestra el reportaje aquellos hechos supera cualquier pesadilla, mérito de todos los que intervienen y trabajaron en We Will Dance Again.
Cuantas guerras, sufrimiento y muerte traen las religiones mal entendidas, si todos estos fanáticos religiosos de cualquier creencia bailaran toda la noche en comunión con la música y los que te rodean, esperando el milagro de la vida en un nuevo amanecer creerían más en el ser humano.
Bailaremos otra vez comienza tras una noche de conexión musical y humana a través del baile para culminar con el amanecer dando la bienvenida a un nuevo día que inunda de vida a todos estos jóvenes.
La siguiente parte del documento se ve con el corazón en un puño, no apto para sensibilidades a flor de piel.
El trabajo de montaje lo es todo, cada testimonio de los acontecimientos que vivieron estas mujeres y hombres se apoya con las imágenes que grabaron con sus propios teléfonos, lo que podría haberse quedado en descripciones que se pierden en la imaginación son constatadas irrefutablemente por los móviles.
El documental recuerda a algunos héroes que siempre se sorprenden a sí mismos sin querer ser los protagonistas, como aquel chico que llevó a una mujer casi en volandas durante kilómetros alejándose de los terroristas o aquel otro que hasta en ocho ocasiones lanzó fuera de un refugio abarrotado las granadas que les tiraban dentro o a Shiri una chica popular en los festivales por su empatía y su inconfundible "look" se la puede reconocer desmadejada, como un juguete roto en una camioneta rodeada de una multitud, incluso niños, a punto de lincharla.
La realidad con que muestra el reportaje aquellos hechos supera cualquier pesadilla, mérito de todos los que intervienen y trabajaron en We Will Dance Again.
Cuantas guerras, sufrimiento y muerte traen las religiones mal entendidas, si todos estos fanáticos religiosos de cualquier creencia bailaran toda la noche en comunión con la música y los que te rodean, esperando el milagro de la vida en un nuevo amanecer creerían más en el ser humano.

6.7
12,671
10
16 de junio de 2017
16 de junio de 2017
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Merecida denominación de película de culto.
La vi en el cine con dieciocho o diecinueve años y me impresionó por reflejar también la cultura juvenil de aquellos años en el otro lado del Atlántico.
No aguantaba la comparación con Grease de similar temática pero muchísimos escalones por debajo. El fondo, la estética, la dirección y muchas otras cuestiones técnicas hacían de American G. una película redonda.
Todo transcurre en una noche. Ese limitar el tiempo a unas horas le da una agilidad continua trasladando la cámara a los personajes que buscan su identidad, que buscan pasarlo bien, o buscan a su amor de adolescencia.
No tengo claro que Paul Le Mat (Milner) trate de imitar a James Dean por petición de George Lucas o por iniciativa propia, me parece en cualquier caso que él y Mackenzie Phillips realizan los mejores momentos del film.
La búsqueda por parte de Richard Dreyfuss de una señal, de un indicio que le ayuden a resolver su futuro le da a la película un toque novedoso, de madurez respecto a la opinión que se tiene de los jóvenes. George Lucas refleja con precisión ese tramo de la vida en el que debes decidir lo que la universidad te ofrece y lo que tu realmente quieres.
George L. consigue hacer ver al espectador la diferencia generacional entre Milner y Carol con esos diálogos paternalistas y de rebeldía adolescente de ella, echa mano de referencias musicales perfectamente traídas en la escena en que van cambiando de emisora. Milner y Carol nos ofrecen momentos memorables
Película sobresaliente por la que no pasan los años que incluso dio a luz una secuela con Movida del 76 de Richard Linkleter ambientada en el mismo contexto adolescente del paso a la universidad en 1976 que se puede colocar a la misma altura de esta genial American Graffiti.
La vi en el cine con dieciocho o diecinueve años y me impresionó por reflejar también la cultura juvenil de aquellos años en el otro lado del Atlántico.
No aguantaba la comparación con Grease de similar temática pero muchísimos escalones por debajo. El fondo, la estética, la dirección y muchas otras cuestiones técnicas hacían de American G. una película redonda.
Todo transcurre en una noche. Ese limitar el tiempo a unas horas le da una agilidad continua trasladando la cámara a los personajes que buscan su identidad, que buscan pasarlo bien, o buscan a su amor de adolescencia.
No tengo claro que Paul Le Mat (Milner) trate de imitar a James Dean por petición de George Lucas o por iniciativa propia, me parece en cualquier caso que él y Mackenzie Phillips realizan los mejores momentos del film.
La búsqueda por parte de Richard Dreyfuss de una señal, de un indicio que le ayuden a resolver su futuro le da a la película un toque novedoso, de madurez respecto a la opinión que se tiene de los jóvenes. George Lucas refleja con precisión ese tramo de la vida en el que debes decidir lo que la universidad te ofrece y lo que tu realmente quieres.
George L. consigue hacer ver al espectador la diferencia generacional entre Milner y Carol con esos diálogos paternalistas y de rebeldía adolescente de ella, echa mano de referencias musicales perfectamente traídas en la escena en que van cambiando de emisora. Milner y Carol nos ofrecen momentos memorables
Película sobresaliente por la que no pasan los años que incluso dio a luz una secuela con Movida del 76 de Richard Linkleter ambientada en el mismo contexto adolescente del paso a la universidad en 1976 que se puede colocar a la misma altura de esta genial American Graffiti.
5
1 de marzo de 2021
1 de marzo de 2021
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada nuevo bajo el sol, apenas se experimenta sobre el documental de ídolos o musical y hay ejemplos de caminos por descubrir; Todas esas noches sin dormir (Michal Marczak) e incluso Small Axe: The party a medio camino entre el guion televisivo y el vídeo musical.
Aquí nos encontramos el estilo trilladísimo de un poco de corta y pega de antiguas entrevistas, al propio Raphael comentando para este documental, la recurrida semblanza de su infancia con fotos familiares, contexto social y político, recortes de periódicos e invitados de los cuales un par de ellos sobran.
Es acertado la elección de este hecho puntual donde poder profundizar con un tiempo adecuado. Se queda en cambio corto de ráfagas musicales, aunque mejor así que el abuso de minutos de relleno con canciones pero una buena pinchada en su momento justo confiere vigor y ritmo al reportaje.
Rosa María Calaf sobra, no aporta nada, nos cuenta una batallita de un viaje de estudiantes a la URSS que nada tiene que ver con esto. También es prescindible la analista política, con el contexto político narrado con una voz es más que suficiente, ya se encargará el propio Raphael de comentar.
Si son más jugosas las anécdotas de su entorno musical de estas giras, con espía incluido y todo. A Natalia Figueroa no se le saca partido, sabe mucho y cuenta poco.
Y sí hay un gran éxito: las apariciones de las fans rusas, ellas aportan contexto social, realidades de primera mano, vivencias personales, frescura y exotismo hasta en su acento. Son ellas las que nos descubren la importancia de una ministra seguidora de Raphael y a no perderse como se copiaban discos clandestinamente con una radiografía ¡increíble!
Son estas admiradoras con su espontaneidad, sus fotos de aquellos días, su iconografía de objetos y sus recuerdos las que salvan este mediocre documental.
Aquí nos encontramos el estilo trilladísimo de un poco de corta y pega de antiguas entrevistas, al propio Raphael comentando para este documental, la recurrida semblanza de su infancia con fotos familiares, contexto social y político, recortes de periódicos e invitados de los cuales un par de ellos sobran.
Es acertado la elección de este hecho puntual donde poder profundizar con un tiempo adecuado. Se queda en cambio corto de ráfagas musicales, aunque mejor así que el abuso de minutos de relleno con canciones pero una buena pinchada en su momento justo confiere vigor y ritmo al reportaje.
Rosa María Calaf sobra, no aporta nada, nos cuenta una batallita de un viaje de estudiantes a la URSS que nada tiene que ver con esto. También es prescindible la analista política, con el contexto político narrado con una voz es más que suficiente, ya se encargará el propio Raphael de comentar.
Si son más jugosas las anécdotas de su entorno musical de estas giras, con espía incluido y todo. A Natalia Figueroa no se le saca partido, sabe mucho y cuenta poco.
Y sí hay un gran éxito: las apariciones de las fans rusas, ellas aportan contexto social, realidades de primera mano, vivencias personales, frescura y exotismo hasta en su acento. Son ellas las que nos descubren la importancia de una ministra seguidora de Raphael y a no perderse como se copiaban discos clandestinamente con una radiografía ¡increíble!
Son estas admiradoras con su espontaneidad, sus fotos de aquellos días, su iconografía de objetos y sus recuerdos las que salvan este mediocre documental.

8.2
29,959
5
25 de noviembre de 2018
25 de noviembre de 2018
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos encontramos con una obra de teatro cinematografiada donde el mago del suspense sabe colocar las cámaras para hacer hincapié en lo que el espectador debe conocer.
La película, realizada desde el estudio y en gran parte en un mismo escenario donde la cámara va y viene mientras actores y actrices coreografían sus movimientos, necesita una dirección clara donde gestos y expresiones queden subrayados con la sutilidad necesaria para que no quede todo esto como un corral de comedias en los que los personajes actúan con la rutina desganada de haber hecho mil veces la obra.
Estos teatros cinematografiados necesitan de dos pilares para su estructura: un sólido guion que sostenga la historia y un gran trabajo de actrices y actores; en este caso principales y secundarios que dan más que sobradamente la talla. Sus actuaciones desbordan una trama que se va volviendo impostada perdiendo credibilidad.
La película desemboca, y no desvelo nada, en el típico final con más o menos ingenio a lo Ágatha Christie que hacen de Crimen perfecto un mero pasatiempo.
La película, realizada desde el estudio y en gran parte en un mismo escenario donde la cámara va y viene mientras actores y actrices coreografían sus movimientos, necesita una dirección clara donde gestos y expresiones queden subrayados con la sutilidad necesaria para que no quede todo esto como un corral de comedias en los que los personajes actúan con la rutina desganada de haber hecho mil veces la obra.
Estos teatros cinematografiados necesitan de dos pilares para su estructura: un sólido guion que sostenga la historia y un gran trabajo de actrices y actores; en este caso principales y secundarios que dan más que sobradamente la talla. Sus actuaciones desbordan una trama que se va volviendo impostada perdiendo credibilidad.
La película desemboca, y no desvelo nada, en el típico final con más o menos ingenio a lo Ágatha Christie que hacen de Crimen perfecto un mero pasatiempo.
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