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3.7
1,481
2
19 de febrero de 2007
19 de febrero de 2007
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que se me ocurre tras haber visto “El regreso (The Return)” es que las películas que les enseñan a los productores no pueden ser las mismas que las que llegan al cine. Si no, ¿a qué viene tamaño despropósito en la pantalla?
Joanna (Sarah Michelle Gellar) es una representante de ventas de una compañía camionera, lo cual sé tras haberme leído la sinopsis, que decide aprovechar un negocio para irse a Texas, y visitar su ciudad natal. Allí acaba siendo salvada de su ex-novio (Adam Scott) por un tipo circunspecto y de pinta poco recomendable, Terry (Peter O’Brien). Además, Joanna tiene visiones confusas de un asesinato, tras lo cual siempre acaba cortándose o clavándose algo (no, tampoco se explica por qué).
En realidad, la sinopsis es mejor que la película, y está bastante mejor contada. Y es que el guión no hay por donde cogerlo, porque encima, apenas se entiende. No hay la más mínima presentación de los personajes, y resulta imposible entender por qué les pasa lo que les pasa, o por qué actúan como actúan. Además, algunos de ellos aparecen unos segundos exclusivamente para darle un empujón a la trama, que entre visión y visión, no acaba de arrancar. Los casos más sangrantes son… bueno, todos, pero se lleva la palma el padre de Joanna, su ex, y su amiguísima, de los cuales, tras sus escenas, no se vuelve a saber nada.
La cosa está tan mal hecha, que muchas veces es imposible distinguir lo que es sueño y lo que es realidad, y para colmo, si alguien muy entregado a la causa intentase atar cabos, se encontraría que al final las piezas encajan de la manera más burda y tramposa posible: ocultando información clave al espectador.
La fotografía también es destacable, ya que consigue que todo lo que aparece en la pantalla resulte feo, la Gellar incluída, aunque puede que entre bostezo y bostezo no lo noten. El director, Asif Kapadia, hace lo que puede, y le sale bastante mal, porque si en algo destaca “El Regreso” es en aburrimiento. Porque esa es otra: un thriller puede ser cualquier cosa, menos aburrido. Vamos, que tiene que causar “thrill”, y aquí es difícil mantener los ojos abiertos.
Así que otro producto fallido más en la deslumbrante carrera de “Buffy”, no porque ella esté demasiado mal, que no es así, sino porque el guión es tan penoso que resulta imposible distinguir entre la realidad, los sueños de la protagonista, y los propios, que es a lo que acaba conduciendo tanto estiramiento artificial de la trama. Para esto, mejor no haber “regresado”, de verdad.
Joanna (Sarah Michelle Gellar) es una representante de ventas de una compañía camionera, lo cual sé tras haberme leído la sinopsis, que decide aprovechar un negocio para irse a Texas, y visitar su ciudad natal. Allí acaba siendo salvada de su ex-novio (Adam Scott) por un tipo circunspecto y de pinta poco recomendable, Terry (Peter O’Brien). Además, Joanna tiene visiones confusas de un asesinato, tras lo cual siempre acaba cortándose o clavándose algo (no, tampoco se explica por qué).
En realidad, la sinopsis es mejor que la película, y está bastante mejor contada. Y es que el guión no hay por donde cogerlo, porque encima, apenas se entiende. No hay la más mínima presentación de los personajes, y resulta imposible entender por qué les pasa lo que les pasa, o por qué actúan como actúan. Además, algunos de ellos aparecen unos segundos exclusivamente para darle un empujón a la trama, que entre visión y visión, no acaba de arrancar. Los casos más sangrantes son… bueno, todos, pero se lleva la palma el padre de Joanna, su ex, y su amiguísima, de los cuales, tras sus escenas, no se vuelve a saber nada.
La cosa está tan mal hecha, que muchas veces es imposible distinguir lo que es sueño y lo que es realidad, y para colmo, si alguien muy entregado a la causa intentase atar cabos, se encontraría que al final las piezas encajan de la manera más burda y tramposa posible: ocultando información clave al espectador.
La fotografía también es destacable, ya que consigue que todo lo que aparece en la pantalla resulte feo, la Gellar incluída, aunque puede que entre bostezo y bostezo no lo noten. El director, Asif Kapadia, hace lo que puede, y le sale bastante mal, porque si en algo destaca “El Regreso” es en aburrimiento. Porque esa es otra: un thriller puede ser cualquier cosa, menos aburrido. Vamos, que tiene que causar “thrill”, y aquí es difícil mantener los ojos abiertos.
Así que otro producto fallido más en la deslumbrante carrera de “Buffy”, no porque ella esté demasiado mal, que no es así, sino porque el guión es tan penoso que resulta imposible distinguir entre la realidad, los sueños de la protagonista, y los propios, que es a lo que acaba conduciendo tanto estiramiento artificial de la trama. Para esto, mejor no haber “regresado”, de verdad.

7.9
139,466
8
18 de diciembre de 2006
18 de diciembre de 2006
11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ha vuelto Scorsese, tras el semi-fiasco que representaron títulos como "El Aviador" o "Gangs of New York", y esta vez nos trae un remake de la hongkonesa "Infernal Affairs". Para bien o para mal, servidor no ha visto la original, así que no puedo comparar cuál es mejor, o si existe un Jack Nicholson que hable en cantonés.
Sí puedo comentar, sin embargo, que la película que nos trae Scorsese, de nuevo, grande en reparto y duración, es un entretenimiento que raya a buena altura durante la mayor parte de su metraje, habida cuenta de lo difícil que resulta mantener la atención del espectador medio durante 150 minutos.
"The Departed" va siguiendo las aventuras y desventuras de dos policía, Billy Costigan (Leonardo DiCaprio), y Colin Sullivan (Matt Damon). Costigan se infiltra en la mafia irlandesa, comandada por Frank Costello (Jack Nicholson), que tiene como topo en la Policía Estatal a Sullivan. Así, Scorsese va superponiendo las dos tramas, la de Damon intentando descubrir al infiltrado DiCaprio, y DiCaprio intentando sobrevivir a las sospechas de Nicholson.
Por el medio hay un triángulo amoroso peculiar, ya que tanto DiCaprio como Damon se enamoran de la misma mujer, la doctora Madolyn (Vera Farmiga). Posiblemente este sea el eslabón más débil de la trama, ya que cada vez que aparece en pantalla, la acción se ralentiza y decae muchos enteros. Afortunadamente, no aparece demasiado, y el ritmo global no sufre mucho.
Además, Scorsese no se dedica a indagar demasiado en la psique de sus personajes, así que no vamos a encontrarnos los típicos planos cercanísimos que tanto abundan en la filmografía actual de Sean Penn. Los estallidos de violencia clásicos en el cine de Scorsese aparecen, pero mucho más suavizados y espaciados de lo que es habitual en el realizador neoyorquino.
Los actores están todos francamente bien: DiCaprio y Damon cargan con casi toda la película, auxiliados por unos secundarios igualmente estupendos, como Mark Whalberg o Martin Sheen. El punto de sobreactuación y autoparodia lo dan Jack Nicholson, en un personaje que recuerda (quizás de forma consciente) al Joker de "Batman" y Alec Baldwin, que no tiene problema en funcionar de alivio cómico en varias ocasiones. De todas formas, Nicholson no sería Nicholson si no tuviese estos agradables excesos.
En suma, un excelente entretenimiento, que no aporta nada nuevo al género, ni resulta una obra maestra, pero que garantiza cine de calidad de la mano de un maestro en el thriller de mafiosos. Y todo acompañado por grandes temas musicales a cargo de los Stones, John Lennon, los Beach Boys o los Allman Brothers. ¿Qué más se puede pedir?
Sí puedo comentar, sin embargo, que la película que nos trae Scorsese, de nuevo, grande en reparto y duración, es un entretenimiento que raya a buena altura durante la mayor parte de su metraje, habida cuenta de lo difícil que resulta mantener la atención del espectador medio durante 150 minutos.
"The Departed" va siguiendo las aventuras y desventuras de dos policía, Billy Costigan (Leonardo DiCaprio), y Colin Sullivan (Matt Damon). Costigan se infiltra en la mafia irlandesa, comandada por Frank Costello (Jack Nicholson), que tiene como topo en la Policía Estatal a Sullivan. Así, Scorsese va superponiendo las dos tramas, la de Damon intentando descubrir al infiltrado DiCaprio, y DiCaprio intentando sobrevivir a las sospechas de Nicholson.
Por el medio hay un triángulo amoroso peculiar, ya que tanto DiCaprio como Damon se enamoran de la misma mujer, la doctora Madolyn (Vera Farmiga). Posiblemente este sea el eslabón más débil de la trama, ya que cada vez que aparece en pantalla, la acción se ralentiza y decae muchos enteros. Afortunadamente, no aparece demasiado, y el ritmo global no sufre mucho.
Además, Scorsese no se dedica a indagar demasiado en la psique de sus personajes, así que no vamos a encontrarnos los típicos planos cercanísimos que tanto abundan en la filmografía actual de Sean Penn. Los estallidos de violencia clásicos en el cine de Scorsese aparecen, pero mucho más suavizados y espaciados de lo que es habitual en el realizador neoyorquino.
Los actores están todos francamente bien: DiCaprio y Damon cargan con casi toda la película, auxiliados por unos secundarios igualmente estupendos, como Mark Whalberg o Martin Sheen. El punto de sobreactuación y autoparodia lo dan Jack Nicholson, en un personaje que recuerda (quizás de forma consciente) al Joker de "Batman" y Alec Baldwin, que no tiene problema en funcionar de alivio cómico en varias ocasiones. De todas formas, Nicholson no sería Nicholson si no tuviese estos agradables excesos.
En suma, un excelente entretenimiento, que no aporta nada nuevo al género, ni resulta una obra maestra, pero que garantiza cine de calidad de la mano de un maestro en el thriller de mafiosos. Y todo acompañado por grandes temas musicales a cargo de los Stones, John Lennon, los Beach Boys o los Allman Brothers. ¿Qué más se puede pedir?

3.8
9,322
3
20 de septiembre de 2006
20 de septiembre de 2006
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Asombra la falta de ideas que vive el cine de Hollywood. En los últimos tiempos asistimos a tal cantidad de "remakes", que uno espera que de un momento a otro anuncien la nueva versión de "Don Erre que Erre" o "Los Bingueros".
Así pues, pocas sorpresas se encontrarán los que conozcan el primer film. Pocas sorpresas buenas, se entiende. El argumento es el mismo y la trama discurre por senderos parecidos: Edward Malus (Nicolas Cage) es un agente de policia que recibe una carta de su ex-novia Willow (Kate Beahan), en la cual le pide ayuda para encontrar a su hija, desaparecida en la isla donde viven, y en la que parece existir una especie de culto pagano regido por mujeres.
A diferencia de la versión del 73, en esta se ha optado por reducir a su mínima expresión la participación de los hombres, para que quede claro que todo lo que pasa en la isla es por causa y culpa de las mujeres, que ya sabemos lo malas que pueden ser si se les da el poder. Se abunda en la idea de que en un mundo de mujeres, la única utilidad del hombre es la función reproductiva (también las abejas están muy presentes en la trama, para reforzar esa comparación entre hombres y zanganos), así que más nos vale que no nos cojan la delantera. Esa al menos es la impresión que tuve yo viendo la cinta, y espero que haya sido un simple desliz del director y guionista, Neil LaBute.
Nicolas Cage se pasa toda la peli con cara de compungido (debe funcionar bien, porque así ganó un Oscar), y Kate Beahan está francamente mal, pero bueno, es que su personaje, con sus apariciones de la nada, y sus "diálogos" balbuceantes, ha sido especialmente maltratado. En cuanto a la dirección, lo mejor que se puede decir es que no tiene estética de videoclip, y que intenta reducir al mínimo los intentos de susto a golpe de volumen (aunque alguno se le escapa, no crean).
La peli se redime al final, ya que acaba de forma poderosa, aunque de nuevo, no resulta sorprendente para los que conozcan la primera cinta. Además, aquí Nicolas Cage le puede dar rienda suelta a su histrionismo, y la cosa gana en intensidad. El epílogo final sobraba, pero el cameo de James Franco es bastante divertido, sobre todo, sabiendo lo que sabemos sobre el destino de su personaje.
Así pues, pocas sorpresas se encontrarán los que conozcan el primer film. Pocas sorpresas buenas, se entiende. El argumento es el mismo y la trama discurre por senderos parecidos: Edward Malus (Nicolas Cage) es un agente de policia que recibe una carta de su ex-novia Willow (Kate Beahan), en la cual le pide ayuda para encontrar a su hija, desaparecida en la isla donde viven, y en la que parece existir una especie de culto pagano regido por mujeres.
A diferencia de la versión del 73, en esta se ha optado por reducir a su mínima expresión la participación de los hombres, para que quede claro que todo lo que pasa en la isla es por causa y culpa de las mujeres, que ya sabemos lo malas que pueden ser si se les da el poder. Se abunda en la idea de que en un mundo de mujeres, la única utilidad del hombre es la función reproductiva (también las abejas están muy presentes en la trama, para reforzar esa comparación entre hombres y zanganos), así que más nos vale que no nos cojan la delantera. Esa al menos es la impresión que tuve yo viendo la cinta, y espero que haya sido un simple desliz del director y guionista, Neil LaBute.
Nicolas Cage se pasa toda la peli con cara de compungido (debe funcionar bien, porque así ganó un Oscar), y Kate Beahan está francamente mal, pero bueno, es que su personaje, con sus apariciones de la nada, y sus "diálogos" balbuceantes, ha sido especialmente maltratado. En cuanto a la dirección, lo mejor que se puede decir es que no tiene estética de videoclip, y que intenta reducir al mínimo los intentos de susto a golpe de volumen (aunque alguno se le escapa, no crean).
La peli se redime al final, ya que acaba de forma poderosa, aunque de nuevo, no resulta sorprendente para los que conozcan la primera cinta. Además, aquí Nicolas Cage le puede dar rienda suelta a su histrionismo, y la cosa gana en intensidad. El epílogo final sobraba, pero el cameo de James Franco es bastante divertido, sobre todo, sabiendo lo que sabemos sobre el destino de su personaje.

6.7
49,084
8
7 de febrero de 2007
7 de febrero de 2007
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la espera de las cartas de Iwo Jima, Clint Eastwood nos hace abrir boca con la historia contada desde el bando americano. Cada estreno del veterano realizador/actor se ha convertido en una cita obligada para los amantes del cine.
“Banderas de nuestros padres” se centra en la historia de tres hombres, “Doc” Bradley (Ryan Phillippe), Rene Gagnon (Jesse Bradford) y Ira Hayes (Adam Beach), que participaron en la batalla de Iwo Jima, y que, como supervivientes de la famosa foto de los soldados colocando la bandera, fueron prácticamente obligados a recorrerse los USA para que su fama incitase a los ciudadanos a comprar bonos de guerra, y así poder financiar la batalla.
Eastwood, como siempre, ayudado por la precisión de Paul Haggis, tiene la habilidad de humanizar a todos sus personajes, cosa más curiosa si cabe para alguien procedente de aquellos westerns, con héroes y villanos absolutamente unidimensionales. Así que, más que ser una película sobre la guerra, es sobre las personas que en ella lucharon.
La historia va saltando continuamente de la guerra a los actos publicitarios, y de ellos, de nuevo a la isla japonesa, con lo que la sensación de estar en medio de los tiroteos es continua. Es más, el caos que se vive durante dichos actos de promoción supera en muchas ocasiones al de la propia guerra.
Las escenas de batalla están rodadas de la manera que dicta la moda: cámara al hombro; mucho, muchísimo grano; y máxima degradación de los colores. Es justo avisar que el grado de violencia es enorme, superando con creces a lo que Spielberg nos mostraba en el día D.
También Eastwood señala especialmente cómo la guerra es una maquinaria que tritura a la gente, no sólo por fuera, sino, y lo que es más grave, por dentro. Así, cada uno de los tres protagonistas encarnan las diferentes formas de afrontar un suceso tan terrible como la de unos hombres matando y muriendo, muchas veces sin saber por qué. Esta destrucción es especialmente patente en el soldado Hayes, en lo que es sin duda la actuación más destacada de la peli, a cargo de Adam Beach, sin que eso merme un ápice el gran trabajo de Phillippe y Bradford.
Si algo se puede reprochar al filme, es la lentitud con la que transcurren los minutos finales, y el largo epílogo narrado, que sirve como reflexión en voz alta. Pero eso no desmerece en absoluto otro gran trabajo tras las cámaras de Clint Eastwood, que no hace sino obligarnos a esperar con ansiedad la versión japonesa de la historia. Otra estupenda película, una más, del veterano realizador californiano.
“Banderas de nuestros padres” se centra en la historia de tres hombres, “Doc” Bradley (Ryan Phillippe), Rene Gagnon (Jesse Bradford) y Ira Hayes (Adam Beach), que participaron en la batalla de Iwo Jima, y que, como supervivientes de la famosa foto de los soldados colocando la bandera, fueron prácticamente obligados a recorrerse los USA para que su fama incitase a los ciudadanos a comprar bonos de guerra, y así poder financiar la batalla.
Eastwood, como siempre, ayudado por la precisión de Paul Haggis, tiene la habilidad de humanizar a todos sus personajes, cosa más curiosa si cabe para alguien procedente de aquellos westerns, con héroes y villanos absolutamente unidimensionales. Así que, más que ser una película sobre la guerra, es sobre las personas que en ella lucharon.
La historia va saltando continuamente de la guerra a los actos publicitarios, y de ellos, de nuevo a la isla japonesa, con lo que la sensación de estar en medio de los tiroteos es continua. Es más, el caos que se vive durante dichos actos de promoción supera en muchas ocasiones al de la propia guerra.
Las escenas de batalla están rodadas de la manera que dicta la moda: cámara al hombro; mucho, muchísimo grano; y máxima degradación de los colores. Es justo avisar que el grado de violencia es enorme, superando con creces a lo que Spielberg nos mostraba en el día D.
También Eastwood señala especialmente cómo la guerra es una maquinaria que tritura a la gente, no sólo por fuera, sino, y lo que es más grave, por dentro. Así, cada uno de los tres protagonistas encarnan las diferentes formas de afrontar un suceso tan terrible como la de unos hombres matando y muriendo, muchas veces sin saber por qué. Esta destrucción es especialmente patente en el soldado Hayes, en lo que es sin duda la actuación más destacada de la peli, a cargo de Adam Beach, sin que eso merme un ápice el gran trabajo de Phillippe y Bradford.
Si algo se puede reprochar al filme, es la lentitud con la que transcurren los minutos finales, y el largo epílogo narrado, que sirve como reflexión en voz alta. Pero eso no desmerece en absoluto otro gran trabajo tras las cámaras de Clint Eastwood, que no hace sino obligarnos a esperar con ansiedad la versión japonesa de la historia. Otra estupenda película, una más, del veterano realizador californiano.

7.0
41,266
7
9 de octubre de 2006
9 de octubre de 2006
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se necesitan grandes cosas para hacer una buena película, y "AzulOscuroCasiNegro" es una muestra de ello. Sin excesivos alardes, sin una gran promoción, sin superestrellas del cine español (si es que existen), simplemente contando una historia tan sencilla como la búsqueda del lugar propio en la vida, de los deseos y sueños que todos tenemos.
El guión es sólido, a pesar de que en ocasiones se disperse, y quizás su mayor defecto sea el largo epílogo final y su búsqueda de "happy ending", pero no hay nada que moleste realmente. Los personajes principales están bien construidos, aunque algunos secundarios son poco más que meros bosquejos. Sin embargo, las interpretaciones rayan a gran altura, y el resultado conjunto es de calidad.
La dirección también mantiene un tono bastante neutro, y algunas puestas en escena recuerdan al teatro. Es de agradecer una realización clásica en los tiempos que vivimos hoy en día, si bien es verdad que hay momentos en los que el ritmo decae un poco, y se echa en falta algo de energía.
Aún así, es una ópera prima prometedora, y más en un momento en el que el cine español demuestra una falta de nivel inquietante. Esperemos que la Academia tarde bastante en estropear las maneras que apunta Daniel Sánchez Arévalo.
El guión es sólido, a pesar de que en ocasiones se disperse, y quizás su mayor defecto sea el largo epílogo final y su búsqueda de "happy ending", pero no hay nada que moleste realmente. Los personajes principales están bien construidos, aunque algunos secundarios son poco más que meros bosquejos. Sin embargo, las interpretaciones rayan a gran altura, y el resultado conjunto es de calidad.
La dirección también mantiene un tono bastante neutro, y algunas puestas en escena recuerdan al teatro. Es de agradecer una realización clásica en los tiempos que vivimos hoy en día, si bien es verdad que hay momentos en los que el ritmo decae un poco, y se echa en falta algo de energía.
Aún así, es una ópera prima prometedora, y más en un momento en el que el cine español demuestra una falta de nivel inquietante. Esperemos que la Academia tarde bastante en estropear las maneras que apunta Daniel Sánchez Arévalo.
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