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Críticas 304
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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10 de enero de 2014
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante buena parte de la proyección de “La ladrona de libros” me venía a la mente la adaptación cinematográfica de otra novela de éxito: “El niño con el pijama a rayas”. En ambos casos, se pretende dar protagonismo a la bondad en un contexto de barbarie, en principio, incompatible con aquella. Su director, Brian Percival, proviene del mundo de la televisión. De hecho, ha ganado un Emmy como realizador de la serie “Downton Abbey”, donde demostró un notable dominio en la recreación de épocas pretéritas. Por ello, no sorprende que el principal mérito de su largometraje sea la esmerada labor técnica y artística, que hará las delicias de esos espectadores que disfrutan con los viajes al pasado y con las ambientaciones estéticas de decorados y vestuarios asociados a estos. Desde ese punto de vista, el film resulta impecable. Será asimismo una buena elección para quienes gusten de esas historias de superación en las que las penurias de sus honrados y sencillos protagonistas devuelven la esperanza en el género humano.
Sin embargo, el relato es demasiado convencional, en el sentido de previsible y poco sorpresivo. Responde a un guión poco arriesgado que, al ofrecer al público lo que sabe con antelación que funcionara, juega sobre seguro. Por esa razón, a los amantes de las apuestas atrevidas, de los personajes complejos y de los análisis audaces les resultará probablemente una cinta facilona, no porque su montaje sea sencillo sino porque su contenido es bastante simple.
Durante la Segunda Guerra Mundial, una niña es adoptada por una familia de Münich y, una vez que aprende a leer, decide robar los libros prohibidos por los nazis para poder leerlos. La situación se complica cuando decide acoger a un joven judío al que encuentra delante de su casa. Esta contraposición del bien y del mal está rodada con eficacia, aunque con cierta sobreexplotación del sentimentalismo. En todo caso, la moraleja que pretende transmitir es tan elevada que trasciende a la propia obra cinematográfica.
Se ha colocado al frente del elenco a la joven y desconocida Sophie Nélisse, que ya había intervenido con anterioridad en “Profesor Lazhar” y que aquí lleva a cabo una meritoria interpretación. Incluso la Asociación de Críticos de Phoenix la ha premiado por este papel, así como en los denominados “Satellite Awards”. Los personajes de sus padres adoptivos han recaído sobre los veteranos actores Geoffrey Rush (ganador de un Oscar por “Shine” y nominado en otras tres ocasiones) y Emily Watson (aspirante a la estatuilla de Hollywood). Rush es versátil y eficaz frente a la cámara y constituye una garantía y un lujo para cualquier reparto. Por su parte, Watson ha decaído ligeramente en una trayectoria marcada por excelentes actuaciones dramáticas como las de “Rompiendo las olas” o “The Boxer”, que la convirtieron en un referente de la década de los noventa. Desde entonces, aunque ha seguido mostrando su calidad profesional, no ha vuelto a disponer de un gran papel con el que lucir sus enormes dotes interpretativas.
Finalmente, reservo mi mención especial para John Williams, maestro de maestros y referente indiscutible de la historia del Séptimo Arte. A sus casi ochenta y dos años, este compositor de bandas sonoras, además de ostentar el récord de ochenta y cinco galardones de un total de ciento cuarenta y ocho nominaciones – entre ellos cinco Oscar de cuarenta y ocho candidaturas o cuatro Globos de Oro de veinticinco posibles-, atesora memorables aportaciones en forma de maravillosas melodías siempre ligadas a imágenes de la gran pantalla. En esta ocasión ha vuelto a acertar, regalándonos los oídos como sólo él sabe hacerlo. Ha sido, es y será –espero que por muchos años- el mejor.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
15 de mayo de 2015
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe un subgénero cinematográfico que engloba las películas centradas en las relaciones entre profesores y alumnos y, muy especialmente, las que reflejan la complejidad educativa de adolescentes problemáticos y marginados. Títulos europeos como “La ola” de Dennis Gansel, “La clase” de Laurent Cantet, “Profesor Lazhar” de Philippe Falardeau y “Hoy empieza todo” de Bertrand Tavernier, o norteamericanos como “Rebelión en las aulas” de James Clavell o la emblemática y maravillosa “El club de los poetas muertos” de Peter Weir, no sólo son cintas de obligada visión para los aficionados al Séptimo Arte, sino que se alzan como interesantísimas propuestas de reflexión docente para estudiantes y educadores. Podrían citarse más ejemplos de mayor o menor valor cinematográfico y de superior o inferior carga reflexiva pero, en todo caso, las aulas son siempre fuente de inspiración para cineastas ávidos de mostrar historias con mordiente y con capacidad para despertar conciencias.
El largometraje francés “La profesora de Historia”, dirigido por Marie-Castille Mention-Schaar, aporta su granito de arena a una modalidad que compagina la denuncia social con la reivindicación general de la importancia de la educación y la particular del maestro vocacional y comprometido. Constituye una de esas obras que dejan buen sabor de boca en el espectador, ya que lleva implícitos un sentimiento de esperanza y una lección de superación personal. Y, aunque la narración se dulcifique en cierta medida, no resulta empalagosa ni sentimentaloide ya que, al final, prevalece ese regusto de empatía con la bondad del ser humano que, aunque pueda restar un ápice de credibilidad, es muy de agradecer. Anne Gueguen es una de esas profesoras que, además de impartir clases de Historia en un instituto, demuestra una gran preocupación por las vicisitudes de los jóvenes. Este curso le ha tocado un grupo complicado. Frustrada por el pasotismo generalizado, el materialismo dominante y la absoluta rendición ante la mediocridad, desafía a los chicos a participar en un concurso a nivel nacional sobre qué significa ser adolescente en un campo de concentración nazi. La mujer despliega toda su energía y creatividad para motivar y captar la atención de sus pupilos. A medida que se acerca el plazo de entrega del trabajo, los chavales comienzan a evolucionar y a involucrarse en un proyecto que cambiará sus vidas para siempre.
Pese a exhibir alguna carencia en la dirección de actores y en la propia labor interpretativa, además de cierto déficit en la narración visual, es justo reconocer que el guion posee la suficiente enjundia como para atrapar a públicos concernidos por esta temática. La generosidad y el valor trascendente de su mensaje suplen cualquier fallo adicional, pudiéndose concluir que la realizadora gala firma una obra que merece ser añadida a esa larga lista de filmes que deberían mostrarse en los centros escolares como parte de las enseñanzas obligatorias. Porque no cabe duda de que el cine, aparte de industria de entretenimiento, es una herramienta educativa muy útil y eficaz.
“La profesora de Historia” recibió el Premio del Público Joven en el último Festival de Valladolid, así como una nominación al César al mejor actor revelación.
El equipo artístico está integrado por nombres desconocidos, a excepción de la prestigiosa Ariane Ascaride, ganadora del César a la mejor actriz principal en 1998 por su personaje en “Marius y Jeannette” y a quien hemos podido ver recientemente en la versión para la gran pantalla de la popular novela de David Foenkinos “La delicadeza”. Le acompañan en el reparto Ahmed Dramé, Noémie Merlant, Geneviève Mnich, Xavier Maly, Martin Cannavo y Stéphane Bak.
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@gerardo_perez_s
26 de noviembre de 2016
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
El polifacético cineasta Peter Berg es un especialista del género de acción. Ya sea ejerciendo como actor (“Collateral”, “Copland”), como productor y director (“El único superviviente”, “Battleship”, “La sombra del reino”) o, incluso, como guionista (“Los perdedores”, “Very Bad Things”), ha construido toda su carrera sobre esta concreta modalidad cinematográfica, si bien con desigual fortuna. Aunque nunca ha dirigido un film calificado como sobresaliente, rodó con agilidad el ya citado “La sombra del reino”, alcanzando un aceptable nivel de entretenimiento. Además, siempre va mostrando indicios de su habilidad para la narración de tramas de intriga y tensión, elementos muy necesarios en la esfera de los thrillers. No obstante, ha firmado varios títulos decepcionantes y hasta en sus mejores trabajos se aprecian carencias en el guion y en la construcción de los personajes, lo que le impide ocupar los primeros puestos entre los profesionales de este tipo de cine.
Continuando con su línea habitual, estrena ahora “Marea negra”, cinta basada en unos hechos reales que tuvieron lugar en “Deepwater Horizon”, una plataforma petrolífera situada a sesenta kilómetros de la costa de Louisiana, en pleno Golfo de México, dedicada a la perforación de pozos petrolíferos en el subsuelo marino. El 20 de abril de 2010 un grave incendio en dicha plataforma provocó una explosión que, además de ocasionar su hundimiento, dio lugar a una tragedia que se saldó con la vida de once trabajadores y que causó uno de los desastres medioambientales más graves de la Historia. Un total de cinco millones de barriles de crudo fueron vertidos a las aguas del Océano Atlántico, originando grandes e irrecuperables daños en su ecosistema. Las marismas y el delta del Mississippi, Louisiana, Florida y Cuba resultaron extraordinariamente afectados.
Es justo reconocer a Berg la complejidad de este ambicioso proyecto, para el que recurre a un escenario claustrofóbico en el que dotar de intensidad a las imágenes, dando como resultado un largometraje más que aceptable. Aunque su inicio parezca corriente y poco esperanzador, lo cierto es que evoluciona positivamente en cuanto al aspecto narrativo. La notable utilización de la técnica se pone al servicio de los espectadores y les somete con éxito a un estado de ansiedad, garantizándoles el entretenimiento durante buena parte del metraje. Se trataría de una modalidad del antaño popular “cine de catástrofes” al que se ha querido despojar del toque demagógico y tramposo de aquellas superproducciones para dotarlo de mayor rigor. En cierto modo, aúna la difícil tarea de reflejar el aspecto aventurero de la trama con el reconocimiento de la valía de unos hombres sometidos a una experiencia agónica.
Es verdad que muchos de sus méritos juegan también en su contra. Así, son numerosas las escenas proyectadas en la gran pantalla que dejan al público sin comprender en su totalidad lo que sucede. A veces, le coloca sobre una montaña rusa en la que sólo es posible dejarse llevar. Tal vorágine de acontecimientos impide un tratamiento correcto de los personajes que, si bien es un objetivo un tanto complicado para este género, Wolfgang Petersen sí logró en “La tormenta perfecta”. Además, puede que una temática tan particular no acabe de despertar el interés de los aficionados más proclives a un cine de catástrofes desenfadado, edulcorado y al servicio de los efectos especiales. Con todo, el conjunto es más que digno y sobresale por encima de otros recientes títulos de temática similar, como “San Andrés” o “En el ojo de la tormenta”.
Al frente del reparto figura Mark Wahlberg, un actor capaz de ofrecer buenas interpretaciones si cuenta detrás con una dirección adecuada -como ya demostraron David O. Russell en “The Fighter” y Martin Scorsese en “Infiltrados”-. Aquí desempeña una correcta actuación. Está acompañado por el tándem familiar que forman Kurt Russell y Kate Hudson y por el siempre interesante (aunque últimamente desaprovechado) John Malkovich.
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@gerardo_perez_
8 de diciembre de 2017
17 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Suburbicon” cuenta con demasiados padres, muchas pretensiones y diversos estilos. Por ello, refleja un rumbo errático. No se trata de la obra de un autor concreto ni con las ideas claras sobre cómo lograr sus propósitos narrativos y cinematográficos. Lo único que se percibe nítida y uniformemente a lo largo de toda la proyección es una crítica ácida, corrosiva y mordaz hacia la sociedad en la que nos hemos convertido. Los hermanos Coen, muy propensos a compaginar sus inconfundibles señas identidad con diversas maneras de expresarlas, firman el guion. Las patentes diferencias entre “Muerte entre las flores” y “O Brother!”, o entre “El hombre que nunca estuvo allí” y “Crueldad intolerable” son incuestionables y convierten el cine de Joel y Ethan Coen en una experiencia imprevisible, siempre interesante, auténtica y peculiar, pero no necesariamente acertada ni coherente. A ellos se une la mano artística de George Clooney detrás de la cámara y también en la elaboración de los diálogos y secuencias. Es responsable de sobresalientes y dignificantes propuestas como “Los idus de marzo” y “Buenas noches y buena suerte”, junto a otras ocurrencias más discutibles como “Ella es el partido”. En definitiva, “Suburbicon” se nutre de demasiadas fuentes, de modo que el agua que termina ofreciendo, sin ser mala, presenta un aspecto turbio y desprende un extraño sabor.
Atendiendo tanto a sus méritos como a sus deméritos, es complicado calificar este largometraje. Una correcta ambientación, unos actores entregados y eficaces, varias secuencias espléndidas y, en general, una inteligente y punzante manera de mostrar las vergüenzas de la puritana y políticamente correcta sociedad americana, hacen que su visión se torne atrayente e, incluso, necesaria. Sin embargo, la sensación final es la de haber disfrutado de grandes escenas individuales pero que, en conjunto, transmiten un evidente desorden. Troceada y servida por partes, se convertiría en una selección de magníficos cortometrajes dignos de aplauso pero, contemplada en bloque durante casi dos horas, genera, sobre todo, confusión.
La trama se desarrolla en los años cincuenta, en uno de esos acomodados barrios de las afueras formados de casas con jardín, todas similares y uniformes, que evocan perfecta armonía y placentera felicidad. Sin embargo, la paz y la concordia se vendrán abajo con más facilidad de la esperada, cuando la verdadera naturaleza de sus moradores emerja sin apenas motivos. Traición, engaños y violencia conforman un cuento con moraleja sobre gente imperfecta educada para aparentar perfección y que toma numerosas malas decisiones.
El principal inconveniente del film estriba en su desigual y anárquica forma de narrar una buena idea. El firme deseo de que su mensaje se comprenda simplifica el contenido de este y rebaja su nivel, como si apostar por la sutilidad, el ingenio y la ironía fuera demasiado arriesgado y el público no alcanzase a captar la esencia. Sea como fuere, certifica que recurrir al humor como vehículo de crítica y vía para plasmar realidades dramáticas ni es sencillo ni está al alcance de cualquiera. En ese sentido, considero que Clooney es un excelente realizador de dramas y un actor cuya versatilidad le habilita para afrontar todos los géneros con éxito. Sin embargo, su punto fuerte no reside en la habilidad para narrar y crear partiendo del humor.
Este proyecto evidencia, asimismo, su condición de contraataque a la situación originada a raíz de la elección de Donald Trump como presidente norteamericano, por mucho que se ambiente a mediados del pasado siglo. Y es que, como sucede en tantos otros países del mundo, las miserias y las problemáticas que parecían muertas y enterradas, continúan a día de hoy más vivas que nunca. Cabe destacar la impecable labor de los miembros del reparto. Matt Damon y Julianne Moore llevan a cabo unas actuaciones eficaces y solventes, mientras que Oscar Isaac sigue añadiendo relevantes interpretaciones a su más que interesante filmografía.
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@gerardo_perez_s
10 de abril de 2015
17 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Contrariamente a lo que pudiera pensarse, hacer reír es muy difícil, sobre todo si se aspira a lograrlo de un modo inteligente. Si, además, a dicha pretensión se añade la de rodar una cinta de acción ágil, la complejidad se multiplica. Por esa razón, son escasos los largometrajes que, aunando ambas características, resulten recomendables. Tampoco pueden faltar un guion mordaz y divertido, un cineasta brillante y unos actores dotados de gracia. Pues bien, nada de lo anterior existe en “Mortdecai”, presunta comedia que aspira a parecer trepidante y que se pierde por el camino, al no lograr ninguna de esas metas. Se limita a provocar muecas en vez de sonrisas y su idea de la intriga sucumbe ante una concatenación de tramas y escenas absurdas.
Su director, David Koepp, saltó a la fama como notable guionista de “La muerte os sienta tan bien”, “Atrapado por su pasado”, “La habitación del pánico” y las primeras entregas de las sagas de “Misión imposible” y “Spiderman”. Sin embargo, en su labor detrás de las cámaras, ya con seis títulos a sus espaldas, nunca ha logrado destacar. En este terreno pierde la habilidad demostrada con la pluma y filma sin un estilo propio que avale su talento como realizador. De hecho, cuando ha apostado por el thriller (“El último escalón”, “La ventana secreta”, “Sin frenos”) no ha conseguido trascender a la mera corrección técnica y a la utilización de los tópicos de dicho género.
Charles Mortdecai es un distinguido comerciante de arte, caracterizado por su bribonería y labia en el ámbito de las ventas. Con ese talento innato para embaucar a los demás, tratará de conseguir una obra muy deseada por mor de la leyenda que le acompaña: se rumorea que la pintura lleva inscrito un número secreto de acceso a una millonaria cuenta bancaria del ejército nazi. Pero hacerse con ella no le resultará a Mortdecai tan sencillo como pensaba, ya que antes habrá de enfrentarse a un grupo de rusos, a un terrorista internacional y al mismísimo MI5.
La combinación entre humor y acción es torpe, hilvanada en una trama mal narrada y formada por una mezcolanza de clichés, trucos y sketches que conforman una mediocridad cada vez más habitual en la industria cinematográfica. La sensación que queda al abandonar la sala de proyección es la de que solamente han disfrutado con este trabajo el cineasta y sus intérpretes. Y hasta de eso hay dudas.
Pese a los relevantes nombres que integran el reparto, ninguno realiza una interpretación aceptable, y no por demérito suyo sino por la ausencia total de contenido en sus papeles. Johnny Depp, otrora icono de un tipo de cine e, incluso, de una generación, se alza como protagonista absoluto del film. Comenzó su trayectoria artística enlazando proyectos interesantes con títulos míticos. “Platoon”, “Eduardo Manostijeras” o “Ed Wood” pertenecen a aquella época de esplendor. Posteriormente, ha obtenido sonoros triunfos en taquilla y ha firmado algún que otro trabajo digno de elogio, pero es evidente que su luz se apaga irremediablemente. Quien fuera referente de un cine fantástico, imaginativo, novedoso y emotivo se está convirtiendo en un caricatura de sí mismo y ya se le conoce más por sus aventuras sentimentales que por sus virtudes delante de la cámara.
Le acompañan Gwyneth Paltrow (cuyos papeles relevantes se miden igualmente con cuentagotas), Paul Bettany y Ewan McGregor. Hasta la fecha, todos ellos habían demostrado sobradamente su valía pero, en esta ocasión, han errado con este proyecto tan fallido para la crítica como para el público y que en Estados Unidos ha recaudado tan sólo siete de los sesenta millones de dólares de su presupuesto.
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@gerardo_perez_s
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