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8.2
97,266
10
24 de mayo de 2007
24 de mayo de 2007
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde luego si de un western se trata, sería mi western preferido. Entre muchas otras cosas por lo atípico y desmitificador. Clint Eastwood dinamita todos los tópicos de este género de una manera genial sin caer en maniqueísmos y dotando de un relieve impresionante a cada uno de los personajes. Incluso se permite una autocrítica a su propia trayectoria a modo de catarsis personal. Una historia que nos acerca con una gran profundidad y humanidad a la verdadera realidad social de aquella época a la vez que hace un retrato psicológico de aquellas gentes. Obra cinematográfica maestra, sin fisuras, con Hackman, Freeman y Eastwood en sobresaliente, fotografía excepcional, un argumento que se hace bueno en manos de Eastwood y una banda sonora lánguida y melancólica que abriga toda la cinta.

5.9
1,622
10
6 de febrero de 2012
6 de febrero de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La comedia francesa Le Skylab dirigida por Julie Delpy atesora la virtud de hacer las delicias de todo tipo de público a partir de una historia tan aparentemente sencilla como es la que se desarrolla entorno a una reunión familiar en la Bretaña francesa allá por el año 1979.
No recordaba cuando me reí con tanto gusto por última vez. Y es que Julie Delpy ayudada por la complicidad absoluta de un reparto que ocupa todos las profundidades de los planos, consigue abducirnos y convertirnos en un miembro más de la variopinta familia, dibujada por personajes perfectamente caracterizados y a cual más colorista.
A través de un guión excepcional, puesto en escena con una ligereza encomiable y un humor corrosivo muy a la francesa, Le Skylab logra transmitir sensaciones instantáneas y nos invita a reírnos de nuestras miserias y nuestras contradicciones regalándonos algunas escenas verdaderamente delirantes.
Sin mayores pretensiones, Le Skylab recuerda con alegría y humor un momento de la historia en el que se vivían los ecos lejanos del mayo del 68 poco antes del triunfo de la izquierda en Francia, pero esto es más bien un simple contexto de una historia que reivindica el valor de la comunicación y la calidez de los reencuentros.
No recordaba cuando me reí con tanto gusto por última vez. Y es que Julie Delpy ayudada por la complicidad absoluta de un reparto que ocupa todos las profundidades de los planos, consigue abducirnos y convertirnos en un miembro más de la variopinta familia, dibujada por personajes perfectamente caracterizados y a cual más colorista.
A través de un guión excepcional, puesto en escena con una ligereza encomiable y un humor corrosivo muy a la francesa, Le Skylab logra transmitir sensaciones instantáneas y nos invita a reírnos de nuestras miserias y nuestras contradicciones regalándonos algunas escenas verdaderamente delirantes.
Sin mayores pretensiones, Le Skylab recuerda con alegría y humor un momento de la historia en el que se vivían los ecos lejanos del mayo del 68 poco antes del triunfo de la izquierda en Francia, pero esto es más bien un simple contexto de una historia que reivindica el valor de la comunicación y la calidez de los reencuentros.

7.2
45,142
9
24 de mayo de 2007
24 de mayo de 2007
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque gran parte del público recuerde Amelie, yo me quedo con la opera prima de Jeunet. Como si de un comic se tratara y con un lenguaje de videoclip, nos presenta una historia increíblemente original, imaginativa, intrigante, plagada de rarezas y contrastes, y con un humor de una gran sutileza. La fotografía, ambientación y los efectos sonoros impecables. Aún con todo, por encima de la extravagancia y el tenebrismo la trama se nos hace cercana y finaliza con un optimismo existencial que se haría más patente si cabe en la ya mencionada Amelie.
24 de mayo de 2007
24 de mayo de 2007
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de asistir a una cinta que te transmite de una manera tan auténtica, tan real, tan lúcida y tan limpia, el dolor inmisericorde que podemos llegar a producirnos mutuamente los seres humanos, es difícil evitar que el corazón no se te encoja.
Ha sido precisamente el tesón por buscar la coproducción, la impecable labor artística, la enorme lucidez y la extraordinaria sensibilidad de su directora, residente por cierto muy cerquita del barrio de Sarajevo en el que discurre la acción, lo que ha permitido que este magnífico retrato de las posguerra en los Balcanes haya podido alcanzar nuestra pantallas, desde una Bosnia donde hacer cine es un auténtico milagro.
Siempre habrá quien diga que el Oso de Oro a la mejor película de la Berlinale que se llevó este trabajo no responde a sus méritos artísticos sino al eco desgarrador de la historia que se nos cuenta o al obligado tributo purgatorio que conllevan las secuelas de estas tragedias.
Yo sin embargo aplaudo esta película en todos sus sentidos. Porque hace falta muchísimo arte para contar una tragedia tan cruenta de una manera tan exquisita y delicada, dejando entrever todo el dolor que corroe el alma de esas mujeres que sufrieron una de las peores torturas a las que se puede someter a un ser humano, la de ser humillado, vejado, violado, y, por si esto fuera poco, condenado a engendrar y amar esa vida que su enemigo ha sembrado inicuamente sin otro propósito que el de producir odio, odio que será muy difícil de borrar en muchas generaciones.
Después de las tragedias siempre se buscan cabezas de turco, chivos expiatorios de los desmanes colectivos. Podremos juzgar y condenar a Karadzic, a Milosevic, a Izetbegovic, y al sumsumcorda, pero esto no nos redimirá de nuestras responsabilidades, que siempre son personales e intransferibles. Porque ellos no violaron a las más de 20.000 mujeres que fueron brutalmente torturadas y preñadas por el odio. Ellos no torturaron y asesinaron a 100.000 personas. Fueron personas como tú y como yo, con nombres y apellidos, que bien pudieran haber tomado otra actitud y no lo hicieron.Cada cual es responsable de sus actos, y no valen medias tintas.
En ese sentido, si alguna vez el arte estuvo obligado a comprometerse sin condiciones con la realidad, ésta ha sido una de esas ocasiones. Y hemos tenido la suerte de descubrir y contar para tal menester con una directora, Jasmila Žbanić, de esas que me fascinan, que saben contar sin decir, que saben transmitir todo lo esencial sin hurgar en la herida, que saben mantener en alto la antorcha de la esperanza en el pozo más oscuro de las miserias humanas. Y en esa ardua labor ha contado con dos actrices, Mirjana Karanović, habitual de Kusturica, y la novel Luna Mijović, en los papeles de madre e hija respectivamente, que tal es la autenticidad que transmiten que te parece estar presenciado un documental.
En definitiva, una película imprescindible por su particular tratamiento.
Ha sido precisamente el tesón por buscar la coproducción, la impecable labor artística, la enorme lucidez y la extraordinaria sensibilidad de su directora, residente por cierto muy cerquita del barrio de Sarajevo en el que discurre la acción, lo que ha permitido que este magnífico retrato de las posguerra en los Balcanes haya podido alcanzar nuestra pantallas, desde una Bosnia donde hacer cine es un auténtico milagro.
Siempre habrá quien diga que el Oso de Oro a la mejor película de la Berlinale que se llevó este trabajo no responde a sus méritos artísticos sino al eco desgarrador de la historia que se nos cuenta o al obligado tributo purgatorio que conllevan las secuelas de estas tragedias.
Yo sin embargo aplaudo esta película en todos sus sentidos. Porque hace falta muchísimo arte para contar una tragedia tan cruenta de una manera tan exquisita y delicada, dejando entrever todo el dolor que corroe el alma de esas mujeres que sufrieron una de las peores torturas a las que se puede someter a un ser humano, la de ser humillado, vejado, violado, y, por si esto fuera poco, condenado a engendrar y amar esa vida que su enemigo ha sembrado inicuamente sin otro propósito que el de producir odio, odio que será muy difícil de borrar en muchas generaciones.
Después de las tragedias siempre se buscan cabezas de turco, chivos expiatorios de los desmanes colectivos. Podremos juzgar y condenar a Karadzic, a Milosevic, a Izetbegovic, y al sumsumcorda, pero esto no nos redimirá de nuestras responsabilidades, que siempre son personales e intransferibles. Porque ellos no violaron a las más de 20.000 mujeres que fueron brutalmente torturadas y preñadas por el odio. Ellos no torturaron y asesinaron a 100.000 personas. Fueron personas como tú y como yo, con nombres y apellidos, que bien pudieran haber tomado otra actitud y no lo hicieron.Cada cual es responsable de sus actos, y no valen medias tintas.
En ese sentido, si alguna vez el arte estuvo obligado a comprometerse sin condiciones con la realidad, ésta ha sido una de esas ocasiones. Y hemos tenido la suerte de descubrir y contar para tal menester con una directora, Jasmila Žbanić, de esas que me fascinan, que saben contar sin decir, que saben transmitir todo lo esencial sin hurgar en la herida, que saben mantener en alto la antorcha de la esperanza en el pozo más oscuro de las miserias humanas. Y en esa ardua labor ha contado con dos actrices, Mirjana Karanović, habitual de Kusturica, y la novel Luna Mijović, en los papeles de madre e hija respectivamente, que tal es la autenticidad que transmiten que te parece estar presenciado un documental.
En definitiva, una película imprescindible por su particular tratamiento.
28 de diciembre de 2013
28 de diciembre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta modesta, valiente y entrañable película que toma inspiración en referentes como el cine de Abbas Kiarostami, Jafar Panahi (Dayereh) o el propio Truffaut (Les 400 coups) no pasará a la historia del cine por ser una obra maestra, pero desde luego, a pesar de su cierta tosquedad y apego al discurso didáctico, está construida con la suficiente solvencia y eficacia para descubrirnos con rotundidad pero sin excesos y con calidez la opresiva realidad cotidiana de las mujeres en Arabia Saudí.
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