Iba a decir que los personajes, los diálogos, las situaciones, la presunta intriga aspiran en cada suspiro a la complejidad y a la excentricidad inteligente, pero todo es irritantemente vacuo, falso, manierista y aburrido, pero se me adelantó Boyero.

Pixar fabrica obras de arte y lo ha vuelto a hacer. Belleza sobrecogedora al servicio de un guión maravilloso. Hace tiempo que alguno de sus trabajos merecen la estatuilla a mejor película del año, y no me refiero al apartado de animación.

Programa espacial estadounidense, siete pilotos aspirantes a astronautas del proyecto Mercurio. La premisa puede resultar llamativa aún hoy en día, aunque en su estreno en el 83 no lograra el éxito de taquilla.

Con gran decepción y tras "disfrutar" media película, percibí que el héroe era yo. Aguantar semejante vacuidad donde cada personaje es una caricatura chulesca que lucha por ser más estúpido, repugnante, vacío y necio, me otorgó el poder especial de mandar a tomar viento la segunda mitad. Y en órbita la puse.

Formalmente correcta, no aporta nada nuevo a la cinematografía española. Diálogos a menudo ininteligibles en una pieza que en poco ayuda a la mejora de nuestro cine. Entretiene sin más con una buena actuación de Jesús Carroza que resulta convincentemente despreciable.

El tema se presta al interés y a la implicación del ciudadano, pero como bien leí en una crítica anterior, termina quedándose en tierra de nadie, apoyado por una poco convincente Isabel Ampudia el el papel de excluída social. Sí me ha resultado convicente la actuación de Sebastián Haro.

En definitiva es una película que se puede ver y que aprovecha su temática radical para suscitar interés, pero quedando, por ejemplo, un peldaño por debajo de Princesas de Fernando León, que pese a ser la menos buena de sus cuatro películas, la supera.