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Críticas 195
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
7 de marzo de 2018
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lady Bird tiene 17 años. Está en plena crisis de la adolescencia, esa edad en que todo puede terminar en una discusión, especialmente con su madre. La primera escena es una síntesis de los que será la película. Su madre pasa a buscarla por el Colegio, y juntas deciden hacer algo que les gusta: acercarse a un sueño. Ese sueño no es otro que el sueño americano, aquel que garantiza la oportunidad de prosperar, tener éxito social, y permita una movilidad hacia arriba.
La película describirá ese último año de escuela secundaria en el cual Lady Bird decidirá llenar haciendo teatro, explorando las intimidades del sexo, y buscando una universidad que la acepte. Con un relato sencillo, bien estructurado, y la maravillosa actuación de Saoirsi Roman, la película se constituirá en uno de los enfoques más interesantes que el cine actual le haya dedicado a la adolescencia, ese periodo de la vida donde la persona trata de formarse.
El film de Greta Gerwig, autora también del guión, no solo explora ese periodo de crecimiento con un gran equilibrio que despierta el interés del espectador, sino también realizando una pintura social de clase media que refleja el mundo que estamos viviendo, un mundo donde falta trabajo, donde padres e hijos compiten por un mismo puesto de trabajo, donde se le da prioridad a los jóvenes, se descarta con gran facilidad a los mayores, y la sociedad impone la imperiosa necesidad de estudiar, de formarse para poder desarrollar nuevas capacidades que permitan competir en un mundo laboral que se presenta cada vez más hostil.
En ese esa intersección entre el fin de un ciclo y el comienzo de otro, es donde Lady Bird expresa sus mayores preocupaciones sociales. La elección de una universidad no es una simple cuestión personal, depende también del costo de la misma, y de la aceptación por parte de la Universidad. Es necesario realizar varias aplicaciones para finalmente ser aceptado. Lady Bird lo hará consciente de las limitaciones económicas que tienen sus padres, y no solo buscará el lugar donde irá sino también la beca que necesita para pagar sus estudios.
Lady Bird muestra en todo momento una adolescente inquieta respecto de un futuro en el cual están incluidos sus propios padres. Ella, inconscientemente, está previendo la crisis de un cambio que se avecina, que si bien no es hostil, sabe que es complicado. Tal como Benjamin Braddock, el protagonista de El Graduado, observa que el futuro no está asegurado con la sola cuestión de estudiar y eso la preocupa.
El personaje central está ante un momento de decisión. Es un momento en la vida de un adolescente que sabe que está decidiendo el camino hacia su futuro. Es la ruta hacia un sueño dentro una realidad adversa, áspera pero no imposible de superar. En el positivismo, esa creencia en si misma de Lady Bird, en esa fuerza interior que la empuja, se encuentra su razón del ser. Ella está dispuesta a correr el riesgo. No hay futuro sin riesgo. Ella lo sabe y lo asume. En esa decisión decide gran parte de su vida futura.
Partiendo de un guión simple y realista muy bien escrito por la también directora Greta Gerwig, y de la estupenda actuación de Saoirsi Ronan, Lady Bird se alza como una comedia que no solo describe a un adolecente de nuestra época sino también se convierte en un fresco de la realidad americana de nuestros días, de la falta de expectativas, y que la iniciativa personal es el principal motor de empuje que tiene un ser humano, aquella capacidad de derribar cualquier barrera que se le interponga por delante.
19 de agosto de 2019
16 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
A partir de una novela escrita por Eduardo Saccheri, la cual recibió el premio Alfaguara 2016, que se inspira muy libremente en los sucesos que generó el corralito financiero de diciembre de 2001, Sebastián Borensztein encara su quinto largometraje con suerte diversa.
Reuniendo un gran elenco de notables actores capaces de componer personajes al borde de la caricatura, hace correr una fluida trama de características corales, imbuida de un espíritu de necesidad de justicia que termina generando una especie de venganza.
Los giles a que alude el título del film no son otros que las propias víctimas que generan las pésimos manejos de las arcas públicas de los sucesivos gobiernos que nos han tocado en turno, que aplicando políticas de carácter populista con el ánimo de contener al pueblo terminan por vaciar las arcas del Estado y en consecuencia se ven en la necesidad a recurrir al viejo recurso de hacer una macro devaluación del peso y congelar depósitos bancarios para devolverlos 10 años después.
El film habla indirectamente de la injusticia social que provocan estas políticas y desarrolla, basándose en los personajes de Saccheri, un grupo muy querible de victimas de aquel flagelo compuesto por diferentes prototipos del ser nacional, inclusive con distintas afinidades políticas, que llegan a unirse fraternalmente para recuperar el dinero que el corralito financiero les ha quitado haciendo justicia mediante una venganza en la cual el propio estafador se vuelve víctima de un robo.
Esta cuestión de la unión de caracteres tan diversos es tal vez unos de los puntos más fuertes y positivos que experimenta el film, dejando muy claro que la unión hace la fuerza, pero también, enfatizando que no solo la fuerza logra el objetivo sino también el respeto del uno por el otro, donde el escuchar a los demás no solo infunde respeto sino nutre a uno mismo.
Con un guión que se estructura en base a una narración clásica tipo western suburbano, los mayores méritos de la película se encuentran en el gran entretenimiento que proporciona desde principio a fin del relato. Condimentada con personajes muy bien delineados dentro de un tono tendiente al grotesco criollo, con diálogos agiles, replicas punzantes y graciosas, y con actuaciones que sin lugar a dudas componen personajes delirantes que resultaran inolvidables, el film avanza casi sin obstáculos hacia el aplauso mayoritario de la platea.
No obstante ello, la gran crítica que cabe cuestionar es la mirada naif que provocan estos seres desangelados, solos, perdidos, desorientados. Parecerían ignorar que si votan populismo, a la larga, recibirán populismo. El Estado Nacional gasta más que lo que recauda, genera déficit fiscal, y obviamente, toma deudas o lo que es peor, emite dinero sin respaldo. El peso se devalúa, la economía genera inflación, la gente toma conciencia, comienzan las corridas bancarias, y finalmente el Estado, impone un “corralito” a los depósitos bancarios tomando a todos por sorpresa.
El guión de Borensztein toma estos elementos, los banaliza, crea personajes que por definición son víctimas sociales, y los une en torno a un proyecto que no es más que otro robo, esta vez, a un estafador. No por ser un estafador la acción de restitución deja de ser otro delito. Entramos en aquel dicho que dice que el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón.
No sé si la intención de Saccheri o de Borensztein fue señalar el carácter inmoral de toda una sociedad. Honestamente creo que no. Pero la película termina siendo banal al meter a todos sus personajes en una misma bolsa de la que raramente podrían sacar un resultado que tuviera que ver con el respeto de la ley y la satisfacción de un clamor de justicia. Y lo que es peor, se justifica a quien hace justicia por mano propia cuando en realidad, el contrato social ha determinado que la justicia estará en manos de los jueces.
Por otra parte, cabe agregar que un gil es una persona fácil de engañar. Una mirada más profunda del film deja entrever que no siempre las víctimas son giles sino personas que han estado dispuestas a tomar un riesgo mayor, a pensar que “total va a pasar nada” o “el Estado no puede quebrar”. Pero la historia continúa y se repite. La perseverancia en el error de apreciación es lo que nos lleva a esas situaciones sin salida.
Entretenida, siempre interesante, con grandes actuaciones de todo el elenco, Borensztein consigue realizar un film que sin duda será exitoso pero que tal vez esté por debajo de sus anteriores trabajos, especialmente de Un Cuento Chino, y deja un gran interrogante sobre la moral social en Argentina. Robar a un ladrón no constituye un acto de justicia.
1 de noviembre de 2019
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un antes y un después. Dos momentos diferenciados por un golpe terrorista perpetuado en un Parque de París.
En el antes, Amanda, una pequeña niña de unos 7 años, mimosa e inteligente, magníficamente interpretada por Isaura Multrier, comienza a ir al colegio. Su madre, Sandrine y su Tio Vincent se turnan para esperarla a la salida del colegio coordinando los horarios disponibles en función de sus obligaciones laborales. El film describe la vida cotidiana de tres personas comunes, simples cuyas rutinas transcurren sin demasiadas emociones, donde el hecho más importante sobrevivir día a día y ver crecer a esa niña cuyos padres están separados.
Sandrine es traductora y maestra de inglés en una academia. Para ganar unos francos más, hace traducciones en su casa. Vincent trabaja para la Municipalidad de Paris podando árboles y arreglando canteros. En sus momentos libres, ayuda en una inmobiliaria. Su vida carece de mayores responsabilidades. Es un hombre joven en busca de aventuras.
De golpe, un fin de semana en un parque, la tragedia se cierne en torno a ellos. La madre de la niña muere, su padre no aparece, y su Tio Vincent se debe hacer cargo de su crianza no sin antes pensar en un internado.
En el después, la película se concentra en la recomposición de los sobrevivientes donde la asumir nuevas responsabilidades y recolocar los afectos estará en primer lugar. Es una descripción minuciosa de pequeños momentos que intentan volver a unir todo aquello que se ha roto, que se ha modificado en esas almas que han sobrevivido a la tragedia, pero que les ha cambiado brusca y definitivamente toda su vida.
Ya nadie puede ni vuelve a ser el mismo. Volver a encontrarse aparece como una prioridad. Habrá una serie de reencuentros. El primero, el de Vincent consigo mismo. Debe hacerse cargo de la pequeña Amanda. Esta solo y carece de medios pero toma conciencia que lo peor ya ha pasado. Ahora es un momento necesario de la reconstrucción de lo que ha quedado. Los sentimientos hechos añicos y vivir con la ausencia de los seres perdidos es lo que hay que aprender.
El film es minucioso y está construido de pequeños momentos. Es un film íntimo, donde lo que ocurre es una catarata de sentimientos encontrados donde no queda lugar para ir hacia atrás sino solo para adelante. Volver a ser y hacerse cargo. Muestra la necesidad de madurar aceleradamente, de asumir la realidad aunque lo cambios sean dolorosos. De buscar y reunir a la familia como apoyo de toda la estructura social.
No solo es admirable el trabajo de los autores del guion (el propio director y Maud Ameline), que han logado una estructura muy sólida que sostiene una avalancha de sentimientos encontrados narrados a partir de la necesidad de reconstruir la vida cotidiana. Pero lo más interesante, es que la película es capaz de transmitir el espectador esos sentimientos a través de pequeños gestos, una palabra, una sonrisa, una lagrima, una canción que suena, el reencuentro con alguien lejano que hace mucho que no se ve, un simple recuerdo que aparece. Es el otro lado de un drama contemporáneo.
La actuación de la niña Isaure Multrier es fundamental en la transmisión de esos sentimientos que a veces se esconden para ocultar la tristeza que sentimos. La película guarda en todo momento un gran equilibrio narrativo, pero ante todo descuella en mostrar sutilmente todo aquello que está oculto en el alma y no es visible a los ojos.
6 de abril de 2018
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
No conocía el cine de Carpignano, un joven director neoyorkino de origen italiano, cuyo segundo film, La Ciambra, se estrenó en Buenos aires. Su primera película, Mediterránea, permanece aún sin estrenar.
El film es una historia sobre una familia de gitanos que trascurre en La Ciambra, un villa miseria en Sicilia, en el sur de Italia, en medio de un lugar que no solo es reconocible por sus hermosos paisajes, y la mafia sino también porque es puerta de entrada de las corrientes inmigratorias provenientes de Medio Oriente y el norte de África dando lugar al asentamiento clandestino de miles de personas en estado de precariedad económica y habitacional.
No obstante ello, no estamos ante un film coral sino ante una historia de crecimiento personal, la de Pío, un adolescente que debe crecer, hacerse un hombre como consecuencia que tanto su padre como su hermano son llevados presos por la policía, dado que son agarrados infraganti en un robo de autos. Cabe agregar que la mayoría de los gitanos pobres que viven en la zona se dedica al robo de autos para revender las autopartes.
El film es también una historia de encierro, la de un joven que no puede escapar a su destino. La de alguien que sabe que tiene que ayudar a su familia y dada su juventud, es incapaz de salir de su encierro familiar.
Y es también una historia sobre la amistad y la traición, de la incapacidad de sostener una amistad, de recibir ayuda y principios de vida que nunca podrá llevar a la práctica porque vive encerrado en una familia en la cual se deben respetar costumbres ancestrales. Es también la descripción de un pequeño mundo donde las mujeres solo existen para atender la casa y al hombre, y los hombres para ganar el pan nuestro de cada día, cualquiera sea su forma.
Carpignano recrea esta pequeña historia y la hace grande siguiendo el devenir de Pío, a quien sigue con su cámara con disciplina y la rigidez necesaria como para describir a un adolescente que no solo vive las cuestiones propias de su edad sino también se ve necesitado a crecer de golpe.
Contada con cámara en mano con un registro de tipo documental, Carpignano va sumando anécdota tras anécdota personal y familiar para poder armar un momento en la vida, la adolescencia, de un personaje real víctima de los mandamientos familiares.
Los resultados son más que positivos. Si bien La Ciambra es un film lento en su principio, se va afianzando en la medida que su personaje principal va cobrando cuerpo y entidad dramática, a la vez que va concentrando sobre si la mayor parte de la anécdota que se desarrolla . Si bien el objetivo inicial de Carpignano pareciera ser la pintura de toda una comunidad, con dedicada paciencia narrativa va quedando delineado su personaje principal, el cual va asumiendo un protagonismo absoluto a partir del cual su película se transforma en un documento notable sobre la inmigración descontrolada, la falta de oportunidades, la falta de adaptación a las nuevas costumbres y la inevitable marginalidad a la que son condenados millones de refugiados que solo aspiran a tener una vida mejor.
29 de febrero de 2020
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El nuevo film del cineasta Elia Suleiman parece preguntarse por qué si en todos lados pasan cosas absurdas, los palestinos, en particular, tienen que vivir en un absurdo permanente.

Su película está regida por la mirada, la cual, se concentra en un sinfín de situaciones que remiten a una gran obra del absurdo. Este film situacional, que con esa mirada tan poco convencional y llena de humor, se transforma en una pieza inteligente e interesante.

Conoce tu comarca y conocerás el mundo. El film comienza en Nazaret, lugar de nacimiento del director y luego se abre hacia Paris y Nueva York. En la medida que la película avanza, sale de su comarca y se abre al mundo. Las escenas de Paris y Nueva York profundizan en la idea de un absurdo que va más allá de la propia comarca.

El propio Suleiman es el actor principal de su película, la cual nunca pierde el sentido del humor, uno muy especial que cruza toda la película impregnándola con un cuestionamiento tal que provoca indudablemente la reflexión sobre lo que sabemos pero de lo cual no se habla. El nivel del absurdo prevalece sobre la ironía.

El Oráculo de Delfos decía “Conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses”. El director comienza un viaje que lo lleva primero a Paris y luego a Nueva York, para terminar volviendo a Nazaret. En el periplo, la idea de identidad de un pueblo se desdibuja desde la mirada de lo global.

El conflicto árabe israelí está presente a lo largo de toda la película pero no es expuesto como algo manifiesto sino como un absurdo que incluso podría minimizarse. Queda claro que la mayoría de la gente prefiere vivir en paz y solo las posiciones extremas lo impiden.

Con mucha influencia del humor del francés Jaques Tati (Mi Tío, Play Time), la película es la mirada entre extraña e irónica de un palestino que no puede terminar de entender el mundo en el que vive. Su film es muy personal, con gustos muy personales como la inserción inesperada de una canción clásica de Nina Simone que alude a alguien que siempre está corriendo, que se siente humillado y ya no puede soportarlo. Es además, una obra donde prevalece la ironía, donde la mirada y la observación de lo que pasa define la película.

La mirada de Suleiman es la de alguien que conoce el mundo, alguien capaz de poder mirar desde afuera. En ese enfoque podemos encontrar una mirada universalista sin dejar de lado un conflicto específico que sin duda reclama una solución pacífica.

Suleiman intenta tomar distancia como si quisiera ver la cosa desde afuera sin siquiera ser parte de ella. Ello es casi imposible. No obstante, logra totalmente que el espectador reflexione sobre el problema desde una posición prácticamente imparcial. Pero la gran cuestión que deja flotando el film del palestino es si ese viaje por el mundo moderno que da su personaje, acaso no despersonaliza en esa apariencia de universalización que presentan las grandes urbes que visita. En ese sentido, cabe preguntarse cuánto de valor tiene todavía la causa palestina.

http://thecharlysmovies.blogspot.com
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