La película The Moor, dirigida por Chris Cronin, ofrece un debut cinematográfico ambicioso y técnicamente notable. Una de sus mayores virtudes radica en el impresionante plano secuencia inicial que no solo introduce de manera magistral lo que va a ser el conflicto central del film centrales, sino que está perfectamente ejecutado y posee un tono visual de gran potencia. Esta apertura logra capturar la angustia y el misterio, sumergiendo al espectador de inmediato en el universo inquietante de los páramos de Yorkshire.

La escena final también merece una mención especial, concluyendo la narrativa con una mezcla de melancolía y horror que cierra el arco emocional de los personajes de forma efectiva. Es un final que combina simbolismo y una terror, reforzando los temas de culpa y redención presentes a lo largo de la historia.

Sin embargo, el desarrollo intermedio de The Moor es más inconsistente. Aunque la película intenta equilibrar elementos de drama psicológico y horror sobrenatural, su narrativa a menudo se siente errática, deslabazada. Hay momentos en que el ritmo decae debido a una acumulación excesiva de pistas o a escenas que diluyen la tensión, parece querer tocar muchos palos y lo que consigue es no centrarse en ninguno. Este enfoque puede desconcertar al espectador, especialmente dado que la película parece indecisa entre mantener un tono dramático o sumergirse plenamente en el terror. Aunque las actuaciones, especialmente de David Edward-Robertson, logran sostener parte de esta sección, la falta de cohesión narrativa debilita el impacto general.

En conclusión, The Moor es un filme interesante, con algunas escenas visualmente impactante y muy logradas, con gran carga emocional y muy brillante en sus extremos, pero que pierde mucha fuerza en el meollo de la historia. A pesar de estos defectos, el talento de Cronin detrás de la cámara sugiere un futuro prometedor como director dentro del género.

Dirigida por John G. Avildsen y escrita por Norman Wexler, Joe es un retrato crudo y perturbador de la América de los años 70, una sociedad fracturada por tensiones generacionales, culturales y de clase. La película sigue a Bill Compton (Dennis Patrick), un ejecutivo de clase alta cuya hija entra en conflicto con el estilo de vida contracultural de la época. Tras un acto violento impulsivo, Bill se cruza con Joe Curran (Peter Boyle), un obrero de clase trabajadora lleno de odio hacia los hippies, las minorías y cualquier cosa que represente el cambio social. Lo que sigue es una alianza inesperada entre dos hombres de mundos opuestos, unidos por sus prejuicios y su desprecio hacia el progreso.

La trama: Una espiral de violencia y tensión
La historia comienza con el asesinato impulsivo de Frank, el novio drogadicto de la hija de Bill, quien representa todo lo que su padre detesta del movimiento contracultural. Poco después, Bill se encuentra con Joe en un bar, un hombre vulgar y racista que glorifica la violencia y desprecia abiertamente a los jóvenes, las minorías y los movimientos progresistas y socialistas. Aunque sus diferencias económicas son evidentes, los dos hombres descubren un terreno común en su descontento contra la ideología de izquierdas. Esta alianza culmina en un clímax violento donde ambos desatan su odio reprimido, dejando al espectador con una sensación de profunda incomodidad.

La unión de extremos: Clase trabajadora radicalizada y élite económica
Uno de los aspectos más inquietantes de Joe es cómo muestra que, pese a las diferencias ostensibles entre las clases trabajadora y alta, existe una convergencia peligrosa cuando ambos grupos comparten un enemigo común. La película retrata cómo la clase trabajadora, alienada, frustrada y ausente de referentes en la izquierda, puede ser azuzada por las élites económicas, que canalizan ese resentimiento hacia objetivos convenientes como la contracultura, el socialismo y los movimientos por los derechos humanos.

Bill representa una élite que, lejos de intentar sofocar el resentimiento de figuras como Joe, lo alimenta y lo aprovecha. En vez de confrontar las causas estructurales del descontento —como la desigualdad o la falta de oportunidades—, las élites permiten que la clase trabajadora radicalizada "campe a sus anchas", dirigiendo su furia hacia objetivos que no amenazan el statu quo. Esta estrategia crea una alianza tácita donde los intereses comunes —el rechazo al cambio, el temor a la redistribución de poder y el odio al progreso social— superan las diferencias económicas, que los trabajadores pasan por alto, haciéndole el trabajo sucio a los ricos.

Paralelismos contemporáneos: Trump, Musk y la América actual
En la América contemporánea, figuras como Donald Trump y Elon Musk han aprovechado dinámicas similares. Trump, un millonario, logró conectar con la clase trabajadora blanca al presentar un discurso populista que culpaba a los inmigrantes, la globalización y las élites liberales de sus problemas. Musk, aunque diferente en estilo, ha cultivado un culto a la personalidad entre sectores descontentos, usando las redes sociales para avivar conflictos culturales y atacar las instituciones democráticas. En ambos casos, el objetivo parece ser desviar la atención de las desigualdades sistémicas que ambos representan y perpetúan.

Lo más peligroso de esta dinámica es cómo las masas alienadas, armadas tanto literal como ideológicamente, pueden ser manipuladas para actuar en contra de sus propios intereses. En un país como Estados Unidos y ahora también en la mayoría del planeta, la falta de un referente en la izquierda es terrible, puesto que las clases trabajadoras, desorientadas y enfurecidas, se acaban yendo a la extrema derecha y el fascismo. En EEUU, donde el acceso a las armas es legal y prevalente, esta combinación se convierte en un cóctel explosivo. La película ilustra cómo el odio, la ignorancia y la alienación, una vez desatados, pueden llevar a actos de violencia que terminan perjudicando a toda la sociedad, incluidas las mismas élites que lo fomentaron. (Aunque éstos se acabarán salvando seguro...)

Conclusión: Una advertencia vigente
Joe no solo es un testimonio de los conflictos de su tiempo, sino también una advertencia inquietantemente actual. Al retratar la alianza entre una clase trabajadora radicalizada y desclasada y una élite que la manipula para sus propios fines, la película nos obliga a reflexionar sobre los peligros de ignorar las tensiones sociales, la desigualdad y las causas estructurales de la misma, y permitir que el odio y la desinformación dicten el curso de la historia. En un contexto donde estas dinámicas se repiten con mayor intensidad, Joe sigue siendo una obra clave para entender cómo las fracturas sociales pueden llevar a la autodestrucción colectiva.

La película Dream Scenario (2023), dirigida por Kristoffer Borgli y protagonizada por Nicolas Cage, es una comedia negra que invita a la reflexión sobre la fama, la identidad y el poder de la imagen en la sociedad contemporánea. A través de su premisa surrealista, en la que un profesor universitario promedio comienza a aparecer involuntariamente en los sueños de personas de todo el mundo, la cinta construye una incisiva crítica social.

En La sociedad del espectáculo (1967), Guy Debord sostiene que en la modernidad avanzada la vida ha sido sustituida por representaciones, y la realidad es mediada por la imagen y la apariencia. Dream Scenario captura esta idea a través del ascenso y caída del protagonista, quien se convierte en un fenómeno mediático sin quererlo. Su presencia en los sueños de otros lo convierte en una celebridad, reflejando cómo la fama en la sociedad del espectáculo no se basa en logros reales, sino en la pura visibilidad.
El personaje de Nicolas Cage es el paradigma de la alienación contemporánea: su imagen deja de pertenecerle y comienza a cobrar vida propia en la mente colectiva. Debord sugiere que el espectáculo convierte a los individuos en espectadores pasivos de sus propias vidas, y en la película, vemos cómo el protagonista se ve atrapado en un ciclo de consumo y desecho rápido de su imagen, pasando de la adoración pública al rechazo con la misma velocidad.
Por otro lado, Gilles Lipovetsky en La era del vacío (1983) describe cómo la sociedad contemporánea se caracteriza por un individualismo exacerbado, donde el sentido de la existencia depende de la percepción de los demás. Dream Scenario refleja este vacío existencial a través del profesor protagonista, quien inicialmente se siente emocionado por su repentina fama, pero pronto descubre que su imagen es una proyección sobre la que ya no tiene control.
Lipovetsky también habla de la "estetización del mundo", donde la vida cotidiana se convierte en un espectáculo visual constante. En la película, la fama del personaje se basa en una presencia intangible en la mente de los demás, lo que evidencia cómo la identidad se ha desmaterializado en la hipermodernidad. La necesidad de validación externa es un tema recurrente, y el personaje experimenta cómo su autoestima se ve determinada por la aceptación o rechazo de un público masivo e impersonal.

En definitiva, Dream Scenario no es solo una historia sobre la fama y los famosos, es un reflejo crítico de la sociedad en la que vivimos, donde la imagen y la percepción pública definen la realidad de las personas. La película se alinea con las teorías de Debord y Lipovetsky al retratar una sociedad obsesionada con la visibilidad y la hiperindividualidad, donde la notoriedad es efímera y sin cimientos reales y las consecuencias de perder el control sobre la propia imagen pueden ser devastadoras.
Con una interpretación magistral de Nicolas Cage y una dirección que sabe equilibrar el humor absurdo con el terror y la crítica social, Dream Scenario se erige como una obra imprescindible para entender los dilemas de la posmodernidad y la estupidez de la fama.

Lo que son las cosas. Una película que tenía toda la pinta de ser una bazofia postmodernista con tipos guays de instituto que van haciendo el gamberro por ahí, y resulta que nos encontramos ante un gran guión que de manera muy original nos da unas cuántas lecciones (y a los protagonistas también) de lo que es la vida. Utilizando lo extraño, lo grosero y lo cómico, los autores nos cuentan una gran historia donde tienen cabida unas cuantas moralejas vitales.
También son dignas de destacar las actuaciones de todos los protagonistas (desde Hesher hasta una sorprendente (por aparecer) Natalie Portman, pasando por la abuela y el matón del instituto) y la dirección, que es más que notable. En fin, una gran película disfrazada de chorrada para adolescentes. Ojalá y todos tuviéramos un Hesher en nuestra vida. Enhorabuena.

Muy bonita, muy bien filmada, actuaciones sobresalientes (la mejor, la niña; aunque todos, empezando por Da Foe, están genial), gran puesta en escena, buen ritmo (no se hace tedioso el acecho del cazador, lo que ya es mucho) y gran mensaje. Para mí un film más que notable que debería ser visto por mucha gente, cosa que, lamentablemente, no va a ocurrir. Totalmente recomendable, con momentos de una lírica y una poética sublimes (el final entre ellos, bueno, los dos finales). Solo un pero, el personaje de Jack Mindy (Sam Neil) es demasiado confuso, va y viene sin sentido y no se resuelve bien su propia historia dentro de la película, posible error de montaje. También ocurre lo mismo con la historia de los taladores y la de la madre y la hija. Por lo demás, muy bien.