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Críticas de Fernando Garín
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Críticas 47
Críticas ordenadas por utilidad
10
4 de agosto de 2005
11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fantástica joya donde aparece lo más importante ocurrido en la historia de Europa (dos guerras mundiales, depresión, auge de los fascismos, lucha por la democracia, antisemitismo...), y todo ello sin importancia aparente, tomando como protagonistas personajes corrientes con sus vidas y sus vulgares preocupaciones. Cuanto más se ríe uno viendo esta obra más se da cuenta de los absurda que es la guerra y la aberración que supone el fascismo.
Fernando Garín
Fernando Garín
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5
18 de agosto de 2020
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer alquilé en FILMIN “Moffie” (Olivier Hermanus, 2019), uno de los estrenos LGTB postcuarentena más esperados. Había oído y leído tan buenas opinones que no pude resistirme a descubrir al que muchos consideran el mejor joven director sudafricano del momento.
Como a menudo ocurre, no hay peor chasco que una expectativa colosal y hoy me veo en la necesidad de justificar mi decepción con “Moffie”, término con el que se designa despectivamente a los homosexuales en afrikáans.
Por una parte, hay una historia de brutalidad, acoso y homofobia con componentes dramáticos de sobra que queda excesivamente diluida en un drama bélico con componentes raciales y pacifistas. Probablemente, una abundancia de temas que hacen que la temática gay desaparezca durante largos periodos del metraje. No seré yo quien niegue que la temática LGTB está destinada a tratarse con normalidad tangencial en el seno del cine contemporáneo. Pero es que “Moffie” plantea una historia concreta, rodeada de hechos reales acaecidos en los años 80, con un protagonista homosexual que afronta un conflicto por su condición. Y todo ello hace que me molesten las distracciones y el intento por abarcar temas muy complejos.
Por otra parte, el film de Hermanus recuerda demasiado a otros que ya están fijados en la memoria colectiva. Así ocurre en el primer encuentro erótico de Nick (“métete conmigo en el saco que vas a quedarte helado ahí fuera”), evocando a “Brokeback Mountain” (2005); o la supervivencia en la heteronorma de un ambiente masculinizado y sutil sensibilidad de “Moonlight” (2016), de la cual existen claras referencias fotográficas además de la escena de la playa, clímax de la soledad del personaje.
Pero si hay una referencia que lastra al film es la de “La chaqueta metálica” (1986). Las similitudes con la obra maestra de Kubrick no se le han escapado a nadie: la instrucción militar en los barracones, el sargento sádico, el suicidio de un recluta, la elipsis y posterior intervención militar… una estructura casi idéntica que hacen que “Moffie” corra el riesgo de convertirse en la versión gay de una de las mejores películas bélicas de todos los tiempos.
Hermanus intenta darle forma a su propia historia. Y añade algún toque documental y algo de ritmo musical como está mandado hoy en día. Incluso diría que es un testimonio valioso que cubre ciertas lagunas en el subgénero LGTB bélico. Pero no logra convencerme.
Y es que Nick se mueve en la extraña dicotomía de ser protagonista de su propia historia en ocasiones y mero espectador pasivo por momentos, algo que me desengancha de su mundo afectivo más de lo que me gustaría.
Para concluir, su final resulta demasiado abierto para que el espectador tenga la sensación de haber asistido a un sufrimiento vital del que extraer algo positivo.
Y yo gestiono mi decepción y recojo mis esperanzas recordando esa joya también sudafricana que es “The wound” (John Trengove, 2017), valiente, despiadada, tribal y profundamente personal.

Fernando Garín.
Fernando Garín
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7
28 de septiembre de 2020
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Las niñas” es el perfecto ejemplo de que un buen final puede hacer olvidar casi todos los déficits de una película. Y es que la última secuencia de “Las niñas“ es pura magia.
Lo cierto es que Pilar Palomero se lo debe prácticamente todo a Andrea Fandos, soberbia, contenida, de mirada poderosa y sonrisa en proceso de construcción. En su ópera prima, la directora zaragozana, filma sus particulares 400 golpes bajo el prisma femenino, más sobria, menos lírica. Interesante cineasta con potencial.
Fernando Garín
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8
11 de octubre de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joker (2019, Todd Phillips) es una película tan desagradable, inquietante y descorazonadora que no recomendaría su visionado a nadie. Ni siquiera a Donald Trump. Creo que la inmensa mayoría de seres humanos tenemos el mínimo de empatía que se requiere para que “Joker” te haga sentir demasiado culpable y peligrosamente vulnerable. Dejando de un lado la mencionada entereza que se requiere para enfrentar su metraje, hay que decir que Phillips, sin duda, sorprende.
Y sorprender es mucho a estas alturas en que uno cree que ya lo ha visto casi todo. “Joker” es el resultado de introducir en la coctelera la sordidez obsesiva y violenta de “Taxi Driver”, aderezada con unas gotas de locura de “Algo voló sobre el nido del cuco”, acompañadas del toque picante de la iconografía de “It” y una chispa distópica de “V de Vendetta”. Y el mérito de la película precisamente reside sus proporciones exactas, que dan como resultado una receta magistral. Lejos de convertirse en un popurrí confuso, “Joker” es un film original, coherente, visualmente brillante y narrativamente perfecto. Su resultado satisfará incluso a aquellos, como es mi caso, que experimentan la desafección hacia el cómic. Sus colores, encuadres, agilidad narrativa y uso de la música son verdaderamente prodigiosos, y mantienen al espectador pegado durante dos horas, que se sustentan sobre la patológica interpretación de Phoenix. Hacía tiempo que no escuchaba disparos tan certeros y contundentes que te hielan la sangre. Hay toques magistrales de Scorsese. Y, aunque la mayoría lo haya olvidado, Robert de Niro está a la altura interpretativa de Joker, en un rol mucho más natural pero no menos inquietante.
Pero, señores, si entramos en el terreno de la ética, tengo dudas. Porque “Joker” sobrepasa el inconformismo y la crítica para convertirse en otra cosa. Se explican certeramente las causas. Y entendemos muy bien a dónde conduce tratar inmisericordemente a los seres humanos. Pero “Joker”, al trascender la historia personal de Arthur, se difumina peligrosamente en su planteamiento del caos frente al orden. Porque muchos de los espectadores van a empatizar con la necesidad de establecer mecanismos de autodefensa, vigilancia y control que permiten que la sociedad se sienta “más segura”. Porque se señalan enemigos, se identifican peligros y se advierten amenazas. Por todo ello, volviendo a mi argumento inicial, ni siquiera recomendaría el film a Trump. Porque probablemente encontraría en “Joker” buenos argumentos para sus políticas. En cualquier caso, si ustedes son capaces de mantener intactos sus valores morales y tienen un buen día, no dejen de ir a verla. Dará mucho que hablar. (nota: 8,5/10).
Fernando Garín.
Fernando Garín
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9
10 de febrero de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los odiosos ocho es una de las muestras más lúcidas de ingenio y descaro del cine actual. Tarantino vuelve a sorprender, pero donde muchos esperaban más, encontrarán menos; aunque mejor. Más contención, clasicismo y finura es lo que distancia a esta última película de toda la obra precedente de Tarantino, tendente al gamberrismo, la grosería y el exceso, y que tanto nos ha fascinado.
En momentos como el que vive el cine actual, los espectadores deberíamos agradecer más que nunca poder asistir a la obra de un creador, y no de un estudio.
Todo en Los odiosos ocho es fruto de un trabajo puntilloso que encaja a la perfección. La fotografía de Richardson (Casino, JFK, Shutter Island) es impecable. La fenomenal apuesta por una película en 70mm (Ultrapanavisión), que sólo en algunas salas podrá verse, demuestra lo extraordinario del producto que se quiere ofrecer. Sus encuadres abordan tantos planos y acciones simultáneamente que provocan que el espectador no quiera ni parpadear.
Sobran las palabras acerca de la apuesta por la música que Tarantino ha realizado en este film, encomendando al grandísimo Morricone una banda sonora cuyos acordes y melodías nos transportan por un viaje de melancolía e intriga como pocos saben ambientar. Huelga mencionar la importancia de la música en los films del director de Knoxville. Como anécdota, cabe prestar atención a la canción que interpreta en inglés Daisy a la guitarra ("Jim Jones at Botany Bay"). Una secuencia que en el cine de otros directores es pura transición, es capaz de contarnos más cosas que todo el cine que un espectador medio haya visto en un año, incluyendo el guiño consistente en cambiar la estrofa final.
Pero sin duda es el sello personal de Tarantino el que convierte estas más de 3 horas (versión roadshow) en una obra maestra de la década y pieza culminante de la carrera del director. Y es que Tarantino, y en mi opinión por esto pasará a la historia del cine con mayúsculas, ha revolucionado el método narrativo de la cinematografía actual. Sus historias, en el fondo, no valen mucho. A menudo, como aquí sucede, son pretextos (Mc Guffins hitchcockianos), un artificio armado como señuelo para ser contado de una forma fascinante, trepidante, fracturada e hipnótica. Muchos fans de Tarantino encontrarán notas esenciales de su estilo narrativo, como ruptura de la narración lineal o las historias cruzadas. Pero además, en esta ocasión, Tarantino profundiza como nunca anteriormente en el suspense. Inventa el western–misterio, genera como sólo él sabe hacer una tensión dramática que va creciendo paulatinamente trasladando la sensación de que se acerca el momento en que todo saltará por los aires (Django desencadenado ya da grandes muestras de ello sentando a la mesa a Di Caprio y Waltz en un diálogo que haría sudar a un esquimal). Como valor añadido, el espectador encontrará más suspense, entendido como el arte maestro de mantener muy alta la tensión dramática en el tiempo. Tarantino, muy inspirado en el cine de Hitchcock, despliega los mejores recursos para implicar al espectador y mantenerlo interesado en una puesta en escena casi teatral que se reduce a un decorado interior: suministra la información justa, deja intuir al espectador, profundiza en la psicología de los personajes, permite que se construyan teorías propias...
Todo ello para descubrir que, por debajo de lo que se nos cuenta, hay una suerte de subsuelo narrativo. Algo sorpredente, inesperado, que cambia la perspectiva y da un giro a toda la construcción narrativa que el espectador haya podido elaborar. Esa capacidad para atraer con cebos, dosificar la información y sorprender sin que el espectador se sienta estafado es una capacidad que reside en muy pocos creadores. Tan sólo en aquellos que, como Tarantino, piensan ante todo en el gozo del espectador.
Fernando Garín.
Fernando Garín
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